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19/09/2005

4. El mayorazgo / Maiorazgoa

Para Paula esta casa era casi como la suya, en ella pasó la mayoría de las horas de su juventud. Su abuela sirvió en esta casa, su madre todavía es sirvienta, ella misma había nacido en ella. En los sueños era esta casa la que aparecía y no la suya propia. De todas maneras, nunca se acostumbró a la oscuridad y los ruidos de la casa. Hasta los 12 años, los fantasmas y las sombras  en forma de persona se le aparecían por todos los rincones. Había zonas de la casa que siempre las atravesaba corriendo sin mirar para atrás.

 

Pero los verdaderos quebraderos comenzaron un anochecer de luna llena. Como de costumbre cogió el candil que estaba colgado de un gancho detrás de la puerta, encendió la mecha, echó un poco de aceite, y se dirigió hacia el granero en busca de avena para las palomas. Atravesó el pasillo de dos zancadas, nada más dar otros dos pasos sintió una sombra que se le acercaba, hasta sintió la respiración cercana. Estuvo conteniendo la respiración todo cuanto pudo. En vano, cada momento sentía más cercano al agresor.

Las llamaradas alargadas del  candil  se entremezclaban con los suaves rayos de la luna que hacían que los muebles del pasillo pareciesen fantasmas en movimiento. Justo cuando sintió los dedos agarrándole la punta de la falda se abrió la puerta de la bodega y apareció Primitivo.

Los anocheceres se fueron haciendo cada día más temibles. No se atrevía a salir de los cuartos del primer piso.

Paula no era la única criada ni mucho menos. Había épocas en que convivían 8 peones y 4 criadas y la cocinera en la misma casa.

Aquel día amaneció lloviendo, y así siguió durante todo el día. Benito, llegó del monte completamente empapado. Entró directamente a la cocina vieja, allí encontró agachada a Paula avivando el fogón. Se le marcaban las formas redondeadas del culo a través de la tela de la falda. Se cruzaron las miradas. Benito no pudo apartar la mirada de las curvas redondeadas del cuerpo joven y esbelto de la criada.

El fin de semana, la tarde del sábado en la taberna los mozos elogiaron la figura de Paula. Seguro que no era la primera vez que hablaban de Paula ante Benito, pero a éste así le pareció. Todo lo que escucho le pareció del todo acertado, aunque en cierto modo se sintió ofendido y algo celoso.

No era alta, tampoco pequeña, de estatura media más bien, de espaldas anchas y fuertes. Con brazos regordetes y de carnes duras.

¡Quién podría tenerla entre mis brazos! Esta fue la preocupación principal de Benito desde este momento. Tiene que ser mía y cuanto antes.

 

A la misma hora de todos los días se encontró con Paula en la cuadra. De hoy un puede pasar pensó para si.

-Hace calor hoy. ¿Eh?.

-¿Le has echado pienso a los bueyes?

-Si, si.

-¿Y a las vacas que trajimos ayer del monte?

-También. Y también las he llevado al abrevadero.

-¿Tienes tiempo para ayudarme a llenar unos sacos de cebada para llevar a moler?

Paula no podía dar crédito a lo que estaba oyendo. El amo casi pidiendo las cosas por favor. Ya tenía el sí en los labios cuando Benito aprovechó para pasarle el brazo sobre el hombro. Paula con un movimiento rápido, se soltó  para ir en busca de sacos vacíos para llenarlos de cebada. A los dos minutos apareció con 12 sacos sobre el hombro, caminaba delante, moviendo las caderas. Sin prisa, medio en silencio cuando ya habían llenado y atado  6 sacos se oyeron las voces de dos peones que venían a realizar el mismo trabajo.

     -Buenos días amo.

     - Nos ha mandado Primitivo que preparemos unos sacos para moler. Comentaron mientras miraban maliciosamente a Paula.

     El mismo día por la tarde coincidieron de nuevo Benito y Paula en la cocina. Pasado un cuarto de hora volvieron a encontrarse de nuevo en la cocina, hacía un bochorno insoportable. Benito aprovechando la oscuridad, la frescura del lugar y el atontamiento que produce el calor sofocante de un día de verano a las 3 de la tarde intentó acercarse con palabras suaves a Paula. No consiguió más que una sonrisa complaciente. Paula estaba sentada en el banco corrido, Benito se sentó a su lado y dejó la mano encima de su pubis.

