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13/11/2005

Las mujeres (II): Nuestras madres / Amak

Lo que dije para nuestras abuelas vale para nuestras madres. Pero tal vez aumentado, pues a nuestras madres les ha tocado vivir a caballo entre dos mundos radicalmente diferentes: principios/mediados del siglo XX y principios del siglo XXI. Dos mundos distintos. Estas mujeres han sido el lazo de unión dentre dos generaciones: la de sus padres (sin luz,  sin agua corriente, sin tractores, atadoras y cosechadoras) y la de sus hijos/as (no solo con luz eléctrica, sino con ordenadores, coches, motos de dos y cuatro ruedas, teléfonos móviles...)
 
Todavía recuerdan las cuadras, las cocinas bajas donde cocinaron durante años. Cocinas que nos han llegado a nosotros con el nombre de cocinas viejas, pero que han sido usadas por nuestras madres. Todavía las recuerdan encendidas, colgada la caldera de cobre con la calderada de berzas y patatas para los cerdos, el seso, el trébede y el burchin, con los pucheros de la comida para la familia. Las banquetas pequeñas alrededor de la lumbre.
El cuarto de amasar, con las camas donde dejaban los panes a yudar. No sigo pues la nostalgia puede invadir a más de uno/a...
 
La mayoría de nuestras madres, dejaron su pueblo, su familia. Es curioso pero la mayoría de nuestras madres vinieron de los pueblos vecinos, o de los valles vecinos a casarse con nuestros padres. No sé si ha sido coincidencia de Nazar o ha sido lo normal en el resto de los pueblos del valle.
 
Me hago cargo de lo que tuvo que suponer para estas mujeres dejar la casa, para ser advenediza en otra casa de costumbres parecidas pero distintas, en un pueblo parecido pero distinto. Convivir con la familia del marido. En una casa donde las cosas se hacían de esa manera de generación en generación. Desde siglos se venían siguiendo costumbres idénticas. Me hago cargo de esto y de mucho, mucho más...
 
Alguno/a pensará, pero si las costumbres eran idénticas. Total venían de un pueblo cercano en donde las costumbres, la cultura era la misma. Pues, no lo creo. Es más creo que no existe más diferencia que la similitud. Para cualquier turista, forastero que venga a estos pueblos de paso dirá son todos iguales, para éstos las costumbres de Mirafuentes, Azuelo, Ancín o Nazar serán las mismas. No existirá diferencia entre estos pueblos, es más casi ni los distinguirá, todos serán parecidos. Pero que curioso, para nosotros son pueblos diferentes, completamente diferentes, es más nosotros no vemos más que las diferencias. No digo que en realidad sean distintos, que lo que ocurre en uno no ocurra en los otros. Lo que digo es que la sensación que nosotros percibimos es de tratarse de pueblos completamente diferentes.
 
Admito que son pueblos semejantes. Lo admito, tienen una cantidad de habitantes semejantes, el habla es idéntico, tienen las mismas costumbres, hasta se tratan los mismos temas, y la forma de verlos también es idéntica, hasta se usan las mismas palabras. Pero si todo esto es cierto, que si lo es. No es menos cierto, que la sensación y sentimiento de sentirse forastero, de no sentirte en tu mismo ambiente, es más hasta el aburrimiento aparece, el sentimiento de sentirte desplazado se apodera de nosotros cuando tenemos que permanecer unas cuantas horas en los pueblos de a lado. ¿A qué se debe si son tan iguales? Cosa que no nos ocurre tan fácil y tan ostensiblemente si tenemos que pasar unas horas, unos días en la ciudad. En definitiva, la similitud aumenta las diferencias.
 
Con lo anterior no he querido más que reflexionar un poco sobre la sensación que pudieron encontrar nuestras madres cuando llegaron a este pueblo tan maravilloso. Con los años todas las mujeres, han hecho este pueblo su pueblo. Este detalle también es para tenerlo en cuenta.
 
