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06/11/2017

Pequeñeces (21)

Tendría unos 8 años cuando salí por primera vez del pueblo. Subí a Elorrio para una semana, allí vivían tres tíos carnales, Cesáreo, María y Rufina. Me quedé en casa del tío Cesáreo, casado con María Zarranz, nacida en el pueblo navarro de Abárzuza.

Los tíos vivían a renta en una casa solariega de la calle Berrio Otxoa, un gran portalón y unas ventanas con rejas daban acceso a la entrada, unas escaleras anchas y majestuosas accedían a la vivienda. La fachada de piedras de sillería hacía todavía más señorial la casa. Una huerta amurallada de grandes dimensiones cercaba la casa por la parte de atrás, a la cual se accedía por la puerta del salón y por otra puerta pequeña de la calle de arriba.

 Viví la semana como en un cuento de hadas. De casa en casa, me subí por primera vez en unas barracas y me monté en los autos de choque. Varios hijos e hijas de mis primos tenían la misma edad que yo. Todo era tan nuevo como extraño, suelos de madera reluciente, paredes blancas con cuadros, olor dulce y suave. La noche era todavía más sorprendente, cama bien mullida, con colchón duro, pero muy cómodo, sábanas limpias, recién lavadas con suavizante y planchadas. Todo un lujo al que no estaba habituado. El silencio se rompía de vez en cuando por el paso de algún coche, que parecía que atravesaba la misma habitación. Pero no todo fue tan idílico. Acostumbrado a hacer las necesidades en la cuadra o en el monte no fue sencillo ir al servicio, una habitación blanca, reluciente y fría, un maizal cercano acabó con mis preocupaciones y el de la familia.

 

A las 12 del mediodía unas fuertes sirenas aturdían las calles solitarias, eran las bocinas de las fábricas, anunciaban que los obreros salían para comer. Las calles se llenaban de repente de personas, pocos eran los que se paraban. La tía María y yo esperábamos con la mesa puesta a que el tío y la prima, unos 30 años mayor que yo, llegasen a comer. El tío era de muy pocas palabras, pero lo que decía era sensato y a su manera me parecía simpático.

Hoy día 55 años después todavía la prima Asún vive en esa casa, ya como propietaria.

Semana inolvidable de casa en casa, pues tenía tres tíos carnales y varios primos carnales ya casados. Por aquella época vivía en Elorrio tanto nazareno como en el pueblo de Nazar. Pues muchas fueron las familias que habían dejado las tierras para ir a las fábricas de Elorrio. Semana de halagos, y hallazgos desconocidos, el paisaje, las calles, las casas, los coches, los monumentos, las fuentes… los campos verdes de maizales, manzanos, el cariño de los familiares… Todo un descubrimiento en menos de una semana. Me llamó la atención como todas las mañanas venía una casera con un burro repartiendo la leche de casa en casa. Yo era el encargado de bajar al portal con la lechera.