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29/09/2009

Escuelas Pías

Fueron años en que no paraba de llover, los partidos los jugábamos en el campo completamente embarrado. Los días que no se podía jugar a fútbol, y ya nos habíamos cansado de jugar a pala en el frontón un grupo de cinco alumnos nos calzábamos las botas de monte y nos poníamos el chubasquero y nos recorríamos los montes de los alrededores. El Txindoki era nuestro hobby. Lo subíamos desde todas las laderas, una de las rutas que más me gustaba era la de Amezketa, con unas cascadas de cola de caballo impresionantes y las vagonetas de la antigua mina colgadas entre las peñas. Recuerdo un sábado con una nevada de más de medio metro que un grupo de ocho nos fuimos desde Orendain hasta San Miguel de Aralar, la vuelta andando no la hicimos más que cuatro, el resto bajo hasta Huarte Arakil en busca del tren.

 

Llegó el momento de realizar COU, comenzamos el curso Yániz de Desojo, Iza de Etxarri Aranatz, García de Eulate de Eulate, Barguilla de Iruñea, Esparza de Tirapu, Etxegarai de Muniain de la Solana, y yo de Nazar. Curso que resultó del todo interesante, por de pronto las clases fueron mixtas. La clase se llenó de chicas que venían del colegio de monjas. Estoy casi seguro que no fuimos nosotros los más abochornados con este principio de curso tan inesperado. De todas formas el curso se presentaba prometedor, y lo fue en todos los sentidos. Fue un año de gran confusión. A varios, por no decir a todos los aspirantes a curas nos invadieron las dudas. ¿Tendríamos la suficiente vocación para seguir de sacerdotes? ¿O era un espejismo que nos lo habíamos creído sin hacer una profunda reflexión? Fueron meses de bastante tensión en los que los padres que teníamos al lado nos apoyaron en todo momento, sin aturdirnos en exceso y aconsejándonos con recomendaciones apropiadas, por ejemplo a mí, una vez acabado COU, me recomendaron que fuese un tiempo fuera y que siempre tendría las puertas abiertas… 

Gerardo L.

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