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07/05/2012

Angelita

1966 (40).jpgOtra fotografía que está también al revés. Ya que no aparece lo que nosotros denominamos Joar. Las mozas que aparecen en la fotografía son Visi Lander, Blanca Rodriguez, Lourdes Ortigosa, Tere Rodriguez, Maribel Ibarrola, la siguiente no me atrevo a decir quién es, es fácil que sea la Codés, parece que tiene un cierto parecido a Dioana, pero no lo sé, la siguiente si que no tengo ni la menor idea. Angelita Ibarrola con ese vestido blanco, que se asemeja a un angel. Maria Jesús Lacalle, la pequeña del centro tampoco sé quien es, por ese tiempo y de esa edad podría sr Bego, pero no parece. La última está claro que es Encarna Montoya, también con un lazito a algo parecido en la cabeza.

G. L.

Morrocos. Semana Santa

Semanas Santas ya pasadas hace años en un pueblo de la Navarra Media.

Recuerdos más que borrosos, estos de unas semanas santas ya pasadas. Son ya historia; pero no por ello irreales por mucho que les cueste creer a las nuevas generaciones, y muchas veces  hasta a nosotros mismos, los protagonistas directos de aquellos momentos.

Vaya por delante, que como era normal, nadie encontraba en estos días algo peyorativo, triste o negativo, ni tampoco impositivo o macabro; sino que era lo habitual, lo que año tras años veías hacer, lo que los mayores habían hecho desde que tenían uso de razón, por tanto era admitido con pasividad y lo dicho, como algo normal.

También es preciso resaltar que desde los 9  a los 18 años, no viví la Semana Santa en el pueblo, en Nazar, sino que las pasé en el Colegio, y eso si que eran verdaderas semanas santas, ahí sí que el ambiente no era tan natural y se forzaba en exceso la búsqueda del pecado y la redención por parte de Jesucristo. De ahí cuando digo recuerdos algo borrosos. Aunque no quita para que no hayan quedado grabados en la memoria aquellos oficios eclesiásticos hasta que tuve los 9 años. Ya cuando pude volver al pueblo por Semana Santa con 19 años, y ya en la Universidad, había cambiado algo el pueblo, más porque se había quedado casi sin habitantes que por el cambio que habíamos podido dar los nazarenos.

 

Paso a describir aquellos años de la niñez, y no os creáis que es la visión de un niño, sino que era la pura realidad. El pueblo se sumía en un luto estricto, el ambiente mismo se empañaba en estas fechas de un silencio sepulcral y hasta el aire parecía contagiado por los oficios religiosos. Los días solían ser bastante apacibles, cosa que no suele ocurrir habitualmente, donde el sol salía pero sin calentar excesivamente, para acabando refrescando por las tardes, justo a eso de la hora de las procesiones.

Días de luto, donde reinaba el silencio y la tristeza contenida. La iglesia se volvía tétrica, había un día donde todas las figuras y los retablos se tapaban con paños morados, que hacían el recinto de la iglesia todavía más oscuro, silencioso y misterioso. Las mujeres vestían de negro, con sus velos también negros que se echaban por la cabeza, los curas vestían casullas moradas o negras.

Días en que la alegría y el regocijo no se podía mostrar. El jolgorio, los gritos y hasta el silbar estaba prohibido. Las campanas de la iglesia también permanecían mudas durante estos días. Los niños sentíamos este ambiente y éramos también participes importantes de todo ello. Visto desde hoy día, podríamos decir que se trataba de una especie de teatro, pero nada tenía que ver con el teatro.

Existían unos momentos importantes, uno era el de la confesión. Los hombres que pertenecían a la Cofradía de la Santa Cruz, que eran casi todo el pueblo, acudían al pórtico vestidos con túnicas blancas, y con capuchas aplastadas. Se les denominaba morrocos.  Lo único que se veían eran los ojos.

Por estas fechas todo el pueblo se confesaba, niños, mujeres y hombres. Había muchos hombres que no se confesaban más que en estas fechas. Era solemne ver a hombres hechos y derechos esperar en los bancos junto al confesionario para confesarse.  También eran momentos especiales las procesiones. El silencio y el recogimiento de los feligreses era tal, que ni en el pórtico se oía el volar de una mosca. Los toques de campana eran sustituidos por las carracas que avisaban la hora de los oficios eclesiásticos, instrumento de madera que al moverlo hacia arriba y hacia abajo hacia que las tablas chocasen entre ellas y sacasen un ruido ronco y especial, como el ruido que sacan las cigüeñas con el pico. Los monaguillos nos encargábamos de ir de calle en calle anunciando los toques del comienzo de la misa.

Gerardo Luzuriaga

 

04/05/2012

Máximo

1966 (13).jpgHe aquí una estampa de la juventud de Nazar en una época ya pasada. Jose Mari Aranaz, José Miguel Fernández Zudaire, Juan Antonio Luzuriaga, José Mari Luzuriaga, Angel Mari Ortigosa, Ignacio Bujanda, Aurelio Ibarrola, Fernando Lander, Juanito Fernández Ganuza, Alfredo Ortigosa, Manolo Ibarrola, José Miguel Fernandez Zudaire, Marcelino Albeniz, Máximo Lander.  Elegantes todos ellos, y también todos con corbata, excepto claro está el cura.

