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15/07/2005

Juventud

3. 1.  Inocente juventud

 

 

Recién cumplidos los 8 años deseaba que llegase el fin de semana. Anhelaba con impaciencia que diesen las 8 de la mañana del domingo. A Una con las primeras campanadas salía corriendo hacia la iglesia. Desde el primer toque hasta el segundo preparaba las ropas de celebrar misa y las mías de monaguillo. Nada más tocar el segundo las chicas llenaban los primeros bancos de la izquierda.

 

Entre el segundo y el tercer toque, los monaguillos con túnica blanca y cíngulo rojo aprovechábamos para salir una y otra vez de la sacristía al altar, o al coro con cualquier excusa. Todo valía, encender las velas, las luces, cambiar las flores de lugar, llevar las vinajeras, preparar el libro de lecturas. Cualquier pretexto era bueno para cruzar la mirada con Francisca sentada siempre en el primer banco de la izquierda en el lado derecho. Eran momentos especiales, mezclados con el silencio, la oscuridad y el frío de la iglesia.

 

Estos momentos y los de la comunión se fueron convirtiendo en instantes especiales e inolvidables. Sobre todo recuerdo el momento de colocar la patena sobre e pecho. Sin duda fueron estos sencillos guiños, intercambiados semanalmente, los que crearon un halo de mutua complicidad.

 

Todavía recuerdo, con 12 años, como noté la mirada de Francisca, fue en el portal de la escuela, medio oscuro y la puerta medio cerrada, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, y no fui capaz ni de mover un solo músculo.

 

-         ¡Gabino, hoy también andas bastante tarde!

-         ¡Ya tendrías que estar cuidando los cerdos!

-         ¡Si no quieres que te riñan tendrás que marchar cuanto antes!

 

No me dio tiempo ni a enterarme de lo que me estaba diciendo la maestra, estaba ensimismado en la mirada de Francisca, cuando los gritos de mi hermano me volvieron a la realidad.

-         Adiós, Adiós... señorita. Rojo como un tomate es lo único que pude balbucir. Al salir por la puerta me pareció intuir una sonrisa pícara en el rostro de Francisca, que no se me fue de la memoria durante toda la tarde, mientras pastaban los cerdos.

 

Desde entonces y especialmente desde el primer día que me di cuenta que a Francisca le comenzaron a crecer los pechos, esas miradas comenzaron a crear nuevas sensaciones en mi cuerpo.

 

A los 16 años, todavía con pantalón corto, el segundo día de las fiestas, a eso de las 9 de la noche, no sin haber dudado una y otra vez le pedí baile, ante la gran sorpresa de sus amigas. El hijo del carbonero pidiendo baile a una Aranaz.

-         Francisca, bailas?

-         Sí.

 

Sólo con el roce de las manos un suave escalofrío me recorría todo el cuerpo.

-         No sé bailar.

-         Tranquilo, yo tampoco. Mueve las piernas, haz lo que yo haga.

 

La distancia entre nosotros era grandísima, ya que teníamos los brazos completamente extendidos. Estos segundos que permanecimos juntos bailando todavía los tengo vivos. Uno dos, uno dos, uno dos, vuelta, dos pasos. De nuevo le agarro por la cintura, uno dos, uno dos y se acabó. Los músicos acabaron la pieza para comenzar una nueva.

 

 

3.2.  Edad rebelde

 

Nueve años después, en otro día de fiestas muy semejante se oyó un murmullo en la plaza del baile:

-         ¡Gabino se ha licenciado!

-         ¡Hace unos minutos ha llegado al pueblo!

-         ¿Pero si no se licenciaba hasta Navidades?

-         Sí, sí. ¡Pero ha llegado!

 

Eran las doce y cuarto de la noche, todo el pueblo estaba en la plaza, los músicos se disponían a tocar la secunda pieza de la noche cuando me acerqué al baile entre un gran bullicio, sin pensarlo dos veces me acerqué a Francisca y le pedí baile. Sin pensarlo dos veces me lo concedió.

