Ok

By continuing your visit to this site, you accept the use of cookies. These ensure the smooth running of our services. Learn more.

27/09/2005

6. Salida hacia las Américas

La soledad comenzó a hacerme mella. A veces los recuerdos no eran tan agradables como me hubiesen gustado. Se agolpaban uno tras otro en la cabeza.
 
-         Gabino no te metas en política. La política no trae nada bueno.
-         Tranquila Francisca. Le respondía en sueños.
-         Gabino no te mezcles en asuntos que no te incumben.
-         Tranquila mamá. Le respondía, despertándome sobresaltado sin saber donde me encontraba.
 
Los carteles que colocaron en la pared del pozo de lavar la ropa crearon acaloradas discusiones en la taberna. Se calentó y enrareció el ambiente. Hasta los mayores tomaban parte en las discusiones.
 
Esa misma semana 6 mozos acudieron a la fiesta que la Falange convocó en el Palacio de Cábrega para toda Navarra. A las 6 de la tarde volvieron completamente exaltados, con camisas azules, correajes de cuero negro y con las escopetas colgadas al hombro. Por la noche bien bebidos, insultaron a todo el pueblo por su falta de valentía y coraje. Una y otra vez repetían los cánticos y eslóganes aprendidos aquella misma mañana.
 
Los cuatro hombres del pueblo que no mostramos el debido entusiasmo ante sus brabuconadas lo pagamos caro. El ambiente se fue enrareciendo cada vez más. Las noticias de las detenciones corría de pueblo en pueblo. Se comentaba que en otros pueblos, algunos fueron donde el alcalde en busca de refugio. En vano. La decisión ya estaba tomada, aunque en el momento de la verdad se arrepintieron de las decisiones tomadas de antemano. Tampoco para ellos fue fácil ver como se llevaban a los vecinos; pero el alcalde, el cura, y el secretario ya no podían hacer nada. Pues la decisión venía firmada por instancias superiores. Inocentes. ¡Mira que ir a pedir consuelo a los propios verdugos!
 
La noticia de los  fusilamientos de los pueblos de alrededor -Mués, Piedramillera, Los Arcos, Acedo, Asarta, Mendaza, Aguilar- se extendieron como la pólvora. Los primeros meses  de la postguerra fueron de una represión atroz. El terror impuesto por los falangistas fue salvaje.
 
 
 
Félix, el cabecilla de la revuelta en el pueblo, también fue el primero en dar su nombre para la Armada Nacional, pero todo fue en vano. Llegó el Coche de la Muerte, lo apresaron, y lo llevaron ante los gritos de sus hijos pequeños y su mujer. Le dieron dos  dos tiros a bocajarro en la cuneta de Arquijas.
 
-Se acabó
-¿Hoy le ha tocado a Félix?
-¿Mañana a quién?
 
 
La soledad comenzó a hacérseme insoportable. Con el paso de los meses la moral se me iba desgastando. Lo único que rompía la monotonía del día a día eran los toques de las campanas. Para entonces ya distinguía el sonido de todas las campanas de los pueblos del valle: Mendaza, Asarta, Cábrega, Sorlada, Ubago, Mirafuentes, Otiñano...
 
-¿Me estaré volviendo loco, me preguntaba una y otra vez?
-No sé, pues. A veces, no soy capaz de distinguir entre los sueños y la realidad.
-No puedo olvidar la familia, los hijos, la esposa. Tan cerca y a la vez tan lejos.
-No puedo distinguir entre los pensamientos y lo verdaderamente vivido. ¿Como distinguirlos cuando se repiten en mi interior las mismas anécdotas una y mil veces?
-Que va, estoy bien, de primera. Tengo todo bajo control, acababa animándome a mí mismo.
 
 
Desde muy pequeño me corroía la curiosidad por saber qué tipo de animales podrían estar dentro del reloj de muñeca de mi padre. Todo el día tic-tac, tic-tac sin descanso alguno. ¿Qué tipo de animales serían? ¿Sería alguna especie de hormigas enanas? Aprovechando que el padre se quitaba el reloj para echar la siesta, entré de puntillas en la habitación, cogí el reloj y con un martillo y un destornillador intenté abrirlo. Imposible. Lo sacudí, esperando que los animales que estaban dentro se parasen. En vano. Por fin, dí un  un martillazo seco, el cristal y las agujas saltaron por los aires, salieron todas las tripas. ¡Qué desilusión¡ No aparecieron más que ruedas dentadas y muelles. El final es mejor dejarlo para otro momento.
 
 
Otras tardes me daba por recordar los momentos de apuro pasados ante la pareja de bueyes Giputxi y Txiki. Ya con 7 años más de una vez nos tocó a mi hermano y a mí  permanecer delante de los bueyes para que no se moviesen.  Recuerdo los momentos con cierta nostalgia, nerviosos ante la responsabilidad, con una mano apoyada en el yugo, y en la otra una pértiga de un metro más larga que nosotros permanecíamos nerviosos ante los movimientos de los bueyes. Cuando menos lo esperábamos sacudían el rabo contra la tripa, levantaban una pata para golpear fuertemente contra el suelo, o movían la cabeza de un lado para otro para espantarse las moscas de alrededor. Pasados los años nos dimos cuenta que no existían en el pueblo bueyes más leales, y que hasta que no hubiesen oído la voz de aida de nuestro padre, allí habrían permanecido sin moverse ni un solo centímetro.
 
 
Siendo todavía un chaval una tarde de invierno acompañe a mi padre a Mendaza, fuimoa a llevar a Cenizosa al toro. Un toro enorme, negro, con grandes ojos, luego me enterñe que lo habían  traído de la zona del Baztán.. Aunque para entonces ya estaba acostumbrado a ver  los animales aparearse sentí una sensación no muy agradable al ver a nuestra novilla Cenizosa encajonada en un rectángulo estrecho de madera. Al instante llegó un enorme toro bufando. Se acercó pausadamente. Sentí pena por nuestra joven y débil novilla, tener que soportar semejante animal. No creo que aquel día Cenizosa gozase demasiado.
 
 
No fue casualidad que los últimos recuerdos fuesen de los animales de casa y estuviesen relacionados con su libertad.  Excepto los perros guardianes de las casas poderosas, que no conocían la luz natural, ni las calles, ni las caricias, ni tampoco el sexo. Tal como habían nacido, morían. Presos. Atados con cadenas cortas, recluidos en lo más profundo de los corrales, sin luz natural... el resto de los animales del pueblo correteaban por las calles y los campos como si de niños se tratasen: gallinas, perros,  vacas, cerdos andaban a sus anchas por todo el pueblo.
 
¡Quién pudiese tener la libertad de Beltza! Libre. Pero siempre atento a la llamada de nuestro padre. Nada más silvarle allí estaba entre sus piernas. Pero sin embargo, no era extraño encontrarlo en cualquier pueblo intentando conseguir los favores de cualquier perra en celo. A veces llegaba exhausto, sin resuello, sucio, ensangrentado de sus correrías. Pero no siempre era así, otras veces, se le veía  alegre, orgulloso como diciéndonos a los mocetes ¿a que no sabéis lo que he conseguido esta tarde en el pueblo de alado? Estuviese donde estuviese siempre oía la llamada del amo.
 