Sin duda, nuestras madres se merecen un monumento, espero que nade tome lo del monumento al pie de la letra, pues no hay cosa que más me enoje que este tipo de conmemoracioes sinplonas y frías, anónimas. Hagámosle un homenaje interno, sentimental a todas estas y a las de las anteriores generaciones de la República de Joar y a las que vinieros de los valles colindantes.
 

Qué nuestras madres hayan venido de fuera ha sido positibo y enriquecedor para el pueblo, y también para nosotros. Hoy que se habla tanto de la globalización y de la convegencia de distintas culturas, pue he aquí un principio de globalización sin quererlo. Lo que todos hemos aprendido es sin duda, lo acaecido en el pueblo, lo mismo que nuestros tartarabuelos aprendían, pero esta coincidencia de la venida de la mayoría de las mujeres de fuera del pueblo, aunque viniesen de una en una y en años diferentes, sin duda ha hecho que los de “nazarenos” de nuestra generación, algunos más viejo y algunos más joven hayamos vivido una cultura un poco más plural que lo que son los límites del pueblo, aunque no nos vayamos a confundir, el sustrato, la base de todos es lo nazareno, y es más, en alguno ese resto que he mencionado parece que ha quedado en un segundo o un sexto lugar.  En los comentarios haré una relación de la población de nacimiento de nuestras madres.

Katagorria

 

09/11/2005

20. Benito

A los pocos días, un día  cualquiera a Benito se le olvidó andar. Se le metió en la cabeza que no podía andar, y no fue capaz de dar un paso más. Desde este día no tuvo un momento bueno. Los últimos días los pasó insultando y ordenando a los peones, aunque para entonces no había ni uno solo en la casa. Eran otros tiempos, tiempos de tractores y cosechadoras.  Si no hubiese sido por la tristeza que daba ver a los familiares de Benito, diría que oír las salidas de tono y las expresiones ya en desuso  de Benito se hacía graciosas.
 
Se nos fue. Como vivió murió, gritando, bravucón y faltón. La víspera que fuimos a visitarlo nos conoció. Mostró la misma autoridad que de joven, postrado en la cama, sin voz, sin poder hablar nos ordenó sentarnos y cuando le pareció nos mandó de la habitación.
 
 
 
A los dos días se celebró el funeral. Siete curas concelebraron la misa. Entre ellos, un obispo de Espronceda que ha pasado los 15 últimos años en Mozambique en las misiones. Ha venido una gran cantidad de gente. Como no se conocía en el pueblo desde muchos años. Jóvenes y viejos. Naturales y de fuera. Ricos y pobres.
 
El día sin embargo ha sido invernal. Llevaba dos meses sin llover, sin caer ni una sola gota. Hoy, sin embargo, la tormenta ha sido de las que pocas veces se han visto. Especialmente en el momento del velatorio, especialmente en el momento de trasladar el ataúd estaba enfrente de la puerta principal a la iglesia. Ha comenzado a diluviar. Disimuladamente se han ido los congregados en busca de refugio. Medio minuto después no nos hemos quedado más que 10 amigos y familiares. El cura del pueblo, fuera de sí, gesticulando como un energúmeno ha pedido un paraguas, ante la reprobación con la mirada del cura joven que tenía al lado sufriendo la chaparrada estoicamente. El vendaval, los truenos, rayos, y tromba de agua no ha parado hasta que se ha acabado la ceremonia.
 
 
Ha llegado el momento del sermón. Las palabras del cura no han podido ser menos acertadas. No solo para los vecinos y bien conocedores de las andanzas juveniles del difunto, sino también para el resto de los congregados. El  cura del pueblo anticuado y retrógrado no ha tenido mejor idea que recordar las atrocidades del tiempo de la guerra. Podemos tener la seguridad que nuestro difunto Benito está a la derecha de Nuestro Señor, ha comenzado el sermón, y está a la derecha, ya que durante su vida no ha cumplido más que con lo ordenado por Él. Y ha seguido alabando las fechorías realizadas por el difunto en nombre de Dios, subrayando lo hecho en contra del comunismo y por el bien de la paz, la justicia y la religión. En los bancos de atrás, donde estaban colocados los hombres se ha oído un murmullo, pero al cura le ha dado lo mismo.
 
