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29/07/2010

Corridas de toros no.

Toros si. El toro es un animal bravo, fuerte y elegante. ¡Qué más bello que ver un toro con sus cornamenta y su poder! Corridas no.

 

Nazar, Berrotza y Navarra a priori no parece el lugar idóneo para ir en contra de las corridas de toros. Pero he aquí un detractor, como espero que haya muchos.

 

Berrotza, situada en la zona media de Navarra, por lo que limita con la Ribera. Mués, el pueblo más al sur del valle, no dista más de cuatro kilómetros de Urantzia (Los Arcos), que aunque también pertenece a la zona media, para nosotros los un poco más al norte ya está en la muga, aunque a decir verdad todavía hay que descender kilómetros y kilómetros para adentrarnos en la Ribera Navarra, pero la realidad es que ya percibimos en el habla  los habitantes de Urantzia ciertas características ribereñas, al igual que el clima una vez pasado remojapán ya se hace más pegajoso y caluroso. El gusto por las vaquillas en Urantzia (Los Arcos) es notorio.

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De todas formas centremos el tema. Una cosa son las vaquillas y otra las corridas. Se tratan de dos actividades diferentes, y que bien pueden subsistir la una sin la otra, como viene siendo habitual en la mayor parte del País Vasco, y también en Urantzia y los pueblos de alrededor, donde las fiestas giran en torno a las vaquillas y no existen corridas de toros.  Aunque los interesados de que no se prohíban las corridas unen ambos acontecimientos, con el fin de aglutinar más adeptos a favor de su causa.

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Desde una perspectiva rural, la mía, los animales han sido el sustento de la población, y por tanto nunca ha existido inconveniente alguno en explotarlos para conseguir todo tipo de beneficios. Es por ello que no nos escandalizamos al verlos sufrir, aunque sin embargo, si nos llama la atención la crueldad con que se trata al animal en la plaza de toros hasta el momento de su muerte.

 

El mundo rural está preparado para matar el cerdo, que nos ha acompañado y lo hemos alimentado durante todo el año; a matar un cordero o un cabrito con los cuales hemos estado correteando y jugando hasta el día anterior; a acabar con una camada de perros o gatos recién nacidos, con sus ojos medio abiertos; a meter en el camión del tratante el ternero o el potro con el que hemos corrido por los prados…

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La explotación y la muerte de los animales la entendemos como algo necesario, por lo que la muerte de un animal la entendemos como algo natural, y la mayor parte de las veces no nos causa impresión alguna. Esto no quita para que el trato mantenido con los animales haya sido siempre de completo respeto, basado en el cariño y en su máximo cuidado. El labrador ha sabido entender que su subsistencia y desarrollo se basaba en el entendimiento mutuo y en el apoyo de los animales, por ello el trato dado ha sido siempre exquisito, hasta considerarlos como un elemento más de la casa. Un buey bien cuidado y alimentado rendía el doble que uno enfermizo y debilitado…  

 

Pocos serán los labradores que vean como algo normal una corrida de toros. Aunque entiendan que el beneficio que se saca con las corridas de toros sea grande, tanto económicamente como políticamente. El mundo rural se ha aprovechado de los animales, es más sin ellos hubiese sido imposible haber llegado hasta donde ha llegado la sociedad; pero siempre ha sido un aprovechamiento ético, sin maltrato y con una justificación o un fin claro.  En los tiempos en que los caballos, burros, bueyes y vacas quedaban exhaustos tirando del arado, la narria o el carro, los campesinos no llevaban mejor suerte. Ha sido una simbiosis entre animales y personas.

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Recuerdo la primera y última vez que acudí a una corrida de toros, pues no he acudido más que a esa. A pesar de que la compañía era incomparable tengo que decir que el acontecimiento me pareció lo más cercano a la tortura de un animal… De esto hace ya años y años, fue en la plaza de Iruña. Sólo ver salir la sangre a borbotones de los pobres toros fue suficiente para no ver ni una corrida más por televisión.

Gerardo Luzuriaga

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