 
El zumbido de las campanas  retumbaban sin cesar, cada dia que pasaba  se me hacían más insoportables. Especialmente los toques de la noche se hicieron insufribles. No podía conciliar el sueño. Hoy hace cinco años que decidí resguardarme en el techo falso de la iglesia. Estaba pensando en ello cuando comenzó a retumbar la campana grande. Aunque ya lo tenía decidido fue el momento en que resolví salir del escondite y buscar un nuevo modo de vida al otro lado del mar, en las Américas.
No cogí más que una navaja, el resto todavía se encontrará allí, me deslicé por la pared hasta la torre y de allí baje hasta una ventana de la iglesia, salí a la calle; no había andado ni cinco metros cuando me salieron al encuentro dos perros semejantes a Lur y Beltza.
 
 
 
Estuve una hora mirando al cielo, estaba precioso estrellado,  con una luna llena grandiosa, en silencio tan solo interrumpido por el canto de los grillos.
 
Como de costumbre la puerta de la calle estaba vuelta, la empuje con cuidado y pase a la cuadra, subí las escaleras, antes de pasar a la habitación de los hermanos bebí un gran trago de la lechera de la alacena, mis hermanos no podían creer lo que veían. Para no  despertar a toda la familia bajamos de nuevo a la cuadra, en unos minutos me puesieron al día de todo lo ocurrido en estos últimos años.
-         ¿Pero no vendisteis a Lur y Beltza?
-         No los vamos a vender.
-         Al día siguiente los llevé al tío de Antoñana. Esos perros eran capaces de no haberse movido durante días de donde has estado, y aunque la Guardia Civil no es que tenga muchas luces, no se puede decir lo mismo de algunos vecinos.
-         Hace dos años, fui donde el tío y me traje dos cachorros de Lur. Nada más traerlos tus hijos le pusieron por nombre Lur y Beltza.
-         ¿Ha sucedido algo en la familia?
-         El abuelo se murió a los pocos meses de irte.
-         Ya, ya lo sé. Tú mismo me lo dijiste hace cinco años en Costalera.
-         No, no me contéis, seguro que acierto todo lo que ha pasado.
-         ¿Qué niño se ha muerto hace tres meses?
-         Sucedió una desgracia. Mari Jose, de cinco años, la hija del alcalde se ahogó en el pilón.
-         Ha habido cuatro muertos más. ¿No?
 
 
 -Generoso, Dionisio, Sebastiana y Romana. ¿No?
No, no. Romana anda también o mejor que nosotros. Hace tres años trajeron el cadáver de Daniel del hospital de Zaragoza. Parece que cuando estaba a punto de acabar la guerra una bala perdida se le incrusto en la cabeza. Después de estar unos años en el hospital cuando parecía que se estaba recuperando se murió de repente.
 
Bueno hermanos, no tengo mucho tiempo, voy a ver a Francisca, mañana a la mañana saldré para América, espero no tener muchas dificultades, ya no creo que nadie se acuerde de mí.  
 
Subí las escaleras de dos en dos, pronto reconocí el olor peculiar de nuestra casa.  Tantos años sin haberlo sentido, abrí la puerta y me precipité a los brazos de Francisca. Nos acercamos a la habitación de los niños, no los despertamos, pero si estuve cinco minutos mirándolos de cerca-. Francisca preparó agua caliente, vertió la mitad del agua en la palangana. Bien jabonado con la navaja de afeitar bien afilada me corté la barba y Francisca hizo lo propio con el pelo. Por lo menos rejuvenecí 20 años. Nos fuimos juntos a la cama, sin darnos cuenta y sin haber dormido ni un solo momento amaneció. Oí los ladridos de los perros, padre apareció detrás de madre, lo encontré completamente envejecido, justo podía seguir el paso de madre. Fui consciente que esta era la última vez que nos veríamos. Hasta al padre le salieron las lágrimas al despedirse. 
 
Me puse una camisa de color oscuro, y con los primeros rayos del amanecer, sin despedirme de los hijos tomé de nuevo el camino del extranjero. En este caso el definitivo. Al salir  de la casa leí en El Pensamiento Navarro que estaba encima de una silla del portal: Caen en una emboscada los maquis el tuerto y el Perico en las inmediaciones de Caín. De buena me he librado pense para mí.
 
Animado y  con la sensación de haberme salvado de nuevo inicié el camino en busca de la frontera.
 
Me costó acostumbrarme a la claridad del día. El valle estaba precioso, los árboles en flor. A lo lejos divisé un grupo de gente, me dio tiempo justo para esconderme detrás de unos chaparros. Don Secundino llevaba en las manos la cabeza de plata de San Gregorio, a un lado iba un monaguillo con el hisopo, un poco más adelantados dos monaguillos con sendas cruces que justo las podían levantar, -Como ya me había tocado de pequeño cargar con aquellas cruces, ya sabía lo que era tener que llevarlas levantadas  durante los 3 kilómetros largos de procesión- detrás unos 20 feligreses. Me dio una gran alegría verles las caras de mis vecinos. De repente al pasar por mi lado se pararon, el cura tomó el hisopo y esparció el agua bendita a los cuatro vientos: "Quisdam sanctus episcopus, Gregorius nomine..." líbranos de todas las plagas, especialmente de la langosta.
 
 
Me quedé ensimismado durante varios minutos mirando los campos de cultivo. La infinidad de colores y parcelas, bien diferenciada cada una por los verdes ribazos de hierbas y matas.  Mil colores productos de los diversos cultivos: avena, cebada, yero... mezclados con las mil especies de hierbas y plantas silvestres: avena mala, cardos, amapolas, girasoles... Infinidad de árboles frutales salteados entre los cultivos: pomales, cerezos, manzanos, nogales y también fresnos, olmos, olivos...
 
Al entrar en el bosque me encontré con las enormes encinas de toda la vida, alguna  que podían cobijar hasta rebaños de 500 cabezas, al seguir el camino hacia arriba tuve que evitar  tres grupos de carboneros, y  los pastores que estaban cuidando el ganado en la sierra de Codés. A pesar de haber estado durante bastante tiempo escondido, solo por los andares me hubiesen reconocido.
 Gerardo Luzuriaga Sánchez

25/09/2005

Noticias / Berriak

 1. Trufas en Nazar

2. Pueblos de Tierra Estella estrenas páginas web.

3.      A la espera de las palomas 
1. En el GARA del 9 de septiembre de 2005 pudimos leer Las investigadoras del departamento de Botánica de la Universidad de Navarra Ana María de Miguel y Miriam de Román que investigan en el carrascal de Nazar el valor de la trufa desde el punto de vista económico y medioambiental, consideran que la reforestación del suelo quemado podría acelerarse con el uso de plantas colonizadas con trufa, con el hongo Tuber melanosporum (Trufa negra de Perigord). Las investigadoras concluyen que las carrascas micorrizadas con Tuber melanosporum poseen mayor tasa de supervivencia que las plantadas sin micorrizar.
2005eko irailaren 9ko GARAn irrakurri genuen: Ana Maria de Miguel eta Miriam de Romanek Nazarreko artadian egindako ikerketak boilur beltzarekin (Tuber melanosporum, trufa negra de Perigord) kolonizatutako landareak besteak baino hobeto hazten direla ondorioztatu dute.  Ea ahalik eta azkarren daukagun basoa lehen bezala eta boilurrez makuru.

 2. Varios pueblos de Tierra Estella tienen páginas web. Se ofrece información de los municipios. Aparecen fotografías interesantes. Esta iniciativa cuenta con un presupuesto de 55.714 euros. Se accede con el nombre del pueblo y la terminación org: www.mendaza.org, ahora lo estoy intentando y no funciona. Bueno cosa de la técnica.