Ni los familiares más allegados se han sentido confortados con estas palabras. El otro  cura joven, familiar del difunto, ha resaltado el carácter más humano de Benito, subrayando los últimos años de su vida, años de sufrimiento, paciencia y humanismo.
 
He sentido la muerte de Benito. Lo suyo ha sufrido el pobre Benito. En el último momento parece que la única que no se ha apiadado y no ha dado el brazo a torcer ha sido la naturaleza. Y yo en cierto modo me he regodeado y me he alegrado al ver que alguien no había olvidado los atropellos  y barrabasadas de Benito. Terrible ha sido el momento de dar tierra al féretro,  la tromba de agua caída ha sido imponente, el viento hacía imposible mantenerse en pie a los que sostenían las sogas. Una vez de vuelta del camposanto ha amainado la tormenta, el cielo se ha aclarado y hasta ha salido de nuevo el sol.
 
Los únicos que quedamos ya en el pueblo somos Florencio y yo. Desde que Felipe decidió trasladarse a Legazpia el pueblo no es lo mismo. No podemos quitarnos la imagen de Benito. Recordamos sus frases sin sentido, sus mismas preguntas hechas una y mil veces. Permanecemos horas en silencio. No es necesario hablar para entendernos. De repente Florencio me dice seriamente : “Mi ilusión es morirme y que me entierren en el camposanto del pueblo”. ¿Anda el otro?
¿A qué viene ahora eso? Bastante me importa donde me entierren. Nada más acabar la frase me vino a la memoria como murió el padre de Florencio. Fue hace años, en San Sebastián murió de neumonía después de bañarse en la playa. Lo ingresaron en el hospital pero no salió. Allí lo enterraron pues traer el cuerpo debía valer un dineral.
 
Con el adiós de costumbre nos hemos separado. Me he preparado una sopa de ajos, y me he sentado a leer un rato el periódico. He cenado y me he ido a la cama.
 
 
21. Benito
 
 
Hurrengo egunean Benitori ibiltzen ahaztu zitzaion. Esnatzean ibiltzen ez zekiela eta ez zekiela buruan sartu zitzaion, zutik jarri eta gihar bakar batere ezin zuela mugitu ikusi genuen. Egun horretatik aurrera ez zuen egun onik eduki. Azken egunak oihu bizian  eman zituen morroiak agintzen, ordurako morroiak ez eduki arren. “Madarikatua” zen erabiltzen zuen hitzik leunena. Hil egin zitzaigun. Txori moduan joan egin zitzaigun. Txio-txioka. Edo hobe esanda karraka-karraka.   Azken eguneko bezperan bisita egitera joan ginenean ezagutu gintuen. Hitzegiteko ahaleginak egiten ikusi genuen. Alfer-alferrik. Berba egin ezin zuenez, keinuz lastozko bi aulkian esertzeko agindu zigun, gaztetako autoridadea atereaz; begiak borobil ireki zituen une batzuetan, segidan betiko ixteko. Goian bego. / Bi egunen buruan oso hileta elizkizun hunkigarria egin dutela lekukoa izan gara,  txundituta gelditu gara zazpi abade aldare nagusian meza ematen ikustean. Espronzedako apezpiku berria, Mozanbiken azken 15 urte izan dena, barne. Jendetza etorri da. Inguruetako zaharrak eta gazteak.
 
Eguraldiak, berriz, ez du gehiegi lagundu. Duela bi hilabete ez zuen euririk ari, gaur, berriz,  txaparrada jaurti du. Beilaren azken minutuetan, ohiturari jarraituz gorpua etxeko ate aurrean beilatzen ari ginenean, egundoko txaparrada bota du. Disimuluz babeslekuen bila arrapaladan ihes egin dira ia denak, hamar lagun baino  ez  gara gelditu Benitoren gorpuaren aurrean. Herriko apaiza eskuak zerura altxatuz guardasola eskatzen hasi da. Aldamenean zeukan apaiz gazteak zeharkako begirada jaso dio. Trumoiek, euri jasak, tximistek zeremonia bukatu arte iraun dute.
 