 

No bailamos más de dos piezas. Sin andarme con rodeos quiero casarme contigo, le dije.

 

De repente, se armó la de cristo es verso en el baile.

-         ¡Has vuelto! ¡Ven aquí! No perdamos tiempo, que haces ahí bailando, ya tendrás tiempo de sobra, ¡vamos a probar las cubas de las bodegas!

 

-         Se armó un gran griterío. Todos los mozos aúna abrazándome. De repente me cogieron entre siete morroscos y me soltaron por el aire como una pluma. Hasta que logré librarme de los abrazos de mis amigos.

 

 Al día siguiente Primitivo se levantó temprano. Se sentó en el sillón de la cocina a esperar que amaneciese. Estuvo sentado en su sillón de paja hasta que se levantaron los demás de la familia.

 

-         Francisca, tienes tantos pretendientes como quieras, estás en edad de casarte. Hasta ahora he tenido que rechazar a más de 20 pretendientes que podían haber sido de tu condición. No andes en tonterías. Sé prudente. El jueves que viene día de mercado, a mucho tardar, concertaré tu boda con el padre del Josetxu de Mendaza. A más tardar la boda se celebrará dentro de tres meses.

-         Ayer comentaron en la taberna que bailaste con Gabino. No te puedes ni imaginar el hablar que has dado en todo el valle.

-         Espero que no vuelva a suceder.

 

Primitivo conforme iba hablando se iba encendiendo. !Con quién y con el hijo del carbonero¡ ¡Con esos que no tienen ni tres termones dónde caerse muertos! ¡Espero que no vuelva a suceder!

 

Justo cuando Francisca iba a disculparse y dar alguna explicación se encontró con la mirada compasiva de su madre. Fue suficiente para darse cuenta que era mejor que se callase.

 

La mirada y el rostro desencajado de su padre la dejó petrificada. Mientras tanto la madre intentó encontrar palabras conciliadoras. En realidad no estaba muy segura de lo que podía decir. Por un lado, tampoco ella comprendía como Francisca había podido bailar con uno que no era de su clase, pero por otro lado, se veía en la obligación de mediar de alguna manera ante su hija. Pero el miedo a Primitivo le impidió gesticular palabra, silencio que le pesó durante el resto de sus días.

 

 

Al día siguiente, a pesar del dolor de cabeza, producido por el vino de las bodegas, fui consciente de la nueva situación. Una sensación de ganador y tranquilidad me rondó la cabeza, para convertirse en preocupación e inseguridad nada más salir a la calle.

 

Gabino.

No hay derecho. Tan cerca y tan lejos, mi amor. En definitiva para vivir lejos, muy lejos. Más lejos imposible. De aquí en adelante no nos veremos más. Entiéndeme, Gabino. Aunque el corazón me pide lo contrario, la razón manda en este caso. No nos queda más remedio que vivir en soledad. Separados.

Ten siempre presentes estas palabras, estés donde estés, sea el día que sea, siempre te querré, siempre te tendré en el recuerdo. No existirá otro más que tú. El único consuelo que tengo es saber que los dos estamos sufriendo el mismo tormento.

No nos queda otro remedio. Perdóname no ser más atrevida. Me faltan las fuerzas. Tengo que ceder.

Cariño, llora lo que sea preciso. No puedo más. No te rebeles. Lo primero es lo primero y la palabra del padre es sagrada.

 

 

Mi amor.

El paso del tiempo no me consuela, que los dos suframos no me alivia. Todavía sigue viva la llama que se encendió hace años. Cariño. Los dos juntos le haremos frente. Ten presente que yo también siempre te amaré, allá donde estés. Ahora es el momento de ser fuertes, de resistir.

Mantengamos la llama del amor viva. Sigamos el camino que nos marca el corazón.

No puedo vivir de los recuerdos.

¡Qué momentos!

