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29/10/2015

Gabino (6)

De caza en domingo

Este pueblo  era un  pueblo de cazadores, Primitivo como la mayoría de los habitantes, era un cazador empedernido. Especialmente los domingos y fiestas de guardar, lloviese, nevase o hiciese el tiempo que hiciese salía en busca de cualquier animal. Con el pasamontañas calado hasta los ojos, la escopeta colgada al hombro, la navaja bien sujeta en la faja, con un trozo de pan, un  casco chorizo, y la bota en el zorrón salía por la puerta chiflando para no volver hasta bien entrada la noche.

 

Las andanzas de caza de Primitivo eran bien conocidas en los municipios de alrededor. Sus correrías se hicieron famosas en Navarra, Álava y parte de La Rioja. No era extraño que hasta en los días más duros del invierno pasase dos o tres días sin volver, durmiendo entre la hojarasca y los bojarrales.

 

A pesar de tratarse del rico de la comarca, la comandancia de Los Arcos le acechaba de cerca y tenía ganas de echarle el guante; pero a pesar del celo de los guardias, no era extraño ver en la cuadra  de Primitivo colgados zorros, corzos, gatos monteses, ginetas, y jabalíes de gran tamaño abatidos con sus argucias, sin usar la escopeta para no atraer la atención de los guardias.

 

En una ocasión el vecindario tuvo que salir en su busca. Llevaba más de 7 días fuera de casa con una nevada de más de un metro, cuando ya se habían rastreado centímetro a centímetro todos los alrededores y se estaba a punto de abandonar su búsqueda, apareció Primitivo en Fuentes Altas, venía por la senda de Costalera chiflando, y cantando como si nada. Había pasado toda la semana bien comido y bien caliente donde unos familiares lejanos de Orbiso.

 

Como el resto de domingos, Primitivo cogió la escopeta, la cartuchera y tomó el camino del Prado, cargó la escopeta con dos cartuchos de mostacilla del 8, marca el gamo, recorrió la Fuentilla, el Prado, Cuatro Caminos y cuando llevaba más de dos horas, a la altura del despoblado de Disiñana, oyó el vuelo de una pareja de perdices, descolgó la escopeta del hombro, se dio la vuelta y disparó dos tiros casi sin apuntar en dirección al  maizal donde habían ido a refugiarse. Al instante se oyeron los gritos de una joven que estaba, por lo que parece haciendo sus necesidades en el maizal.

 

Con tan mala suerte que algunos perdigones sin fuerza se incrustaron en el culo de la recién licenciada en magisterio en la Universidad de Zaragoza.

 

Hubo sesión extraordinaria en el Ayuntamiento, la villa acabó pagando el infortunio de Primitivo, alcalde del pueblo. Entre el alcalde, el secretario y el cura lo arreglaron todo. Nombraron a la joven maestra Resurrección, nacida en la localidad, maestra perpetua, y le concedieron algunos privilegios extras,  con  lo que estuvo más de 50 años ejerciendo en la misma localidad.

 

La única filosofía que conocía era la de la letra con sangre entra, y bien que la puso en práctica. Pocos fueron los alumnos que aprendieron a dividir; sin embargo todos tuvieron la ocasión de probar sus varas de mimbre.

 

Este fue un mal día para la cultura de nuestro  pueblo, pocos fueron los niños y niñas que aprendimos a escribir y menos a multiplicar y dividir.

Gerardo Luzuriaga

 

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