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06/05/2022

Johanes de Bargota

JOHANES DE BARGOTA, el brujo

 

Vamos a contar la historia, a nuestra manera, de un hombre extraordinario, que sin duda perteneció a la nobleza navarra. Johannes de Bargota, más conocido como el brujo de Bargota.

 

Sobre este personaje son muchos los que han escrito por lo que es fácil conocer sus hazañas. Tan solo citaré a Fernando Llorens historiador y otras muchas cosas más de Bargota, historiador serio y que se basa en los documentos, por lo que los que queráis enteraros de la verdad de la vida del Brujo acudid a sus libros o mejor entablar una amena conversación con él. Ya anteriormente escribió sobre ello el abad de Roncesvalles Agapito Martinez Alegría, natural de Aguilar de Codés . Y también el archivero y gran investigador Florencio Idoate.

 

Johannes fue a la escuela del pueblo, allá por principios del siglo XVI. Haría las chiquilladas que se hacían en todos los pueblos navarros de aquella época y en los siguientes, y que también se siguen haciendo hoy.

 

Realiza los estudios en la Universidad de Salamanca, en aquella época los de esta zona o iban a Salamanca o a Oñati, y tan solo acudían los acaudalados, es decir los hijos de las familias con grandes haciendas. Nuestro personaje lo vemos en las aulas y en las calles de Salamanca. Un muchacho aplicado y estudioso, pero que tanto o más que a los estudios oficiales, se dedicó a entablar relación con grupos semioficiales y semiclandestinos de estudios de magia y otras movidas del momento.

 

Por aquellos años la magia, la hechicería, el conocimiento de las plantas, los beneficios de la medicina tradicional estaban de moda, y no estaban ni mal vistos, ni perseguidos.

 

Johanes volvió a su pueblo, convertido en clérdigo culto y noble. No tuvo problemas para hacerse con la parroquia de Bargota, fue el cura de Bargota, donde existían por lo menos media docena de Beneficiados, clérigos o seglares que se encargaban de los oficios religiosos de la villa.

 

Nos lo imaginamos un cura con cientos de libros de todas las clases, inteligente, astuto y hábil, que sabía comunicarse con sus feligreses, ingenioso, positivo y gracioso, que no hacía mal a nadie. En una palabra cien veces más adelantado a la sociedad de esta zona navarra. Conocedor y poseedor de dones naturales que para los vecinos eran desconocidos, tocado con el Don de la palabra y también de los conocimientos no es extraño que para los vecinos y los pueblos de los alrededores fuese un personaje raro, singular e insólito. Conocía las propiedades de las plantas, hierbas, arbustos y frutos que crecían por la zona, con ellos preparaba un guüentos y brebajes que consiguieron fama por los alrededores.

 

Persona extraordinaria y extravagante que dejaría a los feligreses con la boca abierta. Especialmente por sus costumbres tan alejadas de los curas de la época. De tal modo que cuentan que aunque acudía todos los domingos a oficiar la misa mayor, había veces que llegaba sudando y jadeando, con los zapatos llenos de zata, como si hubiese andado por los caminos más embarrados o la capa mojada y con copos de nieve, cuando en el pueblo hacía una temperatura de primavera, y ni había ni llovido, ni nevado.

 

La leyenda nos lo pinta como viajaba de un lugar para otro subido en las escobas o en las nubes llegaba en un periquete a Madrid, Pamplona o Viana, y se paseaba por los montes de la Sierra de Codés, cualquier tarde.

 

Igualmente se le atribuye que en una ocasión, cuando Juan Otsoa, el Lobo, era perseguido por las justicias y llegó a Bargota, el Brujo de Bargota, lo acogió y lo guardó en su casa. Juan Otsoa logró huir a la mañana siguiente, sin dificultad, vestido con la capa y el ropaje del Brujo de Bargota, distrayendo a los aguaciles y las justicias que cercaban a Juan Otsoa.