-Para, para.

-Se atrevió a decir mientras el rubor de su mejilla la delataba.

-No juegues conmigo. Dijo mientras se levantaba. No somos fruta del mismo árbol.

-Benito rompió el silencio, acercándose a Paula. No sé que hacer, lo que no he sentido por nadie, siento por ti.

-Paula sin mirarle salió apresuradamente de la cocina.

El 8 de abril alrededor de las 11 de la mañana Benito volvió de la pieza en busca de más patatas para sembrar. Nada más atravesar la puerta del patio se encontró con Paula que estaba echándole de comer al perro atado junto al portalón principal. Le pareció más guapa que nunca, con el pelo negro suelto.

Acarició al perro, y agarrando por la cintura a Paula le dio un beso corto en los labios. Paula también sintió algo especial y un escalofrío le recorrió el cuerpo.

Ayúdame a partir estas patatas. Las tengo que llevar a la pieza lo antes posible. Necesitamos dos sacos más por lo menos.

Paula sin decir nada, se fue en busca de un cuchillo. Benito le siguió con la mirada, gozando con sus andares. Se sentaron enfrente en dos banquetas. De repente Benito animado por lo que había sentido anteriormente, agarrando suavemente a Paula por el hombro la tiró al suelo. Sin perder tiempo le bajó las bragas, le apartó las piernas y se puso encima, con suaves movimientos hacia atrás y adelante se fueron abrazando y besando.

Se oyeron unos pasos, suaves como de mujer. Se quedaron quietos por unos instantes, sin respirar, se volvieron a oír los pasos retirarse tan suavemente como habían venido.

Los cuerpos se entrecruzaron, Benito intensificó los movimientos hacia delante y hacia atrás. Paula tan pronto como sintió la humedad en su cuerpo, extendió los brazos y de un golpe apartó a Benito de encima, para dejarlo tumbado boca arriba.

Se levantó, se subió las bragas y se fue.

 

Pasados 5 meses, la madre siguió con la mirada triste los últimos pasos de Paula en el pueblo. Paula salió del pueblo con la cabeza baja, sin mirar para atrás más que una vez para despedirse de su madre que se quedó en el umbral de la puerta con las lágrimas resbalando por la cara. No se llevó del pueblo más que el recuerdo de las lágrimas y el llanto desgarrador de su hermana la menor. Fue un viaje sin vuelta, como ella bien lo sabía. El resto de su vida la pasó en el convento de monjas clarisas de Pamplona.

Tan pronto como dio a luz un niño sano y regordete se lo quitaron para ingresarlo en la inclusa.


 
4. Oinordekoa
 
 
           
            Hamalau urte bete arte bazter guztiak gutxi ziren berarentzat, txokorik ezkutuena ere kontrolpean zeukan eta, inork zenbat gelatako etxea zen  ez bazekien ere, neskarentzat ez zegoen sekreturik. Hiru solairuko etxea, sotoa, dolarea, ikuiluak, abeletxeak, bihitegiak, lastotegiak, ganbarak, erdi-erdian zegoen patio handia...
            Askotan gomutetan  gurasoen etxea agertu arren, askotan etxe hartako gelak eta pertsonak ziren, batez ere, behin baino gehiagotan   ametsetan azaltzen zitzaizkionak. Amama etxe honetan neskame ibili zen, baita ama ere.
 
