27/09/2005
6. Salida hacia las Américas
La soledad comenzó a hacerme mella. A veces los recuerdos no eran tan agradables como me hubiesen gustado. Se agolpaban uno tras otro en la cabeza. - Gabino no te metas en política. La política no trae nada bueno. - Tranquila Francisca. Le respondía en sueños. - Gabino no te mezcles en asuntos que no te incumben. - Tranquila mamá. Le respondía, despertándome sobresaltado sin saber donde me encontraba. Los carteles que colocaron en la pared del pozo de lavar la ropa crearon acaloradas discusiones en la taberna. Se calentó y enrareció el ambiente. Hasta los mayores tomaban parte en las discusiones. Esa misma semana 6 mozos acudieron a la fiesta que la Falange convocó en el Palacio de Cábrega para toda Navarra. A las 6 de la tarde volvieron completamente exaltados, con camisas azules, correajes de cuero negro y con las escopetas colgadas al hombro. Por la noche bien bebidos, insultaron a todo el pueblo por su falta de valentía y coraje. Una y otra vez repetían los cánticos y eslóganes aprendidos aquella misma mañana. Los cuatro hombres del pueblo que no mostramos el debido entusiasmo ante sus brabuconadas lo pagamos caro. El ambiente se fue enrareciendo cada vez más. Las noticias de las detenciones corría de pueblo en pueblo. Se comentaba que en otros pueblos, algunos fueron donde el alcalde en busca de refugio. En vano. La decisión ya estaba tomada, aunque en el momento de la verdad se arrepintieron de las decisiones tomadas de antemano. Tampoco para ellos fue fácil ver como se llevaban a los vecinos; pero el alcalde, el cura, y el secretario ya no podían hacer nada. Pues la decisión venía firmada por instancias superiores. Inocentes. ¡Mira que ir a pedir consuelo a los propios verdugos! La noticia de los fusilamientos de los pueblos de alrededor -Mués, Piedramillera, Los Arcos, Acedo, Asarta, Mendaza, Aguilar- se extendieron como la pólvora. Los primeros meses de la postguerra fueron de una represión atroz. El terror impuesto por los falangistas fue salvaje. Félix, el cabecilla de la revuelta en el pueblo, también fue el primero en dar su nombre para la Armada Nacional, pero todo fue en vano. Llegó el Coche de la Muerte, lo apresaron, y lo llevaron ante los gritos de sus hijos pequeños y su mujer. Le dieron dos dos tiros a bocajarro en la cuneta de Arquijas. -Se acabó -¿Hoy le ha tocado a Félix? -¿Mañana a quién? La soledad comenzó a hacérseme insoportable. Con el paso de los meses la moral se me iba desgastando. Lo único que rompía la monotonía del día a día eran los toques de las campanas. Para entonces ya distinguía el sonido de todas las campanas de los pueblos del valle: Mendaza, Asarta, Cábrega, Sorlada, Ubago, Mirafuentes, Otiñano... -¿Me estaré volviendo loco, me preguntaba una y otra vez? -No sé, pues. A veces, no soy capaz de distinguir entre los sueños y la realidad. -No puedo olvidar la familia, los hijos, la esposa. Tan cerca y a la vez tan lejos. -No puedo distinguir entre los pensamientos y lo verdaderamente vivido. ¿Como distinguirlos cuando se repiten en mi interior las mismas anécdotas una y mil veces? -Que va, estoy bien, de primera. Tengo todo bajo control, acababa animándome a mí mismo. Desde muy pequeño me corroía la curiosidad por saber qué tipo de animales podrían estar dentro del reloj de muñeca de mi padre. Todo el día tic-tac, tic-tac sin descanso alguno. ¿Qué tipo de animales serían? ¿Sería alguna especie de hormigas enanas? Aprovechando que el padre se quitaba el reloj para echar la siesta, entré de puntillas en la habitación, cogí el reloj y con un martillo y un destornillador intenté abrirlo. Imposible. Lo