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09/10/2007

Gabino (IV)

Aurkibidea

15. Uribe

16. Un jueves en Estella/Lizarra

17. Un día normal

18.  Los amigos

19. Epifanio

15. Uribe

Estimado Uribe. Te envío gustoso estas letras para darte a conocer las primeras impresiones de nuestra tierra. Hace unos años, no tantos. Dejamos calles embarradas, charcos, pozos, huellas de pisadas de caballerías medio llenas de agua. Los niños y niñas, corrían y gritaban por callejuelas, sin importarles los hoyos, las piedras, la maleza, los troncos, las ramas. Los más pequeños no podían sacar las albarcas de los barrizales. Las bandas de palomas caseras, surcaban los cielos revoloteando por encima de los tejados.

La primera impresión es que no ha cambiado nada. Que todo esta igual. Pero con el paso de los días me voy dando cuenta que no es así. Me he encontrado con las tierras de labranza sin ribazos, sin árboles. Las casas del pueblo han pasado de la piedra ocre a la blancura de la cal. Con la llegada de la parcelaria han acabado con la variedad de colores de los campos. Con el empleo de los herbicidas han desaparecido todo tipo de plantas vistosas y una gran cantidad  de insectos y aves.
 
Hace una semana estuve en tu pueblo. Todos te recuerdan. Pero eso también ya te lo contaré en otro momento. Me ha encantado tu pueblo, verdaderamente tengo que reconocer tu humildad.
 
También el frío y las nieves hacen su aparición por aquí. Como bien lo recordarás. No sé si es la edad pero la humedad cada vez se me hace más  dura. Espero poder hacer de cicerón cuando vengas por estos lares. Lo que te he contado tantas veces, no es nada con la realidad. El juego de pelota, navarro, de una sola pared, las  encinas que bordean el campo de fútbol, troncos huecos, ramas rejuvenecidas, solemnes, dignas de ver.
 
Hoy  lugar apropiado para encontrar el sosiego, la tranquilidad, el silencio, la calma; lugar sin igual  para pasear entre encinas, robles, hayas, bojes, sabinas, ginebros, tejos junto a fuentes altas; montes antaño poblados de carboneros y pastores. Hoy remanso de soledad.

Parece que fue ayer cuando regresé, pero ya llevo un año y medio por estas tierras. Ayer me di  una vuelta por Otiñano, el pueblo en el que llevó acabo sus andanzas el brujo de Bargota. El que según dice la leyenda convirtió al cura de Otiñano en un peñasco puntiagudo con forma de obispo, los leñadores todavía dicen que lo ven vagando entre los  montes en los días fríos y nubosos de invierno.
 
Amigo Uribe los tiempos han cambiado, en estos pueblos que hace unos años no se conocían más que los brabanes, las layas y las hachas hoy no se ven más que tractores y cosechadoras. Ya no se ven los cerdos sueltos, las gallinas y los pollos picoteando de un lado para otro. No  quedan más que dos caballos y alguna vaca que otra para leche. Todas las semanas me doy un paseo hasta Mirafuentes, normalmente aprovecho para mantener largas conversaciones con el secretario del pueblo, Pablo Antoñana. Hace dos semanas te envié su última novela. Espero que sea de tu gusto, a mí me ha traído muy buenos recuerdos.
 
Volviendo de nuevo a mi pueblo, sólo una familia sigue trillando a la vieja usanza, y sólo cuando siembran habas en un terreno que no puede entrar la maquinaria. Es todo un acontecimiento presenciar como limpian la era, como la allanan, segando la hierba, rellenando los huecos, quitando los pequeños montículos con los azadones, para pasar al final la escoba, dejando la era más limpia que la patena. Sólo es un día y no todos los años; pero no te puedes imaginar la ilusión que me ha hecho ver extender la parva, ver las caballerías dar vueltas y vueltas con los niños del pueblo montados en el trillo.
 
No creo que les salga muy rentable en los tiempos que estamos, sembrar y segar a mano, sacar los haces al hombro hasta el camino, trillar; tampoco creo que esta familia siga haciendo todo lo anterior por devoción, ya sabes que en el campo manda el dinero.
 
