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09/06/2022

EL HACENDADO DE BERROTZA

Principios del siglo XX, he aquí la historia de una familia con muchas tierras del Valle de la Berrueza. Vivían plácidamente en una gran caserón del barrio de abajo. Allí vivían los padres con cuatro hijos, dos chicos y dos chicas. Una casa de unos 1.000 metros con tres pisos, las cuadras, la vivienda, y el granero. Aparte de los pajares y otras cuadras contiguas y con dos eras propias muy cercanas.

Familia que era la propietaria de la finca de la villa, finca principal y más grande del pueblo, y de otras muchas del valle. Muchos eran los peones que se contrataban entre las familias que no tenían tierras en el pueblo. Además, durante todo el año vivía en la casa Antonio, peón que llevaba más de 40 años, y que para el pueblo era considerado como uno más de la familia, aunque dentro de la familia Antonio era el peón, servidor para todo, especialmente para trabajar.

El hermano mayor, Castor, siendo todavía muy joven, justo había cumplido los 18 años murió de rabia. Contrajo la enfermedad del perro más querido de la casa, Lur. El médico certificó que no había sido mordido por ningún animal, ni de casa, ni salvaje, y parece que la enfermedad la transmitió el perro cuando una tarde de verano, cuando Castor estaba echando la siesta bajo el nogal de la casa, Lur le lamió una herida que se había hecho segando habas. La herida no revestía importancia, no era ni grave, ni profunda, pero circunstancias de la vida acabó con la vida de Castor.

El perro cambió de comportamiento, furioso y agitado iba de un lugar para otro. Lo llevaron a Azuelo a donde el sacristán Sanchez, encargado de administrar la risma a los perros que presentaban signos de padecer la rabia. Se trataba de aplicar un hierro incandescente en la cabeza del perro. Así se hizo, pero a los 7 días murió el perro.

Pasados dos meses Castor comenzó a presentar sintomas, fiebres altas, no podía ver el agua, ni líquido alguno. Castor tuvo que ser atado a la cama. Le salía espuma por la boca. Fue una semana tormentosa e indescriptible para la familia. Falleció atado a la cama y con grandes convulsiones. Todo el pueblo quedó abatido por el suceso. La familia se repuso tal como pudo.

Las dos hermanas se casaron jóvenes, una en Piedramillera y la otra en Olejua. En casa por tanto, solo se quedó Timoteo, con toda la hacienda, que era mucha, no solo tenía propiedades en su villa natal, sino que también tenía una gran cantidad de tierras de labranza en Cabredo. A pesar de la gran riqueza, o tal vez por ello a Timoteo le costó encontrar esposa, ya que no era fácil encontrar en los alrededores alguna mujer que pudiese aportar algo parecido a lo que Timoteo aportaba al matrimonio. Murieron los padres y Timoteo se tomó en serio el asunto del matrimonio. Un tío cura del seminario de Pamplona tomó parte en el asunto y acordó el matrimonio con los padres de Josefina de Andosilla, la que poseía bastantes tierras en al ribera navarra y además de muy buena calidad a orilla del río Ebro. Cuando se llevó a cabo el matrimonio Josefina pasaba de los 40 años, pasaron los años y los niños no llegaron.

Timoteo vivió los tiempos de la revolución agraria, se abandonó el arado y el braván tirado por bueyes y apareció la maquinaria agraria a motor, tractores, trilladoras… Uno de los primeros tractores de Navarra fue adquirido por Timoteo, aunque no tuvo éxito. Tractores completamente de hierro, hasta las ruedas eran de hierro, lo que impidió que se usase en los campos, embarrados por aquella época de lluvias continuas y que l no estaban bien saneados.

Timoteo abandonó el cultivo de los campos a los 50 años, los dio a renta a varios inquilinos y especialmente a un sobrino. A pesar de que la hacienda les daba para poder vivir como les diese la gana vivieron como una familia más del pueblo. Su vida se asemejaba a la de los monjes franciscanos. Ellos dos solos, en aquella casa tan grande. Sin lujos y sin caprichos.

Timoteo murió muy joven, a los 67 años, dejando la hacienda a sus sobrinos, la mayoría de los cuales no había pisado en su vida el pueblo y mucho menos los campos de cultivo.

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