29/09/2017
Estibalitz, Mikel eta Markel
Esta semana Mikel y Estibalitz han tenido a Markel.
Markel jaio da Gasteizen aste honetan. Zorionak gurasoei eta aiton-amonei.
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28/09/2017
Frutero de Etayo / Etaioko fruta banatzailea
Tenemos una grata noticia, especialmente para él, no para los vecinos de los pueblos que con tanto cariño nos ha abastecido de frutas y verduras durante estos últimos años. Se nos jubila el frutero de Etayo. Te deseamos una larga jubilación.
Astero, astero ibili da bere furgonetarekin herriz herri, udan tira jente pilo eta poltsikoa beteta, baina neguan, negu-neguan, herri bakoitzean lau katu... eta ordu pilo eta salmenta eskasa. Gizon zoriontsua izan da, denekin, beti irribarria espainetan, batez ere aginak berritu ondoren. Benetan erretreta ondo merezituta.
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27/09/2017
Euskal Herria
Aspalditik komentatu dut, esan dut, idatzi dut Euskal Herrian demokrazia gutxi eduki dugula. Dena izan dela terrorismoa. Terrorismoa dela eta eskubide pilo zapaldu dizkigute. Asko eta asko denbora dezente jasan ditugu eskubideen zapalkuntza. Euskal Herrian ontzat eman dute normala ez zena.
Orain kataluniaren garaia ailegatu da, eta Estatuak Euskal Herrian egin dutena egin nahi dute, baina zoritxarrez asko zailagoa daukate. Katalunian alderdi nazionalistak ez daude bereiztuta, eta bide berean ibiltzen dira. Hori da Euskal Herrian gertatu ez dena.
Kontu hauekin zer edo zer ikasiko dugulakoan nago. Ziur ez izan arren, ez dakit ba?
Dena den, adierazgarria da, ikustea sakratutzat eduki dugun kontu batzuk pikutara joan direla une soil batean. Polizia autonomoaren autonomia lekuko, Estatuaren aginduaren mende jarri dutelako.
Adierazgarria izan da, ez dakigu nola bukatuko den hasitako erronka, baina bai badakigu denboraren poderioz Katalunia irabazle irtengo dela.
17:02 | Permalink | Comentarios (0)
Pequeñeces (XI)
Aquella misma tarde nos enteramos de que Tere y su familia se iban del pueblo para siempre; nadie volvía si no era por vacaciones. La tristeza y la pena nos invadieron. Yo no me quiero ir, nos comentó Tere con las lágrimas en las mejillas, pero nuestra madre nos ha dicho que en este pueblo no tenemos porvenir alguno, que en la ciudad estudiaremos y seremos alguien en la vida. ¿Pero qué nos falta aquí? Tenemos de todo, somos felices... Todavía recuerdo ese día, estábamos jugando a médicos. Dejamos las vendas, las tijeras, el alcohol y el resto del material que teníamos entre manos para sentarnos alrededor de Tere e intentar consolarla.
La despedida y la marcha de Tere y su familia fue un gran golpe, y no creo que solo para nosotros. Recientemente seis niños de la misma familia habían dejado la escuela. El pueblo se iba despoblando, su ida nos dejó un gran vacío. Aquel día marcó nuestras vidas, aunque no fuese más que porque todos teníamos presentes que un día u otro nos podía ocurrir lo mismo, ese miedo vivió con muchos de nosotros durante la niñez.
¿Mamá, también nosotros nos iremos del pueblo?, le pregunté al día siguiente.
¿Tú también quieres irte, o qué?
No, no.
Tranquilo, hijo, por lo menos hasta que vivan tus abuelos no nos moveremos de aquí. Si hasta aquel día había querido a los abuelos, y los había cuidado, de aquel momento en adelante sus molestias y sus quejas fueron mi preocupación. Todos los días en las oraciones de la noche rezaba por ellos y por su salud. Y especialmente cuando rezábamos el rosario, siempre pedía a Dios por la salud de los abuelos. De todas maneras, la abuela presentaba una salud de roble, aunque de la cabeza no andaba bien; pero el abuelo además de tener una edad muy avanzada, pasaba de los 85, su salud estaba bastante resquebrajada.
