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09/12/2015

Loreto 2015

Alfonso.jpgEste año sí que Loreto va a ser en familia, pero no falta ni la hoguera, ni la comida, ni el vino... Nazar beti Aurrera

 

 

 

08/12/2015

Gabino (azkena)

Fulgencio

El sueño de anoche me ha dado mucho qué pensar, amigo Fulgencio. Nos encontrábamos en un pueblo semejante a este, pero unos 60 años antes. Te acuerdas de la yegua Petranca, aquella que se nos murió de torzón, pues toda la noche me he pasado soñando con ella, y con las cosas de aquellos tiempos.

A las 8 de la tarde  un grupo de niños, entre los que te encontrabas tú y mis hermanos, fuimos a por los caballos y las yeguas que estaban atadas en el campo. Benito llegó el primero a la fuente con su caballo blanco, pero el segundo fue mi hermano, con la yegua Petranca, te acuerdas de aquella yegua color ceniza, que volaba a las cuatro suelas.  Aquel día  que se nos murió me ha venido una y otra vez a la cabeza, convirtiéndose en una pesadilla.

Fulgencio no te da tristeza ver cómo se va cerrando una casa, luego otra, y otra, y así hasta ir quedándonos solos. Una muerte, la del vecino, otra más… cada día me entristezco un poco más.

Ha llegado el invierno, el frío se ha metido en nuestros cuerpos. Ni Fulgencio ni yo nos atrevemos a salir de casa. Las calles están desiertas, no se ve nadie, la lluvia, el viento dan un aspecto triste al paisaje. Estamos en febrero,  comienza a nevar. Un día, otro y otro. El cielo está gris. Nos hemos quedado atrapados en una red gris-negruzca. Sigue la nevada, nieva copiosamente. Me entretengo viendo los copos moverse de un lado para otro, sin rumbo fijo, como si los copos flotasen en el aire, ha blanqueado, ya llevamos dos días con nieve.

Estoy preocupado en casa. De vez en cuando miro por la ventana, me parece que deja de nevar. Miro de nuevo pero no es así la capa blanca de nieve va aumentando. El nogal de enfrente, y la campa se han  cubierto de nieve.

Después de comer a duras penas logro llegar hasta la casa de Fulgencio.

- Gabino, hoy no he pegado ojo. Me he pasado toda la noche tosiendo, me ha comentado Fulgencio nada más llegar a la puerta de su habitación.

- Coge un vaso de vino de la despensa. Uno para ti, y tráeme otro para mí, que tengo oído que un vaso de vino es lo mejor para los pulmones.

- Enciende también la radio, me ha dicho mientras se le resbalaban las lágrimas por las mejillas. 

- No te preocupes, de ésta sales, le digo convencido.

Y así fue, una semana en la cama y otra sin salir de casa y Fulgencio le dio la vuelta.

Los dos nos hemos propuesto resistir. No hay un solo día que no salgamos de casa. Cuidamos de los huertos, los puerros, las patatas, las berzas… No faltamos ni un solo día al paseo. La cuestión es salir de casa con un pretexto u otro. Hoy nos está costando más que lo normal recorrer  el kilómetro y medio aproximado, que andamos  diariamente. Hemos dominado al viento, hemos realizado ya la mitad del recorrido. Doscientos metros nos supone un cuarto de hora pasado, pero resistimos.

Inesperadamente  aparecen dos nubes negras por Sorlada. Hoy no nos libra nadie del chaparrón. Nos hemos dado la vuelta, pero ya es inútil. Grandes y redondas gotas nos caen encima. Han pasado cinco minutos y se desata el diluvio terrenal. Nos ha cogido de lleno. Nada más llegar a casa nos cambiamos de ropa al lado del fuego. Pero la gripe no nos la quita nadie.

De allí a dos días Fulgencio comenzó con un gran catarro. Había cogido la gripe. Aunque toma las boticas la tos no se le va.  Voy todos los días a visitarlo. Hoy nada más subir las escaleras me ha comentado,  Gabino, se acabó, de esta no pasa. Todo me sobra. Esta noche he tenido un buen sueño, hasta las calles estaban  plagadas de babutas con sus crestas vistosas, como si de gorriones se tratasen. Nuestro pueblo, lo he visto como hace 50 años. Tal como lo dejaste cuando tuviste que huir. ¡Qué alegría, ver a los niños correr por las calles! La escuela llena, las calles abarrotadas de animales. La taberna  llena, la iglesia a rebosar…

  • ¿Te acuerdas?
  • Claro que lo recuerdo, pero no te preocupes, todavía tendremos buenas ocasiones para recordar todo esto y muchas más cosas. Ahora lo que tienes que hacer es tranquilizarte y tomar las boticas.

Dos días después se puso mucho peor. No había forma de bajar la fiebre. El médico venía todos los días. Dos meses después a causa de una neumonía expiró. He estado a su lado hasta el último suspiro.

