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19/09/2010

Distintas versiones de un pueblo

Un  pueblo tiene ventajas y desventajas. Hoy voy a describir cómo ve el pueblo un recién llegado de la ciudad, uno de esos que lo más cerca que ha visto una vaca fue una vez cuando era pequeño, aquella vez que lo llevaron de excursión a una granja.

En principio todo lo ven bien. No ven ni un solo defecto, solamente se fijan en  la vida apacible de un pueblo. Todo son  elogios. No ven ni un solo inconveniente. Dicen que les encanta la vida de los pueblos, aunque no han pasado ni un solo día en ellos. Dicen que les fascinan los olores, aunque en realidad no conocen ninguno.

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Todo son halagos a lo que ellos creen que son las características de los pueblos.

Los pueblos han cambiado, como han cambiado las ciudades, como ha cambiado la sociedad. Por tanto cuando nos referimos a los pueblos, es fácil caer en la simplificación y pensar en lo que fueron los pueblos hace cuarenta años y no lo que es un pueblo hoy día. Una población con los mismos adelantos (o atrasos) que en el resto de las poblaciones. Oyen diariamente la televisión, oyen las mismas noticias que el resto. Tienen los mismos electrodomésticos que en las ciudades. Son pocos los pueblos y mucho menos las personas que no tienen relación con los habitantes de las grandes poblaciones.

Hasta los más viejos están acostumbrados a ir a las ciudades. La mayoría de ellos tienen casi toda la familia en las ciudades. Acuden a menudo  a ellas, ya por cualquier circunstancia, las compras, cualquier acontecimiento social (bautizos, comuniones, bodas, fiestas), igualmente acuden asiduamente a las citas médicas. Ya no se vive aislado, se vive en el pueblo pero se lleva una vida muy similar a la de las ciudades. Pocos son los pueblos que no se han llenado de veraneantes, de casas construidas por los de fuera, que nunca tuvieron relación con el pueblo.

La forma de trabajo ha cambiado totalmente, pocas son las casas que mantienen animales. La fisonomía del pueblo ha cambiado por completo. Las casas tienen las mismas comodidades que las de las ciudades. Las labores del campo se han transformado completamente.  Los labradores se han convertido en funcionarios del campo. Quitando unos cuantos días concretos, el resto trabajan unas horas determinadas. Lo cual no quiere decir que no trabajen, y que el trabajo no sea duro, a veces ingrato. Y no tenga un punto de riesgo, como lo ha tenido desde siempre la agricultura.  Aunque cada vez son menos los riesgos que se corren, pues la simiente, los herbicidas y los abonos son seguros en un cien por ciento,  todavía existen una infinidad de riesgos que no son del todo controlados.  Cómo pueden ser las lluvias torrenciales, el fuego o las tormentas. Desde siempre se ha dicho que los labradores están mirando al cielo.  

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Aunque las jornadas de los labradores, los días que acuden al campo cada vez son menores, ocurre  que cuando el capitalino acude a los pueblos ocioso, y sin más trabajo que pasear ve a sus habitantes en pleno apogeo,  bien sea  sembrando o cosechando…

Los de capital que pisan por primera vez un pueblo, es difícil que se enteren de nada, ya que o bien ven el  campo como algo idílico, tal como lo veía el pintor realista Millet, o cómo algo duro e inhumano…

Comentarios

Me ha gustado mucho el relato que has puesto aqui, ya que es bastante realista y creo que es como realmente ve una persona de ciudad el pueblo. Pero es una verdadera lastima que las cosas se sigan viendo asi, porque el futuro de los pueblos es muy negro.

Anotado por: Seguridad Social | 28/09/2010

De todos modos no puede negarse que es en los pequeños pueblos donde se encuentra la tan ansiada paz de los que vivimos en las grandes ciudades. Me ha parecido muy gratificante tu artículo felicitaciones y saludos!!

Anotado por: Reserva apartamentos en Londres Reino Unido | 14/10/2010

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