02/08/2016
Manolo Ibarrola Carlos
Hoy se nos ha ido un nazareno puro, toda la vida la ha vivido en el pueblo, de los que ya casi no quedan. Un pueblo pequeño tiene sus ventajas y sus inconvenientes, las alegrías son compartidas por todos, pero también las tristezas son repartidas entre todos. Hoy es un día triste para todos. Nazar se ha convertido en una pequeña familia, y cada separación es un duro golpe, cada vez un poco mayor.
Este ha sido un mazazo inesperado, nadie pensaba que se iba a truncar la vida de Manolo tan pronto. Fue hace tan solo unos cuatro meses cuando los médicos le comunicaron a la familia la noticia fatal. Un tumor en el cerebro. Un duro golpe, de repente. La familia lo ha llevado con sosiego, y dignidad. Todas las muertes son difíciles de llevar, si son de repente por inesperadas; pero si son anunciadas, solo los que las sufren pueden describir lo que se siente. No podemos hacer más, somos humanos y como nacemos tenemos que estar preparados para la muerte; pero esto qué fácil es decirlo; pero es casi imposible de asumirlo.
Manolo se nos ha ido excesivamente pronto, recién cumplidos los 71 años. Una edad ideal para seguir disfrutando de la tranquilidad, el sosiego y la paz de su pueblo, con sus nietas, nietos, hijos, hija y Gloria, su mujer todavía jóvenes.
En definitiva un duro golpe, especialmente para la familia, pero también para todo el pueblo. Manolo ha pasado toda su vida en Nazar, su oficio de cantero (albañil) le ha hecho salir casi a diario desde joven del pueblo a ganarse el jornal, casi durante todos los días de su vida ha trabajado fuera del pueblo; pero todos los días volvía a dormir al pueblo. Primero, con su padre andando de un pueblo a otro, luego en moto, y más tarde en coche... pero siempre volvía a dormir al pueblo. Eligió vivir en el pueblo, por su edad, podía haber vivido en Logroño, Estella, Los Arcos, Pamplona... pero no Gloria y él eligieron vivir en Nazar, una apuesta seguro que bastante meditada y pensada.
A Manolo le ha tocado vivir en una generación en que se trabajaba en exceso, en la que no de conocía el lujo, y donde la educación tanto de los padres, como de los maestros y especialmente de los curas fue férrea, que se quiera o no dejó huella en todos los de su edad. Dos cosas me han llamado desde siempre la atención de Manolo, la caligrafía tan especial que tenía al escribir, una letra elegante, cuidada, peculiar y especial, aunque también un poco barroca para nuestros tiempos. De joven, según comentaba, fue a la escuela de Otiñano.
Tengo cientos de anécdotas para contar, ya que a pesar de que solo me lleva once años, conoció a las personas que yo solo conozco de oídas, y le gustaba comentar cosas del pasado. Lo que también me ha llamado la atención ha sido su gusto por la lectura, algo que nunca hubiese esperado de Manolo, hará unos cinco años, de un día para otro no sé como, pero le entró el gusto por la lectura, hasta el punto de estar enganchado no solo a los libros de papel, sino también al libro electrónico.
Siempre le recordaremos con su puro, tan habitual era el puro, que para los que estábamos habituados a verlo, el puro era tan natural como las zapatillas, las gafas o un jersey. Cada uno tendremos un recuerdo de Manolo, yo me quedo con la última partida que jugamos al mus, hace aproximadamente un mes y la ganamos.
Vivimos con tristeza esta muerte, no será fácil volver al pueblo y no ver al Manolo en el huerto, o en la taberna.
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