 

Enemigo acérrimo del abad de Otiñano, que como veremos en su historia, era un cura ortodoxo a más no poder y fiel seguidor de las normas más conservadoras de la Iglesia.

 

Sin embargo, Johanes se había formado en una escuela distinta, abierta a la magia y a la hechicería, y con grandes conocimientos de ciencia. Tuvo la gran suerte de vivir a principios del siglo XVI, si le hubiese tocado vivir unos años más tarde sin duda hubiese sido perseguido y condenado por la Inquisición, y hubiese acabado como la bruja de Piedramillera, en la hoguera. El caso es que el Cura de Otiñano yotros vecinos de Bargota lo denunciaron a la Inquisición, fue interrogado; pero no pasaron de ahí las cosas. Aunque los últimos años de su vida ya no fue tan excéntrico, nunca dejó de salir del pueblo y mantuvo contactos con otros grupos de los alrededores, que por lo que se ve no eran muy del agrado ni del abad de Otiñano, y tampoco de algún otro de la zona.

 

05/05/2022

LA BRUJA DE PIEDRAMILLERA

BRUJA DE PIEDRAMILLERA

A finales del siglo XVI en nuestro valle de Berrotza, en Mues y Piedramillera se dieron casos de brujería…

Todo comenzó cuando una noche oscura Maria Zulkal salió de casa con un saco vacío y se dirigió hacia el monte a controlar unos cepos que había puesto para cazar conejos.

María Zulkal se había quedado viuda, muy joven. Su marido había fallecido tres años antes, con el cual convivió seis años, sin dejar descendencia.

María era muy amiga de otra viuda de avanzada edad, Leona, vivían casa con casa en el barrio de arriba. En las últimas casas del pueblo, junto al monte. Leona era la curandera, la partera, la que atendía los partos en el pueblo y en los pueblos de los alrededores, a la que consultaba todo aquel que tenía algún problema de salud y también cualquier otro problema de otros tipos.

Desde que enviudó María ayudaba a Leona en estas tareas. Ella era la que se encargaba de recoger las hierbas, flores, hojas y plantas para los ungüentos que Leona preparaba y que una vez preparados repartía entre sus vecinos. Tanto María como Leona eran mujeres fuertes y vigorosas, que manejaban con destreza el don de la palabra, aunque eran analfabetas. Leona era la única persona del pueblo que poseía tres libros en su casa.

Con todas las plantas, hojas, flores y también con algunas otras partes de animales y secretos que a nadie dieron a conocer preparaban polvos, brebajes y potinjes con los que curaban a la clientela, la mayor parte de ella, campesinos sin muchos recursos, viudas que no podían pagar al practicante, pobres que pasaban de pueblo en pueblo, gitanos que venían con sus carromatos...

Un día las habladurías y chismorreos pasaron a ser denuncias, el párroco también tomó parte en el asunto y las dos mujeres fueron denunciadas a la justicia. Surgieron narraciones y leyendas de lo más insólito, y las actuaciones más habituales y normales que habían sido hasta ese momento se convirtieron en delictivas. El alivio de los dolores al dar a luz, emplastes contra golpes, heridas mal curadas, remedios naturales contra enfermedades de la piel se convirtieron en pruebas del delito, y todas las curaciones fueron atribuidas al poder que tenían por su relación con el diablo.

La posesión de esos tres libros sin que ninguna de las dos supiese leer, ni escribir hizo que los tribunales tuviesen un indicio dónde agarrarse; los vecinos y las habladurías hicieron lo siguiente, hasta atribuirles poderes sobrenaturales de magia y hechicería. Igualmente la condición de viudas y el chismorreo de que mantenían relaciones sexuales en los campos por las noches hizo que el pueblo les condenase de antemano.

Hasta hubo vecinos que declararon que los males acaecidos en los dos últimos años se debían al poder de estas dos brujas, los pedriscos, las lluvias a destiempo , las enfermedades de los vecinos, y hasta la muerte de una niña de dos años fue atribuida a los poderes sobrenaturales de Maria.

