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03/05/2022

Circuito

Se vende el Circuito de Los Arcos. Una de las chapuzas hechas por UPN. En estos últimos años hemos perdido 60 millones de euros. Y todos tan contentos. 

Juan Otsoa, el lobo

 
Hoy voy a contar la historia de un hombre que en 40 años pasó de héroe a villano y en la historia y especialmente en la leyenda se ha convertido en el hombre más malo y sanguinario de la zona. Se trata de Juan Lobo, para nosotros Juan Otsoa
Con 16 años le tocó combatir en el bando del Mariscal Pedro de Navarra contra las tropas invasoras castellanas. Como el resto de gentes de La Berrueza defendió con tesón las fortalezas limítrofes.
Su grupo compuesto por 10 aguerridos, aunque jóvenes guerreros fue la élite del ejército, si así se podía llamar ejército, de Pedro de Navarra. Habitualmente vivían en la fortaleza de Kábrega, aunque conocían todas las defensas navarras. Abundantes por aquellas fechas a comienzos del siglo XVI.
Seguían y defendían al Mariscal por todos los lugares que se movía, especialmente cuando lo hacía por Tierra Estella.
Conocían como la palma de la mano la sierra de Toloño, especialmente desde La Población hasta Monjardin. Cientos de noches pasaron por los castillos de los alrededores. Aguilar, Torralba, Desojo, Malpika, Kostalera, San Cristobal, el mismo Monjardin y otros de los alrededores.
Juan era un joven atlético, pero corpulento. Ya a sus 16 años pasaba en altura a la mayoría de sus compañeros. Pasaba del 1,80 de estatura. Moreno de tez no muy negra, pero que el sol, y el aire habían convertido su piel en morena, aunque no tanto como sus compañeros y el resto de campesinos de la zona.
Había nacido en una familia de jornaleros pobres de Falces. No sabemos cómo, ni cuándo pero se integró en la defensa de Kabrega.
A la semana se le adjudicó uno de los caballos más jóvenes y rápidos de la cuadra, lo llamó tximista. En aquellos años bastante tranquilos fue conocido, respetado y amado por las cientos de mozas de los pueblos de los alrededores.
Las mozas salían a los balcones cuando Juan se pasaba con su joven caballo por los caminos de pueblo en pueblo.
Y muy pronto a pesar de su juventud tuvo pretendientes que lo querían atrapar. Varias mozas de familias nobles intentaron acercarse a él. Juan joven alegre, despreocupado y elegante no rehuía cita alguna. Y tuvo cientos de encuentros no solo con muchachas jóvenes y solteras de familias nobles, si no también con mujeres casadas y solteras de todas las clases sociales.
Muchos eran los hijos que se le atribuían al aguerrido y fuerte joven, aunque no reconoció a ninguno.
Recién cumplidos los 20 años, ya con gran experiencia con las armas y montura acaeció la gran desgracia para Navarra, La Berrueza y también para nuestro joven Juan Otsoa, el lobo. Las tropas castellanas invadieron navarra, un reino independiente, con reyes, cortes, ejército, administración y lengua propia, pero un reino pequeño, en medio de dos imperios, el castellano y el francés y los dos se lo querían hacer para él.
Así fue como un día aciago las tropas castellanas entraron sin mucha dificultad en Navarra, con la ayuda de los alaveses y guipuzcoanos que en aquella época pertenecían y estaban bajo la corona castellana. No les costó en exceso tomar Iruña, aunque los navarros defendieron a capa y espada hasta la última esquina de nuestra querida Pamplona. Pero era 100 castellanos contra 1 navarro y si hablamos de armamento la diferencia todavía era mucho mayor.
A Juan Otsoa le tocó pelear en primera línea junto al Mariscal Pedro de Navarra. Juan Otsoa fue el encargado de acompañar a los reyes de Navarra a su nueva sede al otro lado de los Pirineos para que salvasen la vida y mantuviesen la corte en la parte navarra del otro lado de los Pirineos. No olvidemos que Navarra no acababa en Roncesvalles, al igual que hoy existen una navarra del norte y una del sur.
La huida no fue fácil, había enemigos por todos los lugares. Tomaron lo mínimo y los reyes con sus cinco hijos tomaron rumbo precipitadamente hacia el norte, huyendo por caminos secundarios y evitando encuentros desagradables. Al segundo día fallecía el hijo menor de los reyes, cuando iba a cumplir los cuatro años, que ya había salido enfermo de Pamplona. Juan abriendo paso no cejó hasta que los reyes llegaron a Donapaleu.
Volvió al galope en cuanto pudo. Para entonces Pamplona ya era castellana y sin entrar en la ciudad tomó camino para Kábrega. Tan solo quedaban 6 de sus compañeros, el resto había perdido la vida en la defensa de Pamplona. Esta zona de La Berrueza todavía estaba tranquila. Nada había cambiado. Todo seguía igual. Los labradores sembraban los campos como si nada, los pastores y carboneros seguían sus tareas diarias.
Poco duró la tranquilidad. Las tropas castellanas llegaron a Lizarra, los estelleses con el apoyo de tudelanos y otros pueblos de la ribera les hicieron frente. Duros combates se sucedieron durante dos meses. Cientos y cientos de navarros perdieron la vida antes de ser derrotados. Aquí estuvo nuestro Juan siempre al lado del Mariscal. Tras dos meses de fuerte asedio y agotadas las armas, ya no les quedaban más que las espadas bien afiladas huyeron de nuevo hacia Kabrega, pasando por el castillo de Monjardin, donde pasaron una semana reponiendo fuerzas.