sacudí, esperando que los animales que estaban dentro se parasen. En vano. Por fin, dí un un martillazo seco, el cristal y las agujas saltaron por los aires, salieron todas las tripas. ¡Qué desilusión¡ No aparecieron más que ruedas dentadas y muelles. El final es mejor dejarlo para otro momento. Otras tardes me daba por recordar los momentos de apuro pasados ante la pareja de bueyes Giputxi y Txiki. Ya con 7 años más de una vez nos tocó a mi hermano y a mí permanecer delante de los bueyes para que no se moviesen. Recuerdo los momentos con cierta nostalgia, nerviosos ante la responsabilidad, con una mano apoyada en el yugo, y en la otra una pértiga de un metro más larga que nosotros permanecíamos nerviosos ante los movimientos de los bueyes. Cuando menos lo esperábamos sacudían el rabo contra la tripa, levantaban una pata para golpear fuertemente contra el suelo, o movían la cabeza de un lado para otro para espantarse las moscas de alrededor. Pasados los años nos dimos cuenta que no existían en el pueblo bueyes más leales, y que hasta que no hubiesen oído la voz de aida de nuestro padre, allí habrían permanecido sin moverse ni un solo centímetro. Siendo todavía un chaval una tarde de invierno acompañe a mi padre a Mendaza, fuimoa a llevar a Cenizosa al toro. Un toro enorme, negro, con grandes ojos, luego me enterñe que lo habían traído de la zona del Baztán.. Aunque para entonces ya estaba acostumbrado a ver los animales aparearse sentí una sensación no muy agradable al ver a nuestra novilla Cenizosa encajonada en un rectángulo estrecho de madera. Al instante llegó un enorme toro bufando. Se acercó pausadamente. Sentí pena por nuestra joven y débil novilla, tener que soportar semejante animal. No creo que aquel día Cenizosa gozase demasiado. No fue casualidad que los últimos recuerdos fuesen de los animales de casa y estuviesen relacionados con su libertad. Excepto los perros guardianes de las casas poderosas, que no conocían la luz natural, ni las calles, ni las caricias, ni tampoco el sexo. Tal como habían nacido, morían. Presos. Atados con cadenas cortas, recluidos en lo más profundo de los corrales, sin luz natural... el resto de los animales del pueblo correteaban por las calles y los campos como si de niños se tratasen: gallinas, perros, vacas, cerdos andaban a sus anchas por todo el pueblo. ¡Quién pudiese tener la libertad de Beltza! Libre. Pero siempre atento a la llamada de nuestro padre. Nada más silvarle allí estaba entre sus piernas. Pero sin embargo, no era extraño encontrarlo en cualquier pueblo intentando conseguir los favores de cualquier perra en celo. A veces llegaba exhausto, sin resuello, sucio, ensangrentado de sus correrías. Pero no siempre era así, otras veces, se le veía alegre, orgulloso como diciéndonos a los mocetes ¿a que no sabéis lo que he conseguido esta tarde en el pueblo de alado? Estuviese donde estuviese siempre oía la llamada del amo. El zumbido de las campanas retumbaban sin cesar, cada dia que pasaba se me hacían más insoportables. Especialmente los toques de la noche se hicieron insufribles. No podía conciliar el sueño. Hoy hace cinco años que decidí resguardarme en el techo falso de la iglesia. Estaba pensando en ello cuando comenzó a retumbar la campana grande. Aunque ya lo tenía decidido fue el momento en que resolví salir del escondite y buscar un nuevo modo de vida al otro lado del mar, en las Américas. No cogí más que una navaja, el resto todavía se encontrará allí, me deslicé por la pared hasta la torre y de allí baje hasta una ventana de la iglesia, salí a la calle; no había andado ni cinco metros cuando me salieron al encuentro dos perros semejantes