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23/09/2009

Tolosa

Finalicé el tercer curso sin problema alguno, ni en las notas ni tampoco en lo que respecta a las expulsiones que seguían siendo habituales tanto durante el curso como especialmente con la llegada de las vacaciones.

 

Llegó el momento de hacer el cuarto curso. Dejamos Estella por Tolosa, mejor dicho por Orendain, un pueblo precioso en las estribaciones del Txindoki. El viaje fue una odisea, de Nazar a Estella, allí cogí la Estellesa para San Sebastián, el viaje duraba casi tres horas. La primera vez que atravesaba la línea de Abarzuza, pasé claro está con el autobús por Ibiricu, al lado de Lezaun, seguimos carretera arriba, atravesamos interminables cercas de piedras con vacas y caballos pastando. Un terreno y un clima que me era del todo desconocido. Llegamos a las ventas de Lizarraga, el túnel, la bajada  inacabable con sus curvas de 90 grados del puerto, atravesamos el pueblo de Lizarrabengoa, llegamos a Etxarri Aranaz, donde mi madre tenía unos tíos y primos. Me llamaron la atención las casas unifamiliares de la entrada de Etxarri, y a la salida el paso de las vías del tren. Y de nuevo a ascendimos otro puerto estrecho y cerrad, Lizarrausti, en la cima del puerto nos encontramos con un bar una casa de camineros con un letrero encima de la puerta con estas palabras grabadas:Diputación de Gipuzkoa. Nos adentramos en Gipuzkoa, por Ataún, un pueblo alargado, un barrio, otro y otro más… por fin pasados los pueblos de Lazkao, Beasain, Ordizia, Itsasondo, Legorreta, Ikaztegieta, para llegar a Alegia, donde me bajé en el arcén de la carretera.

 

De allí me dirigí andando cuesta arriba con una maleta hacia Orendain. Pasé tres curvas, el primer coche que pasó me cogió y me subió hasta el mismo Colegio. Fue un seiscientos blanco, un señor de pelo también blanco con un acento extrañísimo y que no acababa las frases. Al convento vas pues, me dijo. Sí le contesté, y después me estuvo comentando que nosotros si que vivíamos bien, todo hecho y sin preocupaciones. Asentí a todo sin entender en exceso de lo que me quería decir. No fue la única vez que me cogió este señor a dedo en su seiscientos.

 

Curvas y más curvas cuesta arriba entre arbolado, por fin se abrió el paisaje, aparecieron los caseríos al lado de la carretera, construcciones enormes y bien cuidadas, rodeadas de árboles frutales, especialmente manzanos, y todo verde. Verde y más verde, con sus ovejas, caballos y vacas pastando.  En la cima se veía una iglesia y cinco o seis casas juntas. Le pregunté eso es Orendain. Me dijo todo esto es pues Orendain, queriéndome decir que los caseríos por los que estábamos pasando también eran Orendain. Me dejó en la entrada del Colegio.

 

Primera sorpresa no había puerta, todo estaba abierto, el Colegio estaba  en el extremo occidental del pueblo, en la cima, desde donde se divisaba toda la parte occidental del valle. Baliarrain, Gaintza, Abaltzisketa, Larraitz y al fondo a escasos cuatro kilómetros el majestuoso Txindoki. Qué cambio! la jaula de Estella a los campos abiertos de Orendain.

Ikazkina

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