Camarada Mauricio,  aunque los primeros días parece que todo es nuevo,  que hemos venido a otra tierra, en definitiva no ha cambiado nada. Siguen vivas las costumbres de siempre.

16. Un jueves en Estella/Lizarra

Hace frío. ¡eh!
¡Que va! Hoy no hace para tanto.
Más vale. Le contesto,  mientras me coloco bien la bufanda.
Ya llevamos cinco minutos oyendo el ruido del motor de La Estellesa , pero no aparece.
Entramos a empujones en busca de calor. Imposible. Por las ranuras se cuela el aire frío. Llevamos una hora pasada de viaje para hacer los escasos 25 kilómetros. Este trasto tiene parada obligatoria en todos los pueblos, aunque no haya nadie esperando el conductor hace la parada reglamentaria. En Murieta suben alrededor de 10 viajeros. Por fin llegamos al destino.
 
¿Vamos a almorzar al Cachetas? Me comentó Florencio nada más llegar a Estella. Almorzamos unos callos acompañados de una botella de vino tinto de Mañeru.
 
-Yo pago. Se echó la mano al bolsillo y sacó una cartera vieja atada con una goma. La abrió y dejó a la vista un fardo de billetes.
No, pago yo.
Ni pensarlo, pago yo. Y no se hable más.
¿Hoy no tomamos copa o qué?
Claro que sí.
Saca una copa de Cadenas. ¿Tú que quieres?
Una copa de Terry.
Saca una copa de cadenas, otra de terry y un faria.  Le digo al dueño del bar, y cobra todo.
No. No. Estamos en Estella y pago yo, dijo medio enfadado Florencio. Lo hago yo.
Bueno a medias y no se hable más.
 
De allí nos dirigimos a Casa Miquelez, pido dos cajas de cartuchos, una de la marca “El halcón” y la otra de “Trust” y una piedra de afilar la guadaña. Después fuimos a la tienda de ropa Armañanzas a comprar dos camisas de cuadros y dos boinas Elósegui.
 
Sin darnos cuenta se nos han hecho las 12 del mediodía,  Estella parece un enjambre. Cada dos pasos que damos saludan amigablemente a Florencio.
Buenos días Florencio.
¿Qué tal pareja?
Hola nazarenos.
Buenos días. Hoy también os habéis animado a venir. ¿eh?
¿Qué pareja, no queréis saber nada con los pobres?
¿Qué tal la cosecha por la Ribera ?
¿Desde cuándo somos de la Ribera ? Le comento sorprendido a Florencio. Ya sabes, que para los de la Montaña , los de Estella para abajo somos de
la Ribera.
 
¿Tanto tiempo sin vernos, Florencio? ¿Qué tal cosecha tenéis por La Berrueza ?
¿A cuánto paga la robada? ¿Cuántos kilos por robada estáis cogiendo este año? Comentan que esta cosecha es buena.  Nos siguen preguntando sin esperar la respuesta. Me dio la impresión de tratarse de un diálogo entre sordos.
Florencio para todos tenía respuesta.
No,  no, este año no ha sido buena cosecha, al final se ha quedado corta.
No ha producido ni la mitad de lo que se esperaba.
El sol de los últimos días le ha apurado, las espigas no han granado como se esperaba.
De paja bien, pero el grano se ha quedado pequeño.
De nuevo me han sorprendido las respuestas de Florencio, pues en el pueblo decían que este año había sido una buena cosecha.
- Le he comentado al oído ¿Pero en el pueblo no comentáis que ha sido una buena cosecha?.
Sí, pero...
No esperaba encontrarme con semejante ambiente. Un verdadero ir y venir de personas. Florencio se encuentra en su salsa. Tanto que la cojera del pueblo no se le notaba para nada.  Parece el marqués de Cábrega. Si todos los que le saludan supiesen que no tiene ni cinco robadas de tierra, si supiesen que sus propiedades no llegaban a las dimensiones de un campo de fútbol. Estaba abstraído en estos pensamientos cuando nos ha convidado a un chiquito Antonio de El Busto, por él hemos sabido que en la zona de Los Arcos se habían plantado grandes terrenos de viña nueva.
 