Sueños imborrables. Algún día espero hacerlos realidad. Te he gozado en sueños. Algunas veces desnuda, en bragas con los pechos al aire, uno junto al otro, sin prisa, la mayoría de las veces. Con los pezones al aire. Francisca solo de recordarlo se me alegran los ojos y se me levanta el ánimo.

Más de una vez me despierto junto a ti, tomando el camino de la era, unidos por la cintura, subiendo sin prisa, para acabar haciendo el amor en el refugio debajo de la encina de al lado de la roca en la vieja era encima del pueblo. Tus nalgas encima de mi cuerpo desnudo. Allí medio escondidos, medio al aire libre. Besándonos sin movernos. Las manos de un lugar para otro, de las puntas de los pezones a las nalgas. Francisca no quiero perderte. Quiero tenerte para siempre. No te vayas. Resiste.

El fuego que encendimos me da ánimo para seguir luchando. Estoy preparado para estar esperándote el tiempo que haga falta. Para hacer frente a 10 hombres como tu padre. Resiste. La  distancia no apagará la llama encendida. No hay nada que sea capaz de apagar la llama de nuestro amor.

 

 

     Tan pronto como acabó de leer la carta, roto el corazón por la oscuridad y las lágrimas de alegría, empujó la puerta medio abierta del pajar y se retiró a un rincón del pajar para que nadie le molestase. Las lágrimas vertidas en las cuatro horas que permaneció acurrucada junto a la paja le confortaron para poder seguir adelante.

 

-         Padre, hace tres días que no me he confesado

-         Dime hija, cuáles son tus pecados.

-         He pecado mortalmente, padre. He pecado mortalmente contra el cuarto y el sexto o el noveno mandamiento.

-         He tenido pensamientos carnales.

-         ¿Más de una vez, hija?

-         Si

-         ¿Y han sido consentidos?

-         Si

-         ¿Cuántas veces?

-         Seis o siete veces

-         ¿Qué clase de pensamientos han sido?

-         Feos, muy feos, padre.

-         ¿Tú sola, o aparecen otras personas en esos sueños?

-         Sí, padre

-         Si, que hija

-         Sí, con un hombre, padre.

-         ¿Quién es?

 

 

El silencio, la oscuridad y la frescura de la iglesia se rompió con el ruido seco de un trueno, el rincón donde estaba colocado el confesionario, y la cara del cura resplandeció por un momento con la luz que entró por la ventana del ábside. El silencio y la oscuridad de la Iglesia reflejo de sosiego, placer y tranquilidad se mezclaron con las palabras del cura y se convirtieron de repente en miedo, intranquilidad y desasosiego.

 

-         ¿Quién, quién?

-         ¿Con quién, con quién cometes actos impuros?

-         Gabino. Con Gabino.

-         ¿Gabino? ¿El hijo del carbonero?

-         Tienes que quitártelo de la cabeza. En verdad, hija. Es un pecado mortal. De aquí en adelante cundo te vengas esos pensamientos imagínate el fuego eterno.

-         Tienes que permanecer pura y limpia para tu futuro esposo. Pura y limpia también de pensamiento. Tan pecado es el que se comete realmente como el que se imagina. La imaginación es el mal de este mundo.

-         Tienes que acercarte inmaculada al altar.

-         Ego te absolvo...

-         Pero, cuenta, cuenta cual era el otro pecado.

-         Padre, he pecado contra mis padres. Pongo en duda lo que mis padres me ordenan.

-         Hija, hija. Este pecado es tan grave como el anterior.

-         Es necesario respetar y obedecer a los padres. Los padres nunca yerran, nunca se equivocan. Siempre velan por la seguridad de los hijos. Y siempre quieren lo mejor para ellos. Igual no le entenderás. Esa es una enfermedad de la juventud. Igual que los animales resguardan a sus crías de los enemigos cuidan nuestros padres de nosotros. No tengas duda. Obedece palabra por palabra lo que te digan tus padres. Son buenos cristianos. Lo que ahora se te hace incomprensible con el paso del tiempo lo entenderás y estarás siempre agradecida.