            Hamabi urte arte, tira! Mamuak nonahi eta edozein momentutan agertu arren, atxintxiketan eta bista aurrera jarrita, kasurik ez zuen egiten. Baina ilbeteko gau batean, herriko txakur bakan batzuek ulu egiten zutela, hormako gakotik zintzilikauta zegoen kriseilua hartuta, olio pittin bat botata, eskuineko eskuaz sutako makila punta goria kriseluaren metxara hurbilduz piztu zuen. Sukaldetik irteterakoan pasiloa ilun-iluna zegoen, hiru pauso aurrera eman ahala gainean hatsa pare parean sentitu zuen. Denbora askoan gihar bat ere mugitu ezinik egon zen, hotsa ere ez ateratzearren arnasa hartu ez nahian ibili zen. Alferrik, hatsa gero eta beroago ondo-ondoan.
Hau izutua hau!
Noiz erasotuko zain.
Kriseluaren gar lausoek ez zioten lagundu. Ez. Ilargiaren izpi mehe eta kriseluarenarekin nahastua pasilo luzeko ateak, hormak, altzairuak, gar mehearen lagun, mamu talde susmagarria zirudien. Taupadak kontrolatu ezinean, hamaika hatzek gonatik eta sorbaldatik helduta bezala, isiltasuna hautsiz Primitibok txistuka upelategiko atea  zabaldu zuen.
            Adin batetik aurrera beldurgarri egin zitzaion  etxe hura, une horretatik ilundu orduko izuek bazter guztiak eurenganatzea ezin zuen kendu burutik. Berdin zen goiko pisuetako eskailerak igo, sotorako korridore bukaezinera jo, neguko egurra gordetzeko eskaileretan behera hartu, aldameneko gelara joan, edozein tokitara jota ere  beldurrez dardarka ibiltzeko.
           
            Etxean neskame eta morroi asko zeuden, Paula maiorezgoarentzat eta etxeko gainontzekoentzat horietako baten zen. Beste bat.
           
            Egun euritsua zen, maiorazkoak Paula makurtuta enbor batez subajua suspertzen aurkitu zuen, gona ipurdiaren kontra estutuz oihalak ipurdiaren forma borobila agerian utziz, Benito kanpotik sartu zen blai eginda. Alkandora ate atzetik eskegi zuenean   begiratuek topo egin zuten.  Mutilari begiak Paularen biribiletara ihes egin zioten. Kasualideak kasualidade gau horretan tabernan gazteek Paulari lorei baino ez zioten bota, seguru ez zela lehenengo aldiz Paulari buruz hitz egiten zutela, baina bai Benitorentzat, ordea. Gau hartan, goiz oheratu arren loak hartu ezinik ibili zen ordutxikiak arte. Geroztik ezin izan zuen kendu Paularen irudia bere burutik.
 
            Aurrerantzean, Paularen gorputzarako soilik eduki zuen tenore. Erakargarria egin zitzaion. Bere besoetan edukitzeko ideia burutik uxatu ezinik zebilen. Hura bezalako hamaika neska -txiki eta mardula- dagoeneko dastaturik zeukan arren. Ez zen altua, ezta txikia ere, ertaina, tamaina-tamainakoa, sorbalda indartsua bezain zabala. Besoak sendo, haragi irmoak.
Zer plazer ipurmasaila gogor bi eskuekin estu-estu heltzea! Ez zeukan beste burutaziorik. Nirea izan behar da. Zer ote zeukan neska hark! Egun batean bere buruari galdezka zebilenean ikuiluan egunero bezala, elkarrekin topo egin zuten, baina egun horretan zerbait lortzea erabaki zuen. 
Bero egiten du gaur,  Paula. Idiei eman diezu pentsua?
Bai. Goizean
Eta atzo ekarritako behiei?
Bai. Baita ura ere.
Gari saku batzuk errotara eramateko betetzen lagunduko?
 