Hacia tiempo que no comía tan bien. Menestra, y cochinillo asado.  Un poco caro ya nos ha salido, ha tenido que decir Florencio.
¿Qué te apetece una partida al mus o un partido de pelota?
Pelota, al mus ya jugaremos en el pueblo.
No creas, no es lo mismo, las partidas de los jueves son especiales.
Con el puro en la boca he entrado en el trinquete.
¿Qué hora es?
Las tres y media.
Ahora comenzará el partido. Vamos.
Ya estaban calentando los cuatro pelotaris. Uno de ellos moreno, de pelo rizado, Chichán.
El partido está por comenzar, Chichán contra los otros tres de Abárzuza. He aprovechado que Florencio se ha quedado en el servicio para jugarme mil duros a favor de Chichán.
Saca Chichán, ha salido la chapa roja. El primer tanto inacabable, más de 60 pelotazos. Chichán a la defensiva, ha levantado seis o siete pelotas que parecían inalcanzables.
6-0. El partido no puede ser más peloteado. Los tantos largos, pero al final todos caen del lado de los de Abárzuza.
Joder que mala suerte, me digo para mí.
12-1. Falta de saque. Más vale. Chichán parece derrotado. Sin fuerza. No es su día. Parece que la mano derecha la tiene tocada. No puede pasar ni una pelota del cuadro seis.
15-4. Florencio, ya he perdido mil duros. Al pelotari de Estella lo veo resignado. Acabado.
¿Has apostado o qué?
Sí.
No te preocupes todavía no has perdido. He visto muchos partidos de Chichán. No te puedes fiar, ¿Quién te dice que no está perdiendo aposta? Otros partidos mucho más comprometidos que éste le he visto darle la vuelta. Es conocido en todo Navarra, que ni los familiares y amigos de Chichán  se atreven a apostar cuando juega él, ya que no es la primera vez que los ha usado para manejar las apuestas. Muy pocos saben cuando sale a ganar o a perder.
17-4. Dos tantos más a favor del trío. El último tanto muy bien trabajado. Chichán ha tenido el trío a su antojo, de adelante atrás, del choco al ancho. Dos o tres veces se han estorbado entre ellos. Se les ve sudados, cansados, mientras Chichán ahora parece fresco, como si fuesen los primeros tantos. Pero al final comete un nuevo fallo estrepitoso. Un nuevo fallo. Y van quince por lo menos.
18-4. Se acabó. Adiós a los mil duros. Si todos los trinquetes son especiales, el de Estella es más. Sin fraile, sin tejadillo. En el frontis, sin embargo, hay dos pequeñas ventanas con una red de alambre. Si se acierta a dar en ellas el tanto es seguro, ya que la pelota se queda muerta.
Chichán ha entrado en el partido. La mayoría de los pelotazos los está poniendo en los cuadros traseros. Ha conseguido seis tantos seguidos.
19-10. Es la primera pelota que pega en la red de la ventana. Eso es suerte. Cuando parecía que el partido daba la vuelta...
20-10. Los contrarios saltan como si hubiesen ganado el partido.  Chichán consigue el saque de un fallo garrafal del delantero más joven de Abarzuza.
20-16. Chichán saca tres saques cortos, encima de la chapa, cruzados, imposibles de restar. El partido se ha animado. Todavía parece que está vivo.
21-16. Me jugaría el cuello que este tanto también lo ha perdido porque ha querido. Se oyen los primeros pitos.  Gritos. Florencio y yo nerviosos, y no solo por los mil duros, sino por el ambiente, el griterío. El único que parecía tranquilo en todo el frontón era Chichán. Comenzó a hacer diabluras, cortadas encima de la chapa, ganchos de izquierda al ancho.
21-21. Conseguido con un saque malvado, imposible de levantar.
21-22. Se acabó. Chichán campeón. Una dejada en el ancho. La mayoría de los espectadores la hemos visto mala, claramente ha pegado en la raya, en la parte de fuera además, también a Florencio y a mí nos ha parecido mala, como a la mayoría del público, pero el juez se ha quedado impasible.
Aunque no ha llegado al escándalo, los gritos de tongo, tongo se oyen en la plaza de San Juan y hasta en la de Santiago.