Lizarraldeko herri batzuetan abian jarri da web orria. Buruz hitzegiten dut (Mendaza, Murieta, Arroniz, Torralba...) Udalen informazioaz gain, argazkiak ere agertzen dira. Aurrekontu borobila dauka. 55.714 euro, beste batzuentzat nahiko genuke. Herria izena jarriz gero, org partikularekin eskura dago informazioa.

3. Ya llegan las Palomas. Por lo menos en el bar del pueblo no se habla de otra cosa.  

Usoak ailegatzear daude, herriko tabernan beste kontuei buruz ez da hitzegiten. Garai ezin politagoa da, batzuentzat menditik bertatik ikusten dutelako; hamarretakoak eta bazkari erraldoiak egiten dutelako... Beste batzuentzat herritik ere usoak odeien artean ikusteko aukera daukagulako. Ondo pasa, eta disfrutau.  Dena den usoekin batera perretxikoen garaia denez, oso gutxik dira pozik jartzen ez dituztenak.
Herrikoia
 
 

6. La vuelta / Itzulera

Ayudado por los recuerdos, me encontré en frente de las mansas aguas del río Ega. Aunque no habían pasado más que unos pocos años, al ver las crestas de la Sierra de Codés tuve la impresión de haber estado fuera un montón de años. El reencuetro con las  mismas fuentes,  los mismos riachuelos, los mismos arboles, los mismos animales  me dio ánimos para seguir adelante.  Me sentí seguro al lado de mis viejos amigos los hayedos, los encinares y los bojarrales. Desde la cima de Costalera divisaba las montañas y los valles de alrededor. Joar, Gorbea, Montejurra, la Sierra de Lokiz, Urbasa, Aitzgorri, Monjardin, La Sierra de la Demanda y hasta los Pirineos se divisaba desde la punta de Costalera.
 
Unos instantes antes del amanecer aparecieron los dos perros de casa: Lur y Beltza.
-         ¡Qué alegría!
-         ¡Oír sus ladridos!
-         Nos revolvimos en el suelo en una lucha desigual.
-         Pasados unos minutos, ya tranquilizados, nos separamos, nos miramos de nuevo, los perros comenzaron a mover la cola con intención de seguir el combate-juego; el silvido del hermano les hizó desaparecer en un cerrar de ojos.
-         Le chiflé.
-         Nos abrazamos entre lágrimas.
-         Sin más preámbulos le hice participe del plan. Le comenté punto por punto, con todo tipo de detalles el plan ideado.
-         Me ha parecido ver bastante más ganado que de costumbre.
-         Si Gabino, si. Los ricos son cada día más ricos.
-         Gabino, las cosas no se han apacigüado. Sigues en peligro, la Guardia Civil un día si y otro también peina la zona. Lo tienen todo controlado. De vez en cuando se ve algún que otro maqui perdido por la zona.
-         En el pueblo, a causa de la presión, no nos podemos fiar de nadie.
-         Tranquilo. Lo tengo todo pensado.
-         Mañana mismo tendrás que vender a Lur y Beltza.
-         Ya, ya me he dado cuenta.
-         Para cuando te fuiste Francisca estaba embarazada. Tienes otro hijo más.  Le hemos bautizado con el nombre de Gabino.
-         Este invierno se ha muerto el abuelo Hermenegildo. El resto de primera.
-         Escolástico logró huir, marchó el mismo día que tú. Llegó en tren y en autobús hasta donde su tía de Eugi, y de allí en un santiamén pasó la frontera, ahora se encuentra tranquilamente en Méjico.
-         Tu cuñado Felipe y Bernardo el hijo de la Teófila, los que se fueron con los falangistas, los trajeron a enterrar al camposanto, dos días antes de acabar la guerra perdieron la vida en el frente de Zaragoza. Los dos juntos. Juntos fueron y juntos los trajeron.
-         ¿Marcelino se quedó en el pueblo? ¿No sería él el chivato, no?
No, no. No lo mataron por casualidad. Una semana después de iros Marcelino y tú se personó “el Coche de la Muerte”. Se llevaron a Marcelino con la intención de fusilarlo en la cuneta de Arquijas. Una vez que lo bajaron del coche, se echó la niebla. Logró huir atravesando el río. Anduvo perdido unos cuantos días por los montes de Zúñiga y Orbiso; pero también  logró llegar a América.
- El que os delató por rojos fue tu cuñado Benito. Dos días antes de reunirse la Junta del Valle lo vieron con el Txato de Berbinzana.
-         ¡Ojalá se muera ahora mismo! ¡Maldito!
-         ¡Víbora! ¡Mira que atreverse a entregar al padre de sus sobrinos!
-         Adiós Gabino. Hasta la semana que viene.
-         Aquí me tendrás.
-         Ahora los Guardias acechan más que de costumbre. Cuídate.
-         Ya lo sé. No te preocupes. Piensa que sigo fuera. Que no me has visto. Encárgate de dejar dos veces por semana en un recipiente algo de comida en el camposanto viejo. No se te olvide.
Nevaba copiosamente, me resguardé en un pajar cercano a la iglesia. Después de examinar atentamente los alrededores me encarame por el tejado a la torre de la iglesia y de allí deslizándome logré entrar por un agujero de la pared al falso techo de la iglesia.
 
Una vez aquí, en el refugio a falta de otros entretenimientos comencé a recordar lo vivido en el pueblo hasta ese momento...
 
Me vinieron a la memoria las mañanas frías, cuando tenía que encender la vieja estufa con Antonia. No teníamos más de 8 años cuando antes de que viniera Resurre la maestra y el resto de los niños del pueblo teníamos que tener en marcha la estufa.
-         Antonia, saca la ceniza y tírala detrás de la escuela.
-         ¿Porqué no la llevas tú?
-         Bueno, si empezamos así...
-         Prepara el papel y unos cuantos palos finos para cuando vuelva.
-         Vale, vale.
No resultaba fácil encender aquella maldita estufa. Una y otra vez prendíamos el papel, pero en vano. Cuando menos lo esperábamos, la estufa cogía fuego, llenándose todo el edificio de un humo irrespirable. No era extraño que a veces llegase la maestra y no estuviese todavía encendida. Entonces el castigo estaba asegurado.
 
Un día de verano como otro cualquiera, de calor sofocante, la chavalería, como de costumbre, nos juntamos a pasar las horas de la siesta debajo del nogal de la Pinta. Apoyada en la pared encontramos una escopetilla de aire comprimido no me acuerdo quién fue el que  apretó  el gatillo y ante nuestra sorpresa se oyó el sonido de un tiro, momento en que  Escolástico comenzó a gritar, correr y saltar como un loco por la campa y las calles del pueblo.
¡Mi mano, mi mano! Repetía una y otra vez, corriendo de un lado para otro como un loco. El médico de Nazar afincado en Mendaza, Don Antonio le sacó el perdigón de copa que lo tenía incrustado en un hueso de la mano. A la media hora lo teníamos de vuelta entre nosotros.
 
Llevaba dos meses encerrado cuando comencé a notar la falta libertad.
 
Me vinieron a la memoria los días de juventud, también los días, y los juegos compartidos con Benito. Una sensación de tristeza me recorrió el cuerpo. Pasé los siguientes días recordando la niñez y los momentos alegres y tranquilos de la infancia y la juventud. Los primeros amoríos, los primeros tortazos y los primeros besos de la chicas en los pajugueros de las eras. El corte de pelo al tipo franciscano, al cero por la base, y largo por arriba, con la tufa al estilo fraile. Las tardes de verano de juegos  en los pajugueros, y las tardes de invierno en los pajares. Los primeros escarceos con las mozas del pueblo... Así fueron pasando los días, las semanas, los años escondido en el falso techo de la iglesia.


