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20/09/2005

5. Un día cualquiera

  
Primitivo como la mayoría de los habitantes del pueblo era un cazador empedernido. Especialmente los domingos,  lloviese, nevase o hiciese el tiempo que hiciese no era impedimento para salir  en busca de cualquier animal salvaje  por los montes de los alrededores. Con el pasamontañas calado hasta los ojos, la escopeta colgada al hombro, la navaja metida en la faja,  y el el zorrón bien lleno de comida salía de casa chiflando para no volver hasta bien echada la noche. A la vuelta los lamentos de su mujer se oían en todo el pueblo. ¡Pero no sabes volver antes! ¡El día menos pensado tendremos que volver a salir a buscarte!
Las andanzas de Primitivo eran de sobra conocidas en los pueblos de alrededor. Sus correrías se hicieron famosas en Navarra, Álava y en media Rioja. Hasta en los días más duros  del invierno se pasaba  dos o tres días sin volver a casa, duermiendo  entre la hojarasca y los bojarrales.
Famosas se hicieron sus cacerías contra jabalies y zorros. A pesar de tener a los guardias al acecho, no era extraño ver a Primitivo regresar con jabalies de gran tamaño muertos con su navaja, sin haber usado la escopeta para no atraer la atención de los guardias.
 
En una ocasión todo el vecindario, hasta los mozos de catorce años  nos vimos obligados a salir en su busca. Llevaba 7 días sin volver a casa con una nevada de metro y medio. Cuando ya todos pensabamos lo peor, cuando ya la mayoría habíamos decidido bajarnos para el pueblo, pues la noche se echaba encima, apareció Primitivo que subia por el camino de Costalero, junto a Fuentes Altas chiflando y cantando como si nada. Había pasado toda la semana bien comido y bien caliente en casa de unos familiares de Orbiso.
 
Como todos los domingos, éste también salió después de misa a cazar perdices con su perro. Cargó la escopeta con dos cartuchos de mostacilla del 8 de la marca “el gamo”, después de bajar el camino del prado, cuando iba a tomar el camino de lluvinales  oyó el ruido de las perdices volando, descolgó la escopeta del hombro, se dio la vuelta y tiró los dos tiros casi sin apuntar hacia el maizal donde habían ido a refugiarse las perdices. Al instante se oyeron los gritos de una joven que estaba por lo que parece haciendo sus necesidades en el maizal.  
 
Con tan mala suerte que algunos perdigones sin fuerza se incrustaron en el culo de la recién licenciada maestra en la Universidad de Zaragoza.
 
Se reunió el ayuntamiento y como no podía ser de otra manera, el pueblo acabó pagando el infortunio de Primitivo. En este momento comenzó el infortunio  para todo el pueblo. Caro pagó el pueblo la desdicha de Primitivo.
 

Entre el alcalde, el secretario y el cura lo arreglaron todo. Nombraron a Resurre maestra perpetua del pueblo, 50 años estuvo de maestra. Maestra sin vocación. La única filosofía que conocía era la de la letra con sangre entra, y bien que la puso en práctica. Ningún niño, ni niña logró aprender a dividir,; sin embargo los castigos, y los malos tratos con las varas en las palmas de la mano y la cabeza fue la única  filosofía que fue capaz de enseñar. Con ella se acabó la educación oficial para siempre.

Gerardo Luzuriaga
 

 
 

Comentarios

Está buena la historia Gerardo, aunque por el giro que toman las andanzas de Primitivo la podríamos titular, "las oposiciones de la Resu", o "cómo llegar a funcionario con la guardia baja". Menos mal que fueron unas perdigonadas flojicas, vamos unos perdigones sin fuerza que antes de acabar pasto de las ovejas encontraron en su camino la frescura de unos músculos relajados. De cualquier modo pobre Resu, lo que habrá pasado esa pobre mujer con sus alumnos, no me extraña que los tuviera a ralla con su regla. Esto de la regla ha sido un gran invento para los docentes, una sencilla herramienta de dibujo y medida que, sin duda, revolucionó los métodos pedagógicos más avanzados en la estimulación de alumnos torpes e indolentes. Hay que imaginarse a las inocentes criaturas gritándole a la pobre Resu:-Seño!, nos ha dicho el Primitivo que nos enseñe las perdigonadas.
La historia de Primitivo y su pasión desmedida por la caza es real como la vida misma. En el bar del pueblo nunca se habló de sexo o política, sólo de trabajo y caza.

Anotado por: José Luis | 23/09/2005

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