-         Mira la vida de Jesús, obedeció a su padre muchas veces sin entender por abrirnos la salvación a todos los creyentes. Haz caso a tus padres, obedece a tus padres ya que no quieren más que lo mejor para ti.

-         Ego te absolvo...

 

Si antes de hablar con el cura no sabía que hacer, ahora mucho menos. Las palabras del cura se amontonaban en la cabeza, mezcladas a veces con los sentimientos y las últimas letras escritas por Gabino.

 

            A la siguiente semana, una mañana normal, antes de que el gallo cantase, nos encontramos en la fuente antes de que apareciesen los primeros rayos del amanecer con la intención de estar antes de las 8:30 en la Iglesia de Estella con la intención de que un cura amigo de la familia nos casase. Con el corazón a punto de explotar, con las manos unidas y agarrados por la cintura, sin atrevernos a mirar para atrás, nos dirigimos carretera abajo. Unos minutos antes de las 7 ya estábamos en la estación del tren de Acedo.

            Para cuando llegamos al Convento de las Clarisas ya estaba Basilio esperándonos delante de la puerta. De pie, nervioso, no aparentaba más de 30 años.

 

            Para la una del mediodía, ya estábamos de vuelta en el pueblo. Cada uno en nuestra casa, como si no hubiese ocurrido nada. Dos semanas después los Padres de Francisca nada más conocer la noticia de nuestro casamiento, la deshederarón y la metieron en el Convento de monjas clarisas de Los Arcos.

 

            Un día aprovechando que el resto de las monjas se encontraban rezando maitines, se escapó por la tapia del huerto.

 

            Para entonces gracias a las recomendaciones del padre  Basilio trabajaba de peón para los Duques de Cábrega. Dos años estuve allí, hasta que una mañana apareció Francisca. Volvimos al pueblo. Alquilamos la única casa que quedaba libre, la peor casa del pueblo. Ubicada en un callejón que no daba el sol en todo el día, toda la casa estaba en penumbra, no entraba el sol más que por una pequeña ventana que daba a un patio ocupado tanto de noche como de día por cuatro cerdos del vecino. Las 24 horas del día debíamos usar candelas y candiles, excepto en la cocina, la que daba al citado patio.

 

 

 

 

 

 

 

3. Ezina, ekinez egina:

        

 

         Asteburua, igandeko goizeko zortziak noiz helduko zain nengoen. Lehendabiziko kanpai-hotsekin korrika batean elizako bidea pozez beterik egiten nuen. Lehenengo eta bigarren kanpai-hotsen artean sakristia barruko antolamenduari ekiteko. Bigarren deia jo orduko neskek ezkerreko lehendabiziko lerroak bete zituzten. Sakristiatik aldarera hamaika buelta egitez, elizmutilek tunika zuri, gerriko gorri eta guzti jantzita mezatarako prestaketei ekiten genien. Kandelak pizteko, ur-ardo ontziak eramateko, meza-liburua prestatzeko, meza-liburuaren epistola eta ebanjelioaren orrietan zinta jartzeko, edozein aitzakia zen ona Frantziskaren begiekin topatzeko. Une bereziak ziren, barruko zirrara isiltasuna, iluntasuna, eta hotzarekin nahasturik.

 

         Zortzi urte besterik ez bageneuzkan ere, momentu horiek eta mezatako jaun hartzekoak bereziak ziren, patena bere paparren azpian jarri nuenean batik bat. Inondik ere, astero elkar trukatzen genituen imintzo goxo-tonto hauetan sortu zen elkarrekiko konplizitatea.

        

         Ile tentea neukan, hamabi urte neukan, oraindik ere gogoan dut unea. Eskolako atari ilun-iluna zegoen, atea erdi itxita, Frantziskaren begiak nire gorputzan zehar nabaritu nituen. Giharren bat  mugitzeko ere ez nintzen gai.

