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21/06/2006

Navarra (I)

He aquí una reflexión sobre Navarra. No es la primera vez que lo hago, es más hace unos años publiqué un artículo extenso con el título “Navarra es vasca”. No tengo intención de repetir lo ya dicho en aquel artículo, tampoco tengo un guión de lo que voy a exponer, por lo que es fácil que las ideas aparezcan algo desordenadas.

 

También en este mismo blog hace unos meses escribí  cuatro artículos sobre Navarra. Tampoco tengo ninguna intención de repetir lo expuesto en aquellos artículos.

 

  1. Identidad de los navarros y de Navarra.

     

 

 

Navarra, no se crea en el siglo XIX, ni en el siglo XX, ni mucho menos en este siglo XXI  sino que existe como comunidad, como pueblo desde épocas remotas. Ha poseído una personalidad inconfundible, una  historia propia y peculiar, es más ha funcionado como país. Los vascos tuvimos nación desde antes que España existiese. Los romanos llamaron al territorio navarro Vasconia, y ya en el siglo XVI aparece el termino Euskal Herria en varios textos de los escritores Lizarraga, Axular, Lazarraga...

 

 

 

 

 

En este artículo no me voy a extender con citas bibliográficas, ya que son tantos y tantos los historiadores que han tratado  el tema, por lo que he optado por realizar una serie de reflexiones personales, sin el apoyo documental de infinidad de textos y bibliografía ya tradicional que podrían hacer más claras estas líneas. Por tanto he obviado los  razonamientos de políticos, escritores, filósofos e historiadores navarros de todos los siglos e ideologías. 

 

Sin duda, Navarra y los navarros hemos contado con una identidad peculiar desde tiempos remotos, y seguimos conservando dicha identidad... pero en un mundo de globalización total, en que los cambios surgen de un día para otro, en que las diferencias se van limando, no es extraño  que poco a poco se vaya perdiendo la verdadera identidad y se vayan resaltando los aspectos más superficiales, que en muchos casos pueden rayar en lo grotesco, al perderse los verdaderos aspectos inherentes a la  identidad de un pueblo, para ir realzando aspectos superficiales y en cierto modo también artificiales. La identidad no es una característica que se pregone y se proclame, sino que es una virtud más íntima y espiritual, que se tiene o no se tiene más o menso. Y no por más proclamarla se tiene. Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Así es, el actual proceso globalitario nos lleva a una uniformización cultural y a la aniquilación lingüística e identitaria en general, y Navarra no está exenta de este proceso universal.

 

Los navarros hemos mantenido una serie de valores, que nos diferencian de otras culturas, son las costumbres, la lengua, el fuero. Leyes propias, soberanas, no impuestas por otros gobiernos…

 

 

 

Lengua.

 

Hasta principios del siglo XX, la lengua vasca ha sido uno de los pilares identitarios de los navarros. Casi todos los navarros, de todas las ideologías y clases sociales nos hemos sentido orgullosos de haber conservado siglo tras siglo una de las lenguas más antiguas de la civilización occidental. Así es como la lengua vasca es  un valor inherente, propio e inseparable a lo navarro, hasta en las zonas que había desaparecido en siglos anteriores, es  sentida y admitida por la mayoría de los navarros de todas las zonas geográficas.

 

 

 

El autogobierno y la existencia de unas instituciones propias y los fueros.

 

Una de las principales peculiaridades ha sido la conservación del fuero. Es de todos conocido que Navarra fue reino con dinastía originaria hasta 1512, reino que acuñó moneda hasta 1837, y hasta 1840 gozó de virreinato,. Año en que  se suprimen  las Cortes navarras, desaparecen  las aduanas del Ebro, para muchos es con la ley paccionada cuando realmente se pierden los derechos tradicionales navarros. Aunque en honor a la verdad desde que Navarra fue invadida y conquistada (1512) por los castellanos, ha habido una corriente navarra, no mayoritaria en la sociedad, aunque si la más privilegiada, aliada con los vencedores y con los que ostentan el poder, que no dejó de alabar la conquista española aplaudir y defender  a los invasores y colaboracionistas, personificados en el conde de Lerín. Tendencia que se ha mantenido hasta hoy día.

 

(Continuará)

 

 

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