Ok

By continuing your visit to this site, you accept the use of cookies. These ensure the smooth running of our services. Learn more.

12/10/2005

Sin prisas: un día cualquiera en el pueblo

A las 11 en punto, como todos los días salgo de casa en busca de Florencio, Benito, y Felipe. Acaricio el perro  que está tendido al sol enfrente de la puerta. ¡Qué raro, a pesar de llegar cinco minutos tarde no hay nadie esperando! He mirado de nuevo a mi “Folch Mar”, no es extraño, me he dicho hace un bochorno insoportable. ¡Quién es capaz de resistir esta chicharrina! Pasados diez minutos, cuando ya comenzaba a impacientarme aparece Felipe, cojeando como de costumbre, pues había perdido un pié en la Guerra Civil.  Inválido de guerra para cobrar. Pero uno de los más hábiles para andar entre los setales y recogiendo biércol para hacer las escobas. El único que sigue usando tabaco picado cuarterón. 
 
                Pasada media hora llega Florencio.
¿Habrás dormido bien, no?
De primera, ¿qué se puede hacer sino con este calor?
¿A qué se debe esas sonrisas?
¿Risas?
¿Con quién has soñado? Le he preguntado maliciosamente.
¿Acaso has soñado qué eras el rico del pueblo?
No me ha respondido. Ya que he acertado de medio a medio. Se le nota que ha soñado ser el amo del valle.
 
Aprovechado la sombra de los árboles, y siguiendo el ritmo de Florencio, -cada día le cuesta más andar, hoy hasta arrastraba  la pierna derecha- paso a paso hemos llegado hasta un peñasco junto al camino, donde hemos aprovechado para tomar un nuevo respiro de un cuarto de hora, mientras Benito y yo nos liamos un cigarrillo
 
No sé si se debe al cansancio o a la ilusión de ver que nos vamos acercando a la vieja fuente hace que se los latidos del corazón se hagan más palpables.  La fuente está igual de cuidada que cuando la dejé. El caño sigue protegido con la misma media teja. 60 años y sigue todo igual.  He bebido un buen trago del chorro, aunque lo mío  me ha costado agacharme hasta el chorro de la fuente.
 
Benito nos sigue unos cuantos metros por detrás.  El camino de vuelta lo hemos hecho casi sin esfuerzo, gracias a las anécdotas que nos ha recordado Benito, como si le hubiesen sucedido el día anterior. Comenzó ¿Recordáis el día que se me escaparon las vacas cuando las llevaba la pilón a beber agua? No tenía todavía ni 12 años. No sé a que se debió pero en vez de tomar el camino de casa como todos los días, tomaron el camino de Otiñano. Cuando parecía que ya les iba a tomar la delantera, y lograría cerrarles el camino, echaban de nuevo a correr. Así llegaron hasta el río Odrón, donde inexplicablemente se dieron la vuelta, y no es que fuese por el caudal del río, pues era verano y justo corría un riachuelo sin caudal.
 
Sin interrupción alguna continúo. ¿Os acordáis del señor Undo?
¿De Veremundo? Pregunto Florencio.
Sí, sí del que vivía junto al nogal de la Pinta.
Cómo no nos vamos a acordar. Respondió Florencio.
Aquel hombrón de dos metros, de unos 160 kilos, con los pantalones en las rodillas, con el culo medio al aire.
Ya sabéis como durante el verano solía venir de peón a nuestra casa. No había otro en todo el valle que tuviese tanta fuerza como él. Nadie del pueblo resistía más de dos horas en la aventadora que se trajo de Vitoria de la fábrica Ajuria. Undo, sin embargo, agarraba la manivela con las dos manos y vuelta tras vuelta, cada vez cogía más velocidad, con lo que separaba una gran cantidad de grano. Eran necesario que dos de los peones más finos estuviesen echando cunachos de paja con grano.
 
Pero no sólo era especial en el trabajo, también lo era en la bebida, al cabo del día se bebía siete litros de vino como nada.
 15. Betikoa
 
                Plazer handia eman dit aspaldiko lagunak agurtzea, nire adinekoak batik bat  Benito, Florentzio,  Felipe eta ez gehiago, gehiagorik  ez, ez baitira gelditzen, halaber gogoko dauzkat garai bateko gomutak gogoratzea. Gogoan dut, pertsona bat ikustean, etxearen bazter batean erreparatzearekin bat garai batean bizi izandako gomutak berriro berpiztea. Frantziskarekin amets sentsualak eduki nituen bazter horiek  ikustean zirrara ikaragarria eman dit,  utzi nuen moduan aurkitzeak aspaldian gozatu nuenaren bikoitza gozatzea suposatzen duelako.
 
                 Bitxia da lehendabiziko egunetan bizitzen ari naizena, gaztaroaren bizipenak berriro gogoratzea. Ia-ia inor ezagutu ez, baina ez zait egiten  beharrezkoa galdetzea zer familiatakoa den, izenak jakinda ez ondo dakit zeintzuk ziren bere gurasoak, bere aiton-amonak. Hitzegitean ezpainen erak, ilea kiribildua, beltz-beltza, sudurra zabala, gorputz usaina, egia esateko ez zait  beharrezkoa azterketak biologikoak egitea aitatasun-amatasunaren sorburu genealogikorik asmatzeko. Antza fisiologikoaz gain bitxia da zer antza psikologikoa daukaten etxeko berekoen artean, hitz berak erabiltzen dituzte, pentsatzeko era, ibilkera,  imintzaok, begien keinuak espero nituen bezala egiten baitituzte.
 

                Lehendabiziko egunetan gaztaroan ibilitako lekuak aztertuz orduak ematen ditut, bazter guztiak miatzen ditut metroz metro oraina eta iraganaren nahastearen plazerra  gozatuz. Zer plazerra sentitzen dudan bide ondoko ezpel mordosken artean galtzean, ezagutu nuen zuhaizkaren kabia atzera topatzean, sustraiak harkaitzetan duten zuhaitzaren itzalean atsedena hartzean. Zer atsegina, zer poza dena espero nuen bezala aurkitzea. Basoko bideak, harkaitzak, belarrak, zuhaitzak, iturriak, landariak, perretxiko lekuak. Dena berdin aurkitzea, alegia.

Gerardo Luzuriaga Sánchez

 
 

Los comentarios son cerrados