No fueron pocos los que declararon que se les veía salir de noche a los campos donde se reunían varias brujas para danzar y bailar alrededor de un hombre con cuernos y rabo que representaba al diablo.

Las dos acabaron en la cárcel, Leona se libró de la tortura por anciana, pero la pobre María, mujer analfabeta e inocente acabó en la hoguera, aunque ella en ningún momento aceptó los hechos que se le imputaron y se declaró cristiana y que siempre había cumplido con las obligaciones de la Iglesia.

Joar Eguna 2022

Esprontzedan Ekainak 4 Junio en Espronceda. 

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03/05/2022

Circuito

Se vende el Circuito de Los Arcos. Una de las chapuzas hechas por UPN. En estos últimos años hemos perdido 60 millones de euros. Y todos tan contentos. 

Juan Otsoa, el lobo

 
Hoy voy a contar la historia de un hombre que en 40 años pasó de héroe a villano y en la historia y especialmente en la leyenda se ha convertido en el hombre más malo y sanguinario de la zona. Se trata de Juan Lobo, para nosotros Juan Otsoa
Con 16 años le tocó combatir en el bando del Mariscal Pedro de Navarra contra las tropas invasoras castellanas. Como el resto de gentes de La Berrueza defendió con tesón las fortalezas limítrofes.
Su grupo compuesto por 10 aguerridos, aunque jóvenes guerreros fue la élite del ejército, si así se podía llamar ejército, de Pedro de Navarra. Habitualmente vivían en la fortaleza de Kábrega, aunque conocían todas las defensas navarras. Abundantes por aquellas fechas a comienzos del siglo XVI.
Seguían y defendían al Mariscal por todos los lugares que se movía, especialmente cuando lo hacía por Tierra Estella.
Conocían como la palma de la mano la sierra de Toloño, especialmente desde La Población hasta Monjardin. Cientos de noches pasaron por los castillos de los alrededores. Aguilar, Torralba, Desojo, Malpika, Kostalera, San Cristobal, el mismo Monjardin y otros de los alrededores.
Juan era un joven atlético, pero corpulento. Ya a sus 16 años pasaba en altura a la mayoría de sus compañeros. Pasaba del 1,80 de estatura. Moreno de tez no muy negra, pero que el sol, y el aire habían convertido su piel en morena, aunque no tanto como sus compañeros y el resto de campesinos de la zona.
Había nacido en una familia de jornaleros pobres de Falces. No sabemos cómo, ni cuándo pero se integró en la defensa de Kabrega.
A la semana se le adjudicó uno de los caballos más jóvenes y rápidos de la cuadra, lo llamó tximista. En aquellos años bastante tranquilos fue conocido, respetado y amado por las cientos de mozas de los pueblos de los alrededores.
Las mozas salían a los balcones cuando Juan se pasaba con su joven caballo por los caminos de pueblo en pueblo.
Y muy pronto a pesar de su juventud tuvo pretendientes que lo querían atrapar. Varias mozas de familias nobles intentaron acercarse a él. Juan joven alegre, despreocupado y elegante no rehuía cita alguna. Y tuvo cientos de encuentros no solo con muchachas jóvenes y solteras de familias nobles, si no también con mujeres casadas y solteras de todas las clases sociales.
Muchos eran los hijos que se le atribuían al aguerrido y fuerte joven, aunque no reconoció a ninguno.
Recién cumplidos los 20 años, ya con gran experiencia con las armas y montura acaeció la gran desgracia para Navarra, La Berrueza y también para nuestro joven Juan Otsoa, el lobo. Las tropas castellanas invadieron navarra, un reino independiente, con reyes, cortes, ejército, administración y lengua propia, pero un reino pequeño, en medio de dos imperios, el castellano y el francés y los dos se lo querían hacer para él.