La rabia

En Nazar según tengo entendido murió un hermano de Serafín Acha de la enfermedad de la rabia. Sería a principios del siglo XX, y parece que como era costumbre en estos casos se le mantenía atado para que no mordiese a ninguna otra persona. Según comentaban no podía soportar ver, ni beber agua. La verdad es que no tengo más que  alguna noción no muy concreta,  que le oí a mi padre y que nunca me atreví a preguntarle más por el respeto que me daba el tema. Ya que tal era la solemnidad con que contaba este infortunio que daba respeto. O tal vez es porque él tampoco sabía mucho más del tema. Tal vez a él también se lo contaron o era muy joven cuando ocurrió tal desgracia.

Curanderos y saludadores se dedicaban a ir de pueblo en pueblo cuando alguien tenía la rabia. Esto claro está no lo he vivido, seguramente sería en el siglo XIX. La rabia fue una enfermedad temida por los habitantes de los pueblos, no existía remedio alguno. La medicina no conoció tratamiento hasta no hace muchos años, y también hoy día solo se puede hacer algo siempre que se ataque antes de que aparezcan los últimos sintomas. Durante  siglos la sociedad fue  eminentemente católica, cristiana, en cada pueblo existían hasta tres o cuatro curas, por muy pequeños que fuesen, sin embargo existían también otras costumbres, o supersticiones que ayudaban a defenderse de los males que acuciaban día a día a los vecinos, a los animales y también a los campos. Tan solo por citar algún ejemplo de esto citaré el agua bendita pasada por la cabeza de San Gregorio, el ramo del domingo de ramos, que se colocaba en las fachadas de las casas, o los eguzkilores colgados de las puertas… Todo lo cual nos evitaban contraer los males que  merodeaban por el pueblo.

La rabia es una enfermedad mortal que ataca al sistema nervioso, y que acaba con la persona que la padece. El cuadro clínico de la rabia en los humanos es espantoso: Empieza con un dolor, una especie de angustia por la zona de la mordedura. Luego, el virus provoca encefalitis, grandes dolores y agresividad que provoca la necesidad de morder, que es el medio por el que se transmite la enfermedad. La saliva es el medio por el que se transmite.  Pasteur probó la vacuna hacia 1880. Pero durante siglos y siglos la mordedura de un perro rabioso siempre llevaba consigo la muerte, con lo que cualquier mordisco de estos animales siempre conllevaba la intranquilidad para los vecinos, por lo que no es extraño la existencia de estos curanderos, saludadores que visitaban nuestros pueblos.

Tal vez pocos lo sepáis, pero en casa de mis abuelos de Azuelo, es decir en la casa de mi madre,  existía un instrumento llamado la risma, que era un hierro con mango de madera y una terminación en equis (en cruz). Se aplicaba este hierro rosiente en la frente  de los perros que podían tener la rabia. Este instrumento y también el acto de aplicar la risma estaba muy unido a la religión, pues era el sacristán (mi abuelo, mis tíos) el que lo guardaba y lo aplicaba a los perros. Hacer la risma consistía en poner el hierro al fuego hasta que estaba rosiente, y luego aplicarlo entre los ojos del animal, a la vez que se recitaban una serie de frases, que me imagino que serían en honor a Santa Quiteria, Santa a la que se invocaba para que acabase con la rabia de los animales. Por lo que he oído a mi madre eran muchos los perros de la comarca que se traían para aplicarle tal suplicio.

El caso es que hoy día no se oye hablar de la rabia, pero sí que en otros tiempos daba un gran de dolor de cabeza a los agricultores y pastores de la zona. Los de Nazar lo tenemos grabado en la mente, ya que debió ocurrir un caso no hace muchos años.

La rabia aparte de los perros también la podía padecer cualquier mamífero, desde las vacas, los gatos, los raposos, ratones; aunque los perros eran los más habituales.

Gerardo Luzuriaga

 

 

 

03/05/2012

Ignacio

1966 (32).jpgOtra fotografía de hace muchos años, pues ahi aparecen los que un dia fueron mocetes y  hoy son ya cuarentones. No creo que acierte con todos pero ahi va un acercamiento Ana Ibarrola, Juan Mari Albeniz, Floren Albeniz. Los tres siguientes no tengo ni idea, me imagino que por la edad podrían ser Blanca, Alfonso, Angel, Miguel (pero en realidad no tengo ni la menro idea). Los dos gemelos, José , Félix, o Felix, José. Ignacio Bujanda, con el pelo bien repeinado que se asemeja a cierto actor de cine que tampoco caigo, Manolo Ibarrola, con las patillas bastante largas. Máximo Lacalle, como siempre con el pelo corto, y ya blanquecino. Fidel Zudaire, en las pocas fotografías que aparece. Pedro Acha, con esa sonrisa peculiar. Pili Etxeberria, con sus catorce años. David Montoya, moreno, y con la frente sin pelo. Vicente Alvarez, que vivió en Renteria, hijo de Aparición y Donato. Bonita fotografía en la que se aprecia la columna del pórtico de la iglesia, que con el tiempo, es curioso pero es lo único que quedará para la posteridad. Columna labrada con piedras de chocolate, seguramente sacadas de las canteras de Sorlada.

G. L.