a Lur y Beltza. Estuve una hora mirando al cielo, estaba precioso estrellado, con una luna llena grandiosa, en silencio tan solo interrumpido por el canto de los grillos. Como de costumbre la puerta de la calle estaba vuelta, la empuje con cuidado y pase a la cuadra, subí las escaleras, antes de pasar a la habitación de los hermanos bebí un gran trago de la lechera de la alacena, mis hermanos no podían creer lo que veían. Para no despertar a toda la familia bajamos de nuevo a la cuadra, en unos minutos me puesieron al día de todo lo ocurrido en estos últimos años. - ¿Pero no vendisteis a Lur y Beltza? - No los vamos a vender. - Al día siguiente los llevé al tío de Antoñana. Esos perros eran capaces de no haberse movido durante días de donde has estado, y aunque la Guardia Civil no es que tenga muchas luces, no se puede decir lo mismo de algunos vecinos. - Hace dos años, fui donde el tío y me traje dos cachorros de Lur. Nada más traerlos tus hijos le pusieron por nombre Lur y Beltza. - ¿Ha sucedido algo en la familia? - El abuelo se murió a los pocos meses de irte. - Ya, ya lo sé. Tú mismo me lo dijiste hace cinco años en Costalera. - No, no me contéis, seguro que acierto todo lo que ha pasado. - ¿Qué niño se ha muerto hace tres meses? - Sucedió una desgracia. Mari Jose, de cinco años, la hija del alcalde se ahogó en el pilón. - Ha habido cuatro muertos más. ¿No? -Generoso, Dionisio, Sebastiana y Romana. ¿No? No, no. Romana anda también o mejor que nosotros. Hace tres años trajeron el cadáver de Daniel del hospital de Zaragoza. Parece que cuando estaba a punto de acabar la guerra una bala perdida se le incrusto en la cabeza. Después de estar unos años en el hospital cuando parecía que se estaba recuperando se murió de repente. Bueno hermanos, no tengo mucho tiempo, voy a ver a Francisca, mañana a la mañana saldré para América, espero no tener muchas dificultades, ya no creo que nadie se acuerde de mí. Subí las escaleras de dos en dos, pronto reconocí el olor peculiar de nuestra casa. Tantos años sin haberlo sentido, abrí la puerta y me precipité a los brazos de Francisca. Nos acercamos a la habitación de los niños, no los despertamos, pero si estuve cinco minutos mirándolos de cerca-. Francisca preparó agua caliente, vertió la mitad del agua en la palangana. Bien jabonado con la navaja de afeitar bien afilada me corté la barba y Francisca hizo lo propio con el pelo. Por lo menos rejuvenecí 20 años. Nos fuimos juntos a la cama, sin darnos cuenta y sin haber dormido ni un solo momento amaneció. Oí los ladridos de los perros, padre apareció detrás de madre, lo encontré completamente envejecido, justo podía seguir el paso de madre. Fui consciente que esta era la última vez que nos veríamos. Hasta al padre le salieron las lágrimas al despedirse. Me puse una camisa de color oscuro, y con los primeros rayos del amanecer, sin despedirme de los hijos tomé de nuevo el camino del extranjero. En este caso el definitivo. Al salir de la casa leí en El Pensamiento Navarro que estaba encima de una silla del portal: Caen en una emboscada los maquis el tuerto y el Perico en las inmediaciones de Caín. De buena me he librado pense para mí. Animado y con la sensación de haberme salvado de nuevo inicié el camino en busca de la frontera. Me costó acostumbrarme a la claridad del día. El valle estaba precioso, los árboles en flor. A lo lejos divisé un grupo de gente, me dio tiempo justo para esconderme detrás de unos chaparros. Don Secundino llevaba en las manos la cabeza de plata de San Gregorio, a un lado iba un monaguillo con el hisopo, un poco más adelantados dos monaguillos con sendas cruces que justo