 

 7. Itzulera
 
 
 
 
                Oroimenak lagun, ohartu gabe Egako ur mantsoetan aurkitu nintzen. Kezkaturik banenbilen ere ataka gaizto honetik nola irten ez nekielako, ez baineukan garbi  bizirik atera nintekeenik ere. Iturritik bertatik, aintzinean hainbeste aldiz edan  nuen ur freskoetatik  berriro edateak, berriro txorien kantuaz ohartzeak, ganaduen orroak sentitzeak  animatu ninduen. Izan ere, pozaren pozez ibili nintzen txikitatik ezagututako bazterretan.
                Ondo-ondoan neukan aspaldiko lagunak, ezpel, pago, arte eta haginak nirekin, behinolako unerik onenean gogoratu nahian. Nahita egin nuen buelta alderdi honetatik. Ondoan Joar. Bertatik bertara Gorbeia, Lokiz, Urbasa, Aizkorri, Monjardin, Jurramendi. Urrutiago Pirinioak, Demandako mendikatea eta Moncayo, begi bistan. Kostalera gailurretik herria esku-eskuan.
 
                Eguna argitu bezain laster etxeko bi artzain txakur, Lur eta Beltza,  neuzkan kobazuloaren sarreran.
Hau poza hau!
Haien zaunka entzutea!
Esku ahurraz haien gainetik presa gabe heldu nituen, biztu bizian borroka sutsuan lurrean egin genuen.
 
                Lasaitu ginen, elkarri so egin genion, berriro buztana hasi ziren astintzen, atzera prest zeuden jolasteko, ordea, anaia txikiaren txistua aditu bezain laster belarriak tente ziztu bizian leizetik irten ziren.
 
Txistu egin nuen.
Astoa halakoa! Elkar besarkatu genuen. Malkoak zeriola. Begiak beren zuloetatik atera beharrean zituela.
Gero elkarrizketa azkarrari eman genion.
Hau da herria aberastea. Atzo ehun behi barik berrehun zenituela ikustea iruditu zait.
Bai. Gabino. Aberatsak aberatsago bihurtu dira. Lehen gaizki bazeueden gauzak bada, orain askoz okerrago. Dirudunak jaun eta jabe bizi dira.
Gabino, gauzak ez dira baretu. Arrisku gorrian zaude, Guardia Zibilek egun batean bai eta bestean ere miatzen dute eskualdeko bazter oro.
Lasai, ederki asko daukat dena aurretik pentsatuta. Denbora aldetik gizasemerik aberatsena naiz.
Bihar bertan saldu behar dituzu Lur eta Beltza txakurrak.
Frantziska ihes egin zenuenerako haurdun zegoen. Beste seme bat daukazu. Gabino izenekoa, zure modukoa.  Gure familiakoa, sendoa bezain bihurria. Aitona negu luze honetan hil egin zaigu. Enparauak ondo.
Eskolastikok  bere arroparik onena jantzita, bere ezkontzarako erabilitakoa,  Eugin ezkonduta zeukan bere izebaren etxerara trenez eta autobusez heldu zen, hango lehengusuen laguntzaz muga aise zeharkatu zuen. Duela hiru hilabete Mexikon hil da. 
Lehendabizi. Falangistekin joandakoak, zure kuinatua Felipe eta Teofilaren Bernardo,  Zaragozako frentetik guda bukatu baino bi egun aurretik hilik ekarri zituzten kanposantura lurra ematera. Biak batera. Elkarrekin joan ziren, eta elkarren ondoan ekarri zituzten.
Martzelino, herrian gelditu zen.
Ez zen izango bera salataria?
Ez, ez. Ausartiak galdu egin zuen. Ez zuen galdu bizitza txiripaz. Eskolastiko eta zuk ihes egin zenuenetik aste bat iragan eta gero, arratsalde batean, Heriotzaren kotxea Martzelinoren bila etorri zen, eta baita eraman ere egin zuen, hurrengo egunsentian Arkijaseko kunetetan, errepideko ertzetan fusilatzeko asmotan. Autotik jaistean lainoa sartu zen, kasualitateak kasualitate hormaren kontra zegoenean ihes egitea lortu zuen. Amerikatik orain dela bi hilabete familiak jaso du eskutitz bat, non ezin hobeto dagoela  esaten duen.
Gorritzat salatu zintuena, Benito, zure kuinatua izan zen.  Haranako biltzarra eduki baino bi egun aurretik Berbintzanako txatoarekin Lizarran ikusi omen zuten.
Ez ahal da oraintxe bertan hilko! Madarikatua! Sugegorria baino pozoinagoa! Haren ilobaren aita ere salatzera ausartzea!
Adio, Gabino. Gaur zortzi arte. Gaur zortzi hemen edukiko nauzu.
Gabino, hiru adarrekoak ohi den baino gehiago miatzen ari dira inguru guztiak. Kontuz ibili!
Badakit, ez kezkatu. Sartu buruan ez nauzula ikusi. Pentsa kanpoan egoten jarraitzen dudala. Kanposantu zahar barruan dagoen elizako hormaren kontra, justo leihatilaren gisa dagoen teiatuaren azpiko zuloan, bi astean behin, nahi duzunean, egunez nahiz gauez, utzi janaria ontzi batean, tamainean, ez gehiegi.
Gainontzekoa utzi nire esku. Horretaz inork ez du ezer jakin behar. Ezta aitak ere, ezta inork ere.
 
Euri fina, artilezko kapusai beltza buruan, erne bazter guztiak miatu ondoren, leku batetik bestera ibili nintzen basoan zehar, Araba alderdian eta Kanpesuz bestaldean ere, animaliak trostan eta bazkan ikusten.
 
                Mara-mara ari zuela herriko  babesleku  batean gorde nintzen. Inguru guztiak miatu nituen atezuan. Barrandan ordubete egonda, tramankulu eta guzti hurbildu nintzen elizarantz. Teiatutik metro erdira zegoen hamar bider bost zentimetroko zuloa, mailuz eta zintzelez sartzeko modukoa egitea lortu nuen.
 
                Lehendabiziko egunetan beste plazer batzuen faltan, bizi izandako gomutak gogoratzeari ekin nion, balizko mundua erreal bihurtzen. Eta behin baino gehiagotan lortu nuen, orduak eta orduak txikitan bizi izandako gomutatan murgildurik:
 
                Burdinazko berogailua, Antonia, kea, dardara, beldurra, hotza hitzak lotzen hasi nintzen. Zortzi urterekin eskolako egurrezko berogailua martxan jarri behar genuen andereño eta gainontzeko umeak etortzen zirenerako. Ardura osoa jartzea ez zen bastante enpresa hori aurrera eramateko.
Antonia, ahalik eta azkarren hartu pote zahar hori  atera errautsa eta betiko lekuan hustu.
Zergatik ez dituzu eramaten zuk?
Ederki...
Prestatu paperak eta adar mehe batzuk, ondo txikituak natorrenerako.
Bale. Bale. Ondo.
Ez zen, ez, enpresa samurra. Paper zaharrak berogailuaren oinean jarrita ere, ezinezkoa zen piztea tramankulu zahar hori. Behin eta berriro poxpuluak paper ondora eraman, beste paper batzuk sartu. Eta ezer ez, ezinezkoa.
 
