22/01/2023
Pueblo (2)
Lo ocurrido en Nazar, es muy semejante a lo que ha ocurrido en el resto de pueblos de Berrotza, Piedramillera, Mendaza, Otiñano... y hasta toda Navarra, diría yo. Fenómeno natural, pero también triste, no solo para los que tuvimos que dejar el pueblo atrás.
Hacia 1920. Las casas más pudientes mandaban a alguno de sus hijos para curas y monjas. Muy pocos iban a estudiar otras carreras, en Nazar que yo sepa tan solo fueron el médico Antonio Bujanda y la maestra Resurrección Carlos. No conozco a nadie que fuese a las academias militares.
Tanto en estas casas pudientes como en el resto de las casas tan solo se quedaba un hermano para casa, el resto cuando cumplían una edad se veían obligados a salir del pueblo. En alguna casa también se quedaba algún hermano o hermana soltera.
Por estos años algunos se fueron a las Américas, en Nazar dos apellidos se fueron a Argentina. LANDER y ZUDAIRE. Sus familiares todavía mantienen relación con el pueblo y vienen de vez en cuando a conocer las raíces de sus padres. Ana Maria Lander y Graciela Zudaire.
Por estos años también se irían a Bilbao, San Sebastián, Alsasua, Elorrio... hijos e hijas de apellido ULE, ARANAZ, LUZURIAGA, Leona vivió en Bilbao, Victoria y Paula, hemanas de José en San Sebastián, una hermana de Paca en Elorrio.
Hacia 1930. Nazar era un pueblo agrícola y ganadero de unos 250 habitantes, en cada casa vivía una media de 6 personas.
Casas por estos años de piedra, sin revocar, las calles sin encementar, pero sin hierbas. En alguna fotografía antigua se aprecia el color de las casas, las calles bien limpias y las tapias sin matas, ni hierbas.
No existía la luz eléctrica, ni el agua corriente en las casas. Otra forma de vida completamente diferente, la oscuridad sería total tanto en las casas, como en las calles. De ahí la frase que nos ha llegado, que cuando oscurecía era preciso ir a casa pues se caían los tejados.
De día también los pueblos eran distintos, las calles llenas de niños y niñas correteando, los mayores sentados en los poyatos de las puertas de las casas, las mujeres de un lado para otro, y los hombres con sus aperos de trabajo yendo y viniendo a los campos. Las calles concurridas de carros y animales. Muy muy distinto a un pueblo de hoy día.
El candil era imprescindible para moverte por la casa en la oscuridad, el único lugar con luz la cocina con el fuego bajo, cocina interior sin ventanas a la calle. Con el candil te trasladabas de un lugar para otro, tanto en la vivienda, como en el granero, como en las cuadras.
Hasta el momento en que el agua corriente llegó a las casas era preciso acudir a la fuente en busca de agua potable. Lugar de convivencia y también de coincidencia, cuántos enamorados no se juntaban con sus barriles para charlar un momento. !Si la fuente hablase! tanto o más que muchos pajares tendría que contar...
Hilario, el poeta Jarandillano, nos cedió unas letras sobre el agua de la fuente de Nazar, ahí está la placa en euskera y castellano, un poco estropeada, pues algún vecino no le convenció del todo que se tradujese al euskera y arremetió contra ella.
Hacia1930 había vacas, cabras, ovejas, caballos, mulos, burros, cerdos, gallinas, conejos... hasta bandadas de palomas en casi todas las casas que entraban por la tronera de los tejados al anochecer y desaparecían de nuevo al amanecer.
La escuela estaba llena de niños y niñas. Las fiestas tanto las grandes como las pequeñas de Loreto eran sonadas. Los mozos se encargaban de pagar la música, en esos días los mozos mandaban tanto como el cura y el alcalde. En alguna ocasión hasta tuvo que acudir la Guardia Civil.
El Paisaje del pueblo era muy diferente, casas de piedra, con las cuadras, graneros y pajares repletos de animales, grano y paja. Aparte casi todas las familias tenían sus gavilleras, sus pajugueros en un lugar cercano a la casa, o en la era comunal, pero que era de uso privado de cada familia.
Por estos años el monte era imprescindible para la subsistencia de las familias. Las bellotas alimentaban a los rebaños de vacas, cabras y cerdos. La leña no sobraba ni una abarra. El monte no era como el de ahora, se trataba de árboles grandísimos, encinas y robles, en cada uno de ellos se podía cobijar un rebaño amodorrado. El suelo estaba limpísimo, tan sólo crecía la hierba. Los bojes, matorrales, chaparros, charas, burrubietes y demás arbustos es cosa de hoy día. Los carboneros era una de las principales profesiones de las familias sin muchos recursos agrícolas.
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