 Herriko abadearen sermoien hitzak mingarriak baino mingarriagoak izan dira. Ez herrikideentzat bakarrik baizik eta beste haraneko familia batzuentzat ere, nie ustez. Abade eskuindarraren hitzek guda zibilaren bortizkeria gogarazi dute. Benito jauna Jainkoaren esku-eskuinean dagoneko eserita ikus dezakegula aipatu digu hasierako hitzetan; bizitza osoan Jainkoaren asmoa bete duela, gaineratu du; guda zibilean parte aktiboa hartzea guztien aurrean goretsiz jarraitu du lotsarik gabe;  guda zibilaren osteko komunisten kontrako borrokalari sutsuaren lana azpimarratuz. Apaizak –Benito saltzailea, azpisuge halakoa!- elizkizun guztietan garaiz eta aurreko bankuetan eseritzeagatik eta bizitza osoan hitz bat bestea baino ozenago ez erabiltzeagatik herri osoaren aurrean erudutzat jarri du Benito, eta horrela eman dio amaiera sermoi luzeari. Gizonen atzeko bankuetan marmarka igarri da, bada batzuentzat haran osoan baino gizon gaiztoagorik ez baita izan.
 
Mezaren erdian edo,  abade gazteak esan ditu hitz neurtuak, herrikoiak, leunak, motzak, humanoak, sakonak.Gaitzerdi.  Benitok azken urteetan bizi izandako pazientzia islatu du. Nekazarien artean eta herri txikietan ere injustizia dagoenez horren kontrako neurriak har genezakeela aipatzen ausartu da une batean, injustizia bekaturik larriena dela esanez bukatu du. Senitartekoei, abadea senidekoa izan arren, ez dut uste gustatu zaizkienik adierazpen horiek, aurreko bankuetan, bereziki gizonen aldekoan, zarata eta eztulka ugari entzuten ari baitziren.
 
Nik ere Benitoren heriotza pena hartu dut, eskerrak Benitori aurrez aurre ez niola aipatu gerra zibilean gertatutakoa, hamaika bider gogoan gelditu arren. Azken finean aspaldiko kontuak ziren, berea eduki du Benito gizajoak.
 
Dena den bitxia izan da, gustura hartu dut naturaren mendekua; herriak barkatu duenak –eliza jendez beteta baitago, beste era batean ezin zitekeen bezala, jauntxoak beti jauntxo, batik bat haran hauetan- bistakoa da naturak ez duela ahaztu hain erraz Benitoren barrabaskeria. Benitoren jarrera maltzurra naturak bortitz zigortu du. Kanposantura eraman dugunean zendua erauntsia supituki areagotu da. Lurperatu orduko oskarbi egin du. Jendea, aitzitik, nire familia barne zein baino dotoreago jantzita azaldu da elizkizunetara botereari baino ez erreparatuz. Trajerik hoberenak ikusi dira hiletan.
 
 
Aste honetan Benitoren heriotza burutik aldendu ezinik ibili gara. Nahigabe horri buruzko inguruko gaietan murgildurik aurkitu gara, egun hartan eta baita hurrengoetan ere. Faltan hartu dugu Felipe, Legazpira bizitzera joan zenetik tarte luzeak  isilik ibili baikara.
 
Bat-batean, aurpegi serioa jarriz, “nire ametsa herri honetan ehortsi nindutela da”, iruditu zait Florentziori entzutea.
 
Zertan dator burutazio hori? Niri ez zait axola non ehortzi. Ez nau batere kezkatzen non ehortziko ez ni ez besteak, hori esan bezain laster otu nintzen nola Florentzioren aita Donostiako hondantzan bainua hartzeagatik neumoniak jota ospitalera eraman orduko hil zen, eta diru falta zela eta ezin izan zuten gorpua herriraino ekarri.
 