Así fue como un día aciago las tropas castellanas entraron sin mucha dificultad en Navarra, con la ayuda de los alaveses y guipuzcoanos que en aquella época pertenecían y estaban bajo la corona castellana. No les costó en exceso tomar Iruña, aunque los navarros defendieron a capa y espada hasta la última esquina de nuestra querida Pamplona. Pero era 100 castellanos contra 1 navarro y si hablamos de armamento la diferencia todavía era mucho mayor.
A Juan Otsoa le tocó pelear en primera línea junto al Mariscal Pedro de Navarra. Juan Otsoa fue el encargado de acompañar a los reyes de Navarra a su nueva sede al otro lado de los Pirineos para que salvasen la vida y mantuviesen la corte en la parte navarra del otro lado de los Pirineos. No olvidemos que Navarra no acababa en Roncesvalles, al igual que hoy existen una navarra del norte y una del sur.
La huida no fue fácil, había enemigos por todos los lugares. Tomaron lo mínimo y los reyes con sus cinco hijos tomaron rumbo precipitadamente hacia el norte, huyendo por caminos secundarios y evitando encuentros desagradables. Al segundo día fallecía el hijo menor de los reyes, cuando iba a cumplir los cuatro años, que ya había salido enfermo de Pamplona. Juan abriendo paso no cejó hasta que los reyes llegaron a Donapaleu.
Volvió al galope en cuanto pudo. Para entonces Pamplona ya era castellana y sin entrar en la ciudad tomó camino para Kábrega. Tan solo quedaban 6 de sus compañeros, el resto había perdido la vida en la defensa de Pamplona. Esta zona de La Berrueza todavía estaba tranquila. Nada había cambiado. Todo seguía igual. Los labradores sembraban los campos como si nada, los pastores y carboneros seguían sus tareas diarias.
Poco duró la tranquilidad. Las tropas castellanas llegaron a Lizarra, los estelleses con el apoyo de tudelanos y otros pueblos de la ribera les hicieron frente. Duros combates se sucedieron durante dos meses. Cientos y cientos de navarros perdieron la vida antes de ser derrotados. Aquí estuvo nuestro Juan siempre al lado del Mariscal. Tras dos meses de fuerte asedio y agotadas las armas, ya no les quedaban más que las espadas bien afiladas huyeron de nuevo hacia Kabrega, pasando por el castillo de Monjardin, donde pasaron una semana reponiendo fuerzas.
Los navarros cada día estaban más acorralados, las tropas castellanas iban dominando zonas y fortalezas. Todavía nos quedaba la Berrotza, aunque el Conde de Lerín no cejaría hasta no conseguir el último pueblo de la Merindad de Estella. Los combates fueron sangrientos.
Los campesinos de los pueblos de la Berrotza dejaron sus labores y se pusieron a guerrear contra el invasor. Kábrega fue una fortaleza dura de lograr. El mariscal de Navarra, cayó en una emboscada en la zona de la Plana, fue hecho prisionero y encarcelado. Muchos aguerridos campesinos de la Berrueza perdieron la vida en esa emboscada. Juan con sus hombres resistió hasta el último momento, una vez hecho prisionero el Mariscal Pedro de Navarra, los pocos guerreros que quedaron se dieron a la huida hacía el pueblo de Nazar. Allí llegaron exhaustos y fueron atendidos por la población, y se escondieron como pudieron en los pajares y graneros de los labradores.
Como en todas las guerras los perdedores, los aguerridos navarros, fueron masacrados, muchos campesinos fueron asesinados, otros encarcelados y muchas haciendas pasaron a otras manos. Los grandes hacendados como el señor de Kabrega, el señor del palacio de Mirafuentes y el resto de hacendados fueron desposeídos de todas sus propiedades que pasaron a manos de otros nobles venidos de otras tierras y que habían apoyado a las tropas castellanas.
Años duros para los perdedores. Los reyes huidos a la Baja Navarra, el Mariscal encarcelado en Simancas, Juan Otsoa escondido, primero en las casas de Nazar y luego ya veremos sus andanzas.