las podían levantar, -Como ya me había tocado de pequeño cargar con aquellas cruces, ya sabía lo que era tener que llevarlas levantadas durante los 3 kilómetros largos de procesión- detrás unos 20 feligreses. Me dio una gran alegría verles las caras de mis vecinos. De repente al pasar por mi lado se pararon, el cura tomó el hisopo y esparció el agua bendita a los cuatro vientos: "Quisdam sanctus episcopus, Gregorius nomine..." líbranos de todas las plagas, especialmente de la langosta. Me quedé ensimismado durante varios minutos mirando los campos de cultivo. La infinidad de colores y parcelas, bien diferenciada cada una por los verdes ribazos de hierbas y matas. Mil colores productos de los diversos cultivos: avena, cebada, yero... mezclados con las mil especies de hierbas y plantas silvestres: avena mala, cardos, amapolas, girasoles... Infinidad de árboles frutales salteados entre los cultivos: pomales, cerezos, manzanos, nogales y también fresnos, olmos, olivos... Al entrar en el bosque me encontré con las enormes encinas de toda la vida, alguna que podían cobijar hasta rebaños de 500 cabezas, al seguir el camino hacia arriba tuve que evitar tres grupos de carboneros, y los pastores que estaban cuidando el ganado en la sierra de Codés. A pesar de haber estado durante bastante tiempo escondido, solo por los andares me hubiesen reconocido. Gerardo Luzuriaga Sánchez |
15:16 | Permalink | Comentarios (0)
25/09/2005
Noticias / Berriak
1. Trufas en Nazar 2. Pueblos de Tierra Estella estrenas páginas web. 3. A la espera de las palomas1. En el GARA del 9 de septiembre de 2005 pudimos leer Las investigadoras del departamento de Botánica de la Universidad de Navarra Ana María de Miguel y Miriam de Román que investigan en el carrascal de Nazar el valor de la trufa desde el punto de vista económico y medioambiental, consideran que la reforestación del suelo quemado podría acelerarse con el uso de plantas colonizadas con trufa, con el hongo Tuber melanosporum (Trufa negra de Perigord). Las investigadoras concluyen que las carrascas micorrizadas con Tuber melanosporum poseen mayor tasa de supervivencia que las plantadas sin micorrizar. 2005eko irailaren 9ko GARAn irrakurri genuen: Ana Maria de Miguel eta Miriam de Romanek Nazarreko artadian egindako ikerketak boilur beltzarekin (Tuber melanosporum, trufa negra de Perigord) kolonizatutako landareak besteak baino hobeto hazten direla ondorioztatu dute. Ea ahalik eta azkarren daukagun basoa lehen bezala eta boilurrez makuru. 2. Varios pueblos de Tierra Estella tienen páginas web. Se ofrece información de los municipios. Aparecen fotografías interesantes. Esta iniciativa cuenta con un presupuesto de 55.714 euros. Se accede con el nombre del pueblo y la terminación org: www.mendaza.org, ahora lo estoy intentando y no funciona. Bueno cosa de la técnica. Lizarraldeko herri batzuetan abian jarri da web orria. Buruz hitzegiten dut (Mendaza, Murieta, Arroniz, Torralba...) Udalen informazioaz gain, argazkiak ere agertzen dira. Aurrekontu borobila dauka. 55.714 euro, beste batzuentzat nahiko genuke. Herria izena jarriz gero, org partikularekin eskura dago informazioa. 3. Ya llegan las Palomas. Por lo menos en el bar del pueblo no se habla de otra cosa. Usoak ailegatzear daude, herriko tabernan beste kontuei buruz ez da hitzegiten. Garai ezin politagoa da, batzuentzat menditik bertatik ikusten dutelako; hamarretakoak eta bazkari erraldoiak egiten dutelako... Beste batzuentzat herritik ere usoak odeien artean ikusteko aukera daukagulako. Ondo pasa, eta disfrutau. Dena den usoekin batera perretxikoen garaia denez, oso gutxik dira pozik jartzen ez dituztenak.Herrikoia |
