15/01/2008
La vuelta (III)
Por fin llega el viernes, sin comer como todos los viernes vuelvo al pueblo. Me siento en casa, mi casa sigue siendo la del pueblo, junto a mis hermanos, mis padres, mis amigos; pero poco a poco el pueblo se me va distanciando, no la gente, pues siguen los mismos 60-70 habitantes, con las mismas caras, con las mismas costumbres.
Sigo manteniendo las mismas conversaciones. Poco a poco domingo por la tarde a domingo por la tarde me voy desligando de lo que acontece en el pueblo.
Sin darme cuenta he pasado de protagonista a observador, aunque eso si espectador de primera fila, pues sigo siendo considerado del pueblo y me siento del pueblo. El perro de casa me sigue esperando ansioso y nervioso todos los viernes.
Joarkide18:30 | Permalink | Comentarios (0)
13/01/2008
Itzulera (II) / La vuelta
Era la primera vez que salía de la casa de mis padres, casi del pueblo, sólo había ido una vez a Iruñea hoy, Pamplona en aquellos tiempos. Tras una semana fuera, en casa de mis tíos volvi al pueblo. Era martes, más o menos las seis de la tarde.
Nada me pareció igual, todo había cambiado, todo a excepción de los animales. A mis hermanos, a mis amigos, a mis padres, y hasta a la chica que me gustaba los encontré distintos. La calles, las casa no me parecieron las mismas.
28 urteko lehengusinak etxean bi aste igaro du, familiar horrek eramanda 6 egun herritik at pasatu dut osaba-izebaren etxean. Bizitza osoan herritik kanpo lehendabiziko egun horiek pasatu ondoren herrira bueltatu naiz. Auzolagunak, lagunak, gurasoak, etxeak, kaleak desberdin ikusten ditut, desberdinak iruditzen zaizkit.
Herrikoia
21:45 | Permalink | Comentarios (0)
09/01/2008
Itzulera / La vuelta
I : El colegio.
Tres largos meses fuera del pueblo. No hacía falta vivir en el pueblo para sentirme en casa. De nuevo otros seis meses fuera; pero la casa, los amigos, los hermanos, los padres los sentía cercanos. No necesitaba vivir el día a dia, conocer la realidad para sentirla. No hacía falta que nadie me contase lo acontecido, me lo imaginaba. Sin embargo, el colegio inundado de curas vestidos de negro, de postulantes vestidos con batas azules con franjas blancas se parecía mucho más a un sueño, a un espejismo que a la realidad.
Joarkide
23:39 | Permalink | Comentarios (0)
05/01/2008
El Carbonero de Nazar (eta IV)
http://www.youtube.com/watch?v=2IludsEcSbA&eurl=http%...
3. Cocción de la carbonera.
La preparación de la carbonera era una labor complicada y especialmente meticulosa y metódica. Se debían de tener en cuenta el grosor y la longitud de los troncos, ir colocándolos en capas, etc. etc. Las carboneras que preparaban estos aguerridos leñadores eran de considerables dimensiones que que tardaba varias semanas en cocerse, es decir en convertir la madera en carbón. En este período de cocción se debían vigilar las carboneras día y noche.
Recuerdo como contaba “El Carbonero”, como una vez, ya él casado, se quedaron con un “lantegi” en el monte de Otiñano, por lo que alguna noche venía a dormir a Nazar. Aquella noche salió unas cuantas veces al alto, desde donde se divisaba muy bien el monte de Otiñano y también el lantegi donde se había comenzado a cocer la carbonera, a eso de las dos de la mañana, cuando fue a divisar como iba la carbonera, se divisaba una llamarada en la zona donde tenía la carbonera, rápidamente preparó el caballo y marchó a las cuatro suelas hasta el lantegi, ya al llegar se dio cuenta que se trataba de una hoguera que había encendido uno de los que se había quedado de guarda.
La vigilancia era imprescindible, cualquier descuido podía acabar con el trabajo de muchos carboneros. La carbonera estaba en vigilancia continua, no podía arder, pero debía tener la temperatura apropiada. Unas veces era necesario tapar los huecos que se iban haciendo, para que no entrase excesivo aire, es decir oxigeno. Otras veces era necesario añadir “betagarri”, troncos para que no se produjesen vacíos. Labores sumamente complejas y especializadas, en ello iba la calidad del carbón. Muchas veces me comentó el carbonero, que no era necesario ver las llamaradas para saber que la cocción de la carbonera no iba por buenos derroteros. El sexto sentido lo tenían muy bien desarrollado, más que la vista el olor y el color del humo eran señales de gran importancia para estos avezados carboneros.