         - Gabino, gaur ere berandu samarra zabiltza!

- Honezkero amak solte utzitako txerriak zain edukiko dituzu!

- Ailegatuko bazara ziztu bizian joan beharra duzu!

- Andereñoren azken hitzei besterik ez nien erreparatu. Artean Frantziskari begira nengoela anaia zaharraren deiak errealitatera ekarri ninduen.

         - Agur, agur... andereño, gorri-gorri jarrita, totelka ahopeka lortu nuen ateratzea.

         Atetik irteterakoan Frantziskak eskua altxatua agur egiten eta barre gaiztoa musuan iristen zitzaiola iruditu zitzaidan.

        

Geroztik, bereziki hamahiru urte bete zituenetik, titiak igartzen hasi zitzaizkion egunetik egunera, begiradei beste konplizitate berezi bat gehitzen ari zitzaien. Zirrara biziak sortzen zizkidaten, bero bularrean, gorputza dar-dar jarri zituzten begirada horietakoak. Begiratu luzeak trukatzen genizkion elkarri, egunerokoak ez baziren ere, atseginak bezain eztitsuak zirenak.

 

        

         Hamasei urterekin, artean galtza motza nituela, jaietako bigarren egunean, bederatziak aldera, zeruko hodei gorri-gorriak lagun, barruko duda-muda  nolabait  gaindituta, dantza eskatzea erabaki nuen. Behin baino gehiagotan aurrera eta atzera egin ondoren, astoan lagan moduan ibiliz, azkenean ausartu nintzen dantza eskatzera.

-Frantziska, dantzatu nahi?

-Bai.

-Baietza buruaz egindako keinuagatik ulertu nuen. Bada, esandakoa urduritasuna dela eta entzutezina izan zen.

 

Inguruak zeuden bost nesken ustekabea nabaria izan zen. Ikazkinaren semea Aranaztar batekin dantzan!

 

         Eskuak ukitu orduko oilo-ipurdiaren sentsazio gazi-gozo gorputzan zehar sartu zitzaidan. Ahaztezina.

-Ez dakit dantzatzen, baina.

-Lasai. Ezta nik ere. Mugitu hankak, egin nik egiten dudana.

         Bion arteko distantzia fisikoa itzela bazen ere, besoak ahalik eta luzeen baikenuen, urteak eta urteak iraun dute elkarren ondoan eman genituen hogeita hamar segundo hauek. Bi pauso eman, bata ezkerretara, bestea eskuinetara, bat bi, bat bi, bat bi, buelta bat eman, eskuak gerritik heldu berriro, beste bat bi, bat bi eta akabo. Musikoek eten egin zuten beste pieza bat hasteko.

 

         Bederatzi urte geroago, antzerako egun batean geunden.

        

- Gabino Afrikatik lizentziaturik ailegatu berria da!

-Astoren mandolina! Abendua arte ez zen etortzekoa!

-Bai, bai etorri egin da!

 

         Iluntasun erabatekoa zen. Musikoak gaueko bigarren pieza jotzen hastear zeudela  Frantziskarengana hurbildu nintzen dantza eskatzera. Baietza jaso eta   goxo-goxo aritu ginen.

         Bi pieza besterik ez genuen elkarrekin dantzatu. Adarretatik ibili barik:  "zurekin bizi beharra daukat" luzatu nion. Aurretik, Afrikan, hainbeste aldiz hausnartuta neukana, buruz ikasita neukana, hitzez hitz, ezta arnasa hartzeko ere  etenik egin gabe, luzatu nion.

 

         Tupustean algara bizia sortu zen plazan.

-Babalorea halakoa! Etorri egin haiz! Joango gaituk herriko upelategiak hustutzera! Hirekin  ari nauk, kaskamotz horrekin! Tentel harro horrekin!