17. Un día normal

A las 11 en punto, como todos los días salgo de casa en busca de Florencio, Benito, y Felipe. Acaricio el perro  que está tendido al sol enfrente de la puerta. ¡Qué raro, a pesar de llegar cinco minutos tarde no hay nadie esperando! He mirado de nuevo a mi “Folch Mar”, no es extraño, me he dicho hace un bochorno insoportable. ¡Quién es capaz de resistir esta chicharrina! Pasados diez minutos, cuando ya comenzaba a impacientarme aparece Felipe, cojeando como de costumbre, pues había perdido un pié en la Guerra Civil.   Inválido de guerra para cobrar. Pero uno de los más hábiles para andar entre los setales y recogiendo biércol para hacer las escobas. El único que sigue usando tabaco picado cuarterón. 
 
                Pasada media hora llega Florencio.
¿Habrás dormido bien, no?
De primera, ¿qué se puede hacer sino con este calor?
¿A qué se debe esas sonrisas?
¿Risas?
¿Con quién has soñado? Le he preguntado maliciosamente.
¿Acaso has soñado qué eras el rico del pueblo?
No me ha respondido. Ya que he acertado de medio a medio. Se le nota que ha soñado ser el amo del valle.
 
Aprovechado la sombra de los árboles, y siguiendo el ritmo de Florencio, -cada día le cuesta más andar, hoy hasta arrastraba  la pierna derecha- paso a paso hemos llegado hasta un peñasco junto al camino, donde hemos aprovechado para tomar un nuevo respiro de un cuarto de hora, mientras Benito y yo nos liamos un cigarrillo.
 
No sé si se debe al cansancio o a la ilusión de ver que nos vamos acercando a la vieja fuente lo que hace que los latidos del corazón se hagan más palpables.  La fuente está igual de cuidada que cuando la dejé. El caño sigue protegido con la misma media teja. 60 años y sigue todo igual.  Bebo un buen trago del chorro, aunque lo mío  me ha costado agacharme hasta el chorro de la fuente.
 
Benito nos sigue unos cuantos metros por detrás.  El camino de vuelta lo hemos hecho casi sin esfuerzo, gracias a las anécdotas que nos ha recordado Benito, como si le hubiesen sucedido el día anterior. Comenzó ¿Recordáis el día que se me escaparon las vacas cuando las llevaba la pilón a beber agua? No tenía todavía ni 12 años. No sé a que se debió pero en vez de tomar el camino de casa como todos los días, tomaron el camino de Otiñano. Cuando parecía que ya les iba a tomar la delantera, y lograría cerrarles el paso, echaban de nuevo a correr. Así llegaron hasta el río Odrón, donde inexplicablemente se dieron la vuelta, y no es que fuese por el caudal del río, pues era verano y justo corría un riachuelo sin agua.
 
Sin interrupción alguna continúo. ¿Os acordáis del señor Undo?
¿De Veremundo? Pregunto Florencio.
Sí, sí del que vivía junto al nogal de
la Pinta.
Cóm o no nos vamos a acordar. Respondió Florencio.
Aquel hombrón de dos metros, de unos 160 kilos, con los pantalones en las rodillas, con el culo medio al aire.
Ya sabéis como durante el verano solía venir de peón a nuestra casa. No había otro en todo el valle que tuviese tanta fuerza como él. Nadie del pueblo resistía más de dos horas en la aventadora que se trajo de Vitoria de la fábrica Ajuria. Undo, sin embargo, agarraba la manivela con las dos manos y vuelta tras vuelta, cada vez cogía más velocidad, con lo que separaba una gran cantidad de grano. Eran necesario que dos de los peones más finos estuvieran durante todo el día abasteciendo la máquina de mies.
 