Urduritasuna, dardaraz hotzagatik edota andereñoari genion beldurragatik gutxien espero genuenean, itxaropena galdutzat emanda genuenean, bat-batean kea eskolaz jabetzen zen. Berogailu zaharraren eta tutuen pitzadura guztietatik kea irteten hasten zen, zulo guzti-guztietatik, hamar segundotan gela osoa, aldamenekoa eta eskailerak kez gainezka, eskolako sagutsuak ere dantzan ikusten ziren, gu bezain zorabiatuak.
 
                Beste egun batean, berogailua garaiz piztea ez lortzeagatik, andereñok, sutan jartzeaz gain, Antonia eta biok, hurrengo igandeko prosezioa iragan behar zuten kaleak garbitzera behartu gintuen. Goizeko bederatzietan esnatu, musua eta eskuak garbitu, gosaldu bezain laster munduko lekurik zikinena zirudiena, animalien gorotz guztiez beterik zegoena, -ahuntzenak txiki bezain borobilak, ardienak multzoetan likatsuak bezain huingarriak, behorrenak eskuko piloten tamainako borobilak, behienak, okerrenak jausten den lekuan dena estaltzen duena, kalea zikin-zikina uzten - ibiliezina zena, erratza, pala eta saskiez lagun Iruneako Kale Nagusia baino garbiago utzi behar genuen. Elizan erabiltzen genuen patena baino garbiago utzi behar. Eta horrela utzi genuen. Zer erremedio!
 
                Herria geldi-geldi zegoela, txakurrak luze etzanda kale erdietan, euliak eta erleak ere atsedenean zeudela, mutilak intxaurrondo sendo baten itzalaren bilan joan ginen. Gure gauzez berbetan geundenean,  horman zutik zegoen aireko eskopeta hartu, gatiloari sakatu eta tiroren abarrotsak apurtu zuen arratsaldearen bakea.      Minutu erdi bat iragan eta belardi erdian zeuden harri baten gainean odol gorri tanta batzuei so egin genien. Eskolastiko garrasika hasi zen.
                Nire eskua.! Nire eskua.! Atxintxiketan leku batetik bestera zihoan zoru moduan.
                Medikuarengana eraman zuten kopako perdigoia atera eta berriro elkartu zen gurekin. Inondik ere eskopetak deabruak kargatzen dituela amak hamaika bider errepikatutakoa baieztatuz.
 
                Haizea hasi zitzaidan faltan. Babeslekuko espazioa soberan izan arren, laurogei bat metro luzera, berrogei bat gutxi asko zabalera, altuera zutik eroso ibiltzeko leku gehienetan baneukan ere,  txiki bilakatzen hasi zitzaidan.
 
                Haurtzaroan pozez gainezka bizi izan ginen, -ume pobre guztiak bizi ohi diren bezala- umeen arteko bereiztasunak oso txikiak ziren, izatekotan, gure artean apreziaezinak ziren, bizimodua parekoa baitzen etxe gehienetan. Frantziskotarren modura ile moztua, burugaineko ile luzea eta atzeko partean ezer gabe, burosoila, alegia. Jertseiak Erromako zubiko artilezko koloreetan egindakoak ziren, prakak adabakiz osatuak.
 
Gaztetan bizi izandako egunak burura etorri zitzaizkidan, baita Benitorekin egindako jokuak ere.
 
                Jokuetan arriskuaren mugan genbiltzan,  beti amildegiaren puntaren puntan, ea zein igotzen zen ahalik eta azkarren lastozko meta puntaraino. Lastozko metak ziren gure gustuko jolaslekuak, gogorrak baino gogorragoak, izotza edo harrizkoak izango balira bezala, oinetakoa aitzitik, koltxoia bezain malgua, batere minkorra ez zena. Hau izan zen neskekin lehendabiziko ukituak bizitzeko  edota estraineko zaplastadak jasotzeko hautatu genuen lekua. Inguru hauetan ezagutu genituen lehendabiziko amodio-kontuak. Aukera ezin majoagoa zen. Uda bero beroan, han itzalean fresko-fresko, usaina egokia, isil-isilean, gizakiengandik urruti. Kuadrilan ibiltzea zen ohitura, denak borroka berean ez egon arren nesken kontuetan. Batzuek neskekin tonteatzen zuten bitartean, besteak jabeak noiz agertuko zain geunden.
 
                Bi urte han barruan pasata neukala, babesleku seguru, janaria soberan eduki arren, iluntasunaren, isiltasunaren, bakartasunaren ondorioak ageri ziren. Oroitzapen guztiak ez ziren atseginak, behin baino gehiagotan murgiltzen nintzen gogoeta tristeetan.
 
                - Gabino ez sartu politikan, ez du ezer onik ekarriko.
- Lasai, Frantziska.
 
 
Udal hauteskundetarako plazan jarri zituzten bi afitxak tabernan ez ohiko eztabaida sortarazi zuen. Giroa berotu zen, harik eta gizon zentzudunak ere istiluetan parte hartu zuten arte. Hori da herrian gogoratzen dudan eztabaida politiko bakarra.
 
Giroa eta herria zapuztuta zegoen. Goizean Kabregako Jauregian Villahermosako Dukeak bultzaturik Falangea sortu zen. Gero Nafarroa osoan zabaltzeko. Gure herritik sei gazte, hiru kilometro eskas herrien artean dagoen distantzia oinez egin ondoren, Nafarroako hainbateko herrietako gazte ugariekin Kabrega baserrian bildu ziren. Arratsaldeko zortziak aldean alkondara urdin, uhal beltz, eta eskopetak lepoetan itzuli ziren,  kaleetan gora eta behera gure herritik sei gazte txatxuak ibiliz.
 
 Tabernan, gauean buruak berotuta, eztarria ondo bustita, eta mingaina solte zeukatela agerian utzi zuten. Falangearen aldeko oihuak behin eta berriro eginez eta herritar guztiak irainduz eman zituzten kaleetan zehar afaria aurreko orduak. Martzelino, Eskolastiko eta hirurok aurre  egin ez bagenien ere, larrutik ordaindu behar genuen egun hortako ausartia.
 
Herriko giroa hondatzearekin bat inguruetako herrietatik fusilamenduen eta atxiloketen berri hedatzen ari zen. Herriz herriz, ahoz aho ibilitako berriak kezkagarriak baino kezkagarriagoak zetozen. Ezusterik handiena edozein momentutan etor zitekeelako. Gauez ere Heriotz kotxe madarikatu horren zurrumurrua zabalduta zegoelako.
 
Gutxi batzuk alkatearen etxera joan ziren zuria egiteko asmoz,  alferrik. Aldez aurretik hiltzeko agindua erabakita baitzegoen, hauek hartutako erabakia, hain zuzen ere. Garbiketa erabaki zutenak herri bertakoak baitziren, - alkatea, apaiza, idazkaria-, horrezkero nahiz eta damuturik izan eta haien aldeko ezer egiteko prest izan,  ezer gutxi egin  zezaketen, dagoeneko goitik baitzetorren akabatzeko agindua.
 
Gizajoak. Borreroen aurrean errukitasunaren bila joatea ere!
 