La despedida de Tere fue muy triste, se acercaron los tratantes, se llevaron los cerdos, los primales y el caballo, a Ceferino le vendieron las dos vacas, y el burro. La mayor parte de las herramientas de labranza las compró el padre de Pedro, que también se llamaba Pedro, las gallinas y los conejos se las regalaron a un tío soltero que se quedó en el pueblo, las dos cabras se las quedó el pastor. Las camas y los muebles de valor los medio regalaron a un gitano de Logroño.
Tere cogió el autobús entre sollozos, la hermana pequeña ni se enteró, no parecía que estuviese tan triste. No se llevaron más que cuatro cajas de cartón y dos maletas llenas a rebosar, atadas con cuerdas de atadora. Por lo que se ve todo lo que tiene valor en el pueblo en la ciudad no vale para nada, o algo así le quise entender a mi padre en una conversación con Ceferino. A Tere, le regalamos una pequeña piedra de yeso que cogimos en la yesera. Se la guardó en la mano, mientras se le resbalaban unos lagrimones por la cara. Nos hizo prometer que cuidaríamos de Lur, su perro blanco. Desde aquel día no se separó de nosotros, nos seguía a todos los lugares donde íbamos. Sin embargo, por las noches desaparecía para ir a dormir donde lo había hecho hasta entonces, en un cobertizo delante de lo que fue su casa.
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25/09/2017
Pequeñeces (X)
Al llegar a casa nuestra madre le dijo al hermano mayor, me ha parecido oír maullar a unos gatos recién nacidos en el rincón de la cocina vieja donde se guardan las escobas, al lado de la vieja alacena. Muy bien mamá, le respondió nuestro hermano, en cuanto traiga la paja para las vacas me encargo de ello. Pasado un cuarto de hora, apareció mi hermano con un saco de trigo vacío. Cogió los gatitos, los metió en el saco y salió de casa. Le seguí de cerca, sin que me viese, siguió hasta el cementerio, dio la vuelta por fuera, se escondió en la parte de atrás del muro, para volver de nuevo cinco minutos después con el saco vacío de nuevo.
A las ocho y media de la mañana nos despertó nuestra madre. El que nada tiene que hacer siempre dispuesto y el resto duerme que te duerme, murmuró mi madre al verme aparecer el primero en la cocina. Venga, vete ahora mismo a la cama. ¿Qué vas hacer toda la mañana con este frío? Lavada la cara en la fregadera, el pelo bien remojado, después de haber tomado un buen tazón de leche de cabra con sopas, y el pelo bien repeinado salieron para la escuela todos los hermanos y hermanas. ¿Mamá cuándo podré ir a la escuela?
El año que viene, cuando cumplas seis años.
¿Tienes ganas, O qué?
No, no, que va.
Cogí las zapatillas, y sin atar salí corriendo a la calle ¿Pero a dónde vas tan temprano? Me gritó mi madre, cuando ya estaba en la otra esquina de la calle. Voy a llamar a Pedro. Ven aquí, todavía no estará ni despierto. En balde, ya no oía los gritos, ya para entonces había dado la vuelta a la esquina y había comenzado a subir la cuesta hacía casa Pedro. Cinco minutos después ya estábamos correteando con los corronchos y los ganchos por las calles. Cualquier obstáculo – una piedra, un palo, una huella de caballo, vaca o cabra- era suficiente para que el aro se fuese al suelo, y tuviésemos que engancharlo de nuevo.
La chabola era nuestra casa, todo el día andábamos de un lado para otro buscando aparejos para construirla.
Aquel día también, como otros muchos nuestra hermana mayor se quedó en casa, y aunque no tenía más que 12 años y debería ir a la escuela, eran muchos los días que no podía hacerlo. Siguió al pie de la letra lo ordenado por nuestra madre. Ayudado por el bastón y por nuestro hermano mayor sacó al abuelo al cobertizo, desde donde controlaba todo lo que ocurría en la calle. La abuela, como si notase la falta de su hija, anduvo mucho más nerviosa que de costumbre, iba de un lugar para otro, repitiendo una y otra vez la misma frase. De vez en cuando se acercaba hasta la puerta del granero, la abría y ante la oscuridad que aparecía ante ella, volvía medio asustada de nuevo a la cocina.
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