17/06/2005
Cambios (II) : Población
Hoy hablaremos de la población. La realidad es que los naturales de estos pueblos durante toda la historia, en la edad media, y también en los siglos posteriores han tenido que ir a buscarse la vida a otras ciudades, a otros países. Conocida es la repoblación que tuvo lugar en Castilla y hasta en Andalucía. Cuando las tierras castellanas, manchegas, andaluzas se quedan sin población son los norteños los que acuden a estas zonas. Es curioso como los nombres de Berrueza, Villa de Nazar... aparecen en zonas de España. Lo que quiere decir que aparte de que nuestros antepasados cogieron sus pertenencias y fueron a repoblar tierras abandonadas, estaban tan orgullosos como nosotros de la tierra y cuando podían les ponían a sus pueblos, a sus tierras los nombres que se usaban en la Berrueza. Sin duda, eran tan cabezones, y estaban tan orgullosos de sus orígenes como nosotros.
Así mismo son muchos los que cruzan el charco y se asientan en América. Aunque no todos que salieron de estos pueblos, salieron por las mismas circunstancias, lo que está claro es que todos tuvieron que sufrir lo suyo al dejar los amigos, las tierras, la familia, los bosques, las montañas, los árboles para encontrarse con un mundo diferente y extraño. Es así como se tuvieron que ir de nuestros pueblos tanto los ricos, como los pobres. Por extraño que parezca, durante siglos y siglos han sido los ricos los que obligatoriamente tuvieron que buscar otras tierras, unos se fueron de curas y monjas, otros fueron a estudiar y se hicieron cirujanos, abogados, funcionarios de la administración, otros buscaron suerte en los ejércitos, otros pasaron el charco para asentarse en las Américas. Ahí están los apellidos de nuestros pueblos, y los apellidos de nuestra zona por toda América del Sur.
Pero hasta mediados del siglo XX existió un equilibrio y los pueblos se mantuvieron con una población estable. Es en este momento, cuando se comienza a industrializar el país y en el campo aparecen la maquinaría cuando sobra la mano de obra y es cuando familias enteras se tienen que plantear transladarse a las fábricas de las ciudades.
Hasta estos momentos los pueblos eran un hervidero, las casas estaban todas ocupadas y bien ocupadas. Abuelos, tíos solteros, padres y muchos, muchos hermanos... No sólo vivían los labradores; en un pueblo a parte de los labradores había oficios de todas las clases. Había trabajo para todos: albañiles, carpinteros, herreros, pastores, cesteros, alguaciles, sacristanes, sacerdotes, maestros, peones... Es más había muchas familias que casi no poseían tierras, que vivían del peonaje y de lo que pudiesen sacar de los bienes comunales, es así como existían cuadrillas de carboneros, leñadores... Eran pueblos pequeños pero había de todo, tabernas, tiendas, el autoabastecimiento era el sistema económico. En Nazar se hacían los mejores cencerros de todo Euskal Herria, aunque no lo he conocido lo he leído. Los escoberos han llegado hasta nuestros días. Había trabajo para todos, cada uno en lo que sabía.
Los peones que venían desde Galicia y los pueblos de la ribera, dejaron poco a poco de venir, al final no venían más que los tres fijos de todos los años. Los gitanos también dejaron de venir en la época de la cosecha a trabajar en las casas pudientes. Luego también dejaron de venir a arreglar las cazuelas, con aquellos petachos de zinc, luego también los gitanos que hacían cestas con las mimbres. Más tarde también dejó de venir la madrillera a vender pescado, también el quinqui dejó de venir con su hatillo al hombro, que una vez extendido era todo un mundo, había de todo, todo. Pero lo que verdaderamente me dio pena, y comenzó a cambiar el pueblo fue cuando no llegó el hombre con las especias para la matanza. La llegada de las especias a casa era algo especial, pues ya se sabía que la matanza del cocho estaba por llegar, una fiesta por todo lo alto con los chavales de las casas cercanas, algún amigo de los padres y el que mataba el cocho.
