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26/06/2006

Navarra (II)

B. Contradicción

Pero no será hasta 1970 cuando en Navarra toma cuerpo lo que acabará denominándose como  navarrismo, movimiento que reivindica una identidad en la que la lengua vasca no se ve como propia, sino como la característica a desterrar, o cuando menos a no destacar. Contundente y efusivamente se declara contra todo lo vasco,  para ir acercándose y acabar identificándose con lo español, potenciando las características españolas de la cultura navarra. La antigua Vasconia ya no es vasca; se obvia su lengua, la lengua vasca estorba; en definitiva, Euskal Herria nunca existió.

Navarra vive una situación nueva, que no se ha dado con tanta intensidad en toda la historia, lo que no negaron ni liberales, ni carlistas, lo que no han sido capaces de negar ningún otro movimiento político navarro lo ponen en duda partidos políticos de hoy día, que hasta antes de ayer decían y defendían justo todo lo contrario.

 


No es fácil explicarse como ha podido surgir este nuevo fenómeno, pues es difícil encontrar navarros que piensen que la cultura vasca no pertenece a la identidad navarra. Lo normal entre los navarros es pensar que somos navarros y vascos, es más que aunque se haya perdido la lengua vasca, pertenecemos a una comunidad, a un pueblo con peculiaridades propias, que nada tienen que ver ni con la cultura española, ni la francesa.  Las razones son apabullantes, el idioma, las costumbres, la historia... No conozco ningún historiador vasco, que haya negado la vasquidad de los navarros y de Navarra, es más la mayoría de ellos coinciden en identificar al núcleo de la vasquidad con Pamplona y su reino.

 


Tal vez, si nos adentramos en la búsqueda de alguna razón, ésta pueda estar en el momento en que se crean las Comunidades Autónomas, ya que al denominar a Euskadi como Comunidad Autónoma del País Vasco, no son pocos los que comienzan a identificar interesadamente a todo lo vasco solamente con esta Comunidad.

La institución de las Comunidades Autónomas, como ya he comnentado anteriormente, especialmente la de Navarra y la de Euskadi no están exentas de presiones. Conocido es que ante la posibilidad de que todos los territorios vascos peninsulares formasen una única comunidad,  hubo movimientos de todas las clases y tipos, hasta los sables salieron a  relucir. Es más,  las frases que identifican el proceso de formación de las citadas Comunidades Autónomas no son otras que la coacción, presión, amenaza e imposición por la fuerza.

 

 

 

Resumo y no me extiendo en este punto, ya que sobre este proceso, y especialmente sobre este detalle se han publicado gran número de libros y artículos, que seguramente estarán en la mente de los lectores. Las fuerzas políticas estatales y las fuerzas navarras proclives al españolismo nunca admitieron ni la más remota posibilidad de que se creara una Comunidad común formada por los cuatro territorios vascos peninsulares.

Fue en Navarra en la única Comunidad, donde no se convocó un referendum, ante la posibilidad más que probable que el pueblo decidiese lo que no estaban dispuestos a permitir los poderes fácticos.

La situación política de estos años era bastante distinta a la de hoy día. La sociedad estaba preparada para cualquier opción, hasta las bases socialistas eran vasquistas, y hasta sus dirigentes políticos reivindicaban la autodeterminación... Creo que con esto está dicho casi todo.

No es fácil de entender que es lo que ocurrio durante estos años tan interesantes como decisivos. Las fuerzas políticas pro españolas anduvieron listas, desde un principio se jugó una partida desigual, nos prohibieron desde el principio jugar a la mayor, con lo que el juego estuvo controlado desde el principio, fue una jugada con las cartas marcadas. 64 partidos políticos se quedaron fuera de la partida, no se les permitió ni tomar parte en las elecciones.

Aunque la partida estaba amañada hubo unos partidos que se prestaron a jugar la partida (PNV y partido Carlista), ya que a parte que les pagaron las consumiciones, consiguieron organizar otras partidas de mus en sus tabernas con las cartas que ellos quisieron.

Que la situación no estaba decidida, y que los habitantes navarros de aquella época estábamos más que convencidos de pertenecer a una comunidad común vasca lo demuestra, por un lado, que en Navarra los dirigentes políticos no convocasen un referendum, que era obligatorio y así se hizo en el resto de España; y por otro, que en el Estatuto de Autonomía del País Vasco se afirme que “Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, así como Navarra, tienen derecho a formar parte de la Comunidad Autónoma del País Vasco”. Con lo que de una forma u otra se admitía la vasquidad navarra, pero por otra se negaba la posibilidad de constituir una única comunidad. Se dejaba una puerta abierta, que se sabía que con el tiempo poco a poco se iría tapiando con ladrillos. Desde el principio, algunos lo tuvimos claros si se organizaba de esa manera, dos administraciones con poderes políticos distintos y antagónicos, la unión sería imposible. Las tapias cada día se haría un poco mayor.

 

 

 

No hacía falta ser adivino, así ha sucedió. Una vez separados los territorios, con poderes políticos separados, cada Comunidad Autónoma se ha inclinado de forma tácita o inconscientemente hacía la creación de dos comunidades diferentes, distintas, con unos símbolos, una legislación, un entramado administrativo distinto que ha ido calando en los ciudadanos de cada  comunidad. Con el paso del tiempo los intereses económicos de las empresas, medios de comunicación de forma implícita o explícita han favorecido a que la división administrativa, jurídica se vaya imponiendo a los lazos culturales, sociales y económicos existentes entre los ciudadanos vascos de las diversas regiones.

 

 

 

Estaba cantado y así ha sido.

(Continuará)

 

Joarkide

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