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17/01/2006

Riachuelos

La villa de Nazar, se localiza en un extremo del valle,  el pueblo está construido junto al monte, las últimas casas del barrio de arriba, tienen como muga zonas de arbolado aislado. En su día las construcciones más alejadas fueron las ermitas ya inexistentes de Santa Lucia, justo encima de la era del carbonero, y la ermita del Cristo, en el otro extremo superior del pueblo, en lo que es hoy la era del Cristo.
Hoy hablaremos de los riachuelos del pueblo. Por el término municipal discurren varios  riachuelos, el más cercano al pueblo, el más conocido ha sido y es el del chorrón; pero al  que más partido le hemos sacado, el que que ha hecho que existiesen zona de regadío desde el camino de Otiñano, como los regadíos del Ceferino, hasta los regadíos del prado, en que medio pueblo tenía huertas, aunque fuesen un poco apartadas de la población. Este riachuelo, ayudado con las aguas de la fuentilla, han servido a parte de aguas para riego, lugar para recolectar berros, lugar de setales de chopo, lugar para cazar ratas de agua y especialmente para pescar los deliciosos cangrejos, en una época no tan lejana, tan abundantes. El segundo río que aunque no discurre por tierras nazarenas, al tener su nacimiento en Mataverde, y corresponder la presidencia de este terreno común para varios pueblos a Nazar, en los mapas y especialmente en los libros se puede leer que corresponde a Nazar. Río de mayor caudal que los anteriores riachuelos citados, y que en la juventud buenos quebraderos de cabeza nos dio a los jóvenes cuando teníamos la necesidad de atravesarlo para llegar a Mirafuentes o Ubago. Viajes más que habituales, en una época en que Nazar se quedó sin tienda, sin molinero, sin cerdo para cubrir a las cochas barriondas, sin herrero...
Más de una vez nos tuvimos que dar la vuelta por no haber podido pasar al otro lado. Ya que justo cuando se llegaba a Mirafuentes, a unos 70 metros de la tejería, el río Odrón atravesaba el camino, y por aquellos tiempos el rió bajaba con abundante caudal, y los terrenos estaban completamente embarrados, por lo que se nos hacía imposible lograr la otra orilla. Más de una vez, nos tocó, tirar los sacos para la molienda que iban en el caballo o en el burro, para que pudiese andar,  y más de una vez nosotros mismos nos entorcamos hasta casi la rodilla. Recuerdo bien cuando a una amiga, no tendríamos más de 7 años que se le quedó la bota incrustada (entorcada) en el barro, sacó la pierna y luego no podíamos volver a por la bota.
Joarkide

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