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14/06/2010

Personas de Nazar (II)

En la siguiente casa, también vivió un Atxa, el Serafín y su esposa la Josefina de Andosilla. No tuvieron hijos. Vivían en una casa amplísima. Con muchos pajares a su alrededor.  Se decía que era el hombre más rico de Nazar, y así sería, ya que a parte de las tierras de Nazar, también poseía gran cantidad de fincas por los pueblos de los alrededores. Sin contar las propiedades que la Josefina poseía en su pueblo.

Las cuadrillas de mocetes más viejos que nosotros, la del Aurelio, Juan Antonio, Toñin, y en especial las anteriores la del Ricardo, Manolo... no le dieron tregua, no tenían mayor gusto que meterse con él. Le robaban las manzanas, las peras del huerto del Chorrón, andaban en el pajuguero, levantaban las tejas del gallinero en busca de nidos...  el Serafín les perseguía...  los mocetes entraban en el juego y lo tomaban como la diversión del verano. Sin embargo le tenían bastante miedo, y en más de una ocasión dio algun buen escarmiento a alguno de los que pilló. En una ocasión cuando les perseguía por las piezas con el perro y la yegua. Uno del grupo, creó que fue un hijo  del Aderito, el que cogió una piedra y cuando se acercaba la tiró, con tal suerte que le pegó en el morro a la yegua y el Serafín cayó tendido al suelo, mientras los mocetes huían despavoridos.

Aunque con los chavales de nuestra generación no tuvo tantos problemas, yo por lo menos le tuve miedo, y cierto respeto. Recuerdo al Serafín como un hombre grande y gordo. Serio y como si estuviese enfadado. Tuvo fama de roñoso y ruín. Repetía una y otra vez cojotes, cojotes... De su muerte casi ni me enteré, un invierno cuando vine del colegio, me dijeron que había estado enfermo y que había muerto.

La Josefina, sin embargo, era una mujer habladora y me parecía agradable, aunque yo nunca tuve mucha relación con ella. Vivió unos cuantos años más que él.

En la siguiente casa, también amplia y rodeada de pajares y graneros vivió el Agustín, lo conocí ya de edad avanzada. Fue el padre de la Tere, y hermano del Carmelo y don Antonio médico del pueblo que vivía en Mendaza. Lo recuerdo como a un hombre gordo, de andares tranquilos, nunca lo vi trabajar. Todos los días subía con el barril de agua a la fuente. No podía ver que sus dos nietos  estuviesen jugando con el resto de los niños, por lo que cualquier excusa era buena para llamarlos y mandarlos para casa . En su casa, a la cual acudíamos con asiduidad, lo recuerdo sentado en un sillón de mimbres en la cocina desgranando las vainas secas. En casa era un hombre tranquilo y agradable.

En esta casa, como casi todos sabemos vivió el David, padre del  Alfredo y la Encarna. Un hombre alto de tez morena, de habla suave y pausada. Padecía de  la columna, por lo que no podía realizar esfuerzos físicos. Nos hablaba a los niños como si fuesemos adultos, lo cual no era muy usual en el pueblo. Trabajé algo para él, pero especialmente lo recuerdo en el huerto recogiendo piedras con una carretilla. Murió bastante joven.

En la siguiente casa, vivió la Severiana. Una mujer también de edad, o así me lo parecía. Su casa ya no existe, ha sido derrumbada, es la que estaba en la curva para salir hacia el carbón. Según he oído era la que ayudaba a dar a luz a todas las mujeres del pueblo. No tendría yo más de cuatro años cuando se fue del pueblo...

Gerardo L.

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