Inguruetako fusilamenduak –Piedramilleran, Muesen, Los Arcosen, Azedon, Asartan, Mendatzan, Agilarren...- agudo hedatu ziren gainontzeko herri txikietan. Gudarostean errepresio latzaren garaia izan zen, hilabete gutxitan Karlisten eta falangisten  errepresio ikaragarria pairatu genuen. Gorrien aldeko hitz batzuk egin zituen Felixek Nazional Armadarako eman zuen izena, baina alferrik,  Heriotzaren kotxea bere etxera abiatu zen, atxilotu, kaltzontziloetan seme-alaba txikerra eta emakumeen oihuen artean eraman zuten Arkijaseko kunetan bi tiro botatzera.
 
Akabo dena.
Gaur Felixi tokatu zaio.
Bihar nori?
 
Bakartasuna dela eta, hilabeteak iragan ahala morala hondatzen zitzaidan. Harik eta babeslekua zulo nazkagarria bihurtu arte. Arestian lagun mina izandakoa etsairik handiena bilakatuz.
 
                Halere, biziki atsegin nuen asmatzen kanpai-hotsen esanahia eta zein herritakoak ziren. Ea norengatik izango ziren hil kanpai hotsak, su-kanpai, angeluserako kanpai-hots, etabar. Hori zen egunerokotasuna apurtzen zuen bakarra.
 
- Burutik sano izango naiz? Galdetzen diot neure buruari.
- Ez dakit, bada. Ez naiz kapaza ametsak eta errealitatea bereizteko.
                - Ezin dut kendu burutik haurrak, emaztea, familia.
- Ezin dut bereiztu zuloan edukitako gogoetak eta bizi izandakoak. Nere baitan behin baino gehiagotan pasadizo berak errepikatzen ditudalako.
- Bai, zera. Ondo kontrolatzen dut. Zuzen jarraitu behar dut. Neure penak oro bilduko dut hemendik aurrera,  hain hurbil eta bidenabar hain urruti daukadan familia, herri, zuhaitz, iturri, animaliekin bizi izandako bizipenak lagungarriak izatekotan gogararazi ekingo diot. Horrela pentsatu eta horrela egin nuen.
 
                Marraskiloaren estrategiari esker egunei, hilabeteei, urteei aurre egin nien. Emeki-emeki, pausoz pauso. Artaburutik egunero ale bat baino ez nuen erauzi xehetasun osoz deskribapenen bitartez gozatzeko.
                Dena den, aurretik doa, ametsetan bizi izandakoa errealitatearekin alderatzean gertatzen dena gertatu zaidala. Esnatzean topatzen duzun etsipen hutsa sentitu dut. Gogorapenek idazterakoan freskura eta xarma galdu dutela konturatzea, alegia.
 
                Erlojua. Aitak igandeko mezatara joateko arrebak Lizarratik ekarritako erlojua eskumuturrean jartzen zuen. Tramankulu arraro hori oparitu zionetik horren barruan zer animalia langileak ote zeuden burutik kendu ezinik nenbilen. Egun osoan lanean eta zarata orekatsua ateratzeko  inurri edo kilkerren familiakoa izan behar zuten. Parekoak behintzat. Jakin-minez gainezka nenbilela, aita lokuluskan zegoela aprobetxatuz, logelara behatzen puntetan sartuz, zarata atera gabe, mesanotxean utzitako erlojua ostu nion, mailu eta destorniladorea hartuz, joko pilota ondoko itzalira jo nuen.
                Erlojuari bost minuto begira. aitzin neukan ideiari lotu nion ea zer animaliak izango ote ziren hain txikiak izanda nola ez ziren inoiz nekatzen? Orratzak erritmo berdinean beti aurrera eramateko langile maratzak izan behar ziren.  Tiki-taka. Tiki-taka.
                Destorniladorearekin ezinean, astinaldi bat eman nuen barruan zeudenak geldi zitezen, mailuaz kolpe bortitz erlojuaren ondoan zegoen harriari indar guztiaz eman nion, alfer-alferrik, gorrak ziren. Azkenean  mailua esku batean hartu eta zirt eta zart!
 Kolpe txiki bat eman nion, ezer ez. Beste kolpe motel bat eman eta ezer ez. Alferrrik hortik ez ziren irteten inor. Kriston kolpea eman, barrukoak agerian, burdinazko gurpil horztunak lurrean, baina langileak ez genituen ikusi, gurpilak eta orratzak besterik ez,  animaliek dagoeneko hanka egin baitzuten.
 
               
                Idiak. Zazpi urterekin hor geunden, anaia txikia ea biok, idien aurre-aurrean. Giputxi eta Txiki izeneko idi itzelen parean. Sudurren zuloen parean. Uztarriazpian beldurraren beldurrez. Akuilua ni baino metro bat altuago eskuan idiak mugi ez zitezen. Arnasa bota zuten bakoitzean auspoen kolpeak izango balira bezala ematen zuten lurrin beroa gure aurpegien kontra. Despistatuak harrapatuz gero mihi luze eta lakarra gure besoak miazkatzen zizkiguten.
                Ez, ez zitzaigun batere erraza iruditu  aitak agindutako egikinkizuna betetzea. Atezuan geunden, beldurrez, aldiro azalaren mugimendu ugari egiten baitzuten. Haien begiek abaraskak ematen zuten, eulitzarrez gainezka, betazalak ixterakoan euli-multzo handiak hegan egiten zuten hamar segundutan aurreko lekura bueltatzeko.
                Erne-erne geunden elkarri begira. Etengabe mugitu zituzten belarriak, begiak, buruak leku batetik bestera. Gu gero eta artegago. Bat-batean, gutxien espero genuenean buztana astintzen zuten, braust, kriston zarata ateratzen zuten buztanak  triparen kontra jotzean. Ohitutzear geundenean Giputxik aurreko hanka altxatuz egundoko kolpe lurrean ematearekin batera gorputzaren azala olatua izango balitz bezala mugiarazi zuen. Lepotik ipurdiraino. Beldurgarri, benetan.
                Hori izan zen hori! Iragan genuen arratsaldea!
                Gero jakitun ginen herrian ez zegoela idirik haiek baino leialagorik, eta aitaren aida agindua aditu arte zentimetro batere ez aurrera ez atzera ez luketela egingo.
                Ondo jo zigun adarra aitak.
 
                Behi gaztea. Mutil koskorra izanda;  ez dakit Behenafarroako zein herritatik ekarritako zezen aparta batengana Zenizosa behia aitari lagundu behar izan nion Mendatzara eramaten. Ikusitakoa hunkitu utzi ninduen.
                Ordurako animaliak zeretan ikusten ohituta oso banengoen ere, hala nola edozein zomorro, euli bikotearen hegazka, hamaika pinpilipauxa mota, zomorro gorridunak ipurditik lotuak, marraskiloak, behiak, behorrak, oiloak, untxiak... Bestelako sentsazioa nabaritu nuen behi gaztea egurrezko errektangulu txiki horretan sartuta ikustean. Segidan, bat-batean, egundoko animalia ufaka ekarri zuten. Sudurra, begiak, adarrak, burua, hankak, potroak, dena beldurgarri. Soseguz, pausoz pauso hurbildu zen.
                Pena hartu nuen, Zenizosa hain beldurti eta txikia izanik animalia horren pisu dardarka jasan beharra. Bortxakeria hutsa iruditu zitzaidan. Ez dut uste egun hartan Zenizosak  gozatuko zuenik.
 
