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06/12/2015

Gabino (19)

Benito
 
A los pocos días, un día cualquiera a Benito se le olvidó andar. Se le metió en la cabeza que no podía andar, y no fue capaz de dar un paso más. Desde este día no tuvo un instante bueno. Los últimos días los pasó insultando y ordenando a los peones, aunque para entonces no tenía ya peones. Eran otros tiempos, tiempos de tractores y cosechadoras. Si no hubiese sido por la tristeza que daba ver a Benito en esa situación, diría que oír las salidas de tono y las expresiones ya en desuso de Benito hasta se hacían divertidas.
 
Se nos fue. Como vivió murió, gritando, bravucón y faltón. La víspera de morirse fuimos a visitarlo, justo abrió los ojos.
 
A los dos días celebramos el funeral. Siete curas concelebran la misa. Entre ellos, un obispo de Espronceda que ha pasado los 15 últimos años en Mozambique en las misiones. Ha venido una gran cantidad de gente. Como no se conocía en la zona desde muchos año, jóvenes y viejos, naturales y de fuera, ricos y pobres.
 
El día sin embargo es invernal. Llevaba ya dos meses sin llover, sin caer ni una sola gota. Hoy, sin embargo, la tormenta ha sido de las que pocas veces se han visto por este valle. Especialmente a la hora de trasladar el ataúd a la iglesia, ha comenzado a diluviar. Disimuladamente se han ido los congregados en busca de refugio. Medio minuto después no nos hemos quedado más que 10 amigos y familiares bien resguardados en los paraguas. El cura principal, el del pueblo ha pedido un paraguas, ante la reprobación con la mirada del cura joven que tenía al lado sufriendo la chaparrada estoicamente. El vendaval, los truenos, rayos, y tromba de agua no han parado hasta que se ha acabado la ceremonia.
 
Ha llegado el momento del sermón. Las palabras del sacerdote del pueblo, su sobrino, no han podido ser menos acertadas. No solo para los vecinos y bien conocedores de las andanzas juveniles del difunto, sino también para el resto de los congregados. El cura del pueblo anticuado y retrógrado no ha tenido mejor idea que recordar los tiempos pasados y olvidados de la guerra. Podemos tener la seguridad que nuestro difunto Benito está a la derecha de Nuestro Señor, ha comenzado el sermón, y está a la derecha, ya que durante su vida no ha cumplido más que con lo ordenado por Él. Y ha seguido alabando las fechorías realizadas por Benito y los suyos en nombre de Dios, subrayando que todo lo que Benito ha hecho en la vida ha sido en contra del comunismo y por el bien de la paz, la justicia y la religión. En los bancos de atrás, donde estaban los hombres se ha oído un murmullo, pero al párroco le ha dado lo mismo, ha seguido y seguido alabando el pasado de Benito.
 
Ni a los familiares más allegados se han sentido a gusto. El otro cura joven, también familiar del difunto, ha resaltado el carácter más humano de Benito, subrayando los últimos años de su vida, años de sufrimiento, paciencia y humanismo.
 
He sentido la muerte de Benito. Lo suyo ha sufrido el pobre Benito. Parece que la única que no se ha apiadado y no ha dado el brazo a torcer ha sido la naturaleza. Y yo en cierto modo me he regodeado y me he alegrado al ver que alguien no había olvidado los atropellos y barrabasadas de Benito. Terrible ha sido el momento de dar tierra al féretro, la tromba de agua caída ha sido imponente, el viento hacía imposible mantenerse en pie hasta los que sostenían las sogas. Una vez de vuelta del camposanto ha amainado la tormenta, el cielo se ha aclarado y hasta ha salido de nuevo el sol.
G. L.

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