Pero no sólo era especial en el trabajo, también lo era en la bebida, al cabo del día se bebía siete litros de vino como nada.

18.  Los amigos

Era sábado, la hora de reunión con los amigos hace rato que había llegado, pasaban los minutos pero no llegaba nadie. Se avecinaba una tormenta, era un día de esos en que las moscas estaban pesadas, se posaban en los brazos y picaban de vez en cuando. Llegó Felipe. Estaba más nervioso que de costumbre. Deja a las moscas en paz, que me estás poniendo nervioso. Le comenté. Allí estaba sentado, impasible como perdido, moviendo la boina de un lado para otro, dando golpes encima de la mesa con lo que dejaba cada vez seis o siete moscas muertas y otras tantas atontadas revoloteando alrededor nuestro.
 
Florencio y Benito llegaron a la vez, sudorosos. No se si se debía al viento sur, pero Benito parecía más nervioso que de costumbre. Toda la tarde la pasamos sentados a la sombra comentando los temas de costumbre.
 
Tú si que andas bien, Gabino.
¿Bien? Como siempre, ni bien, ni mal. De unas cosas bien, y de otras bastante escaso.
Sí, Gabino, sí. Tú si que estás de primera, y también este medio inválido. Dos meses con los Nacionales, y mira le ha quedado una pensión de general para toda la vida.
¡Tenéis todo el dinero que queréis!
No me lo podía creer. Florencio de nuevo me sorprendió repitiendo las mismas retailas de todos los días. 

Qué raro Felipe no llega hoy, seguro que está enfermo.  Repetía  Benito una y otra vez, sin darse cuenta que Felipe se encontraba tranquilamente sentado a su lado.   
 
A eso de las 7 de la tarde, nos pusimos a andar, con la intención de llegar hasta la fuente.
Vosotros si que estáis bien.
Pero Florencio, ¿De qué te puedes quejar? Tenemos todo lo que queremos, salud, y dinero no nos falta. ¿Qué más queremos? Somos ricos, tenemos de sobra para vivir.
 
No, no  nos podemos quejar comenta también Felipe, a pesar de que no nos tiene acostumbrados a este tipo de comentarios personales.  
Tú sí. Le responde agriamente. Con tu sueldo del estado. Por dos rasguños de nada y rico para toda la vida.
 
Nosotros ya tenemos que estar más preocupados por la salud que por el dinero, amigo Florencio. Le respondo, malhumorado.
Jode, jode, ¿Cuánto te ha costado rehacer la casa? ¿Seguro que has pagado medio millón de pesetas? Claro ¿como a ti las empresas de América te dan dinero a manta,  y tu Felipe como con lo que cobras del gobierno no sabes ni donde meterlo? Así cualquiera está solo preocupado por la salud.
 
Esto si que es vida, no lo cambiaría por nada del mundo, me salió de dentro mientras tomábamos un trago fresco de la fuente.
Desde luego, como tienes todo lo que quieres.
No comencéis de nuevo. Por favor. Nos sorprendió a todos Benito.
 
¡Qué fácil ve la vida, el que la tiene resuelta de antemano!
Pero ¿Qué es lo que te preocupa?
Soy viejo. No sé donde acabaré. Lo que veo en casa, lo que me espera no es nada agradable.
Te prometo que no te faltará de nada, tendrás todo lo que te haga falta y más. Tranquilo. Comenté, aunque sabía que para lo que el necesitaba tenía de sobra y también para diez como el. Pero…
No, no, no es eso. Hablo de la seguridad, no de caridad. ¡Qué sabréis vosotros!
 
Al atardecer, acudimos al altillo desde donde divisamos todo el valle, a lo lejos se ven seis cosechadoras y otros tantos tractores faenando en los campos. Allí permanecemos las horas muertas sentados, siguiendo el vuelo de las mariposas y los aviones, oyendo de lejos el piar de los pájaros, y especialmente nos llama la atención el vuelo de una babuta con su cresta de colores vivos y diversos.
 