-Horiek ziren algarak!, besarkadak! Gabino bat-batean zazpi morrozkoen artean luma bazina moduan mugitzen zuten airean, lurrean,  estu-estu horietako  astoprotroren baten bularren kontra, leku batetik bestera...

 

         Goizean goiz jaiki zen Primitibo hurrengo egunean. Eguna noiz zabalduko zain zegoen sukalde erdian,  patxadaz eserita lastozko besaulkian. Bost senide sukaldean zirela hasi zen:

         - Frantziska, ezkontzeko adinean zaude, ezkongai ugari dauzkazu. Dagoeneko hamaika egoki izan zitezkeenak baztertu ditut. Ez ibili jolasean. Zuhurra izan. Hurrengo ostegunean Lizarrako azokan zuri dagokizunaren aitarekin ezteiak adostuko dugu. Asko jota hiru hilabeteren buruan zeremonia egingo dugu.

         - Beraz, ez zoaz bide okerretik. Atzo taberna nengoela komentatu zuten Gabino, Afrikatik etorri berriarekin dantza egin omen zenuela. Frantzizka bart gertatutakoak zer esan handiak ekarri ditu herrian.

         - Espero dut berriro ez gertatzea.

         - Aurrera jarraitu ahala odola irakiten hasi zitzaion. Zeinekin eta horiekin bi alor ere ez daukanarekin.

- Norekin eta zurekin dantza egin! Ikazkinaren ahaide batekin! Ez dut nahi berriro gertatzea.!

-Aita, ez dago zertan haserretu, eta arrazoiak emateko zorian zegoenean aurrez aurre topatu zen amaren begiratuarekin, imintzoaren tankera besterik ez zuen egin behar, isilarazteko.

-Aitaren begiradak zoruaren kontra  iltzatu zuen.

-Ama. Zer daukagu! Atzerakoia halakoa! Gero dio ez dela aurrerakuntzaren aurkakoa!

-Ama zerbait suabeago esaten saiatu zen. Ez zuen lortu, mingaina trabatu zitzaiolako. Zer esan ere ez zekiela zegoen. Ez baitzirudien delitu herriko mutil batekin hitzegitea,  ikazkinaren familia izanda ere. Baina beste aldetik ez zuen begi onez ikusten bere neska Gabinorekin edo antzerako mutil txiroekin dantzatzea. Dena den,  isilik gelditu izana eta egun hartan hitzik egokienak ez erabili izana betiko hutsune gelditu zen bihotzean, eta hurrengo egunerako alabarekin zuri ibili izana damututa zegoen.

        

         Adiskiderik onena lagun, ohea eta loa alegia, nere onera etortzea lortu nuen, etortzeaz bat herrian nengoela eta egoera bestelakoa zela ohartu nintzen, burukominak jota arren;  pentsatzeko ere ahalmenik  ez baneukan ere. Orduak aurrera joan ahala egindakoaz une batzuetan lotsa sentsazioz jabetzen nintzen, beste une batzuetan harroa, irabazlea, oro har pozik eta baikor garailearen sentsazioaz jabetzen nintzen,  unerik egokiena ezin hobeto aprobetxatu bainuen. 

        

         Kaixo Gabino:

Ene maitia ez dago eskubiderik. Betidanik hain hurbil eta bidenabar hain urrun. Betiko urrun. Lekutan. Urrunago ezin. Maitia. Aberatsok ere Adanek egindako pekatuak ordaindu behar omen dugu. Aurrerantzean elkar ez dugu gehiago ikusiko. Barkatu. Buruak agintzen dit. Bihotzak bestelakoa agintzen badit ere; baina kasu honetan bihotza morroia da. Min gehiago ez pairatzeko hobe izango da bakardadea jasotzea, barruan dauzkagun suteari egur gehiago ez botatzea. 

