05/12/2015
Blanca Albeniz
Ha fallecido Blanca, hija de Pilar y Florencio.
Blanca nació en Nazar, dónde pasó los años jóvenes, hasta que como otras muchas jóvenes subió a Elorrio a ganarse la vida.
Nunca perdió la relación con el pueblo, hasta que vivieron sus padres vino asiduamente, a la casa de ellos, donde se juntaba con el resto de hermanos, Marcelino, Beni y Feli.
Jacinto y ella, junto a su hermana Feli y Angel compraron la antigua casa del Máximo, donde acudieron asiduamente todos los veranos, hasta que pasados unos años se hicieron la casa actual en la era del Joselito.
Hace ya bastantes años a Blanca le diagnosticaron un cáncer, ha luchado duramente contra él, ha llevado la enfermedad con aplomo y alegría. Ha sido una mujer que ha sabido convivir con la enfermedad, la tristeza no cabía en ella. Nos ha dado un ejemplo de fortaleza, nos ha demostrado que pesar de las enfermedades se puede vivir una vida digna. Ha sobrellevado una larga y dura enfermedad; pero que le ha dejado disfrutar de buenos momentos en el pueblo y con la familia.
Nazar, el pueblo, la casa, los vecinos, la virgen de Loreto ha sido una de sus mejores medicinas, aquí es donde ella tomaba el oxígeno necesario para seguir viviendo, con una gran calidad, aunque todo esto es muy fácil decirlo desde la distancia, pero esta es la sensación que yo he sentido.
De tal manera que podemos decir que ha fallecido por la edad y no por el cáncer, a pesar del desgaste que suponían las sesiones de quimioterapia, la caída del pelo, las medicinas ha conseguido vivir años y años en plena actividad y con ilusión.
Durante muchas temporadas su paseo de la era del Cristo a Loreto o hasta el nogal de la Pinta suponía un lujo que no tenía precio.
En Asarta también ha fallecido Aureli Pierola Remirez, con este mensaje queremos transmitir las condolencias a los familiares de ambas familias.
Descansen en paz.
Gerardo Luzuriaga
11:35 | Permalink | Comentarios (1)
03/12/2015
Gabino (18)
Antiguos amigos
Son las 12 y media. Tocan a la puerta. Es el cartero, Epi, que como todos los días en torno a esta hora suele pasarse con la correspondencia. Un enamorado de la caza. La destreza de sus cachorros, y el ciclismo son sus temas favoritos. Desde que ha cambiado su vieja bicicleta por la Lambreta no tiene prisa para volver a Acedo.
Otro tema de conversación es el ciclismo. En la época del Tour, aunque no sabe leer, para cuando llega a donde mí, se sabe de pe a pa lo que traen el Diario de Navarra y el Pensamiento Navarro. Nos pasamos la mañana comentando las hazañas de Carlos Echeverria, Francisco Javier Galdeano, Gabica...
Desde que Fulgencio no me visita tan a menudo, la llamada de Epifanio, se ha hecho imprescindible y necesaria. Es un hombre de pueblo de toda la vida, un hombre avispado e inteligente, nunca fue a la escuela, pero capaz de amoldarse a cualquier oficio y circunstancia. Es cartero sin saber leer. No hay nada que él no sepa de este valle.
Especialmente los días de invierno pasamos horas y horas comentando los acontecimientos del pasado. De él he conocido los nombres de los delatores en tiempos de la postguerra, los detalles de los fusilamientos. Los lugares y los participantes en las reuniones secretas. Quienes fueron los verdaderos instigadores de las decisiones más comprometidas y los autores de las tropelías.
Sábado, cinco de la tarde, pasaban los minutos y no llegaba nadie. Se avecinaba una tormenta, era un día de esos en que las moscas estaban pesadas, se posaban en los brazos y picaban. Llegó Felipe, no dejó mosca en paz, con golpes certeros con la boina acababa con seis o siete moscas cada viaje, y dejaba otras tantas atontadas revoloteando por los alrededores.
Fulgencio y Benito llegan a la vez, sudorosos. No sé si se debía al viento sur, pero Benito parecía más nervioso que de costumbre y tenía la mirada perdida. Toda la tarde la pasamos sentados a la sombra comentando nuestros temas.
Vosotros sí que vivís bien, nos comentó Fulgencio sin venir excesivamente a cuento. Tú con los negocios de Chile, Benito con su hacienda, y este, dos meses con los Nacionales, y mira le ha quedado una pensión de general para toda la vida.
