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17/12/2012

Azuelo (I)

Hoy voy a loar las maravillas de un pueblo pequeño, Azuelo.  Tal vez muchos de los que leéis este blog no conozcáis este bonito y encantardor pueblo navarro a unos cinco kilómetros de Otiñano, que está al otro lado del valle de La Berrueza. Ubicado en un lugar privilegiado con unos paisajes inigualables, bajo las grandes peñas de la Sierra de Codés y al lado de las dos rocas encantadas de las Dos Hermanas.

Pueblo pequeño, cada año un poco más. En los inviernos no llegarán a los 30 vecinos, he dicho treinta, no no llegan a las 30 personas las que viven en el pueblo. También a Azuelo le ha ocurrido lo mismo que al resto de pueblos de la zona. La industrialización hizo que los labradores dejasen los arados y bravanes y se fuesen a las fábricas y construcciones de la ciudad. Entre ellos mis tres tíos, Ireneo, Eugenio y Jesús, con todas sus familias.

Quién ha visto estos pueblos y quien los ve ahora. Donde todas las casas, todas estaban habitadas y en cada casa había de media unas 12 personas. Eran casas bien pobladas. Abuielos, tíos y tías solteras, padres y hermanos y hermanas. Lo dicho de media unas 12 personas. !Qué tiempos aquellos¡

En cada casa casi había más habitantes que hoy entre todas las casas del pueblo. Igualmente las calles estaban llenas de vida, la escuela llena de niños y niñas con la Paca de maestra, en la iglesia se llenaban todos los bancos. Conocí dos bares, una tienda, las salinas en marcha, rebaños de ovejas y cabras,  los pajares llenos de paja por muy a las afueras que estuviesen.

Azuelo, un pueblo más de esta Navarra Media, que le ha tocado sufrir tanto durante la historia, no en vano ha sido frontera durante siglos con las tierras castellanas. Y a pesar de que son pocos los kilómetros que les separa de los pueblos de La Berrueza y de Kanpezo tienen peculiaridades diversas tanto en la forma de hablar y en los términos que usan como en las costumbres. Conozco, mejor dicho conocí de cerca Azuelo, mi madre es de allí. Y yo mismo viví unos tres meses cuando tenía unos siete años. Tengo recuerdos precisos y preciosos de aquella época, aunque la escuela con la Paca no eran fáciles, y tampoco con el cura, aunque no recuerdo quién era en esos momentos, a pesar de que mi abuelo y mi tío eran los sacristanes, no teníamos al cura ni Santiago ni yo de nuestra parte, y era más que normal que nos arrease algún que otro castigo y algún que otro tortazo.

A pesar de la cercanía entre Nazar  y Azuelo, dos pueblos que vivían las mismas miserias, pero a mí me parecían pueblos de costumbres diferentes, y si que es verdad que los terrenos de labranza, hasta los animales me parecían diferentes los de un pueblo y los del otro. Recuerdo los caballos del tío Jesús, la burra del tío Ireneo, las cabras de mis tios y me parecían diferentes a los de Nazar. !Y que decir de la tienda de la Catalina, de la Iglesia, con los retablos más cercanos, el lavadero, hasta el agua y el ruido de la fuente me parecía distinto¡ El frontón, el cual era y es la pared de una casa, con la ventada tapada con una red de alambre. Hasta las personas especiales, raras o trastornadas eran completamente diferentes, las de Azuelo me daban miedo las de Nazar me parecían cercanas y afables. Recuerdo a Jesús el tonto, que se paseaba por los alrededores  del frontón, hombre delgado con pantalones con petachos.

G. L.

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