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28/07/2015

La casa encantada

La casa de la Conrada, la casa encantada, como les gusta decir a los Azuelo.

casaencantada.jpgAyer estuvimos visitándola, sin prisa unos cuantas primas y primos de la familia Sánchez Etxeberria, con la única tía que nos queda la tía Flora.

La exposición  nos las dio Pedro, que es el que se ha preocupado por conservar, rehabilitar y mantener la casa. En este caso no sabemos que apreciar más si la casa-museo o las propias explicaciones, solamente he sentido esta sensación en otra ocasión cuando visité en Leitza a Iñaki Perurena.

AZUELO. un pueblo pequeño, muy pequeño, cada vez un poco más deshabitado y con menos habitantes, proceso común a todos los pueblos de la comarca que en su día vivieron de la agricultura.

Azuelo, sin embargo, es especial, los pocos habitantes que hay en el pueblo han creado una asociación cultural que mantiene el pueblo vivo, están levantando el pueblo en auzolan. Han reconstruido una veintena de edificios: aljibes, fuentes, lavaderos, chozas...

Pero hoy nos toca hablar de la casa de la Conrada, aunque a decir verdad está ya todo escrito, tanto por Pedro en la web de Azuelo, www.azuelo.com, como por decenas de periodistas y revistas.

La casa de la Conrada no tiene nada de especial, y sin embargo lo tiene todo. Esta misma sensación de encontrarme con algo peculiar y especial, pero con una intensidad cien veces inferior lo he sentido en museos temáticos rurales de alguno de los pueblos perdidos de Francia.

Este edificio transmite un valor sentimental, todos los utensilios, todos los objetos, los aperos de la labranza tienen su propia historia, cuando ves una hoz, una zoqueta, un robo, una manta de paja... estás viendo a tus familiares y a ti mismo segando con esa hoz, o subiendo por una escalera con la manta llena de paja hasta llegar a la piquera. Son sensaciones difíciles de expresar, pero como bien comenta Pedro, él ha visto a tanta  gente llorar al pasar por estas habitaciones y recordar los tiempos pasados, que es preciso acercarse para entenderlo.

En definitiva retrocedimos 50 años en dos horas. Sensaciones que se acumulan cuando vas recorriendo la cocina, el comedor (todas las casas tenían una habitación mejor preparada para recibir a las visitas que  había que halagar) ... todavía parece habitada por sus antiguos dueños.

Esta casa es especial, no solo por los objetos que en ella se conservan intactos tal como estaban hace siglos, con el agujero de la cocina que iba directamente a la cuadra desde donde se tiraban los desperdicios y también se pasaba la única bombilla que había en la casa cuando llegó la electricidad, en aquellos tiempos no se pagaba por el consumo, sino por cada bombilla que había en la casa, por lo que cuando había luz en la cuadra no había en la cocina. En esta casa se hace imposible no imaginarse a la Conrada y a su marido, un matrimonio sin hijos, tal como hacían la vida hace 50-60 años, no es difícil imaginarlos acurrucados junto al fuego en los días de invierno, o imaginarse la vida del pueblo de aquellos años.

La casa de la Conrada es una vivienda pequeña, la más humilde y más pobre de Azuelo, nada que ver con las casas de los pudientes del pueblo. El resto de casas, todas tenían tres plantas, la cuadra, la vivienda y el granero. Esta, sin embargo, no tiene más que la cuadra y la vivienda, con un rincón con un alorín de metro y medio por un metro para guardar el poco trigo que conseguían seguramente espigando o de una parcela comunal.

¿Me pregunto si Pedro San Emeterio Acedo, junto a los miembros de la asociación (en Azuelo todo se hace en cooperación) en vez de contar con esta pequeña casa hubiesen podido conseguir la casa de unos de los hacendados del pueblo que es lo qué no hubiesen preparado?.

Tal vez por destacar algo, haré mención a la cocina, con los huevos al lado del fuego incubados por la clueca, y los polluelos recién salidos del cascarón debajo del escaño, por no mencionar la alacena, tal como existía en todas las casas.

Gerardo Luzuriaga

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