Desayuno, ando un poco, llega la hora de la comida, otro paseo por la tarde y sin darme cuenta llega de nuevo la noche. Sin hacer nada especial amanece otro día.  De nuevo  está encima otra primavera, llega otro otoño, y otro más.  De vez en cuando, Francisca,  me acerco aquel lugar hermoso en que disfrutamos  los dos. Me siento al lado del árbol junto a la peña a recordar viejos tiempos, a recordar lo vivido entre los dos.

¡Qué tranquilidad, qué paz, qué sosiego! Vivir, disfrutar…  y nada más.

 


 

 

  1. Final

 

He leído de un tirón los papeles desordenados dejados por el tío-abuelo Gabino. No entiendo como en los papeles no aparece lo que tantas veces me repetía, aquella pena que tenía siempre presente,  que Francisca no hubiese podido volver con él a vivir estos últimos sosegados años, todo lo referente a la política, tal como lo explicaba él, un nazareno republicano;  pero con cuarenta años de vivencia en Chile… No pierdo la esperanza de encontrar en algún armario de la casa, algún cuaderno con estas y otras muchas cosas más…

Hoy he decidido darme un paseo por los lugares que más amaba el tío, he subido la cuesta, he cogido la senda por la que acostumbraba a ir a la fuente, la que tanta nostalgia le traía; la senda está impracticable, con abundante maleza. Tras mucho esfuerzo he llegado hasta la fuente, me he mojado la cara y he pasado las horas inmerso en los recuerdos contados por el tío, que no tienen mucho que ver con lo dejado escrito.

Gabino (20)

Gabino

Los únicos de nuestra edad que quedamos  somos Fulgencio y yo. Desde que Felipe decidió trasladarse a Legazpia ya  no es lo mismo. De repente Fulgencio me dice seriamente: “Mi ilusión es morirme y que me entierren en el camposanto del pueblo”.

¿Anda el otro?

¿A qué viene ahora esto? Bastante me importa donde me entierren. Nada más acabar la frase me vino a la memoria como murió el padre de Fulgencio. Fue hace años, en San Sebastián murió de neumonía que la había cogido en un funeral en Otiñano. Lo llevaron a un hospital especializado de San Sebastián para los enfermos de pulmón, hospital que lo había fundado Victor  Acha  Briones, médico que había nacido en Azuelo; pero no salió. Allí lo enterraron pues traer el cuerpo debía valer un dineral.

Con el adiós de costumbre nos hemos separado. Me he preparado una sopa de ajos, y me he sentado a leer un rato el periódico, que no lo había acabado por la mañana. He cenado y me he ido a la cama.

No puedo dormir. No tengo ganas de dormir, lo intento, pero no lo consigo. Hasta me duelen los ojos de tanto cerrar los ojos. Agotado al final parece que me he dormido. Vuelta tras vuelta en la cama, me levanto a tomar un vaso de agua. Pasa media hora, me tomo un vaso de leche caliente con la intención de tranquilizarme.

Oigo las campanadas de la torre como si estuviesen al lado. Las tres, las cuatro, las cinco.  Retumban en mi cabeza, me traen viejos recuerdos, me detengo en ellos, pero sigo sin poder dormirme. Cuando parece que me he dormido oigo el kirikikiiiiiiiiiiii del gallo. No he pegado ojo.

Justo cuando más a gusto estaba, me despiertan los golpes en la puerta de la casa de al lado. Son las diez. Más a gusto no puedo estar en la cama, acurrucado, calentito. Me doy media vuelta y me duermo de nuevo. Las diez. No me puedo despertar, medio despierto, medio dormido me viene a la cabeza que es martes, quiero levantarme pero no puedo, un poquito más, otro poquito más y así van pasando los minutos. Me despierto de dos en dos minutos y pienso que ya estoy levantado, pero no. Sigo allí acurrucadito entre las sábanas calientes.

Se me ha hecho tardísimo. No tengo tiempo de hacer tostadas, ni tomar mantequilla. Me tendré que beber la leche de un sorbo si quiero llegar para cuando el médico no se haya marchado. Estoy bajando las escaleras cuando me tropiezo en la entrada de casa con Don Hugo, el médico que viene a verme.

  • ¿Qué tal marchas Gabino?
  • No he podido pegar ojo. No he dormido ni pizca.
  • ¿A ver Gabino, qué tienes ahora, me ha preguntado el médico conforme atravesaba el dintel de la puerta.
  • No estoy bien. Le he respondido ofreciéndole una silla para que se sentase.
  • Entonces como siempre. No esta vez, parece que es de preocupar. Estos últimos días tengo un dolor extraño en la cadera.
  • A ver, a ver dónde te duele. ¿Te duele aquí?.
  • Sí.
  • No parece gran cosa. Tómate cada día una pastilla de éstas.

Me ha despedido con la sonrisa de todas las semanas entre los ladridos de los perros de alrededor.  Me da la impresión que no me ha dado más que un placebo. Las pastillas por no tener no tienen ni prospecto. Sin caja ninguna.

