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31/10/2007

txakurkumeak - Cachorros

61cd9ef92914006b16c845970abbe029.jpgNo siempre se pueden tratar temas serios. ¿Los recococéis? Si no los reconocéis en este blog, no dejéis de visitar el de NAZAR1.

Este mes ha sido el sumo de visitantes del blog BERROTZA. Al día de ayer, 2.680 visitantes. No está mal.

Repito, espero vuestros comentarios.

Joarkide

28/10/2007

Bilbainicas

ecf39de44b993767e103bc6e2c4b1839.jpgNazarenas seguidoras del athletic. Argazkian ondo ikusi ez arren Loreto, Ibone, Garazi eta Ana agertzen dira. Nazar beti Osasunarekin, baina ikusten denez baita Athletikin ere.

Herrikoia

24/10/2007

Gabino (eta V)

22. Florentzio

El sueño de anoche me ha dado qué pensar, amigo Florencio. Te acuerdas de la yegua Patranca, aquella que se nos murió de torzón, de un atracón de hierba. Pues toda la noche me he pasado soñando con ella. A las 8 de la tarde  un grupo de niños, entre los que te encontrabas tú y mis hermanos, fuimos a por los caballos y las yeguas que estaban atadas en el campo. Benito llegó el primero al pueblo con su caballo blanco, pero el segundo fue mi hermano con Patranca.


Florencio no te da tristeza ver como se va cerrando una casa, luego otra, y otra, y así hasta ir quedándonos solos en el pueblo. Una muerte, otra más, la del vecino… cada día me entristezco un poco más.
 
Ha llegado el invierno, el frío se ha metido en nuestros cuerpos. Ni Florencio ni yo nos atrevemos a salir de casa. Las calles están desiertas, no se ve nadie, la lluvia, el viento dan un aspecto triste al paisaje. Estamos en febrero comienza a nevar. Un día, otro y otro. El cielo está gris. Nos hemos quedado atrapados en una red gris-negruzca. Sigue la nevada, nieva copiosamente. Me entretengo viendo los copos moverse de un lado para otro, sin rumbo fijo. Ha blanqueado. Ya llevamos dos días con nieve.
 
Estoy preocupado en casa. De vez en cuando miro por la ventana, me parece que deja de nevar. Miro de nuevo pero no es así la capa blanca va aumentando. El nogal de enfrente se ha cubierto de nieve, el temor se apodera de mí.
 
Después de comer a duras penas logro llegar hasta la casa de Florencio.
 
- Gabino, hoy no he pegado ojo. Me he pasado toda la noche tosiendo. Me ha comentado Florencio nada más llegar a la puerta de su habitación.
- Coge un vaso de vino de la cocina. Uno para ti, y tráeme otro para mi, que tengo oído que un vaso de vino es lo mejor para los pulmones.
- Enciende también la radio, me ha dicho mientras se le resbalaban un par de lágrimas.
No te preocupes, de ésta sales. Y así fue, una semana en la cama y otra sin salir de casa y Florencio le dio la vuelta.
 
Los dos nos hemos propuesto resistir. No hay un solo día que no salgamos de casa. Cuidamos de los huertos, los puerros, las patatas, las berzas… No faltamos ni un solo día al paseo. La cuestión es salir de casa con un pretexto u otro. Hoy nos está costando más que de costumbre hacer el kilómetro y medio. Hemos dominado al viento, hemos realizado ya la mitad del camino. Doscientos metros nos supone un cuarto de hora pasado, pero resistimos. De repente aparecen dos nubes negras por Sorlada. Hoy no nos libra nadie del chaparrón. Nos hemos dado la vuelta, pero ya es inútil. Grandes y redondas gotas nos caen encima. Han pasado cinco minutos y se desata el diluvio terrenal. Nos ha cogido de lleno. Nada más llegar a casa nos cambiamos al lado del fuego. Pero la gripe no nos quita nadie.
 
De allí a dos días llegó la desgracia. Florencio comenzó con un gran catarro. Había cogido la gripe. Aunque toma las boticas la tos no se le va.  Voy todos los días a visitarlo. Hoy nada mas subir las escaleras se ha echado a llorar.
 
Gabino, se acabó, de esta no pasa. Todo me sobra. Esta noche he tenido un sueño, todo el pueblo estaba lleno de babutas con sus crestas vistosas. Nuestro pueblo. Como hace 50 años. Tal como lo dejaste cuando tuviste que huir. ¡Qué alegría, ver a los niños correr por las calles! Calles llenas de animales. ¿Te acuerdas? Claro que lo recuerdo. Pero no te preocupes, todavía tendremos buenas meriendas y buenos momentos para recordar todo esto y muchas más cosas. Ahora lo que tienes que hacer es tranquilizarte y tomar las boticas.
 
Dos días después se puso peor. No había forma de bajar la fiebre. El médico venía todos los días. En el pueblo no quedábamos más que el y yo. Dos meses después a causa de una neumonía expiró. He estado a su lado hasta el último suspiro.
 