Los navarros cada día estaban más acorralados, las tropas castellanas iban dominando zonas y fortalezas. Todavía nos quedaba la Berrotza, aunque el Conde de Lerín no cejaría hasta no conseguir el último pueblo de la Merindad de Estella. Los combates fueron sangrientos.
Los campesinos de los pueblos de la Berrotza dejaron sus labores y se pusieron a guerrear contra el invasor. Kábrega fue una fortaleza dura de lograr. El mariscal de Navarra, cayó en una emboscada en la zona de la Plana, fue hecho prisionero y encarcelado. Muchos aguerridos campesinos de la Berrueza perdieron la vida en esa emboscada. Juan con sus hombres resistió hasta el último momento, una vez hecho prisionero el Mariscal Pedro de Navarra, los pocos guerreros que quedaron se dieron a la huida hacía el pueblo de Nazar. Allí llegaron exhaustos y fueron atendidos por la población, y se escondieron como pudieron en los pajares y graneros de los labradores.
Como en todas las guerras los perdedores, los aguerridos navarros, fueron masacrados, muchos campesinos fueron asesinados, otros encarcelados y muchas haciendas pasaron a otras manos. Los grandes hacendados como el señor de Kabrega, el señor del palacio de Mirafuentes y el resto de hacendados fueron desposeídos de todas sus propiedades que pasaron a manos de otros nobles venidos de otras tierras y que habían apoyado a las tropas castellanas.
Años duros para los perdedores. Los reyes huidos a la Baja Navarra, el Mariscal encarcelado en Simancas, Juan Otsoa escondido, primero en las casas de Nazar y luego ya veremos sus andanzas.
Los labradores de Berrotza, no podían dar crédito a lo que veían. De repente cambiaron muchas cosas, las principales casas nobles pasaron a otras manos, los castillos y fortalezas de Monjardín y Kábrega fueron destruidas. El castillo de Kabrega se convirtió en una casa de labranza por el temor que tenían los castellanos a que de nuevo los navarros se levantasen en armas.
En un principio a Juan Otsoa y sus cinco únicos compañeros que habían quedado con vida no se les hizo difícil vivir en el pueblo. Eran muy queridos y la población los tenía como héroes. Aunque desde ese mismo día se vieron obligados a vivir de noche y permanecer durante el día escondidos, y no siempre en el mismo lugar, pues la justicia no cejaba en su búsqueda.
Pasaron dos meses y el asedio y acecho cada día era más agobiante. También para los que les habían dado cobijo. Hasta que una noche, gracias al chivatazo de un vecino sobornado con algo de dinero los delató. Juan Otsoa y otros tres tuvieron suerte y tuvieron tiempo y fortuna y lograron escapar a las peñas de Codés. Otros dos compañeros fueron detenidos y ajusticiados el día siguiente en la Picota del pueblo. También varios vecinos sufrieron las consecuencias y pagaron con la cárcel y grandes multas el atrevimiento de haber dado cobijo a los perseguidos. La única mujer que se llevaron fue Martina, una viuda, que además de dar cobijo a Juan Otsoa mantenía relaciones amorosas con él.
Pasaron los años y muy pocos tuvieron conocimiento de la existencia de Juan Otsoa y sus tres compañeros, aunque por los alrededores se decía que algunos los veían por las noches por los caminos y los montes de los alrededores. Pero ya para entonces nadie se atrevía ni a mencionar el nombre de Juan Otsoa. También se decía que varias mujeres del valle seguían gozando de la presencia del joven aguerrido soldado ahora convertido en fugitivo.
El caso es que un día de diciembre con nieve hasta las rodillas la Hermandad de Arcabuceros de Torralba se encontró en la zona de Codés con un grupo de caballeros, les dieron el alto y sacaron las espadas , en el primer lance Juan Otsoa recibió un corte en la cara, bastante profundo, que llevaría como marca para el resto de sus días.
Huyeron precipitadamente hacia la guarida que la tenían en el castillo de Malpika. No tuvieron tiempo ni de beber un trago de agua en la fuente del Castillo. Para la población del Valle de Aguilar Juan había pasado hace tiempo de ser Juan Otsoa, el soldado fugitivo , a ser Juan Lobo, el bandido y forajido más temido y perseguido de la zona. Todo lo que ocurría por el valle era atribuido a él y sus bandidos. En el Valle de La Berrueza nunca perdió por completo la figura de héroe y defensor de los fueros y los valores del Reino de Navarra.
No fue fácil de aquí en adelante a vida de Juan y sus soldados o sus bandidos, aunque durante toda la vida tuvo la agilidad, astucia, valentía y rapidez de un lobo, un lobo acompañado de su manada. Los atracos de los caminos a los mercaderes y labradores que pasaban por los alrededores, todos los robos y falta de trigo en los graneros y de conejos y gallinas en los gallineros fueron atribuidos a su banda.
La persecución de las justicias fue ininterrumpida, una vez abandonadas sus guaridas arriesgaban sus vidas, aunque tenían trampas, escondrijos y refugios por todos los lugares, la más conocida es la cueva del Moro, pero también la menos segura, tenían escondites por todas las peñas de los alrededores.
Fueron muchos los combates que tuvieron, en uno de ellos, un hijo del Palacio de Mirafuentes le dio muerte con una lanza en el costado. Y ahí acabó la vida y la historia de JUAN EL LOBO. El muchacho que en pocos años pasó de héroe a villano.