22:54 | Permalink | Comentarios (0)
6. La vuelta / Itzulera
Ayudado por los recuerdos, me encontré en frente de las mansas aguas del río Ega. Aunque no habían pasado más que unos pocos años, al ver las crestas de la Sierra de Codés tuve la impresión de haber estado fuera un montón de años. El reencuetro con las mismas fuentes, los mismos riachuelos, los mismos arboles, los mismos animales me dio ánimos para seguir adelante. Me sentí seguro al lado de mis viejos amigos los hayedos, los encinares y los bojarrales. Desde la cima de Costalera divisaba las montañas y los valles de alrededor. Joar, Gorbea, Montejurra, la Sierra de Lokiz, Urbasa, Aitzgorri, Monjardin, La Sierra de la Demanda y hasta los Pirineos se divisaba desde la punta de Costalera. |
12:30 | Permalink | Comentarios (0)
24/09/2005
6. La huida
Las conversaciones en las tabernas se fueron animando. Los jóvenes comenzamos a comentar las noticias que llegaban de La Ribera. El ambiente del pueblo se fue enrareciendo. El perro de pintas blancas y negras que intercambiaba las noticias, o que enviábamos ante cualquier necesidad –caballos para la viña, bueyes para la labranza, mano de obra para la siega- esta temporada un día si y otro también iba y venía de Azuelo a Nazar y de Nazar a Azuelo manteniendo a las dos familias al día de loq que sucedía en el valle de la Berrueza y el valle de Aguilar de Codés. Desde siempre nuestra familia había mantenido relaciones estrechas y cercanas con unos familiares lejanos de Azuelo. Una tarde, a unas horas bastante poco normales, llegó el perro con la lengua fuera. La madre cogió el mensaje, como no sabía leer, sin perder tiempo envió a mi hermana de 7 años con el mensaje a la pieza del roble donde nos encontrábamos segando habas. Gabino, tienes que huir del pueblo. Cuanto antes, no pierdas tiempo. Tres nombres se han mencionado en la Junta del Valle: el tuyo, Marcelino y Escolástico. No podíamos salir de nuestro asombro. Juramentos que nunca había oído, salieron de la boca del hermano mayor. Sin despedirme de nadie, dejé la hoz, la zoqueta, y el sombrero de paja encima de la mies recién cortada y tomé el camino de casa. Mientras el hermano de 12 años fue al encuentro de Marcelino y Escolástico para comunicarle lo decidido en el Valle de Aguilar. El kilómetro y medio de vuelta a casa, lo hice preparando la huida. Sin saber con seguridad que camino elegir. Ante la falta de dinero, pronto descarté el tren, o el autobús. Me decidí a conseguir pasar la frontera andando por los Pirineos. Llegué a casa en un santiamén, ya estaban en la entrada mi madre, Francisca, mis hijos pequeños... Madre nada más verme se santiguó. Se dirigió a la despensa, entramos todos detrás de ella, me preparó unos calcetines de lana, las botas de monte, cogí un par de navajas, un pasamontañas. Francisca para entonces ya me había preparado un atillo con una hogaza, chorizo, queso y un bune trozo del pernil. Aunque la idea era pasar la frontera lo antes posible, las tres primeras semanas me resguardé en una cueva que conocía en la Sierra de Lokiz. El día anterior de tomar el camino hacia Aralar aprovechando la hora de la siesta decidí bajar a Narcúe, a parte de unos niños correteando no vi a nadie, me hice con unos pantalones y unas camisas oscuras que estaban tendidas. Al dejar atrás el Valle de Lana, más conocido como Rusia, no pude reprimir unas cuantas lágrimas. Sin grandes sobresaltos llegué a las inmediaciones de la muga. Las patrullas de la Guardia Civil se intensificaron. Según mis cálculos podían faltarme unos 25 kilómetros. Oí un ruido, me agazapé entre los bojes, oculto entre la hojarasca estuve