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30/07/2009

El futuro del libro electrónico

Ya sé que para nosotros los nazarenos, casi seguro que este tema de los libros electrónicos es  un tema que no nos incumbe de primera mano; pero  aparte de ser uno de mis entretenimientos es una de mis preocupaciones. He aquí lo que piensa un enamorado de los  libros impresos del siglo XVI, y ni que decir de los preciosos manuscritos miniados.

Pero como en este artículo publicado en Gara, hace comparación con el cambio que trajeron las cosechadoras, las motosierras... os lo traduzco con la esperanza de que también a vosotros os guste.

Vivimos en la era del cambio, en la era en que de un año a otro nos desbordan los nuevos descubrimientos. Ahora parece que le ha tocado el turno a los libros electrónicos. Antes de seguir quiero dejar claro que este invento no lo comparo para nada con los que hemos experimentado los labradores en años no muy lejanos, como ha podido ser el tractor y la cosechadora.

Veamos algunas de las características del libro impreso, y la costumbre de la lectura, desde que se inventó la escritura, bien en las piedras, en la cerámica, en la madera, en los papiros, en el pergamino o en el papel la forma de leer y los gustos no han cambiado mucho, lo que ha hecho que los lectores hayan adquirido unos gustos, unas costumbres y hasta unas manías que se han conservado y perdurado de generación a generación. Aquellos abuelos que por casualidad leían nos trasmitieron el gusto por el libro. Un libro con ilustraciones, el libro se nos ha transmitido como un objeto precioso y preciado... Aparte de que un libro siempre ha sido un objeto de prestigio desde siempre le ha venido añadido una serie de cualidades que lo ha hecho especial, su olor, su vistosidad, el pasar hoja a hoja, las ilustraciones, el mismo sostenerlo en la mano, la encuadernación... Nada que comparar con los nuevos libros electrónicos, palabras sin encanto leído desde una pantalla...

Pero la realidad es que el libro electrónico nos ha llegado, un aparato como un libro pequeño en el que se guardan cientos y cientos de libros, y que además tiene una serie de ventajas, como pueden ser la facilidad de la lectura, los que no ven bien pueden aumentar el tamaño de la letra, el precio, o que se pueden dejar los libros de unos a otros. Son muchas las ventajas, de este tipo de libros que en poco tiempo nos invadirán. Aunque  no creo que en un tiempo vayan a sustituir a los libros en papel, sin duda durante varios años vamos a conocer los dos tipos de libros los de papel y los electrçónicos.

Pero en definitiva, y aquí está el quid de la cuestión: más pronto que tarde como han desaparecido los bueyes, los arados y los bravanes en los campos de cultivo, la permanencia de los libros tradicionales es cosa del tiempo, y dentro de unas décadas serán excepción y piezas de museo, bastante más que son los incunables hoy día.

He aquí mis argumentos para pensar así, puede que esté equivocado, y si lo estoy seré el primero en alegrarme, para nada me gusta este invento de la lectura a través de una pantallita. Es más y si por mi fuese como prefiero el hacha y el azadón a la motosierra y al cultivador, prefiero el libro tradicional en papel al libro electrónico. Pero creo que las sensaciones que hoy tenemos con la lectura del libro en papel están directamente relacionadas con la costumbre, y el gusto.

¿Quién nos dice que con el tiempo no estaremos hablando de los placeres y de las excelencias de la lectura electrónica? Ya que en la lectura como en otros muchos campos la clave está en el contenido y no en el soporte. Ya que los gustos del soporte están relacionados con la costumbre y con lo que hayamos vivido. Claro está que para nosotros no habrá más placer que ojear un libro, pasar hoja por hoja y sentir el contacto con el papel; pero no tengáis duda que las nuevas generaciones experimentarán otras sensaciones con el libro electrónico que nosotros ni imaginamos.

Bueno, como ya tenéis el original, acabo diciendo que por lo menos los que vivimos del mundo del libro, vayámonos reciclando yzvivamos el momento que nos ha tocado sin poner trabas a las nuevas generaciones. ¿Alguién ve a los leñadores de hoy día las ocho horas con el hacha limpiando o tirando árboles en el monte, o a los labradores inclinando la cintura durante ocho horas con el azadón?

Gerardo Luzuriaga

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