Amigos de la escuela que se iban con toda la familia a Elorrio, Rentería, Pamplona... Las mocillas casi antes de salirle las tetas ya se iban de criadas a las colonias de la Francia de entonces, a Iparralde de ahora, y a las ciudades de criadas a casas que nos parecían de ricos, tan sólo porque vivían en la ciudad. En estos momentos la ciudad se consideraba el paraíso, los jornales parecían desorbitados, todo era exaltación y éxito, el trabajo de una fábrica era considerado como fácil, que tan sólo consistía en acudir y tira. El trabajo y la injusticia sólo existía en el campo. En la ciudad todo era bueno. Yo no he trabajado nunca en fábricas, pero menudos añitos, horarios de 12 horas, con un trabajo infernal. Al lado de fraguas, con el fuego al lado.
Bueno, los mozos, con 16 años ya estaban en las puertas de las fábricas pidiendo trabajo como si fuese la salvación. Todos eran admitidos. Sin haber acabado los estudios, justo si sabían multiplicar y a las fábricas.
En los pueblos aparte de los ricos, aquellos que tenían una cantidad de tierras para trabajarlas con la maquinaria recién traída, tractores, cosechadoras, bisurcos; se quedaron algunas familias que tenían alguna tierra, y ya tenían una edad un poco avanzada para comenzar nueva vida.
Estas son las personas que yo me acuerdo que vivían en mi pueblo, en mi juventud, y para entonces ya había marchado la mayoría de las familias: Gregoria, Jesús, Pedro, Puy, José Miguel, Pedro, Bego, Javi, Mauricio, Pablo, Celes, Marisol, José Miguel, Serafín, Josefina, Agustín, David, Tere, Alfredo, Encar, Severiana, Emilio, Julia, Aniceta, Felisa, una casa de pastores con muchos hijos, con los cuales iba a la escuela, pero que no recuerdo los nombres, Conce, Crescencio, Paca, Donato, Aparición, Resurrección, Patro, Lucia, Jesús Mari, Aurelio, José, Angelita, Fortunato, Maria, Visi, Fernando, José Maria, Modesta, Miguel, Antonia, Rufino, Miguel Angel, Raimundo, Primi, Isidoro, Cirilo, Paca, Mere, Dionisio, Lucia, Carmelo, Emperatriz, Fani, Ignacio, Gloria, Blanca, Miguel, Pedro, Julia, Santiago, Pedro Mari, María Paz, Mari Jose, Anabel, Alfonso, Ángel, María Jesús, Máximo, Concha, José, Felix, María Jesus, Fidel, Leonor, Ana Mari, Amadeo, Andrés, Ferín, Valeriana, Rosa Marí, Juan, José, y su madre, Elena, Tere, María Jesús, Una mujer en las casas caídas, Epi, Angel, Gabino, Paz, Pili, Florencio, Pilar, Valen, Felipe, Floren, Juan Mari, Eloy, Milagros, Angelines, Jose Mari, Teofila, su madre, Marín, José, Pilar, Ángel, José Mari, Gregoria, Cayo, Ángeles, Lourdes, Toñín, Alfredo, Marcelino, Nieves, Félix, Manolo, Gloria, Maribel, Ana Belén, José, Félix, José, Cirila, Rosario, Codés, José Mari, Juan Antonio, Gerardo, Javi, Lucio, Ana, Engracia.
Pocos, muy pocos decidieron quedarse, y muchos menos son los que todavía viven, y los que viven son ya mayores y muy pocos tienen su residencia en el pueblo. Los hijos de éstos ante el cambio económico y social, pronto tuvieron que marchar a la ciudad, con lo que las casas se quedan cerradas, para abrirse justo en los meses de verano. En nuestros pueblos cada vez quedan menos familias, 10, 11 que pronto serán 7, 6 y luego. Esta es la realidad. No hay trabajo, por lo que los que hemos nacido en estas tierras hemos tenido que irnos en su busca. Pero los pueblos siguen, hay están y en todos hay niños que son el futuro... Aunque en este momento no vivan más de 30 personas....
Ikazkina
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