Hau besterik ez dizut esango, beldur naiz, barruan daukadan sentipen  hau kanporatzeko beharrean nago: betiko gogoan eduki ezazu, maitea, zauden lekuan egonda ere, den eguna izanda ere, beti bihotzean edukiko zaitudala,  bazterrik goxoenean, gertarzen dena gertatzen dela, beti gogoan edukiko zaitudala. Zuk nire izatea, nik zurea izatea besterik ez dut nahi. Eta beti horrela izango da.

         Samina bion artean berdin konpartitzen sentitzen dugula kontsolamendurik onena da.

         Baina, egun, orain bakoitzak bere astoari egin beharko  diogu arre, eta kasu honetan ez dago bueltarik. Barkatu ausartiago ez izateagatik. Indarrak falta zaizkit. Amore egin beharko dut.

Ez dago eskubiderik.

         Maitia hartu beharrekoa, nik jasaten dudan moduan. Negarra utzi aske. Egin negar. Tristura, iluna, astuna gainean daramatzat. Ez pentsa plantak egiten ari naizenik. Ezin dut gehiago. Barkatu, baina amore egitea erabaki dut. Zuk ere hartu nik hartutako bidea, ez aztoratu. Maite zaitut. Inoiz ez zaitut ahaztuko. Ezin dugu ezer egin patuaren zera bideratzeko, patua eta natura bat datoz.

         Aitaren hitzari eustea gure zorionaren gainetik dago.

        

         Maitia.

Hilabeteak joan hilabeteak etorri eta  aspaldian, meza laguntzaile nenbilen lehen egunean sortu zen garra oraindik bizirik dirau, itzalezina baita. Frantziska, poxpolina, ezina ekinaren ekinez eginari ekingo diogu. Maitia jakin ezazu nire azukre koskorra zarela.

Orain eustea da kontua.

Urte hauetan iraun dugun sua mantenduko badugu bihotzak markatzen digun bideari jarraitzea ezinbestekoa da.

         Oroiminez bizi naiz.

Zer une horiek!. Paregabekoa ametsak izan arren. Zurekin maiteminduta nago, burua galdu beharrean. Soberan gozatu zaitut. Bilutzik batzuetan, kuleroetan eta bularrak agerian, aurrez aurre, presarik gabe, gehienetan. Titi puntak bistan, ipurmaisalak agerian, iruditzearekin batera gorputza bero, begiak alai eta zakila tente jartzen zait.

         Behin baino gehiagotan gerritik heldua larraineko bidezidorra elkarren ondoan jotzen dugu, emeki-emeki egiten dugu bidea, soseguz, harkaitzen ondoko arte azpiko babeslekuan goxatzera goaz. Zure izter-zangoak nire sabelgainean. Han ezkutuak. Mugitu barik musuka. Eskua leku batetik bestera, bularren puntatik ipurmasailera. Frantziska ez dut zu nahi galdu. Betiko nahi zaitut. Ez joan. Eutsi.

         Bion artean piztu ditugun sugarrek  borrokatzeko animoa ematen dit. Prest nauzu zure zain egoteko. Zure aitaren moduko hamar halako gizonen kontra egiteko. Eutsi goiari. Distantziak ez du oztopatuko sugarren iraupena. Ez dago inor eta ezer gure maitasunaren garra itzaltzeko almena duenik.

 

         Ohartxo irakurri bezain pronto, iluntasunak bihotza urratua, pikondoaren aurreko belarditik erdi irekita zegoen lastotegiko atea bultzatuz bazter batean lastozko zulotxo batera goxo-goxo erretiratu naiz. Inork molesta ez nazan. Lagungarri izan dira lau ordu hauetan egindako negarrak.

 

         Abade jauna. Hiru egun duela ez naizela konfesatu.

-Ea alaba, zeintzuk diren zure pekatuak.

-Pekatu larria egin dut. Laugarren, eta seigarren edo bederatzigarren mandamientuen kontra pekatu egin ditut. Haragizko pentsamentuak eduki ditut.

-Behin baino gehiagotan?

-

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