Desayuno, ando un poco, como, paseo por la tarde y sin darme cuenta llega de nuevo la noche. Sin hacer nada especial amanece otro día.  Sin darme cuenta está encima otra primavera.  De cuando en cuando,  me acerco aquel lugar hermoso que compartí con Francisca. Me siento al lado del árbol junto a la peña a recordar viejos tiempos, a recordar lo vivido entre los dos.
 
¡Qué tranquilidad, qué paz, qué sosiego! Vivir, disfrutar… Nada más.

23. Azkena

Ni que decir tiene que he leído a gusto los papeles desordenados dejados por el tío Gabino. Aparte de leerlos, los he tratado de traducir, he intentado ser lo más imparcial posible. De todas formas no he entendido la razón por la que  no ha reflejado lo que tantas veces me ha repetido una y otra vez. He echado en falta todo lo relacionado a Francisca, a la situación de las mujeres en el pueblo. Las travesuras y andanzas de su perro, sus aficiones por la política… No pierdo la esperanza de encontrar en algún armario de la casa, algún cuaderno con estas y otras muchas cosas más…

Hoy he decidido darme un paseo por los lugares que más amaba el tío. He tomado  la cuesta hacía Costalera, he cogido la senda por la que acostumbraba a ir a la fuente que tanta nostalgia le traía. La senda está impracticable, llena de maleza. Después de mucho esfuerzo he llegado hasta la fuente. Me he mojado la cara, y he pasado las horas inmerso en los recuerdos.

Gerardo Luzuriaga Sanchez

22/10/2007

Gabino (V)

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20. Benito

21. Gabino

20. Benito

A los pocos días, un día de junio a Benito se le olvidó andar. Se le metió en la cabeza que no podía andar, y no fue capaz de dar un paso más. Desde este día no tuvo un momento bueno. Los últimos días los pasó insultando y ordenando a los peones, aunque para entonces no había ni uno solo en la casa. Eran otros tiempos, tiempos de tractores y cosechadoras.  Si no hubiese sido por la tristeza que daba ver a los familiares de Benito, diría que oír sus salidas de tono y las expresiones ya en desuso  se hacía graciosas.
 
Se nos fue. Como vivió murió, gritando, bravucón y faltón. La víspera que fuimos a visitarlo nos conoció. Mostró la misma autoridad que de joven, postrado en la cama, sin voz, sin poder hablar nos ordenó sentarnos y cuando le pareció nos mandó de la habitación.
  
A los dos días se celebró el funeral. Siete curas concelebraron la misa. Entre ellos, un obispo de Espronceda que ha pasado los 15 últimos años en Mozambique en las misiones. Ha venido una gran cantidad de gente, como no se conocía en el pueblo desde muchos años. Jóvenes y viejos. Naturales y de fuera. Ricos y pobres.
 
El día ha sido invernal. Llevaba dos meses sin llover, sin caer ni una sola gota. Hoy, sin embargo, la tormenta ha sido de las que pocas veces se han visto. Especialmente en el momento de trasladar el ataúd, estaba enfrente de la puerta principal a la iglesia. Ha comenzado a diluviar. Disimuladamente se han ido los congregados en busca de refugio. Medio minuto después no quedamos más que 10 amigos y familiares. El cura del pueblo, fuera de sí, gesticulando como un energúmeno ha pedido un paraguas, ante la reprobación con la mirada del cura joven que tenía al lado sufriendo la chaparrada estoicamente. El vendaval, los truenos, rayos, y tromba de agua no ha parado hasta que se ha acabado la ceremonia.
 
Ha llegado el momento del sermón. Las palabras del cura no han podido ser menos acertadas. No solo para los vecinos y bien conocedores de las andanzas juveniles del difunto, sino también para el resto de los congregados. El  cura del pueblo no ha tenido mejor idea que recordar las atrocidades del tiempo de la guerra. Podemos tener la seguridad que nuestro difunto Benito está a la derecha de Nuestro Señor, ha comenzado el sermón, y está a la derecha, ya que durante su vida no ha cumplido más que con lo ordenado por Él. Y ha seguido alabando las fechorías realizadas por el difunto en nombre de Dios, subrayando lo hecho en contra del comunismo y por el bien de la paz, la justicia y la religión. En los bancos de atrás, donde estaban colocados los hombres se ha oído un murmullo, pero al cura le ha dado lo mismo.
 
Ni los familiares más allegados se han sentido confortados con estas palabras. El otro  cura joven, familiar del difunto, ha resaltado el carácter más humano de Benito, subrayando los últimos años de su vida, años de sufrimiento, paciencia y humanismo. 

He sentido la muerte de Benito. Lo suyo ha sufrido el pobre Benito. En el último momento parece que la única que no se ha apiadado y no ha dado el brazo a torcer ha sido la naturaleza. Y yo en cierto modo me he regodeado y me he alegrado al ver que alguien no había olvidado los atropellos  y barrabasadas de Benito. Terrible ha sido el momento de dar tierra al féretro,  la tromba de agua caída ha sido imponente, el viento hacía imposible mantenerse en pie a los que sostenían las sogas. Una vez de vuelta del camposanto ha amainado la tormenta, el cielo se ha aclarado y hasta ha salido de nuevo el sol.

