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07/05/2022

El Abad de Otiñano

El CURA DE OTIÑANO

 

Allá por el siglo XVI, coétaneo de Juan Otsoa “el Lobo”, Johanes de Bargota “el brujo” María de Piedramillera “la bruja” vivió otro personaje peculiar “el abad de Otiñano”.

Siglo revuelto, donde el valle de La Berrueza, que por aquella época se extendía también por lo que hoy es el Valle de Aguilar vivió décadas importantes para la historia.

Momentos convulsos con la invasión castellana e imposición de su lengua, sus leyes, sus costumbres y cómo no de sus jerarquías civiles y eclesiásticas. Poco a poco también la población se fue acomodando a los nuevos mandatarios, no les quedó otra, o amoldarse o echarse al monte.

En esta época muchos tachados de brujos y brujas no fueron más que personas que mostraron su rebeldía contra Castilla, y los tribunales los persiguieron con todas sus fuerzas.

En este ambiente nos encontramos con el ABAD DE OTIÑANO, un cura que representaba la religiosidad tradicional del pueblo, intransigente con todo cambio y modernidad. Máximo guardián de las costumbres de antaño.

Clérigo que se destacó por su fama de predicador y devoción a la Virgen de Codés. Sus sermones fueron famosos, y mucha gente acudía a ellos. Se encendía de tal forma que con sus palabras creaba un ambiente de miedo y terror en los feligreses que hasta veían el fuego del infierno y a los demonios.

Enemigo acérrimo de Johanes de Bargota. Un hombre de gran estatura, y acostumbrado a recorrer los caminos de Berrotza, habitualmente a caballo; pero también a pie, tan biuen conocedor o mejor que Johanes de todos los rincones de la Sierra de Codés y los alrededores.

Sin embargo, la leyenda a Johanes lo representa como un clérigo ingenioso, gracioso y amable y al Cura de Otiñano como un cura cascarrabias, donde todo era intransigencia y pecado, hasta el punto que en un día de enfado el brujo de Bargota a la vez que entonaba un conjuro, cogió por los pies al abad de Otiñano lo subió hasta la cima de Joar volando y lo arrojó peña abajo dirección al Valle de Aguilar donde quedó petrificado de pie, y lo sumó a la hilera de peñas del desfiladero. Todavía hoy se le puede apreciar con casulla y todo, en la hilera de peñascos.

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