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27/10/2008

Hitorias de un pueblo cualquiera (eta V)

 

Bueno pues una noche dice que vino uno a decirle a un tal Romero de Nazar que bajase a llamar al practicante, y dice bueno ya voy a bajar pero sin más coge y dice me caguen san dios  pues si tiene cojones que salga y cogió la escopeta con la cartuchera llena de cartuchos. La escopeta era una de la fusie, de esas de pinche.

 

Y cuando subían a meta de camino. Subían montados en una yegua el practicante y él. Y claro al trotar la yegua pues se conoce que pegó el pinche del cartucho en la escopeta, y pum  un disparo, entonces el practicante se ve que se bajó y comenzó a gritar qué soy yo, que soy yo, que soy yo…

 y el otro en lugar de venir a Nazar, de miedo, que no se atrevió a venir a Nazar, cogió por todas las piezas. Incluso había un caño hecho, de los que se hacían antes para coger el agua de las piezas. Y la yegua aún se cayó una pata, que apoco… Si se cae la yegua toda allá se estrellan los dos. Pero salió a galope, salió hasta el camino de Otiñano, y nosotros al otro día fuimos siguiendo las herraduras, porque como había llovido, pues había mucho barro, pues se conocían las herraduras de primera. Así les fuimos siguiendo, y luego allí al llegar a un sitio que le llaman la cañada, la yegua iba trotando y entonces pum pegó otro cartucho, y se disparó otro tiro.

 

Entonces con mucho miedo el pensaba que lo perseguían y se fue a otro pueblo, que tenía parientes, y entonces llegó al pueblo, y dicen que se entró por el ventano, del miedo que tenía se entró por el ventano. Pues eso, nosotros, viene uno de aquí de Nazar, el Chicacho. ¿Hermenegildo, dice está el hijo en casa?. Si. Pues ha venido el practicante, que dice  que le han salido al camino y el ha venido aquí y el otro se ha marchau con la yegua corriendo, y no sabemos donde para, no sabemos donde está, pues hay que ir a buscarlo.

 

Fuimos hasta Mirafuentes, y hasta que amanecería, estuvimos en casa del juez de paz, cuando amaneció vamos a ver el rastro, por eso sabemos que el primer cartucho lo encontremos allí disparado y caído al suelo y quemau, y como eso no marcha como la escopeta, encontremos el perdigón  y así, el cartucho  y así. Después como seguíamos el rastro, después allá en la cañada, pues resulta que al explotar el otro tiro le quemó la cartuchera y entonces la cartuchera cayó al suelo. Y el ni se dio cuenta de la cartuchera ni ostias.

 

Fuimos nosotros, y cuando lleguemos allí, vimos aquí hay otro cartucho disparau, y la cartuchera quemada y partida por medio, entonces cogimos nosotros la cartuchera y el cartucho y nos los llevamos para casa. Y claro, y después le dijimos bueno está aquí fulano de tal, y dice si aquí está, pues que venga con nosotros. No, no. Ya irá. Vino después con su cuñado.

 

Bueno, después vinieron los guardias aquí al pueblo porque se conoce que el juez de Mirafuentes lo denunció. Bueno pues los guardias tocaban un cartucho porque después de aquel que estaba disparado, había otro que estaba un poco quemau de fogonazo del otro y le hice yo una marca con la uña, y los guardias decían pues mira esto es de la bala que ha rebotau, de arma corta que ha rebotau aquí la bala, y no le ha tocado a él por casualidad.  Yo ya sabía que era de que le había dado así con el dedo, y no les dije nada a los guardias. ¡Qué se jodan!

 

Bueno después nos mandaron ir a Estella a declarar. Bueno no nos hicieron nada. Me acuedo que hasta el apellido  en vez de decir los Luzuriagas que habían tenido una reyarta con los romeros, y para eso decían los locumingas, me acuerdo que decían  los locumingas. Bueno pues eso, ya nos llamaron, ya nos dejaron en paz, y no…

 