Agurtu gabe, norberak gure pentsamenduaz etxeko bidea hartu dugu. Atean txakur leialari eskuaz gainetik heldu diot, animalia nire eskua miazkatzen saiatzen den bitartean. Etxean sartu orduko, eguneroko berakatz-sopa prestatzeko sugainean lapiko uraz jarri dut eta segituan aulkian eseri naiz atseden gisa. Berakatz-sopa paterkada, beste atsedentsu bat hartu, katilukada harkaitz te beroa hartzea erabaki dut, poliki eta soseguz dastatu dut, nekearen nekez aspaldiko partez liburua hartu gabe begiak erdi itxita pentsamenduak gogoratzeari ekin diot, zuzenean ohera joateko,  bederatzi eta erdiak ez ziren arren
 
Katagorria
 

 

03/11/2005

Las mujeres (I): Nuestras abuelas / Amamak

 Las olvidadas. Si tuviera que definir de alguna manera a las mujeres de La Berrueza, con este adjetivo las definiría: las olvidadas. Se hablan, se cuentan mil aventuras de los hombres de La Berrueza. Cada pueblo tiene mil anécdotas de otros tantos personajes. Los partidos de pelota, las juergas en las tabernas y en las bodegas, las hazañas del bayo... por poner algún ejemplo.
 
¡Qué pocas veces de las mujeres, y cuando se habla es para mal!
 
Pero las verdaderas artífices, las verdaderas protagonistas de nuestro valle han sido las mujeres.
 
Siempre he pensado que ha tenido que ser duro ser mujer en estos pueblos. Soy de aquí, tengo madre y hermanas, y sé que para ellas es lo normal. Así se han criado, así lo han visto toda la vida, y así lo entienden. Es más, parece que ellas no necesitan nada más, ya que siguen viniendo al pueblo y disfrutan tanto o más que los hermanos. ¡Pero cuántas veces me he dicho a mí mismo la suerte que hemos tenido los hombres por haber nacido hombres!
 
Mujeres sin vida social. Justo salían de casa los días de fiesta y a misa, y al rosario. En la iglesia también eran consideradas de segundo grado, mientras los hombres se quedaban en el pórtico y las paletejas hablando de sus cosas antes y después de la misa, las mujeres entraban religiosamente a sentarse en los bancos de la iglesia. ¡Con el frío que hacía en invierno! En las procesiones siempre en la cola, detrás de los hombres y del cura. Y este era el único momento en que salían de casa para relacionarse con el resto del pueblo.
 
Las mujeres han sacado las familias adelante. Economistas sin estudios, y sin medios. Me río yo de los economistas y gerentes de las empresas de Fagor, de Agni o de la Mercedes. Trabajadoras en el campo, en la casa, en la cuadra... No tenía que ser fácil administrar los alimentos para todo el año, en la mayoría de las casas el cerdo y las gallinas... y eso para todo el año. Nada que comparar con los ecónomos de los conventos de curas y monjas. Nuestras abuelas y nuestras madres si que han tenido valor... Repartir los pocos alimentos para muchos y que pareciese que había en abundancia.
 
La mayoría de las casas han sido gobernadas por estas mujeres inteligentes y a la vez sumisas. Bueno todo esto y mucho más... Ya que yo no he conocido ni la mitad de la mitad. No he conocido, ni tampoco me lo habían contado que las mujeres recién paridas no pudiesen salir de casa sin permiso eclesiástico. Es decir que tenían que pasar la cuarentena antes de salir de casa. Siendo la señal el primer día que acudían a misa una vez pasados los meses de rigor. ¿Me pregunto, si esta limitación, que a mí más me parece un castigo de la iglesia, también era tomada por las propias mujeres como un honor y no como un castigo?
 
Las mujeres han tenido que soportar doble carga, ya que para la iglesia, que en otros tiempos era lo mismo que la sociedad todo lo relacionado con la sangre de la mujer era sinónimo de sucio, falta, pecado y mancha.
 
