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06/03/2012

Aurelio Ibarrola Perez de Pipaon

En una casa preciosa vivió Lucía Pérez de Pipaón, no conocí a su marido, hermano del Félix Ibarrola. También en esta casa vivió su madre, Patrocinio Lander, hermana del Fortunato y del Cirilo. Esta casa fue durante muchos años la tienda del pueblo. Hasta no hace muchos años se conservaba el mostrador de la tienda en la entrada.

La señora Patro tenía su casa al lado de la de Landa, tampoco conocí a su marido. Se puede decir que Nazar, como muchos pueblos de la época ha sido el pueblo de las viudas. Los maridos no sabemos si debido al trabajo, a los excesos o a la constitución física murieron bastante antes que sus mujeres.

A Patro la recuerdo como una mujer pequeña y vestida de negro (esto de vestir de negro como hemos visto era habitual entre la mayor parte de las mujeres). Vivió durante algunos años en Beasain. Aunque siempre venía a Nazar.

La Lucia, la madre de los Ibarrola era una mujer alta, tal vez es una de las mujeres con las que más he hablado de Nazar, ya que bajaba habitualmente a nuestra casa o nuestra madre y nosotros con ella íbamos a la suya. Debía tener alguna enfermedad ya de bastante joven, ya que movía suavemente la cabeza de un lado para otro, es decir que tenía un pequeño tembleque. Durante una época la llevaban bastante a menudo al Hospital de Pamplona, y volvía de nuevo bastante mejorada. Hasta que una vez fue y no volvió. Murió bastante joven.

Hace no mucho nos vimos en la necesidad de despedir al Aurelio. Sobre Aurelio he escrito bastantes artículos o mensajes en este blog, por lo que el que quiera conocer algo de su vida puede mirar mensajes anteriores. A Aurelio siempre lo aprecié, como creo que lo apreciamos todos los de Nazar. Fue un hombre convincente, y recto. No creo que hiciese daño a nadie, y siempre estaba dispuesto a ayudar en lo que podía a todos. No hizo daño a nadie sin perder ninguno de sus convencimientos que no es nada fácil.

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Estuvo durante algunos años en la Misericordia de Pamplona, también estuvo algún tiempo en Beasaín, y  como el resto de los mozos de su época le tocó hacer el servicio militar, aunque más de la mitad del tiempo se lo pasó en el calabozo. No era pájaro para estar enjaulado, pero todos sabemos que es lo que en el servicio militar ocurre con los espíritus libres.

 

Aurelio fue un gran trabajador, eso sí a su manera, libre. Sin embargo, cuando acudía al tajo nunca se quedaba atrás daba todo lo que tenía, que por cierto era mucho, en todos los aspectos, tanto en el nivel físico, como en el intelectual. Era igual que fuese cavando viña, que escardando habas, rajando leña, poniendo azulejos, luciendo yeso, o lo que tocase. Se le daba a las mil maravillas la fontanería, que era lo que había trabajado en Beasaín, como la albañilería, o cualquier chapuza que se le pusiese delante.  Fue muy curioso, y laborioso. Trabajé con el todo un verano, el de oficial y yo de ayudante. Es decir de zarramplín. Un gran hombre. Trabajador como ninguno, y nunca, nunca se le ocurría decir nada en contra de sus ayudantes. Todo eran alabanzas, y él también siempre estaba dispuesto a hacer cualquier tipo de trabajo. Nunca olvidaré aquel verano a cuarenta grados después de comer haciendo la masa a mano, él y yo, siempre a la vez, con un calor afixiante. Siempre dispuesto a trabajar igual que el peón. Tenía unas manos delicadas para realizar cualquier obra de arte. Un artista.  También en el fútbol militó en los equipos juveniles de Pamplona. Recuerdo una fotografía de su equipo en el periódico.

 

No hace mucho, una tarde nos enteramos que tenía cáncer. No tuvo que ser fácil, tras estar con los médicos decidió no operarse. Vivió unos dos años más. Bastante dignamente. La enfermedad lo fue demacrando, pero él siguió siendo él. Pacífico, fumador y algo bebedor. 

 

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