                Ez zen izan kasualitatea azken gomutak animalien askatasunari buruzkoak izatea. Ez. Ezagututako animaliak esne mamitan bizi zirelako. Aberatsen txakurrak salbu,  enparauak askatasun osoa zeukaten nahi zuten soroetan eta kaleetan libre ibiltzeko.
Hori zen bizimodua hori! Gure oiloenak kasu, ondoko mendietan jaun eta jabe ibiltzeko aukera zeukatelako; gure behi, asto eta txerrien bizimodua, egun osoa aske.  Etxe nagusietako txakurrek, aitzitik, oso gutxik  ezagutzen zuten argia, kaleak, lagunak, jokuak, sexu bidezko ugalketak, laztanak...  Kortako bazter sakoneko bakardade hutsa zen haien lagun bakarra, kate bati estu-estu loturik. Jaio ziren bezala hiltzeko, preso.
               
                Beltzaren askatasuna enbidia dut. Bekazkeria diot. Beti zekien noiz irtengo zen aita bere zerbitzuen eske. Aitak txistua jo orduko hor zegoen hanken artean. Hori zen iaioa! Lekutan ongi pasatzen eta horren beharra edukiz gero hurbil-hurbil egoten zekiena zen! Behin batean beste herri batean geundela amak bidalitako agindu baten  bila eta norekin  eta Beltzarekin topatu behar! Beste txakur batzuen kontra borrokan arriskuan zebilen txakureme batengandik faboreak lortzearren. Batzuetan zisko egina, nekatua, arnasarik gabe, mihia kanpoan, lokatsaz zikindua, muturra odolaren aztarnekin zetorren;  beste batzuetan, berriz,  pozik, begi distiratsuak, alaia,  harroputza, ezetz asmatu gaur zer lortu dudan  esango baligu bezala. Baina edozein tokitan egonda ere beti zegoen prest aitaren deiari erantzuteko.
               
                Kanpai-hotsen burrunba zulo osoan  entzuten zen. Hain gertu, non  belarriak lehertu beharrean jarri arte. Ahaleginak ahalegin jasanezinak ziren halako kanpai-iraulen hotsak. Egunean baino egunean higuingarriago egiten zitzaizkidan, nire baitan kanpai-iraulketak etengabe errepikatzen baitziren. “Ezin nuen inondik inora begirik bildu”.
                Baziren bost urte gordelekuan sartu nintzenetik. Isiltasun erabateko horretan murgilduta nengoela aingeru-kanpaien hotsak jotzen hasi ziren. Dilindalanka hain gertu aditzean, di-da batean erabakia hartu nuen. Satorraren modura bizitza aspertua bukatutzat ematea, itsasoaz bestaldean bizimodu berri baten bila joatea erabaki nuen. Ez nuen luzaroan pentsatu beharrik, irrikitzen  bainengoen koba-zulo hortatik ahalik eta lasterren ospa egiteko. Guztiaren gainean Frantziska eta seme-alabak laztantzeko.
 
                Aiztoa besterik ez nuen aldean atzeman,  bost metro egin bezain laster hara non agertu ziren Lur eta Beltza bezalaxe bi txakur. Gaua izartsua, epela, aparta zegoen. Presa barik ordubete egin nuen izarrei begira, txakurrak lagun. 
 
                Ikuiluko leiho txiki batetik sartu, ateari bi kolpe eman, maratila solte utzi, atea kirrinka eginez,  nik nahi nuen baino zaratatsuago, pasiluko arasan zegoen katilutik bertatik esne txurrutada edan, eta anaien logelara sartu nintzen, anaiak esnatzeaz bat ustekabe galanta hartu zuten ikusi nindutenean. Pozaren pozez bilakatzeko begiak irekitzarekin batera. Familia osoa ez esnatzeagatik eskaileretan behera ikuilura jo genuen urte hauetan gertatutako berri arrapaladan eman zidaten. Besarkatu ondoren animaliez, gizasemez ez beste guztiaz denbora gutxian mintzatu ginen.
                - Baina, ez zenuten saldu Lur eta Beltza txakurrak?
                - Salduko ez genuke, bada!
                - Zuk esan zenuen egun zortzi Antoñanan saldu genituen. Inozotzat hartzen nauzue, ala? Zuk esan bezain laster konturatu nintzen txakur horiek gai zirela zu zeunden zuloren aurrean egunak eta egunak pasatzeko mugitu barik,  txapelokerren ahalmena handia ez izan arren, penaz baina saldu nituen. Halako hiruan saldu genituen, gainera.
                Duela bi urte Beltzaren bi txakurkume etxeratu genituen. Etxeratu bezain laster Lur eta Beltza izenak jarri genituen.
                - Senitartean zerbait gertatu da?
                Aitona zu joatean hil egin zitzaigun. Bai, badakit. Zuk zeuk esan zenidalako.
Ez, ez kontatu ea asmatzen dudan zer gertatu den herrian urte hauetan.
Zein ume eraman berri du Heriok?
                Ezbehar handia gertatu zen joan zen astea, alkatearen bost urteko Maria Jose alaba ganaduen askan itota agetu zen.
Lau hildako gehiago izan dira, ezta?
Generoso, Dionisio, Sebastiana, eta Romana, agian?
                Ez, ez, Romana gu bezain ondo dabil. Duela hiru urte Danielen gorpua ekarri zuten Zaragozako ospitaletik, guda amaitzear zegoenean ihes bala bat garunean sartu zitzaion eta.
               
                Etxeko eskailerak hirunaka igo, usain ezaguna bereganatu, zenbat usain, zenbat urte halakorik sentitu barik, logelara sartuz Frantziskaren besoetan amildu nintzen, umeen logelara bertaratu eta,  bost minutu haiei begira irauten gustura ibili nintzen. Pozik kabitu ezinik, sugainean ur bero-bero bor-bor prestatu, palanganara erdia isuri, ispilu lausotuan hezetasuna eta zaharrez ondorioz gizaki baten irudia islatzen zitzaidan, bi aurpegia igurtzi nuen, bereziki betazalak, berriro aurpegia busti, brotxa jaboi puntan pasada ugari egin ondoren brotxa aurpegia jaboia zabalduz, soseguz eta kontu handiz labana zorrotza baino zorrotzagoa bere lana egin zuen. Behinik behin, hamar urte gaztetu nintzen. Ilea uraz bota. Besapeak, oinak, hankak arropako jaboi zatia igurtziz, anaiaren alkondara erdi garbia jantzi eta fresko-fresko gure kabira elkarren ondoan gerritik heldurik, estu-estuan, elkarri kontu-kontari mintzatzen egunsentira arte amodioari ekin genion gozo-gozo. Denei buruz hitzegin, urte hauetako gertakizunak eman eta gero txakurren zaunka aditu nuen, begiak igurtziz aita amaren atzetik sartu zen sukaldera, aitaren aurpegia zaildua aurkitu nuen, ahalegin egiten zuen amaren parean ibiltzeko. Oraindik eguna argitu gabe zegoen, kriseiluaren distirak itsutu zidan. Argia dar-darren artean adio egitean aitak malkoei eutsi ezinik ikuilura joan zen. Bihotza goibeldu zitzaidan. Elkar atzera ikusiko ez genuen sentimenduaz jabetu nintzelako. Zer egin ez nekiela. Segundoak amaituezinak. Plantak egitearren alkondara berri zuribeltza jantzi, labana aldean atzeman  eta argitzeaz bat egun zegoela sargoria etorriko zen susmoaz harturik atzerriko bidea hartu nuen umeak agurtu gabe.
               
                Ate aurreko aulkigainean zegoen El Pensamiento Navarro egunkariko atariari joan zitzaizkidan begiak, “Caen en una emboscada los maquis el tuerto y Perico en las inmediaciones de Caín”.
 
