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12/08/2009

Escolapios

El colegio se fue llenando de postulantes de todos los pueblos de alrededor. Entre un listado interminable he aquí unos pocos, los más cercanos a mi pueblo:  Luis Angel Crespo Morentin de Azuelo, Emilio Remirez Yaniz y sus primos de Asarta, Victor Alvarez de Eulate y su hermano mayor, Sainz de Ubago,  Alvarez y Carrasco de Mendaza, Monreal y los hermanos Gaston de Mues,  Poli Yaniz Eguilaz, Vitorino, Idelfonso Perez y su hermano, los hermanos Barrena de Barindano, Jesus Mari Alvarez de Eulate del mismo Eulate, De los pueblos de las Ameskuas la lista es interminable, lo mismo que de cualquier pueblo al sur de Estella, por lo que no menciono más que alguno que otro, Andueza e Irurzun, Angel Iturri y Echeverria de Aroniz, Jesús Fernandez Echegaray de Muniáin de La Solana,  los hermanos Iñigo, y Morras de Sesma, Manolo Lana y los hermanos Alecha de Murieta, Casi de Mendilibarri, los hermanos Acha y Luzuriaga de Nazar, Francisco Lopez de Dicastillo de Oteiza, Fernandez de Torralba, Luis Las Heras, Labeaga, Estenaga, Marrañón de Espronceda, Martinez Orcoz de Aguilar de Codés, en definitiva más de cuatrocientos niños de los pueblos de los alrededores de Estella nos juntamos en el Colegio de los Padres Escolapios.

A decir verdad, la nostalgia de nuestros pueblos nos abrumaba, a unos más que a otros. En las dos primeras semanas más de diez alumnos no pudieron resistir más y optaron por coger el camino de vuelta. Para entonces el patio se había llenado de balones y de niños jugando al fútbol. El patio se convirtió en un hormiguero de niños con batas de todas las medidas, detrás de un balón de plástico duro, ya no había sitio libre, todo el patio estaba ocupado. El patio se parecía más a un manicomio, alrededor de quinientos niños corriendo y gritando, ni el ruido y los silvidos del tren se apreciaban ante tal griterio. Por el contrario cuando la llegada o salida del tren se realizaba cuando estábamos en clase el estruendo era insoportable, hasta las mesas de las clases y las paredes parecía que se movían. !Cuántas veces me llevaron las entradas y salidas del tren hasta el pueblo!  

En aquellas noches interminables, me escurría entre las vías y subía de incógnito a los vagones y en un abrir y cerrar de ojos me hallaba en el pueblo entre mis amigos en los lugares más apreciados. Durante el dia, sin embargo no había lugar para la imaginación, desde el primer momento de la mañana todo estaba predestinado, no existía ni un solo segundo de libertad, todo estaba organizado. Desde el dormitorio salíamos alineados en dos filas para la iglesia, de la iglesia al comedor, del comedor a las clases... En un completo silencio y en fila de a uno nos movíamos por las dependencias del colegio, no había nadie que anduviese por los pasillos. Todo era orden y disciplina. A golpe de silvato la gran culebra se movía de un lugar para otro. Un golpe de silvato hacía el silencio total, estaba prohibido hablar en todas las dependencias, el silencio era la marca de la casa, tan solo se nos permitía las conversaciones en las horas de patio, tan solo en el comedor se nos permitía durante unos cinco escasos minutos hablar entre los compañeros, el resto del tiempo un alumno nos deleitaba con trozos de la biblia o el libro de Navarro Villoslada Amaya y los vascos.

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