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18/10/2015

Gabino (2)

En este segundo capitulo se describe la zona donde se desarrollará la acción, una comarca agrícola con campos de cereal de secano.

  1. El valle de La Berrueza

     

 Hermenegildo después de atravesar  el pueblo de Mués toma la senda hacia la basílica de San Gregorio.

 

  • ¡Arre, arre!

  • Vamos, ya falta poco. No tenemos más que llegar antes del anochecer para que el sacristán, familiar lejano, nos prepare una merecida cena.

 

Al llegar al alto de San Gregorio, se encontraron con un hombre regordete de unos 50 años, de tez blancuzca, tal como se lo habían descrito en el pueblo, el cual les preparó una buena cena y una cama apropiada para el lugar.

 A la mañana siguiente se levantaron temprano y aprovechando la frescura del verano Hermenegildo atraviesa un pinar y coge  el camino hacía Mendaza.

 La basílica presenta un aspecto majestuoso, los rayos solares se reflejan en las cerámicas de colores de la cúpula.

 

  • ¡Sooooo!!Sooo!

 Se detienen  ante un grupo de labradores. El único que parece hacerles caso es un mocete que no tendría más de diez años, el resto siguió segando como si nada ocurriese.

 

  • Buenos días. ¿Nos podríais señalar el camino para Santa Cruz de Campezo?

 Sin dejar la hoz, el que aparentaba ser el más viejo del grupo le hizo signos de asentimiento con la cabeza.

 

  • ¿Qué tal la cosecha, siguió preguntando Hermenegildo?

  • Bueno, tirando, parece que iba a ser buena, pero los últimos calores de estas semanas han apurado los campos. De paja bien, pero al final no ha granado como debía, al final la cosecha será bastante peor que otros años.

  • Vaya por Dios, tampoco por nuestra tierra, la ribera, ha sido un buen año.

  • ¡Arre, arre!

 No han recorrido ni cien metros cuando las campanas de la Iglesia de Asarta rompen la tranquilidad reinante. Todo el grupo al unísono dejan las hoces, zoquetas y rastrillos en la renque y se arrodillan para rezar el Ángelus.

 Desde aquel lugar se contempla a la lejanía la basílica de San Gregorio Ostiense, erigida en el alto de una colina en honor al obispo italiano de la ciudad de Ostia, el cual estuvo evangelizando las tierras de La Rioja, y según cuenta la leyenda les ordenó a sus seguidores que una vez que él muriese lo atasen a una mula y allí dónde se parase por tercera vez construyesen una ermita con el dinero que el obispo había dejado. El santo y la basílica es muy visitada por los agricultores de la zona y los alrededores, hasta el punto de haberse convertido en un lugar de peregrinación. A San Gregorio se le atribuye el poder de alejar las plagas que asolaban los campos de los cereales. La ermita de San Salvador de Peñalba, con el paso de los siglos se convirtió en la basílica de hoy día.

 Los ladridos de los perros anuncian  que se acercan a una población. Las casas no se distinguen del paisaje, casas de color ocre pardo, fabricadas con losas lisas y estrechas;  no tardan más de dos minutos en atravesar la población, se alejan sir ver persona alguna, aunque tienen  la sensación de haber sido vigilados a través de los cristales de las ventanas. Salen a las cuatro suelas de aquel poblado.

 Diez minutos después llegan a un despoblado en que no quedan  en pie más que cuatros casas viejas y una iglesia derruida, alrededor de la cual pastaba un rebaño de unas 200 cabras. 

 Siguen el camino entre viñas, y árboles frutales y llegan a otra población bastante similar a las anteriores; aquí sin embargo, se encuentran con una población más amable. Deciden comer en la fonda, dónde la sirvienta tan habladora como elegante les sirve una suculenta liebre en su salsa.

 Atraviesan la Sierra de Codés por el puerto de Nazar, abandonando definitivamente este precioso valle de La Berrueza rodeado de montañas.

Gerardo Luzuriaga

 

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