vigilante, sin moverme durante un largo cuarto de hora. Al día siguiente no tuve mejor suerte, así que decidí volver al refugio que había abandonado anteriormente. Se me hizo imposible avanzar, las patrullas estaban por todas las partes. Dormí a pierna suelta. Me desperté hambriento hacia las 11 de la mañana. Miré en el zurrón, no quedaban más que dos mendrugos más duros que las piedras. Con la única intención de pasar la mañana me dispuse a sacarle punta a una rama de roble. De repente vi una culebra entre la hojarasca, de un golpe hinqué la navaja en su cabeza. Hacía meses que no me pegaba semejante manjar La Guardia Civil estaba al acecho, vigilaba todos los caminos del bosque. Oí unos pasos, me quedé inmóvil. A pesar de ser una noche oscura como las fauces del lobo, nada más echar a correr oí cuatro fogonazos de fusil que deslumbró completamente el bosque. En la huida estuve a punto de caerme, me travé con las raíces de un árbol. Trompicado y todo hui monte abajo. Sentí a los dos Guardias Civiles tras de mí. Cuando ya los tenía encima, a menos de 20 metros, se desató una tormenta de rayos y truenos que fueron mi salvación. Completamente mojado hasta los huesos, cansado, sin fuerzas, ni resuello me tumbé esperando lo peor. Poco a poco escondido entre los árboles logré volver de nuevo al refugio. Una semana permanecí escondido, intenté cuatro o cinco veces más pasar la frontera. En vano. Tuve que zafarme de dos nuevas emboscadas. Ví la muerte de cerca. Decidí cambiar el rumbo, casi sin darme cuenta me encontré en la Provincia de Santander. De pueblo en pueblo, gracias al “alabado sea Dios” logré conseguir algunos curruscos de pan seco. Pasé los meses pidiendo de casa en casa, recorriendo los parajes más recónditos de Cantabria. Pobre, sin un duro, muerto de frío pero seguro. ¡Y para los tiempos que corrían, no era poco! En el pueblo de Selaia me abrió la puerta un hombre de unos 50 años. - Pasa, pasa. - Me acurruqué junto al fuego. - Una vez bien aseado, lavado con jabón y abundante agua, me ofreció un buen plato de potaje caliente. Pasé la noche en un pajar algo alejado de la casa. - No era la primera vez que algún alma caritativa se apiadaba de mi situación. - A las 6 de la mañana, cuando todavía faltaban varias horas para el amanecer se personó la pareja de la Guardia Civil. Me había metido en la boca del lobo sin darme cuenta. Bien aseado, bien dormido, rasurada la barba y el pelo arreglado no se me hizo fácil contestar a lo que parecía un inocente interrogatorio. - Sin duda, me han atrapado. - ¿Qué hacía un hombre de unos 25-30 años, con acento distinto, pidiendo de puerta en puerta? - Me sentí atrapado en la ratonera. Sin pensarlo dos veces, aprovechando el momento en que apareció el amo, me di de nuevo a la fuga. Mientras ascendía la montaña me vino a la cabeza pasarme al maquis. Tras una semana recorriendo los pueblos de los Picos de Europa, las dudas se disiparon y decidí volver al pueblo. Gerardo Luzuriaga
|
12:29 | Permalink | Comentarios (0)
23/09/2005
Joaregileak - Artesano de cencerros
Argia 1120 zkian, 1985-10-12 Iturgoyengo Epifanio Lazkano Ezkurra eta bere semeak joareak nola egiten dituzten azaltzen digute. Hona hemen lanbide honi buruzko sekretuen sorburua eta iturria. Nazarreko batengandik ikasi zuten.
"Gure aitagandik dakidan guztia datorkit zuzen zuzenean. Dena den, aitortu behar dizuet gure aitari Nazar izeneko herriko bizilagun batek irakatsi ziola. Aintzinean, Nazar-tik kilometro gutxira dagoen Acedo herrian bazegoen honelako artesaurik; gaur egun semea eta biok gara Euskal Herriko benetako joaregile artisau bakarrak. Joarkide. |
17:59 | Permalink | Comentarios (1)