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25/04/2014

SORLADA

Sorlada sigue siendo un pueblo encantado

Copio este precioso artículo del vecino de Sorlada, Ángel Martínez Salazar.

 

HACE ahora diez años publicaba, en otro diario, el siguiente artículo] A mis años, sigo sin saber si uno es de donde nace o de donde pace; tampoco estoy seguro de si la patria es la infancia, el idioma, la bandera…, y legados sacrosantos para otros [cuando discurre el 2014, intuyo que allá donde puedes ser parte y acariciar la felicidad… mundana]. Aunque me nacieron a orillas del río Zadorra y con orgullo llevo sangre navarra, aquel buen día me topé -a decir verdad, puro azar- con un paisito de cuento y dentro de él un valle maravilloso y una villa encantada. Allí llegué maduro pero no cansado, levanté Tusitala enea y comencé a hacer realidad proyectos e ilusiones diversas.

Me enamoré de su paisaje -tan cambiante y distinto varias veces cada estación del año- y quise mezclarme con sus lugareños: acogedores y risueños [hoy algo menos], laboriosos y austeros. Este fin de semana, coincidiendo con el segundo domingo de mayo, celebran sus fiestas patronales en honor de Gregorio Ostiense, un venerable legendario y milagrero que, recuerdan en diversas comarcas del Viejo Reino y bastante más lejos, combatía las plagas del campo: singular abogado contra la langosta, el pulgón e innumerables males… Lugar empinado de devoción y solaz, que merece una visita sosegada y sin prisa.

En cierta ocasión, el profesor Gregorio Monreal Zia oyó decir al vicerrector de gran universidad que los tres lugares más hermosos de Europa occidental serían la Toscana italiana, la Provenza francesa y el Ampurdan catalán. El ilustre hijo de Etayo ha tenido ocasión de conocer estas tres regiones del viejo continente y no puede menos que estar de acuerdo. Efectivamente, se trata de zonas extraordinarias, ¿pero las más, las más bonitas? "Tengo para mí -y perdónenme los disconformes, si es que los hubiera -que no hay un lugar comparable al conjunto de los valles de Ega y de la Berrueza." Coincido con el viejo profesor y zorro por nacimiento. Ahí está Sorlada, en la Berrueza de Tierra Estella, en una esquinita del mapa, dominando desde su atalaya la sierra de San Gregorio y el congosto del Odrón que se abre paso en Mués hacia Los Arcos, a los valles de Aguilar, Valdega y semioculto Lana, así como la impresionante perspectiva de los montes de Codés, continuada por los de Cantabria, Lokiz… y mirando hacia la capital merindana, Monjardín, Montejurra…

Mil bellezas naturales y artísticas que admirar, miríadas de cosas para contar desde la literaria y reconocible republiquita del Ioar que llenara de contenido y singulares personajes Pablo Antoñana Chasco. Sorlada es un observatorio privilegiado para disfrutar del espectáculo del conjunto de montañas azuladas y verdinegras que enmarca precioso valle y diminutos pueblos: Mirafuentes, Asarta, Nazar... No sólo posee rincones mágicos como la peña del Gato que nos traslada a los moais de la isla de Pascua sino que cuenta con una joya: la basílica dedicada a San Gregorio. Además de sus casas blasonadas venidas a menos, las interesantes iglesias de Santa Cecilia o la románica de Learza ya en Valdega, muy cerca el lugar de Cábrega o la ermita de Santa Coloma en Mendaza, qué decir de la vecina Piedramilerra de topónimo tan curioso... Pero hay más, mucho más.

Apenas cincuenta [ahora alrededor de cuarenta] habitantes en invierno, de edad provecta y apañada, jubilados o dedicados a la agricultura y la ganadería, que se triplican durante el estío y hacen de la antañona población un solar amable, casi de ensueño, de película. Bajo su fértil tierra roya podría ser enterrado con agrado, aunque manejo otras posibilidades; eso sí, cuando llegue la hora [esa que ni esperamos ni queremos, pero que asusta de verdad], para poder contestar de dónde es uno.

[Un decenio para nadie pasa en balde, algunas cosas han cambiado incluido uno mismo. Varios vecinos nos han dejado (Urbano Santesteban, Juan Cruz, Bienvenida, Rosino, Paco Gambra, Adolfo Ganuza…) otros han llegado (los hermanos Unax y Danel y el entrañable Jon Zubeldia). Lo mejor las gentes que sigo tratando, porque sin estos hombres y mujeres, Sorlada apenas sería desolado, piedra y maleza. También tengo formada opinión - en parte publicada y conocida, queda mi diario y varios cuadernos de notas- sobre alcaldadas, votos extraños en elecciones sospechosas y reminiscencias caciquiles. Me ocupa mi trabajo decente -para ser don antes hay que tener algo, me enseñaron- y me interesan similares asuntos: textos para contar, libros ajenos o propios, una comida con amigos y esa conversación provechosa.]

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