Pasan las horas. No apartamos la vista de las cosechadoras rojas de la marca Laverda, que poco a poco van acabando con el cereal como si de langostas se tratasen. 
 
¿Por qué no hacemos una cena como las de antaño?
Podemos aprovechar que mañana es jueves. Le podemos decir a Gloria que nos traiga todo lo necesario de Estella.
Dicho y hecho.
Para cuando vinieron los amigos, ya tenía preparada la sopa de ajos, la merluza al horno y el cordero.
Trae más vino
Llené de nuevo el porrón.

 

¿Florencio te acuerdas lo que nos ocurrió un jueves en Estella?, tendríamos unos 20 años. Entramos a una bodega a comprar dos botellas de anís las cadenas. Una vieja de Bearin estaba contando una historia triste y bastante desgraciada. Cuándo acaba la mujer de contar la historia, no se le ocurre a Florencio más que decir ¡qué triste, qué triste!. Y todos los que estaban en la tienda entendieron ¡que chiste, que chiste!.
Florencio repetía y repetía triste y ellos entendían chiste. Y cuánto más lo repetía más se mosqueaban los clientes. Florencio repetía ¡Qué triste! Y  la cara de los clientes se iba encendiendo más y más.
¿Pero qué os ocurre? Se enfadó Florencio. Pero si lo que estoy diciendo es lo más normal.
Normal, normal será en tu pueblo.
Al final por fin de tanto repetir, a Florencio se le ocurrió cambiar la frase y en vez de usar la palabra triste, usó la palabra pena. ¿Pero no me digáis que no os da pena a vosotros qué aquélla pobre mujer se tuviese que ir del pueblo porque lo mandase el cura? ¿No me digáis que no os parece triste? Se acabó la discusión. Se acabó el enfado. La frase tuvo sentido y todos la entendieron.
Y todavía una persona de Lezaún mirándonos fijamente nos dijo,  pero que pasa ¿Qué no sabéis pronunciar la tr o qué demontre pasa aquí?
¿Y vosotros no os habéis dado cuenta que usáis un tono cantarín en todo momento? Completamente aburrida tenéis a media navarra con vuestro ico, ico. Recadico, mocetico, ratico… les respondió Florencio bastante enfadado y dolido.
 
 
Eran las 12 del mediodía del día siguiente, y Florencio no aparecía.  Poco a poco comienzo a impacientarme. Normalmente él es el primero que llega. Ya pasaba media hora, cuando me pareció ver el 127 blanco del médico aparcado enfrente de la casa de Florencio. Preocupado bajé hacia su casa. Bajo poco a poco, sin prisa, aunque preocupado, pensando que le habría ocurrido algo serio. Nada más empujar el ventanillo de la puerta me encuentro con Florencio sentado tranquilamente en la  mecedora de caña medio adormilado.
 
Habrás dormido bien, ¡cabrón!
¡Qué cojones haces ahí tumbado! ¿No es hora de dar el paseo?
¿No sabes qué hora es?
No voy a saber.
El hijo anda con fiebre. La nuera ha tenido que salir y me han dejado encargado de la casa.
 
Fuera hacía un sol sofocante, por lo que hemos decidido quedarnos charlando, aprovechando la frescura del portal. Nos ha dado pereza salir, y hemos pasado la mañana en el portal. Sin venir a cuento me ha comentado Gabino, creo que no nos conviene meternos en discusiones como las que hemos tenido estas semanas pasadas. Recuerdas la que tuvimos hace unos días. Qué la luna de día era imposible que saliese y mucho menos que la viésemos desde la tierra. Pues, rediós, al siguiente día de haber tenido la discusión salgo a la puerta de la calle y allí que me la veo. Más clara y reluciente que en una noche de invierno estrellada. Joder, qué rabia me dio.
 
Gabino, no merece la pena enfadarnos por tonterías. 
A nuestra edad y andando como mocetes. Pensé para mí. A punto estuve de hacer alguna gracia, pero me callé. Bajé la cabeza  y traté de decir algo coherente pero sin darle excesiva importancia al tema.
 