Al atardecer, nos acercamos al altillo desde donde se divisa todo el valle, a lo lejos se ven seis cosechadoras y otros tantos tractores faenando en los campos. Allí, permanecimos las horas muertas, sentados, siguiendo el vuelo de las mariposas y los gaviones, oyendo de lejos el piar de los pájaros y de vez en cuando observando el vuelo de una babuta de colores vivos y diversos.
Pasan las horas, tranquilamente, no ha movido ni pizca de aire. No apartamos la vista de las cosechadoras rojas Laverda, que poco a poco van acabando con los terrenos de cereal como si de una plaga langostas se tratase.
¿Fulgencio recuerdas lo que nos ocurrió ya ni me acuerdo un jueves en Estella?, tendríamos unos 20 años. Entramos a una bodega a comprar dos botellas de anís las cadenas. Una vieja de Bearin estaba contando una historia bastante desgraciada. Cuándo acaba la mujer de contar la historia, no se le ocurre a Fulgencio más que decir ¡qué triste, qué triste! Y todos los que estaban en la tienda entendieron ¡que chiste, que chiste!.
Fulgencio repetía y repetía triste y ellos entendían chiste. Y cuánto más lo repetía más se mosqueaban. La cara de los allí presentes se iba encendiendo más y más.
¿Pero qué os ocurre? Se enfadó Fulgencio. Pero si lo que estoy diciendo es lo más normal.
Normal, normal, eso no es normal.
Al final por fin a Fulgencio se le ocurrió cambiar la frase y en vez de usar la palabra triste, usó la palabra pena, yo tampoco entendía el enfado de los presentes. ¿Pero no me digáis que no os da pena a vosotros qué aquélla pobre mujer se tuviese que ir del pueblo porque lo mandase el cura? ¿No me digáis que no os parece triste? Se acabó la discusión. Se acabó el enfado. La frase tuvo sentido y todos la entendieron. Entonces nos dimos cuenta que nuestra tr no era como la del resto de Tierra Estella, o por lo menos la de los clientes que en ese momento estaban en la tienda. Y con esta anécdota nos despedimos hasta el día siguiente, aunque hacía una temperatura que invitaba a quedarse al fresco toda la noche.
Al día siguiente Fulgencio no aparecía, a pesar de que la hora que teníamos para reunirnos había pasado de sobra. Poco a poco comienzo a impacientarme. Normalmente él es el primero que llega. Ya pasaba media hora, cuando me pareció ver el 127 blanco del médico aparcado enfrente de la vivienda de Fulgencio. Bajé preocupado, pensando que le habría ocurrido algo serio. Nada más empujar el ventanillo de la puerta me encuentro con Fulgencio sentado tranquilamente en la mecedora de caña medio adormilado.
- ¿No sales hoy o qué?
- No, que no hay nadie en casa y el nieto tiene fiebre, y ha venido el médico.
Como en la calle hacía un sol sofocante, decidimos quedarnos charlando en el portal.
19:32 | Permalink | Comentarios (0)
02/12/2015
Gabino (17)
Un día normal
A las 11 en punto, como todos los días salgo en busca de Fulgencio, Benito, y Felipe. Acaricio el perro que está tendido al sol enfrente de la puerta. ¡Qué raro, a pesar de llegar cinco minutos tarde no hay nadie esperando! He mirado de nuevo a mi “Folch Mar”, no es extraño, me he dicho hace un bochorno insoportable. ¡Quién es capaz de resistir esta chicharrina! Pasados diez minutos, cuando ya comenzaba a impacientarme aparece Felipe, cojeando, pues había perdido un pié en la Guerra Civil. Inválido de guerra para cobrar, pero sin embargo, uno de los más capacitados, y el que mejor conoce los setales y recoger biércol para hacer las escobas, el único que sigue usando tabaco picado cuarterón.
Pasada media hora llega Fulgencio.
Aprovechado la sombra de los árboles, y siguiendo el ritmo de Fulgencio, -cada día le cuesta más andar- paso a paso llegamos hasta un peñasco junto al camino, donde tomamos un nuevo respiro de un cuarto de hora, mientras Felipe y yo nos liamos un cigarrillo.
No sé si se debe al cansancio o a la ilusión de ver que nos vamos acercando a la vieja fuente hace que los latidos del corazón se hagan más palpables. La fuente está igual de cuidada que cuando la dejé. El caño sigue protegido con la misma media teja, 50 años y sigue todo igual. He bebido un buen trago del chorro, aunque lo mío me ha costado agacharme para llegar al chorro de agua.