Podría repetir todo lo que “El Carbonero de Nazar” nos ha contado una y mil veces, -preparación de la carbonera, como se van colocando los troncos, la tierra, encendido de la carbonera, enfriamiento de la carbonera, el empleo de los utensilios…- pero creo que no haría más que repetir lo que ya se puede consultar en cualquier libro sobre los carboneros.
Termino, aunque en cierto modo me da pena, pues me he sentido bastante cómodo recondando alguna de las anécdotas que nos contó nuestro padre, aunque estoy seguro que alguno de mis hermanos me dirá que se me ha olvidado lo principal… También quiero resaltar que el Carbonero de Nazar llevó el nombre de carbonero, y lo llevó con elegancia y orgullo; pero que en realidad fueron muchos -Mauricio, Pablo, Mari, Fortunago, Miguel, Florencio…- los que realizaron durante años y años esta tarea, que no fue más que una más de ganarse la vida en estos valles.
Acabo, con cierta nostalgia, al ver que en un balcón del pueblo he visto colgado un Papa Noel, a mis sobrinos entusiasmados con este personaje advenedizo de no sé donde, de no sé que tierras, y no veo ningún Olentzero (Carbonero), a pesar de que este personaje sea mucho más cercano, mucho más nuestro.
A pesar de que el aspecto del Olentzero (Carbonero) sea la de un carbonero, un poco sucio, pues se pasa todo el año en los montes haciendo carbón, y llega al pueblo con la cara oscurecida por el polvo del carbón, con las ropas estropeadas del trabajo cotidiano del monte, rasgadas por las matas, y las ramas no debía tener competencia con el resto de personajes (Papa Noel, Santa Claus, San Nicolás, Los Reyes Magos…) venidos de países lejanos.
Aunque llegue con las manos, la cara ennegrecidas, la ropa llena de petachos, remendadas por los mismos carboneros llegará un día en que los niños sepan apreciar todos los desvelos que realiza por dejar las labores del carboneo y repartir todos los regalos y dulces a todos los niños vascos.
Gerardo Luzuriaga "ikazkina"
16:55 | Permalink | Comentarios (5)
03/01/2008
El Carbonero (III) / Ikazkina (III)
2. Forma de vida
No había mujeres por los alrededores, o por lo menos, yo nunca oí a ningún carbonero hablar de ellas. Las faenas del carboneo estaban restringidas al sexo masculino. Aunque las pocas veces que bajaban a los pueblos seguro que no faltaba el alcohol y los bailes. Tal vez parezca un poco exagerado, pero tal como lo he oído miles de veces lo cuento, y no creo que exagerasen en nada, es más creo que la realidad fue bastante más dura de lo que se pueda expresar con palabras. La jornada comenzaba antes de que amaneciese, y no acababa hasta entrada la noche. No existían fines de semana. Tal sólo de vez en cuando, de muy vez en cuando se solía bajar a algún pueblo cercano. Lo demás consistía en trabajar y trabajar, no existían domingos. Está claro que no se contaban las horas de trabajo, ya que eran incontables.
La temporada de los carboneros duraba unos siete meses, por lo que salían de casa con la ropa y un hatillo para no volver hasta pasado ese período. Dormían en chabolas hechas por ellos mismos con troncos. Está claro que nuestro padre –El Carbonero, José Luzuriaga Lacalle en los papeles de la iglesia y no tanto en los del ayuntamiento- nos explicó una y otra vez las tareas que se debían de llevar a cabo para hacer una carbonera, toda una obra de ingeniería. De todas formas no me voy a detener en este asunto, ya que se puede consultar en cualquier libro sobre los carboneros, así como los utensilios que usaban en la cocción del carbón.
Estas cuadrillas de carboneros se organizaban entre ellos para poder subsistir toda la temporada. Ellos mismos realizaban las compras, y las comidas. Muy pocas veces tenían la suerte de contar con algún riachuelo, o fuente cercana de la que poder abastecerse. Aunque la comida era abundante, todos los días se comía lo mismo, y según he oído comentar a los carboneros del pueblo se parecía más a la comida de los animales que lo que estamos acostumbrados hoy día. Casi la única comida eran las habas, todas las que se quisiesen, acompañadas con un trozo no mayor que el dedo pulgar de tocino para cada trabajador, que podía ser sustituido por dos tragos de vino.
No disponían de agua para lavarse, y los pucheros se limpiaban rebanando con el poco pan que les correspondia.
23:05 | Permalink | Comentarios (0)