07/12/2015

El PNV de siempre

No sé por qué pero me sigo sorprendiendo con la postura política del PNV. Si cree que ahora tiene las mismas posibilidades de pactar algo con España va listo. De 1978 a hoy la situación política ha cambiado un abismo.
1. No existe la resistencia popular que había en 1978.
2. Habíamos salido del franquismo y existía una predisposición para el cambio, se necesitaba el cambio, y eso rugía en la calle. Hasta el PSOE entendía una Comunidad Autónoma común entre Vascongadas y Navar...ra.
3. Navarra fue clave, España tuvo como principio intocable que Navarra no podía constituir una Comunidad Autónoma con las provincias vascongadas.
4. El PNV se aprovechó indirectamente de esta circunstancia para conseguir privilegios económicos.
5. Ante la imposibilidad de conseguir una Comunidad Autónoma común, abandonó Navarra, y eso le ha traido casi desaparecer políticamente de la geografía navarra.
5. Hoy día los grupos políticos de España han cambiado. Es factible y más que posible que hasta los dos partidos políticos más votados en España puedan formar gobierno, y si no es así lo pueden hacer con el tercero o el cuarto que también son unionistas.
6. Hoy el PNV no tiene nada que ofrecer para poder conservar los privilegios económicos, se los pueden quitar de un plumazo, ya que tanto PP, PSOE, como Ciudadanos están deseando de volver a una España Única.
7. De nuevo el PNV con su posición centrista se equivoca, hoy no lo necesitan, y tampoco tiene un partido (Izquierda Abertzale) y especialmente un grupo armado que inquiete a España con sus reivindicaciones...

Gerardo Luzuriaga

06/12/2015

Gabino (19)

Benito
 
A los pocos días, un día cualquiera a Benito se le olvidó andar. Se le metió en la cabeza que no podía andar, y no fue capaz de dar un paso más. Desde este día no tuvo un instante bueno. Los últimos días los pasó insultando y ordenando a los peones, aunque para entonces no tenía ya peones. Eran otros tiempos, tiempos de tractores y cosechadoras. Si no hubiese sido por la tristeza que daba ver a Benito en esa situación, diría que oír las salidas de tono y las expresiones ya en desuso de Benito hasta se hacían divertidas.
 
Se nos fue. Como vivió murió, gritando, bravucón y faltón. La víspera de morirse fuimos a visitarlo, justo abrió los ojos.
 
A los dos días celebramos el funeral. Siete curas concelebran la misa. Entre ellos, un obispo de Espronceda que ha pasado los 15 últimos años en Mozambique en las misiones. Ha venido una gran cantidad de gente. Como no se conocía en la zona desde muchos año, jóvenes y viejos, naturales y de fuera, ricos y pobres.
 
El día sin embargo es invernal. Llevaba ya dos meses sin llover, sin caer ni una sola gota. Hoy, sin embargo, la tormenta ha sido de las que pocas veces se han visto por este valle. Especialmente a la hora de trasladar el ataúd a la iglesia, ha comenzado a diluviar. Disimuladamente se han ido los congregados en busca de refugio. Medio minuto después no nos hemos quedado más que 10 amigos y familiares bien resguardados en los paraguas. El cura principal, el del pueblo ha pedido un paraguas, ante la reprobación con la mirada del cura joven que tenía al lado sufriendo la chaparrada estoicamente. El vendaval, los truenos, rayos, y tromba de agua no han parado hasta que se ha acabado la ceremonia.
 
Ha llegado el momento del sermón. Las palabras del sacerdote del pueblo, su sobrino, no han podido ser menos acertadas. No solo para los vecinos y bien conocedores de las andanzas juveniles del difunto, sino también para el resto de los congregados. El cura del pueblo anticuado y retrógrado no ha tenido mejor idea que recordar los tiempos pasados y olvidados de la guerra. Podemos tener la seguridad que nuestro difunto Benito está a la derecha de Nuestro Señor, ha comenzado el sermón, y está a la derecha, ya que durante su vida no ha cumplido más que con lo ordenado por Él. Y ha seguido alabando las fechorías realizadas por Benito y los suyos en nombre de Dios, subrayando que todo lo que Benito ha hecho en la vida ha sido en contra del comunismo y por el bien de la paz, la justicia y la religión. En los bancos de atrás, donde estaban los hombres se ha oído un murmullo, pero al párroco le ha dado lo mismo, ha seguido y seguido alabando el pasado de Benito.
 
Ni a los familiares más allegados se han sentido a gusto. El otro cura joven, también familiar del difunto, ha resaltado el carácter más humano de Benito, subrayando los últimos años de su vida, años de sufrimiento, paciencia y humanismo.
 
He sentido la muerte de Benito. Lo suyo ha sufrido el pobre Benito. Parece que la única que no se ha apiadado y no ha dado el brazo a torcer ha sido la naturaleza. Y yo en cierto modo me he regodeado y me he alegrado al ver que alguien no había olvidado los atropellos y barrabasadas de Benito. Terrible ha sido el momento de dar tierra al féretro, la tromba de agua caída ha sido imponente, el viento hacía imposible mantenerse en pie hasta los que sostenían las sogas. Una vez de vuelta del camposanto ha amainado la tormenta, el cielo se ha aclarado y hasta ha salido de nuevo el sol.
G. L.