El viaje de vuelta lo hemos hecho casi sin esfuerzo, gracias a las anécdotas que nos ha recordado Benito, como si le hubiesen sucedido el día anterior. ¿Recordáis el día que se me escaparon las vacas cuando las llevaba la pilón a beber agua? No tenía todavía ni 12 años, en vez de volver directamente a la cuadra como todos los días, cogieron el camino de Ubago, cuando parecía que ya les iba a tomar la delantera, y lograría cerrarles el paso, echaban de nuevo a correr. Así llegaron hasta el río Odrón, donde inexplicablemente se dieron la vuelta, y volvieron como si nada.
G. L.
21:40 | Permalink | Comentarios (0)
29/11/2015
Gabino (16)
Un jueves cualquiera en Estella
- Hace frío. ¡eh!
- ¡Qué va! Hoy no hace para tanto.
- Más vale. Le contesto, mientras me coloco bien la bufanda, y me subo las solapas de la gabardina.
Hace rato que oímos el ruido de La Estellesa, pero no acaba de llegar.
Entramos al autobús a empujones en busca de calor. Imposible, por las ranuras se cuela el aire frío. Llevamos una hora pasada de viaje para hacer los escasos 25 kilómetros, este trasto tiene parada obligatoria en todas las poblaciones, paramos en Oco, Legaria, Etayo, Abaigar… en Murieta suben alrededor de 10 viajeros. Por fin llegamos a Estella, todavía sigue haciendo frío.
-¿Vamos a almorzar al Cachetas? Me comentó Fulgencio nada más llegar a Estella.
Tomamos unos callos acompañados de una botella de vino tinto de Mañeru. Fulgencio se echó la mano al bolsillo y sacó una cartera vieja atada con una goma. La abrió y dejó a la vista un fardo de billetes.
En el Monjardín tomamos una copa de cadenas, otra de Terry y un farias.
De allí nos dirigimos a la tienda de Miquelez, pido dos cajas de cartuchos “El halcón” y “Trust” y una piedra de afilar la guadaña. Después vamos a la tienda de ropa Armañanzas a comprar dos camisas de cuadros y dos boinas Elosegui.
Sin darnos cuenta se nos han hecho las 12 del mediodía, Estella parece un enjambre. Cada dos pasos que damos saludan amigablemente a Fulgencio.
- Buenos días Fulgencio.
- ¿Qué tal pareja?
- Hola nazarenos.
- Buenos días. Hoy también os habéis animado a venir. ¿eh?
- ¿Qué pareja, no queréis saber nada con los pobres, o qué?
- ¿Qué tal la cosecha por la Ribera?
- ¿Desde cuándo somos de la Ribera? Le comento sorprendido a Fulgencio.
- Ya sabes, que para los de la Montaña, los de Estella para abajo somos de la Ribera.
- ¿Tanto tiempo sin vernos, Fulgencio? ¿Qué tal cosecha tenéis por La Berrueza?
- Parece que viene buena.
Nos siguen haciendo otras tantas preguntas sin esperar la respuesta. Para entonces ya tenía la impresión de que se trataba de un diálogo entre sordos, y lo de menos era lo que se respondiese, era más un rito entre conocidos, un decir algo por decir. Fulgencio para todos tenía respuesta.
- No, no, este año no ha sido buena cosecha, al final las espigas no han granado bien, no ha producido ni la mitad de lo que se esperaba. De paja bien, pero el sol de los últimos días la ha apurado, el grano se ha quedado pequeño.
De nuevo me han sorprendido las respuestas de Fulgencio, pues en Nazar decían que este año había sido una buena cosecha. Le he comentado al oído
- ¿Pero en el pueblo no comentáis que ha sido una buena cosecha?
- Sí, pero...
No esperaba encontrarme con semejante ambiente. Un verdadero enjambre de personas yendo de un lugar para otro. Fulgencio en su salsa. Tanto que la cojera ni se le notaba . Parecía el marqués de Cábrega, si todos los que le saludan supiesen que no tiene ni cinco robadas de tierra, si supiesen que sus propiedades no llegaban a las dimensiones de un campo de fútbol.
Estaba abstraído en estos pensamientos cuando nos ha convidado a un chiquito Antonio el de Sansol, por él hemos sabido que en la zona de Los Arcos se habían plantado grandes terrenos de viña.
Hacía tiempo que no comía tan bien. Menestra, y cochinillo asado.
