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04/01/2009

Niñerías (II)

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Un día el abuelo comenzó a toser, con  una tos profunda y continua, había cogido la tos ferina. Por la noche le subió la fiebre hasta casi 40 grados. Al día siguiente no se levantó de la cama. Me pareció ver a los padres preocupados por su salud. A eso de las seis de la mañana el hermano mayor salió a pie a avisar al médico, y aunque ninguno de los hermanos nos enteramos, pues para cuando se levantaron para ir a la escuela ya estaba de vuelta, algo extraño nos pareció percibir. Mis hermanos se despertaron y se vistieron casi sin meter ruido, tanto que yo no me desperté hasta que ya estaban todos desayunando en la cocina. Nada más salir al pasillo mi madre me dio un beso y me ordenó  volver de nuevo a la cama, pues todavía era muy temprano.

 

Unas horas más tarde, cuando ya los rayos del sol iluminaban el pasillo, me pareció oír las voces de la madre de Pedro y de otras mujeres del pueblo. Allí estaban en la cocina tomando un tazón de café con leche, y charlando amigablemente. Desde la cocina se oía la respiración fuerte del abuelo. Después de desayunar, me acerqué a su  habitación, le agarré la mano, y le di dos besos. Tenía los ojos relucientes, me echó una sonrisa y cerró los ojos por un instante.

 

De dos saltos me encontré en la calle. Oí los chillos  de mi madre. Sin entender nada, le contesté. Si, si mamá a la hora de comer  haré todo. Como un relámpago estaba ya con los amigos, sin haber llegado a donde ellos me preguntaron por el abuelo. No te preocupes, ya verás como se cura, me comentaron. Serían las once de la mañana cuando vimos subir por la carretera del carbón la vespa del médico.  

 

Hoy el abuelo ha dormido muy bien, oí a mi madre decirle a mi padre. Parece que va mejor la pulmonía. Aquel día estaba mucho más tranquilo y casi no tosía. Cuando me acerqué a la habitación estaba tumbado boca arriba, escabullido entre las sábanas y mantas bien alisadas y en orden. Me acerqué y le di dos besos, ni se inmutó, ni tampoco me devolvió la sonrisa de otros días.

 

Aquel día nos pasamos toda la tarde en la chabola jugando a médicos. La enferma era Mari Carmen, yo el médico, Felipe el practicante, Pedro y Gerardo los familiares. Parecía que Marí Carmen no tenía nada grave, pero si tenía un gran trancazo, con una gran fiebre que no le permitía levantarse de la cama por lo menos hasta que la visitase el médico.

 

Pedro y Gerardo barrieron lo mejor que sabían la cocina y la habitación. Igualmente limpiaron con jabón y secaron con un trapo blanco los cacharros que se habían amontonado en la fregadera.

 

Abre la boca, saca la lengua, le dije mientras le tomaba el pulso en la muñeca. Tiene fiebre. Por si acaso le oscultaré detenidamente, no sea que tenga cogidos los bronquios. Quítate el jersey súbete la blusa, un poco más. Toma aliento, expúlsalo… Lo que me temía tiene bien agarrados los bronquios, pero tranquilos con estas inyecciones, pronto se curará. Cada día hay que ponerle esta inyección, debe beber mucho agua, y para bajar la calentura, que repose en la cama, bien tapada y que sude. También le aplicaréis durante estos cuatro días ventosas. No es grave, pero es mejor prevenir.  . Toma aliento, échalo… Lo que me temía tiene bien cogidos los dos pulmones, pero tranquilos con estas inyecciones pronto se curará. Cada día hay que ponerle una inyección, le conviene beber mucho agua, y para bajar la fiebre que esté en cama, bien tapada con dos o tres mantas, por lo menos los cuatro primeros días. También se le aplicarán durante estos cuatro días dos ventosas. No es grave, pero es mejor prevenir.

 

Dos horas después llegó el practicante, con su maletín. Mientras hablaba con Pedro, puso la jeringa, y la aguja a hervir. Nada más ver la jeringa Mari Carmen se comenzó a poner histérica. Date la vuelta, le bajo las bragas y en un santiamén con dos palmadas en el culo y de un golpe seco le puso la primera inyección.

 

Llegó la hora de la comida y también la hora de la siesta. Con la excusa del calor y que la enferma debía sudar lo máximo posible el médico se convirtió en esposo, y uno junto al otro, bien juntitos echamos la siesta.  

 

Para la hora de salida del resto de niños de la escuela, ya estábamos a su espera, en el lugar acostumbrado. Era la hora de merendar, al llegar a casa encontramos a nuestra madre en el portal con una muy mala cara, ya que el abuelo acababa de fallecer. A los hermanos pequeños no nos dejaron entrar a verlo, los mayores pasaron delante de nuestra madre, y a la salida comentaron que parecía más joven, con la chapela y la cara resplandeciente. Aunque le dimos la pelmada nuestra  madre no nos permitió entrar en la habitación.

 

Pasados unos meses, el día después de Santa Lucia, Gerardo nos comentó que había oído en su casa que muy pronto iban a hacer las maletas y que se iban a trasladar a la ciudad. Esa misma tarde, sin perder tiempo, le pregunté a mi madre, ¿Es verdad que la familia de Gerardo también se va  a ir del pueblo?. Y mi madre me confirmo, lo que nos había comentado Gerardo.

 

El año que viene, pasadas navidades han decidido irse a la ciudad, me dijo sin darle excesiva importancia. ¿Pero que van a hacer con el abuelo y el tío soltero mayor que viven con ellos? Parece que se llevan a vivir con ellos también a Crescencio y Mauricio. Ya lo tienen todo decidido y pensado.

 

¿Mamá, nosotros no nos iremos, verdad?

 

No te preocupes. Por lo menos estaremos aquí hasta que viva la abuela.

 

Eso es lo que dice tu padre, y así se hará, ya sabes como es tu padre. A cabezones le ganan pocos. Y si ha dicho eso, no te preocupes que mientras viva la abuela aquí estaremos.

 

La respuesta me pareció más excusa de mi madre, que razonamiento de mi padre. Me dio la impresión que tampoco ella tenía ninguna gana de dejar el pueblo, ni antes, ni después que muriese la abuela. Y me siguió contando que no veía a nuestro  padre lejos de los animales y del monte. Tranquilo hijo, tu padre vive contento aquí y le costará mucho decidirse a dejar todo esto. No hay que ver más que el golpe que se ha cogido con la muerte del abuelo. Le va a costar mucho más de lo que parece abandonar el pueblo y las tierras. No os distéis cuenta que cuando se fue la familia de Tere es la primera vez que le he visto llorar y que no fue capaz ni despedirse de su mejor amigo. Tu padre seguirá el camino de su padre, y morirá aquí.

 

Gerardo Luzuriaga

 Mezu osoa artxibo honetan sakatu. Para leer todo el artículo pinchar aquí niñerias.doc

03/01/2009

Umekeriak (II)

palomeras.jpgNo os olvidéis de abrir el archivo (Umekeriak). Los niños van creciendo ya tienen 6-7 años. Y aunque Gerardo y su familia dejan el pueblo, todavía siguen otros cuantos que harán las consiguientes trastadas.

 umekeriak.doc