            Paula bere begiak zuloetatik atera beharrean zituela, ahopeka bai ahoan margotua zeukanean, Benitok pauso bat emanez  besoa sorbalda gainean paratu zen. Paula buelta emanda saku hutsen bila joateko aprobetxatu zuen. Laster garijoteko makina eta lasto-balak egiteko beste makina baten artean agertu zen hamabi saku eskuan, aurrea hartu zuen, mugimendu orekatua, ibilkera berezia agerian utziz. Ibilkera bitxia, soseguz, dotore, presarik gabe, pauso motxak, erdi saltoka, erdi korrika emanez.
            Bi saku bete bezain pronto, ahots batzuk entzun ziren gertu samar, agur aukerari. Bi morroi Benitok eta Paulak egiteko lana prest agertu zirelako. Paula eta Benitori begira, irri maltzurrez.
            Sei edo zazpi  antzerako saio antzu suertatu ondoren, maitekiro egitearen  bidea agortua, arratsalde batean sukaldeko sisiluan bere ondoan eserita eskua gonaren gainean pubis aldera jarri zuen.
Et, et, et lagun!
Estimatua zara. Baina zuhaitz mota desberdinen fruituak gara.  Nahi duzun adina emakume dauzkazu! Otoi!
Ez egin jolas nirekin.
Alditxo batean isilik geldi eta gero, ahotsa sentimenduz gainezka erabiliz, ondoan jarriz Paulari maitekiro hitz hauek luzatu zizkion: zer egin eta nondik jo asmatu ezinean nabil, inorekin sentitu  ez dudana sentitu nahi dut zurekin. Bihotza preso daukat, ezin naiz bizi…
Badakizu zer egin behar duzun, orduan.  Paulak, serio, aurpegiko gihar bakarrik ere mugitu gabe erantzun zion. Jauzi baten bidez Benitori begiratu gabe sukaldetik ihes egin zuen.
 
            Asteak etorri eta asteak joan,  arratsaldeko sargori batean, ilunetasuneko su ederrak sortzen duen logura, suak ematen duen isiltasuna eta bero-beroa  aprobetxatu nahian neskaren goxamena lortzen jarraitu zuen. Dena alferrik, saio guztiek porrot egiten zuten. Irri alaiak eta hitz goxoak, besterik ez zuen lortzen neskarengandik.
 
            Apirilaren zortzian goizeko hamaikak inguruan Benitok berriro etxera bueltatu egin behar zuen ereiteko patata batzuen bila. Patioko ataritik sartu, kateatua zegoen txakurrari janaria ematen aurkitu zuen Paula, inoiz baino sarmantago. Ile beltzarana solte zeukan. Ahurraz Txakurraren burua  laztandu ondoren, ikuiluetako atarian Paularen gerriari heldurik ezpainetan musu ematea lortu zuen, ez zen izan luzea baina, bai atsegina. Besoetako azala oilo-ipurdi eta hotzikara sentitu zuen.
 
            Lagundu patata hauek zatitzen. Aitak saku erdi bat gehiago beharko dugula esan dit.
 
            Ezer esan gabe labanaren bila joan zen. Bere atzetik jarraitu zion begiradaz, haren ibilkeraz gozatzen. Eseri ziren aurrez aurre bi aulkitxotan, gizonak barruko gogoari ezin izan zion eutsi, arestian sentitu zuenaz animaturik Paulari lepotik helduz lurrera bota zuen, bere gainean jartzeko, denbora galdu gabe kuleroak jaitsi, izterrak zabaldu zituen, atzera-aurrera mugimendu orekatu eta suabeaz gainera jarri zen. Zarata batzuk, oin-hotsak, pauso arinak igarri zituzten hurbil, bat-batean arnasa etenez isiltasuna egin zen, hurbiltzen ziren pausoak eten ziren eta urutiratzen sumatu. Emakume baten ibilkera iruditu zitzaien. Ipurdian gora eta beherari ekin zion, haziaren hezetasuna eta lehenengo kolpea sentitu bezain laster, isuria barruan  ailegatu ez zedin besoaz erabiliz haren gainetik bota zuen.
            Han utzi zuen, luze, etzanda, zakila tente bistan.
 
***
 
            Hiru hilabete ondoren, amak triste jarraitu zuen Paulak burumakur egindako azken metroak bideko biran begien bistatik galdu arte. Paularen ahizpa txikia negarrez ari zen. Ahizparen negarrak isiltasuna hautsi zuen.  Herritik eta etxetik amaren eta ahizparen malkoak besterik ez zuen eraman, nahiz eta itzuligabeko bidaia izan,  Iruñeko Monastegira betiko moja bidali baitzuten.
 
***
 
            Ume sendoa erditu bezain pronto eskutik kendu zioten inklusan umezurtz uzteko.

     Gerardo Luzuriaga

 


 

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