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04/10/2017

Pequeñeces (13)

Demos paso a la descripción de alguna casa y de algún personaje ilustre. Son muchos y variados los edificios con que cuenta el pueblo. Algunos ya desaparecidos, como la casa del cura, de las pocas que contaba con baño. Nazar contaba con una preciosa escuela, que en épocas anteriores había sido escuela, cárcel y ayuntamiento. En cuanto a los personajes que he conocido son muchas las páginas y anécdotas a contar. Enfrente de la escuela vivía una familia muy especial, el Dios de Nazar. Un señor alto, rudo, de gran fuerza y cabezonería especial. Muy pocas veces lo vi bien rasurado y menos bien vestido. Casado con Valeriana, mujer de baja estatura, de cara redonda y de un nervio endiablado, nacida en Ganuza y que vivió los últimos años en la capital francesa con su hija Rosa Mari, donde había ido a trabajar en la juventud. ¡Quién le iba a decir que iba a vivir y menos morir en París!

En la casa también vivía Vicenta la madre de Ceferino que es así como se llamaba el Dios de Nazar, en su juventud dicen que fue una moza apuesta y delgada, pero desde que yo la conocí iba encorvada, y aun daba más impresión verla bajar del huerto con una gavilla al hombro, que es como la recuerdo yo. Según cuentan el Padre de Ceferino de un día para otro se fue del pueblo para no aparecer más, hasta tal punto que a Vicenta siempre se le consideró como viuda. Con ellos vivía Juanito, el hijo pequeño un niño también de pequeña estatura con el pelo rizado, que ha vivido a caballo entre el pueblo y su ciudad de adopción Vitoria.

El padre de Ceferino (el que luego se marcharía para siempre y que ni el nombre recordamos) el día que nació Ceferino, lo sacó a la calle y lo envolvió entre la nieve, como parece que era costumbre de hacer en esa casa con los recién nacidos. Las andanzas de Ceferino fueron famosas en todo Navarra. El monte era su segundo hogar, cuando no el primero, no era extraño que pasase duras noches de invierno al acecho de cualquier animal. En una ocasión de una gran nevada no apareció en una semana por el pueblo, los vecinos preocupados salieron en su busca. Ni rastro. Apareció a los diez días como si nada hubiese ocurrido.

El caso es que Nazar ha contado con dos Dioses, a cual más importante y más poderoso.

Encima de la escuela, en la calle de arriba, nuestra generación ha conocido tan solo unas paredes derruidas y un precioso dintel de piedra de unos dos metros de largo y uno de ancho, es lo único que quedó en pie, era la entrada de la casa. Mi padre y los de su generación la llamaban la “del de la cara quemada”, Allí vivía un matrimonio ya mayor con una hija que era bastante visitada por los mozos del pueblo. Según parece la casa se hizo famosa por los fantasmas que vivían en el granero. Según otros no eran más que los mozos que la visitaban con asiduidad a espaldas de los padres ya de avanzada edad.