Recuerdo a Severiana, que según tengo oído iba de casa en casa ayudando a las mujeres a dar a luz. A Gregoria, siempre cuidando a Bego y Javi, dos mocetillos pequeños, todo el día alredor de su abuela, a Josefina, de conversación amena, a Felisa y a su madre, creo que se llamaba Aniceta, que veía hombres en el granero, se pasaba las horas hablando con ellos. A Conce, de baja estatura, pero de un genio endemoniado, no podía soportar que los niños nos acercásemos al pozo cuando las mujeres estaban lavando, a su hermana Paca, Paquita para nosotros, soltera, de una gran religiosidad, su frase preferida era por Dios, por Dios... A los niños y no tan niños cuando íbamos a su casa nos hacía rezar el padrenuestro y nos daba unas galletas marías revenidas, Aparición, Patro y su hija Lucía, Modesta, escobera, de baja estatura, de mucho nervio, a Mere, vestida de negro, a Empera, mujer educada y agradable, a Julia, a Gregoria a la que justo conocí,  a Maria Jesús. En las casas caidas quiero acordarme de dos mujeres mayores, vestidad de negron no recuerdo para nada sus nombres. Al lado de la escuela vieja Antonina, creo que así  se llamaba, lo que si que sé es que era la abuela de Tere de mi edad, a Pilar, la recuerdo más por los viajes que hacía al hospital que por los días que pasaba  en Nazar,  pero la recuerdo muy bien. A Teófila y su madre, la caststellana, esta es a la primera persona que me acuerdo que le llevaron el Viático, con campanilla y todo. A Conce y Leona que aunque fuesen de Nazar, las recuerdo como veraneantes del barrio de arriba, Resurre y Engracia. De Resurre, la maestra,  podría escribir un libro, de su hermana Engracia, recuerdo un viaje que hice a Zirauki a hablar con ella, creo que ya en aquella ocasión tenía un poco perdida la cabeza, al final vino a vivir a Nazar. Me habré dejado alguna, no he citado más que las que conocí en la juventud, aunque los recuerdos se mezclan y es fácil mezclar épocas y nombres... Estas y las que han vivido después han sido las verdaderas protagonistas del pueblo, bastante más calladas, y hasta trabajadoras, me atrevería a decir que los hombres.
 
De todas maneras, ¡Cuántas y cuántas mujeres salieron del pueblo!, para perderse en la jungla de las ciudades, en el anonimato, pues para eso el pueblo es muy desagradecido, no se tiene para nada en cuenta a los que se fueron y vuelven como forasteros alguna vez que otra. Las hermanas y jermanos  de mi padre, y las hermanas y hermanos de los demás del pueblo. Aquellos/as  que venían de pascuas a ramos al pueblo, a pesar de ser tan nazarenos/as  como mi padre, y los demás que viven de continuo. Para nadie del pueblo han sido nazarenos/as, a pesar de haber dado sus mejores años de su vida entre ellos...
 
He leido el libro "tierra de estrellas" de Ana Diez de Uré y Paco Roda, ¡Qué sorpresa! al encontrarme con que aparece citada Celedonia Yániz. Dice así: nació en el seno de una familia de labradores de Nazar... la guerra carlista... arruinó la casa de sus padres...Vivió en el siglo XX  en Estella. Y como ésta existirán desperdigadas por toda la geografía vasca, sin que las hayamos conocido... De los que se fueron muy poco se ha hablado en el pueblo.
 
Ikazkina
 

19. Gabino

 (ESTAMOS LLEGANDO AL FINAL, pero si por casualidad os está gustando no os preocupéis, fuera de esta narración, tengo bastantes anécdotas en el coco como para aburrir a un rebaño de ovejas aburridas)

No puedo dormir. No tengo ganas de dormir, lo intento, pero no lo consigo. En vano, hasta me duelen los ojos de tanto cerrar los ojos. Agotado al final parece que me he dormido. Vuelta tras vuelta en la cama, me levanto a tomar un vaso de agua. Pasa media hora, me tomo un vaso de leche caliente con la intención de tranquilizarme.
 
