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13/09/2017

Pequeñeces (5)

El abuelo Hermenegildo fue un hombre de armas tomar. Lobo en casa, palomo fuera. De genio endemoniado. Fuerte y con nariz exagerada que es la herencia que nos ha dejado a la mayor parte de los carboneros. Según cuentan él fue el que provocó el fuego de la parzonería de Mataverde por mandato del alcalde.

Carbonero de profesión, nació en Ancín, nuestro apellido Luzuriaga, por lo menos desde que existen los libros de bautismo allá por 1500 hasta la generación anterior han vivido en Ancín, las mujeres eran también de Ancín o de los pueblos cercanos (siempre había pensado que la procedencia del apellido sería bien del pueblo alavés Luzuriaga o que tendría su origen en Gipuzkoa, dónde existen bastantes Luzuriagas (pero cuál fue mi sorpresa cuando indagué en los libros parroquiales de Ancín, y allí permanecieron desde que se tiene noticia escrita).

En Nazar de fijo ya no quedamos ningún hermano, todos emigramos en busca de trabajo a otros lugares.

El apellido Luzuriaga de esta rama está en peligro de desaparecer, de la anterior generación tan solo quedamos con el primera apellido Luzuriaga, los cuatro hermanos, hijos de José, el tío Cesáreo tuvo dos hijas. De los hijos de los cuatro hermanos solo uno ha tenido un hijo, el resto también han sido hijas, por lo que tan solo un varón conserva como primer apellido Luzuriaga, Jon Luzuriaga. Tampoco tiene una importancia vital que un apellido desaparezca; aunque hoy en día eso puede evitarse fácilmente, pues cualquier mujer puede poner a sus hijos como primer apellido el suyo, aunque teniendo en cuenta que pertenecemos a una familia bastante tradicional no veo muy sencillo que ninguna sobrina o hija ponga como primera apellido a sus hijos.

Hermenegildo hasta casarse con Josefa anduvo por los montes navarros cociendo carbón y durmiendo en las chozas que los mismos carboneros construían. Años y años estuvo recorriendo los montes navarros, muchas temporadas se trasladó a los Pirineos. Pocos tenían su fuerza y maña para cocer y sacar el carbón. Con el matrimonio cambió la profesión de carbonero por labrador como lo demuestran las pocas fotografías (dos) que nos han llegado, montado su caballo rojo por las calles o sentado a la fresca después de una dura jornada en el campo.

Se amoldó bien al pueblo pues se encontró con un boscoso monte milenario de encinas, robles y alguna haya en la muga del puerto con Kanpezu, bosque que fue talado para poder construir la carretera que une Mendaza con Nazar. ¡Qué mejor para un carbonero como él¡ Hoy contamos con un monte extenso de encinas y robles jóvenes ahogados por los arbustos y maleza que crece casi con tanto vigor como el arbolado. ¡Se echa en falta el ganado que pastaba en la época del abuelo¡ y también aquella necesidad de madera que hacía que los vecinos aprovechasen hasta las últimas astillas.

En este siglo XIX también se roturaron zonas de bosque convertidas en tierras fértiles para la labranza. No le faltó trabajo a este aguerrido leñador y tampoco al resto de hombres del pueblo.

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