 21. Gabino

Los únicos que quedamos ya en el pueblo somos Florencio y yo. Desde que Felipe decidió trasladarse a Legazpia el pueblo no es el mismo. No podemos quitarnos la imagen de Benito. Recordamos sus frases sin sentido, sus mismas preguntas hechas una y mil veces. Permanecemos horas en silencio. No es necesario hablar para entendernos. De repente Florencio me dice seriamente : “Mi ilusión es morirme y que me entierren en el camposanto del pueblo”. ¿Anda el otro?
¿A qué viene ahora eso? Bastante me importa donde me entierren. Nada más acabar la frase me vino a la memoria como murió el padre de Florencio. Fue hace años, en San Sebastián murió de neumonía después de bañarse en la playa. Lo ingresaron en el hospital pero no salió. Allí lo enterraron pues traer el cuerpo debía valer un dineral.
 
Con el adiós de costumbre nos hemos separado. Me he preparado una sopa de ajos, y me he sentado a leer un rato el periódico. He cenado y me he ido a la cama.

No puedo dormir. No tengo ganas de dormir, lo intento, pero no lo consigo. En vano, hasta me duelen los ojos de tanto cerrar los ojos. Agotado al final parece que me he dormido. Vuelta tras vuelta en la cama, me levanto a tomar un vaso de agua. Pasa media hora, me tomo un vaso de leche caliente con la intención de tranquilizarme.
 
Oigo las campanadas de la torre como si estuviesen al lado. Las doce, la una, las dos.  Retumban en mi cabeza, me traen viejos recuerdos, me detengo en ellos, pero sigo sin poder dormirme. Cuando parece que me he dormido oigo el kirikikiiiiiiiiiiii del gallo. No he pegado ni ojo.
 
Justo cuando más a gusto estaba, me despiertan los golpes en la puerta de la casa de al lado. Son las diez. Más a gusto no puedo estar en la cama, acurrucado, calentito. Me doy media vuelta y me duermo de nuevo. Las diez. No me puedo despertar, medio despierto, medio dormido me viene a la cabeza que es martes, quiero levantarme pero no puedo, un poquito más, otro poquito más y así van pasando los minutos. Me despierto de dos en dos minutos y pienso que ya estoy levantado, pero no. Sigo allí acurrucadito entre las sábanas calientes.
 
Se me ha hecho tardísimo. No tengo tiempo de hacer tostadas, ni tomar mantequilla. Me tendré que beber la leche de un sorbo si quiero llegar para cuando el médico no se haya marchado. Estoy bajando las escaleras cuando me tropiezo en la entrada de casa con Don Hugo, el médico que viene a verme.
 
¿Qué tal marchas Gabino?
No he podido pegar ojo. No he dormido ni pizca.
 
A ver Gabino, qué tienes ahora, me ha preguntado el médico conforme atravesaba el dintel de la puerta de la cocina.
No estoy bien. Le he respondido ofreciéndole una silla para que se sentase.
Entonces como siempre. No esta vez, parece que es de preocupar. Estos últimos días tengo un dolor extraño en la cadera.
A ver, a ver bájate los pantalones. Te duele.
Sí.
No parece gran cosa. Tómate cada día una pastilla de éstas.
 
Me ha despedido con la sonrisa de todas las semanas entre los ladridos de los perros de alrededor.  Me da la impresión que no me ha dado más que un placebo. Las pastillas por no tener no tienen ni prospecto. Sin caja ninguna.
 

Gerardo Luzuriaga

17/10/2007

Despedida

4a7fda0ecdca77907a454f4eac3359c9.jpgNunca un entierro puede ser bonito, se haga lo que se haga siempre es triste. Se nos va un amigo, un ser querido.
Espero ver un retrato de Aurelio en las paredes de la Sociedad, y que alguién programe una comida.
Nunca una despedida de este tipo puede ser bonita, pero se merece una despedida civil entre sus amigos. De sermones rancios estamos hasta la coronilla.

Joarkide

Tu retratito
Tu retratito lo traigo en mi cartera,
donde se guarda el tesoro más querido.
Y puedo verlo a la hora que yo quiera,
aunque tu amor para mí esté perdido.

No es que te amague,
solamente te lo advierto,
aunque no quieras
yo te he de seguir mirando.

Pues tu bien sabes que lo nuestro fue muy cierto,
y tu retrato me lo está justificando.

Yo te he de ver y te he de ver y te he de ver,
aunque te escondas y te apartes de mi vista.
Y si yo pierdo mi cartera sin querer,
de Nueva Cuenta te mando un retratista.

Por las mañanas te miro muy temprano
Luego te guardo y te saco más al rato
Y por la noche te tiento con la mano
Aunque no sea más que el purito retrato

Por eso mi alma te pido que comprendas
Y sin recelo me des la vida entera
Si esto es motivo para que tu te ofendas
De todos modos te traigo en mi cartera

NO VALEIS NI PA OSTIAS...