Oigo las campanadas de la torre como si estuviesen al lado. Las doce, la una, las dos.  Retumban en mi cabeza, me traen viejos recuerdos, me detengo en ellos, pero sigo sin poder dormirme. Cuando parece que me he dormido oigo el kirikikiiiiiiiiiiii del gallo. No he pegado ni ojo.
 
Justo cuando más a gusto estaba, me despiertan los golpes en la puerta de la casa de al lado. Son las diez. Más a gusto no puedo estar en la cama, acurrucado, calentito. Me doy media vuelta y me duermo de nuevo. Las diez. No me puedo despertar, medio despierto, medio dormido me viene a la cabeza que es martes, quiero levantarme pero no puedo, un poquito más, otro poquito más y así van pasando los minutos. Me despierto de dos en dos minutos y pienso que ya estoy levantado, pero no. Sigo allí acurrucadito entre las sábanas calientes.
 
Se me ha hecho tardísimo. No tengo tiempo de hacer tostadas, ni tomar mantequilla. Me tendré que beber la leche de un sorbo si quiero llegar para cuando el médico no se haya marchado. Estoy bajando las escaleras cuando me tropiezo en la entrada de casa con Don Hugo, el médico que viene a verme.
 
¿Qué tal marchas Gabino?
No he podido pegar ojo. No he dormido ni pizca.
 
 
Al sentir el aire fresco de la calle y al ver las golondrinas revoloteando por encima de nuestras cabezas, me ha entristecido y me ha recorrido una sensación preocupación.
 
A ver Gabino, qué tienes ahora, me ha preguntado el médico conforme atravesaba el dintel de la puerta de la cocina.
No estoy bien. Le he respondido ofreciéndole una silla para que se sentase.
Entonces como siempre. No esta vez, parece que es de preocupar. Estos últimos días tengo un dolor extraño en la cadera.
A ver, a ver bájate los pantalones. Te duele.
Sí.
No parece gran cosa. Tómate cada día una pastilla de éstas.
 
 
Me ha despedido con la sonrisa de todas las semanas entre los ladridos de los perros de alrededor.  Me da la impresión que no me ha dado más que un placebo. Las pastillas por no tener no tienen ni prospecto. Sin caja ninguna.
 
Hoy hemos tomado un camino diferente. El camino de Asarta. Nos hemos sentado enfrente de la iglesia medio derruida del despoblado de Disiñana. Han llegado paseando un matrimonio ya mayor que viven en San Sebastián, pero que veranean en Asarta. Gabriel y Maritxu Gastón, nacida en Mués. Gabriel se ha despachado a gusto contra el régimen de Franco. Lo no oído ni en tiempos de la guerra. Mis amigos Felipe y Florencio ni han pestañeado, es más en todo momento asentían con la cabeza, como si estuviesen conforme con todo lo que decía el famoso poeta, de barba blanca poblada.
 
¿Pero quién se cree que es éste? Dijo Felipe, una vez que se ausentaron. ¡Qué sabrá este de nuestro pueblo! Ya me parecía extraño que estos viejos falangistas admitiesen tan fácil los razonamientos del forastero.

 
 