Tienes razón Florencio, al fin de al cabo, no somos más que tres gatos, y pasamos todo el día juntos. No merece la pena discutir y enfadarnos. Total no podemos resolver nada.
¡Pues no nos hemos juntado dos buenos cabezones!

19. Epifanio

Son las 12 y media. Tocan a la puerta. Es el cartero, Epi, que como todos los días hacia esta hora suele pasarse con la correspondencia. Un enamorado de la caza. Sin prisa. La destreza de sus cachorros, y el ciclismo son sus temas favoritos. Desde que ha cambiado su vieja bicicleta por la lambreta no tiene prisa para volver al pueblo.
En la época del Tour, aunque no sabe leer, para cuando llega a casa, se sabe de pe a pa lo que traen el Diario de Navarra y el Pensamiento Navarro sobre ciclismo. Nos pasamos la mañana comentando las hazañas de Carlos Echeverria, Francisco Javier Galdeano, Gabica...
 
Desde que Florencio no me visita tan a menudo, la llamada de Epifanio, se ha hecho imprescindible. Es un hombre de pueblo de toda la vida. Un hombre avispado, nunca fue a la escuela. Pero capaz de amoldarse a cualquier oficio y circunstancia. Es cartero sin saber leer. No hay nada que él no sepa de este valle.
 
Especialmente los días de invierno  pasamos horas y horas comentando los acontecimientos del pasado. De él he conocido los nombres de los delatores en tiempos de la postguerra, los detalles de los fusilamientos. Los lugares y los participantes en las reuniones secretas. Quienes fueron los verdaderos instigadores de las decisiones más comprometidas y los autores de las acciones.

Gerardo Luzuriaga

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Jueves 11 de octubre de 2007

PINCELADAS Y SENTIMIENTOS DE LA NOCHE MAS LARGA:

