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07/11/2010

Juventud ( y III)

 

Año tras año venían maestras nuevas. Se fue Satur, llegó Biurrun y luego otras muchas más…

Me fui al Colegio de Estella, tras estudiar dos años con las nuevas maestras, sucesivamente se incorporaron José Miguel, Javi y Pedro a los Escolapios de Estella, Felipe a los Reparadores de Puente la Reina, Valen a Murgia, y más tarde acabada la escuela  Alfredo al Puy de Estella,  María Jesús y Encar a las monjas de Pamplona y Bego a Estella. La educación se convirtió en algo importante, valorada en las casas, y con un tesón envidiable por parte de las maestras jóvenes que se iban incorporando, como Mari Carmen que vivía en Estella, que aunque no coincidí con ella, me sacaba algún que otro domingo a comer a su casa.

La marcha al colegio, como ya lo he descrito alguna otra vez fue traumática. La cual se hacía cada vez más pesada y dolorosa. Sin embargo la  alegría de la vuelta a vacaciones  era indescriptible. El primer año, a pesar de estar en Estella, a tres pasos del pueblo no nos dejaron volver en Semana Santa. Las vacaciones fueron Navidad y las del verano. Para esa edad ya habíamos adquirido todos los conocimientos del pueblo, y nos integrábamos a las labores de nuestra edad sin problema alguno. Cada uno en lo suyo, lo que tocase en cada momento, preparar la molienda, encalar para sembrar, limpiar las suertes y tirarlas, en épocas en que no se conocía la motosierra, segar con la hoz y la guadaña… Lo cual nos venía que ni pintado para ver cuál sería nuestro panorama de abandonar los estudios…

Fuimos cumpliendo años, tanto Félix como Bego… Llegó el momento de trabaja… El pueblo no nos podía acoger a todos.  Nos resistimos a marchar, pero al final no quedó otro remedio. Alfredo y Pedro, se quedaron, el resto unos antes otros después tuvimos que encontrar el  jornal en otros lugares. Unos hemos roto más que otros; pero hasta que sigue uno de los padres o los padres  en el pueblo ahí tenemos un lazo de unión fuerte y es el que hace que no perdamos el contacto con el pueblo en que un día vivimos. Otro cantar será el día que no nos queden los progenitores…

Todos nos ganamos las alubias fuera del pueblo.  Algunos  aunque trabajan fuera, no pierden un fin de semana y las vacaciones las suelen pasar en el pueblo (Valen, José Miguel, Bego). El resto acudimos siempre prestos y alegres en los días señalados, es decir  siempre que podemos.   ¿Quién nos dice que una vez jubilados, no será nuestro lugar de paseos, charlas, lectura, y también como no el lugar donde le demos un poco al zadón y al hacha para que  nuestros huesos no se entumedezcan?  El tiempo lo dirá.

Alguno más que otro se resistió a vivir en la ciudad, pero a la fuerza ahorcan.  

Nazar, y el resto de pueblos de la Berrueza, el mundo rural en general ha sufrido un cambio total. ¿Dónde están aquellas calles sin pavimentar, las zonas con hierba y agua, con zarzas, las tapias pobladas de zarzas donde pacían los caracoles y crecían los pudrimanos? ¿Dónde están las calles sucias,  los ganados sueltos, las gallinas por las calles, algún que otro cerdo revolcándose en las acequias, los rebaños entrando en los corrales, las vacas, los cerdos y los caballos de cada casa? Ya no existen. El cambio ha sido brutal.

El aspecto de las casas también ha cambiado, no todas estaban blanqueadas o revocadas, que va. Los pajares con puertas de madera bastante destartaladas. También el aspecto de las casas han cambiado.  Pueblos que en siglos nada cambiaba, nada variaba, tal como lo habían conocido lo dejaban. Nosotros hemos tenido la suerte de en unos años, cada uno creemos que son los que nos tocó vivir en la juventud, de ver transformarse de un día para otro todo. La hoz dio lugar a la atadora, el tractor y la cosechadora. Una revolución, que cambió el devenir de los pueblos.

Y así entre muchas otras anécdotas se fue nuestra juventud…  y llegaron otras generaciones...

Gerardo

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