 
20. Ni neu
 
Loak ez nau hartzen, alferrik begiak ixtea, mindu arte saiatu naiz begiak ixten. Loak hartu ezean azkenean ahaleginak ahalegin nekeak gainezka egin dit, jeiki naiz buelta bat etxe barruan ematera,  baso bat ur edatera, ordu laurden barru baso esne bero bat edan izan behar dut lagungarri izan zitekeelakoan. Ezin dut lorik egin. Elizako kanpantorreko erlojuaren hotsak tak, tak, tak, hamabiak, ordubata, ordubikoak entzun ditut, loak hartu nauenerako oilarraren kurru-ku-kuek esnatu naute. Hutsean pasatu dut gaua. Lo seko nengoenean aldameneko etxeko ate jokak esnatu naute. Bederatziak dira, halere oso gustura nago ohean, buelta erdi eta loak atzera hartu nau. Hamarrak, ohetik ezin izan naiz jeiki, gustura nago izaren artean bururaino estalirik. Asteartea zela konturatzean, ohetik jeiki naizela salto batetik esan nahi nuke, baina ez da izan horrela. Oso berandu egin zait, presaka ibili beharko dut. Dagoeneko  ez dut gosaria ogi eta mermeladaz amaitzeko astirik sendagilearen kontsultara helduko banaiz. Etxeko eskaileretan behera noanerako medikua ateaz bestaldean daukat
 
Zer moduz. Ondo lo egin duzu?
- Ez da ikusten begiak ezin irekirik nagoela? Gauean begiak bildu ez ditudalako! lo gutxi eginda nagoelako!
 
 
Haize freskoa aurpegian sentitzeak eta zeruan enarak hegaz ikusteak tristatu eta  beldurtu nau
 
Zer moduz Gabino, sukaldeko atea zeharkatuz galdetu dit medikuak
Ondo ez. Erantzun diot aulki bat eskeiniz.
Orduan betiko moduan
Ez ez, oraingoan ez, aldakan izugarrizko mina daukat. Ondoezik nabil
Lasai. Ez du ematen gauza handirik. Egunero, datorren astearte arte bazkaldu ostean hartu pilula bat
 
Irribarrez agurtu nau aldameneko txakurren zaunken artean. Susmoa daukat plazeboa besterik ez didala errezetatu, bada, pilulak prospektorik gabe eman dizkidalako. Amorrua eman dit paseotan besteen erritmoak, batik bat aldapa gora egin dugunean eta haiek bezain traketsa ibili behar
 
Hiru urte behar izan ditut errealitatea ezagutzeko. Egunero bezala, gaur ere betiko ibilbidea hartu dugu, beste egun batzuetan bezala gaur ere aldameneko herrian uda pasatzen duten  Gabriel eta Maritxurekin topo egin dugu. Donostiako olerkari ospetsu omen. Herrikideek betileak higitu gabe, entzun entzuten badakitela ondo erakutsi dute;  Gabrielek frankismoaren politika hankaz gora jarri baitu, eta Florentzio eta Felipe burua goitik behera mugituz  arrazoia emango balute bezala adostasuna adierazi dute. Aitzitik, denon artean gehien ulertu duena, ezbairik gabe, Benito gaixoa izan da;  Nahiz eta ea nor zen hain ondo hitzegiten zuen gizon hori, eta zer izena zeukan hamaika aldiz galdetue. Grabiel, Grabiel errepikatuz etorri da ibilbide osoan, ahaztu orduko galdera bera egiteko
 
Zer ote daki  honek gure herriez baino ez dute errepikatu gainontzekoek, bere aurrean izan diren bitartean apezpikoaren hitzak izango balira bezala men eginez. Herrian betiko sustraiak sekula sekulorumerako daude finkatuaz ohartzeak pena handia eman dit
 
Zer demontre. Non daude falangista hutsak izandakoak, orain harri azpian miatu behar ditut falangistazaleak aurkitzeko, erregimen kontrako batere ez aurkitzeko
 
Florentzio eta postariak behin eta berriro errepikatutako esaldiak belarrietan pilatzen zaizkit. Bigundu egin zaizu bihotza. Gabino, Gabino errealitatean ez da ezer aldatu...
 
Herrira itzultzea, gustuko lekuak aurkitzea,  lagun min zaharrak agurtzea, familia, anaia, ilobak ikustea eta zergatik ez barruko harropuzkeria, zahartasunak, ez dit lagundu gehiegi herriko benetako egoera neureganatzeko. Lehendabiziko hilabeteetan ikusi dudan  oro atsegina eta orekatua iruditu zaidalako bihotza bigundu eta mihia leundu egin zait

 Gerardo Luzuriaga Sanchez