Los labradores de Berrotza, no podían dar crédito a lo que veían. De repente cambiaron muchas cosas, las principales casas nobles pasaron a otras manos, los castillos y fortalezas de Monjardín y Kábrega fueron destruidas. El castillo de Kabrega se convirtió en una casa de labranza por el temor que tenían los castellanos a que de nuevo los navarros se levantasen en armas.
En un principio a Juan Otsoa y sus cinco únicos compañeros que habían quedado con vida no se les hizo difícil vivir en el pueblo. Eran muy queridos y la población los tenía como héroes. Aunque desde ese mismo día se vieron obligados a vivir de noche y permanecer durante el día escondidos, y no siempre en el mismo lugar, pues la justicia no cejaba en su búsqueda.
Pasaron dos meses y el asedio y acecho cada día era más agobiante. También para los que les habían dado cobijo. Hasta que una noche, gracias al chivatazo de un vecino sobornado con algo de dinero los delató. Juan Otsoa y otros tres tuvieron suerte y tuvieron tiempo y fortuna y lograron escapar a las peñas de Codés. Otros dos compañeros fueron detenidos y ajusticiados el día siguiente en la Picota del pueblo. También varios vecinos sufrieron las consecuencias y pagaron con la cárcel y grandes multas el atrevimiento de haber dado cobijo a los perseguidos. La única mujer que se llevaron fue Martina, una viuda, que además de dar cobijo a Juan Otsoa mantenía relaciones amorosas con él.
Pasaron los años y muy pocos tuvieron conocimiento de la existencia de Juan Otsoa y sus tres compañeros, aunque por los alrededores se decía que algunos los veían por las noches por los caminos y los montes de los alrededores. Pero ya para entonces nadie se atrevía ni a mencionar el nombre de Juan Otsoa. También se decía que varias mujeres del valle seguían gozando de la presencia del joven aguerrido soldado ahora convertido en fugitivo.
El caso es que un día de diciembre con nieve hasta las rodillas la Hermandad de Arcabuceros de Torralba se encontró en la zona de Codés con un grupo de caballeros, les dieron el alto y sacaron las espadas , en el primer lance Juan Otsoa recibió un corte en la cara, bastante profundo, que llevaría como marca para el resto de sus días.
Huyeron precipitadamente hacia la guarida que la tenían en el castillo de Malpika. No tuvieron tiempo ni de beber un trago de agua en la fuente del Castillo. Para la población del Valle de Aguilar Juan había pasado hace tiempo de ser Juan Otsoa, el soldado fugitivo , a ser Juan Lobo, el bandido y forajido más temido y perseguido de la zona. Todo lo que ocurría por el valle era atribuido a él y sus bandidos. En el Valle de La Berrueza nunca perdió por completo la figura de héroe y defensor de los fueros y los valores del Reino de Navarra.
No fue fácil de aquí en adelante a vida de Juan y sus soldados o sus bandidos, aunque durante toda la vida tuvo la agilidad, astucia, valentía y rapidez de un lobo, un lobo acompañado de su manada. Los atracos de los caminos a los mercaderes y labradores que pasaban por los alrededores, todos los robos y falta de trigo en los graneros y de conejos y gallinas en los gallineros fueron atribuidos a su banda.
La persecución de las justicias fue ininterrumpida, una vez abandonadas sus guaridas arriesgaban sus vidas, aunque tenían trampas, escondrijos y refugios por todos los lugares, la más conocida es la cueva del Moro, pero también la menos segura, tenían escondites por todas las peñas de los alrededores.
Fueron muchos los combates que tuvieron, en uno de ellos, un hijo del Palacio de Mirafuentes le dio muerte con una lanza en el costado. Y ahí acabó la vida y la historia de JUAN EL LOBO. El muchacho que en pocos años pasó de héroe a villano.