- ¿Qué te apetece una partida al mus o un partido de pelota?
- Pelota, al mus ya jugaremos en cualquier otro día. Le respondo.
- No creas, no es lo mismo, las partidas de los jueves son especiales.
Con el puro en la boca hemos entrado en el trinquete.
- ¿Qué hora es?
- Las tres y media.
- Ahora comenzará el partido. Vamos date prisa.
Ya estaban calentando los cuatro pelotaris. Uno de ellos moreno, de pelo rizado, Chichán. El partido está por comenzar, Chichán contra dos mocetones de Abarzuza. He aprovechado que Fulgencio se ha quedado en el servicio para jugarme cien duros a favor de Chichán.
Saca Chichán. El primer tanto inacabable, más de 50 pelotazos. Chichán a la defensiva, ha levantado seis o siete pelotas que parecían inalcanzables.
6-0. El partido no puede ser más peloteado. Los tantos largos, pero al final todos caen del lado de los de Abarzuza.
12-1. Falta de saque. Más vale. Chichán parece derrotado, sin fuerza, no es su día. Parece que la mano derecha la tiene tocada. No puede pasar ni una pelota del cuadro seis.
15-4. Fulgencio, ya he perdido cien duros.
- ¿Has apostado o qué?
- Sí.
- No te preocupes todavía no has perdido. He visto muchos partidos de Chichán. No te puedes fiar, ¿Quién te dice que no está perdiendo aposta? Otros partidos mucho más comprometidos que éste le he visto darle la vuelta. Muy pocos saben cuando sale a ganar o a perder.
17-4. Dos tantos más en contra. El último tanto muy bien trabajado. Chichán ha tenido a los contrarios a su antojo, de adelante atrás, del choco al ancho. Dos o tres veces se han estorbado entre ellos. Se les ve sudados, cansados, mientras Chichán ahora parece fresco, como si fuesen los primeros tantos. Pero al final comete un nuevo fallo estrepitoso. Un nuevo fallo. Y van...
18-4. Se acabó. Adiós a los cien duros.
Si todos los trinquetes son especiales, el de Estella es más. Sin fraile, sin tejadillo. En el frontis, sin embargo, hay dos pequeñas ventanas con una red de alambre. Si se acierta a dar en ellas el tanto es seguro, ya que la pelota se queda muerta.
Chichán ha entrado en el partido. La mayoría de los pelotazos los está poniendo en los cuadros traseros. Ha conseguido seis tantos seguidos.
19-10. Es la primera pelota que pega en la red de la ventana. Eso es suerte. Cuando parecía que el partido daba la vuelta...
20-10. Los contrarios ya dan el partido por ganado. Chichán consigue el saque de un fallo garrafal del delantero más joven de Abarzuza.
20-16. Chichán saca tres saques cortos, encima de la chapa, cruzados, imposibles de restar. El partido se anima. Todavía parece que está vivo.
21-16. Me jugaría el cuello que este tanto también lo ha perdido porque ha querido. Se oyen los primeros pitos. Gritos. Fulgencio y yo nerviosos, y no solo por lo que pueda perder, sino por el ambiente, el griterío. El único que parecía tranquilo en todo el frontón era Chichán. Comenzó a hacer diabluras, cortadas encima de la chapa, ganchos de izquierda al ancho.
21-21. Conseguido con un saque malvado, imposible de levantar.
21-22. Se acabó. Chichán ha ganado. Una dejada en el ancho. La mayoría de los espectadores la hemos visto mala, claramente ha pegado en la raya, en la parte de fuera además, también a Fulgencio y a mí nos ha parecido mala, como a la mayoría del público, pero el juez se ha quedado impasible.
Los gritos de tongo, tongo se oyen en la plaza de San Juan y hasta en la de Santiago, mientras yo me paso por taquilla a cobrar los cien duros.
Gerardo Luzuriaga
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26/11/2015
10 de diciembre
Este año en Nazar, el 10 de diciembre aparte de ser el día de la Virgen de Loreto día grande en el pueblo, en Euskal Herria se ha organizado una jornada contra la DISPERSIÓN de los presos vascos.
Recientemente han trasladado de nuevo a Txaber, y en vez de acercarlo lo han alejado.
Es hora de acabar con la política de dispersión y que los presos vuelvan a casa. Este 10 de diciembre muchos nazarenos y nazarenas tendremos en mente a la Virgen de Loreto y también a los presos, en especial a Txaber.
Gerardo Luzuriaga
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