Son las 7,30h de un sábado de verano (30-07-06). Después de estar un rato en el huerto, cojo el quards y me dirijo hasta mataverde.
En el mismo corazón de este paraje pierdo el control de la máquina.,
Con la mala suerte de que el quards me cae encima con gran violencia.
Siento un fuerte impacto en la zona lumbar. Mi primera sensación es de que todo termino. En segundos desfila pro mi mente recuerdos de toda la vida,
(mujer, hijas...) clavo la mirada en mis queridas peñas de nazar que desde allí se veían majestuosas y siguiendo con la aglomeración de imágenes que se agolpan en mi cabeza, me despido de ellas. Transcurridos unos segundos,
me incorporo en intento darle la vuelta al quards ( estaba a 2 ruedas).
Pero tras dos intentos y sentir toda la zona lumbar muy afectada opto por desistir para no convertir mis lesiones en irreversibles. Me “acomodo” al lado del vehículo y empiezo a tocar la bocina por si alguno del pueblo lo oyera. Desde que sufrí el accidente hasta la noche transcurrieron dos horas de luz. L tarde era templada y muy luminosa. Aquel paisaje que tantas veces me había reconfortado anímicamente ( corriendo, en bici, cazando) ahora me parecía insólito y algo irreal aun reconociéndolo la magnitud del marco. Cada 3 o 4 minutos tocaba insistentemente la bocina, sentida tan de cerca por mis sentidos pero tan lejos de mi hipotética salvación. Estos intervalos de ruido eran rotos por unos interminables y nunca mejor dicho sepulcrales silencios. A veces rotos por el canto de algún pájaro que merodeaba por los alrededores. La penumbra, que iba ganando terreno ala luz, conquistaban el manto boscoso desde las mismas raíces de las peñas de costalera. Ya llevo tiempo que mis movimientos son prácticamente nulos y los pocos que puedo realizar son tras grandes sufrimientos. Sobre las 12 de la noche ya me conciencio de que tengo k pasar toda la noche. La noche es templada y clara con la luna llena y un millón de estrellas. Son fiestas de Ubago y la música
“ bacalao” me acompañaría toda la noche seguía tocando la bocina intermitentemente hasta las tres de la mañana, que se acabo la batería. Transcurrió la noche y las horas de inmovilidad y el frió estaban mermando psicológica y físicamente todos mis recursos. La vestimenta que llevaba era la menos apropiada para hacer frente a la frescura de la noche ( un pantalón corto y camiseta de manga corta). Por lo que con mucha dificultad y sin mover las piernas, pues cada centímetro de movimiento de cintura para abajo era un autentico calvario. consigo desmontar el asiento del quards, moviendo unicamenente los brazos, con la idea de amortiguar el frió que iba aumentando progresivamente la noche transcurrió muy lenta, no sabia que ora era no llevaba reloj. La música de Ubago, se seguía oyendo a la perfección recordándome las dos facetas de la vida: la alegría y la tristeza.
Destacar el tiempo que pase contemplando el firmamento, recalcando la cantidad de cometas y aviones que vi pasar por encima mío. Aprecie como nunca el carro de Santiago y su distinta posición a lo largo de la noche, la vía Láctea se distinguía con gran nitidez.
Otra parte del tiempo lo paso con mucha angustia: recordando ala familia, y valorando mis lesiones.
Me veía camino de Toledo. Llegue a arrancarme pelos y a pellizcarme las piernas por ver si las sentía. Luego pensaba también que controlar mis esfínteres ( orine tres veces) me reconfortaba pensando que se podía descartar una lesión medular completa, otra de mis grandes preocupaciones, era de que tuviera algún órgano interno tocado y tener una hemorragia interna. Tampoco podía quedarme dormido por miedo a entrar en coma ( aunque nunca tuve sueño).
Conforme transcurría el tiempo el frió era mas acuciante siendo al alba cuando mas lo sentí. Fue durante esos dos o tres que me entretuve masajeando sobre todo el brazo y pierna izquierda que estaba mas expuesta ala brisa que venia, otra vez, de mi siempre añorada costalera ( tantas veces ensalzada en mis tertulias y hoy me estaba jugando una mala pasada).
Por fin amanece, un gran acontecimiento para mi, puesto que estaba desorientado con el horario al no llevar reloj. Y la única referencia que tenia la música de Ubago acabo muy tarde aun con la penumbra.
Transcurridas unas 3 horas del amanecer, me parece oír un ruido de motor, al principio lejano luego mas cercano y el ruido se hace realidad. Pero en vez de coger mi camino se dirige dirección al puerto. Otra vez oigo el ruido mas cercano por lo que empiezo a gritar y a pegar con la “azada” en la parrilla del quards. Los que venían en mi busca me oyen y no tardan en llegar a mi lugar, el encuentro para mi es muy agradable. En el rostro de los que por allí pasan ( Jaime, José Miguel, Crispín, bilbo...) se refleja el momento de ansiedad incertidumbre que ellos también han pasado. Luego llegaría mas gente ( se había movilizado todo el pueblo). Entre ellos mi hermana Rosario, al abrazarme nos emocionamos y refleja también en su rostro el mal rato que ha pasado. El frió que siento es muy intenso y los allí presentes me arropan con dos cazadoras y un poco mas tarde con una manta. A la hora mas o menos aparece una ambulancia de los bomberos de Estella.
Tras los primeros auxilios de la Médico Rosa y su ATS me trasladan después de inmovilizarme con un colchón neumático y tratarme con el sumo cuidado hasta el hospital de Estella.
El trayecto se hace muy largo porque al minino movimiento veo otra vez todas las estrellas de la noche pasada, el conductor asesorado por la Médico y el otro compañero, de “ Abarzuza” coge los baches con sumo cuidado.
Escribo estas líneas postrado en la cama de mi casa.
Estuve 15 días ingresado en el hospital de Estella y aquí llevo 40 días sin poder ponerme de lado y no se cuando dejare de mirar al techo...




Hoy casi 14 meses después totalmente recuperado me e decidido a colgar estos sentimientos en la red en agradecimiento a todos los que se preocuparon por mi salud en especial a esposa e hijas.

Anotado por: javier luzuriaga | 11/10/2007

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