Esta anécdota tiene su origen en lo ocurrido una tarde-noche  en la taberna de Nazar, en la que  se armó una seria discusión entre el Carbonero y uno de Bernedo, que era algo pariente de los Romero. Por lo que los Romeros salieron a favor del de Bernedo. Y se armó una discusión sería entre los carboneros y los romeros. Esa misma noche fue uno de la casa de Morrás a casa de los Romeros para que bajasen en busca del Practicante de Mirafuentes, ya que la Julia iba a dar a luz a la Nuncia (cosa un poco extraña que fuesen en busca del practicante para el nacimiento de un niño, ya que según tengo entendido la partera, la que ayudaba a parir a las mujeres en el pueblo era la Severiana, madre de la Julia, pero… tal vez estaban enfadadas, tal vez estaría enferma, o tal vez, yo esté equivocado) bueno la cosa es que el Romero con más miedo que alma se fue en una noche oscura a por el practicante. Y según contaba el carbonero, “habían tenido una reyerta, una discursión un poco así, pero no para salir a matarlo ni que ostias, pero bueno se conoce que cogió miedo, y con un mecagüen dios si tienen cojones que vengan se echó la escopeta y la cartuchera llena de cartuchos al hombro y fue a por el practicante”.

 

 

Hasta aquí lo acontecido. Siempre sabiendo que el carbonero en esta historia es protagonista y parte en el asunto, por lo que yo no hago más que poner por escrito lo que más de una vez lo oí entusiasmado, más que por lo que suponía el hecho en sí, por la manera de contarlo  Por lo que recomiendo al leer estas líneas tener en cuenta que es el carbonero el que cuenta la historia y que el que  lo cuenta –como todo en en la vida- tiene la ventaja de arrimar la sardina a sus ascuas, como en todas las historias.

 

G. L.

02/01/2008

El carbonero (II) / Ikazkina (II)

Los montes del Valle de la Berrueza , la Sierra de Kodes, la sierra de Lokiz, Urbasa a principios del siglo XX, estaban poblados de enormes árboles, de enormes encinos que fueron talándose poco a poco. La carretera del pueblo de Nazar se hizó con el dinero sacado de las subastas de lotes de monte. Todavía hoy, en estos bosques, hoy poblados por árboles mucho menos recios, se pueden apreciar los lugares empleados para hacer el carbón, eras dónde se apilaban las maderas, cientos de carboneras salpicadas como calvas entre el bosque.

Los últimos leñadores que he conocido, que no carboneros, han sido el Eduardo de Asarta, el Máximo, Aurelio y Juan Antonio de Nazar. Ni leñadores -a excepción de la época de las suertes-, ni carboneros se pueden contemplar en el valle. El que quiera reencontrarse con el pasado tendrá que visitar el precioso Valle de Lana (Valle de Rusia), Viloria es prácticamente el único pueblo de Tierra Estella en el que se sigue produciendo carbón natural.

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Cientos de anécdotas he oído contar con su gracia y parsimonia al propio Carbonero, y también a muchos de los que trabajaron con él. Era un hombre culto, que le gustaba hablar y remomerar con todo tipo de detalles los acontecimientos vividos durante aquellos años jóvenes en los bosques de toda Navarra. Fue un hombre fuerte, recio y vigoroso, mantuvo la fuerza hasta los últimos días.

 1. Sobre la dureza del trabajo de cocer carbón.

El oficio de carbonero era duro, pero los propios trabajadores lo hacían más duro. En el oficio de hacer carbón, los débiles no tenían opción, no existía labor sencilla, todas las tareas necesitaban un gran esfuerzo. Todavía recuerdo como contaba el Carbonero los días pasados en los bosques. Las horas y horas con la sierra, trenzadora, las hachas y las cuñas;  pero tal vez una de las tareas en las que más sacrificio se debía realizar era en el traslado de los troncos del lugar en que se cortaban a la carbonera. La mayoría de las veces al hombro. Según dicen, eran tiempos duros, donde el prestigio, la celebridad y hasta la honra estaba basada en el trabajo y en la fuerza. Según parece, existía la solidaridad para todo menos para el trabajo, el que más fuerza tenía y el que mayores troncos llevaba al hombro era el que se llevaba la fama… Y según cuentan, el Carbonero en este tipo de trabajos nunca se quedaba atrás, es más siempre estaba dispuesto a coger cualquier tipo de tronco que para algún otro era excesivamente pesado o se veía en la obligación de tirarlo al suelo. Eran otros tiempos...