                Udan halako egun berotsu baten zulo batetik irten berria izanda eguargitara ateratzeaz batera min egin zidan, zuhaitzak lilitan egotea eta goizeko antzigarra sentitzea izugarri lagundu zidan. Harana bizi-bizirik, atsegina, paketsua zegoen. Baso ertzetik doan bidea hartuta paisaia zoragarria gozatzen hastear nengoela mezetarako janzten den moduko erretore zaharra begiztatu nuen. Justu-justu eman zidan tenore bidetik irteteko eta hogei metrora zeuden txaparro batzuen atzetikan ezkutatzeko. Erretoreak Gregorio Deunaren zilarrezko buru distiratsua bi eskuan zeraman, mezamutilak ontzia eta isipua eskuan, beste bi mezamutil aurrean zihoazen, batak zintzarria aldiro astintzen zuen, besteak burdinazko gurutzea doi-doi gai zen tente eramateko, -Txikitan eramana neukanez  benekien zer zen hiru kilometro gurutzea zut eramatea- atzean hogeita hamar eliztar. Bat-batean denok batera geldituta erretoreak lau haizetara isipuen bitartez ur beindikatua zabaldu zuen: “Quindam sanctus episcopus, Gregorius nomine...”  izurrite guztietatik, bereziki oti-izurritetatik libra gaitzazu.
 
                Hamaika koloreko alorrei begira minutu asko gelditu nintzen, aurretik hamaika bider ikusita baneukan ere, bereziak iruditzen zitzaizkidan, inoiz ikusita ez banu bezala, txikiak zein handiak hegietagatik hesituak, hegi guztiak belar eta sasiz gainezka zeuden. Hamaika koloredun landare mota ereindako landareekin nahastuak, hala nola olo gaiztoak, astakarduak, barrabas-belarrak, belar-bazkak, eguzki-loreak, mitxoletak... han eta hemenka askotako zuhaitz sakabanatuak begiztatzen ziren, hamaika motakoak ere izanik, arte, haritz, olibondo, zumar, lizar, guztien gainean fruta-arbolak...

                Gerardo Luzuriaga Sánchez

 

24/09/2005

6. La huida

 
 
Las conversaciones en las tabernas se fueron animando. Los jóvenes comenzamos a comentar las noticias que llegaban de La Ribera. El ambiente del pueblo se fue enrareciendo.
 
El perro de pintas blancas y negras que intercambiaba las noticias, o que enviábamos ante cualquier necesidad –caballos para la viña,  bueyes para la labranza, mano de obra para la siega- esta temporada un día si y otro también iba y venía de Azuelo a Nazar y de Nazar a Azuelo manteniendo a las dos familias al día de loq que sucedía en el valle de la Berrueza y el valle de Aguilar de Codés. Desde siempre nuestra familia había mantenido relaciones estrechas y cercanas con unos familiares lejanos de Azuelo.
 
Una tarde, a unas horas bastante poco normales, llegó el perro con la lengua fuera. La madre cogió el mensaje, como no sabía leer, sin perder tiempo envió a mi hermana de 7 años con el mensaje a la pieza del roble donde nos encontrábamos segando habas.
 
Gabino, tienes que huir del pueblo. Cuanto antes, no pierdas tiempo. Tres nombres se han mencionado en la Junta del Valle: el tuyo, Marcelino y Escolástico.
 
No podíamos salir de nuestro asombro. Juramentos que nunca había oído, salieron de la boca del hermano mayor.
 
Sin despedirme de nadie, dejé la hoz, la zoqueta, y el sombrero de paja encima de la mies recién cortada y tomé el camino de casa. Mientras el hermano de 12 años fue al encuentro de Marcelino y Escolástico para comunicarle lo decidido en el Valle de Aguilar.
 
El kilómetro y medio de vuelta a casa, lo hice preparando la huida. Sin saber con seguridad que camino elegir. Ante la falta de dinero, pronto descarté el tren, o el autobús. Me decidí a conseguir pasar la frontera andando por los Pirineos.
 
Llegué a casa en un santiamén, ya estaban en la entrada mi madre, Francisca, mis hijos pequeños... Madre nada más verme se santiguó. Se dirigió a la despensa, entramos todos detrás de ella,  me preparó unos calcetines de lana, las botas de monte, cogí un par de navajas, un pasamontañas. Francisca para entonces ya me había preparado un atillo con una hogaza, chorizo, queso y un bune trozo del pernil.
 
Aunque la idea era pasar la frontera lo antes posible, las tres primeras semanas me resguardé en una cueva que conocía en la Sierra de Lokiz. El día anterior de  tomar el camino hacia Aralar aprovechando la hora de la siesta decidí bajar a Narcúe, a parte de unos niños correteando no vi a nadie,  me hice con unos pantalones y unas camisas oscuras que estaban tendidas. Al dejar atrás el Valle de Lana, más conocido como Rusia, no pude reprimir unas cuantas lágrimas.
 
Sin grandes sobresaltos llegué a las inmediaciones de la muga. Las patrullas de la Guardia Civil se intensificaron. Según mis cálculos podían faltarme unos 25 kilómetros. Oí un ruido, me agazapé entre los bojes, oculto entre la hojarasca estuve vigilante, sin moverme  durante un largo cuarto de hora.
 
Al día siguiente no tuve mejor suerte, así que decidí volver al refugio que había abandonado anteriormente. Se me hizo imposible avanzar, las patrullas estaban por todas las partes.
 
Dormí a pierna suelta. Me desperté hambriento hacia las 11 de la mañana. Miré en el zurrón, no quedaban más que dos mendrugos más duros que las piedras.  Con la única intención de pasar la mañana me dispuse a sacarle punta a una rama de roble. De repente vi una culebra entre la hojarasca, de un golpe hinqué la navaja en su cabeza. Hacía meses que no me pegaba semejante manjar
 
La Guardia Civil estaba al acecho, vigilaba todos los caminos del bosque. Oí unos pasos, me quedé inmóvil. A pesar de ser una noche oscura como las fauces del lobo, nada más echar a correr oí cuatro fogonazos de fusil que deslumbró completamente el bosque.  En la huida estuve a punto de caerme, me travé con las raíces de un árbol. Trompicado y todo hui monte abajo. Sentí a los dos Guardias Civiles tras de mí. Cuando ya los tenía encima, a menos de 20 metros,  se desató una tormenta de rayos y truenos que fueron mi salvación.
 
Completamente mojado hasta los huesos, cansado, sin fuerzas, ni resuello me tumbé esperando lo peor.  Poco a poco escondido entre los árboles logré volver de nuevo al refugio. Una semana permanecí escondido, intenté cuatro o cinco veces más pasar la frontera. En vano. Tuve que zafarme de dos nuevas emboscadas. Ví la muerte de cerca.
 
Decidí cambiar el rumbo, casi sin darme cuenta me encontré en la Provincia de Santander. De pueblo en pueblo, gracias al “alabado sea Dios” logré conseguir algunos curruscos de pan seco.
 
Pasé los meses pidiendo de casa en casa,  recorriendo los parajes más recónditos de Cantabria. Pobre, sin un duro, muerto de frío pero seguro. ¡Y para los tiempos que corrían, no era poco!
 
En el pueblo de Selaia me abrió la puerta un hombre de unos 50 años.
-         Pasa, pasa.
-         Me acurruqué junto al fuego.
-         Una vez bien aseado, lavado con jabón y abundante agua,  me ofreció un buen plato de potaje caliente. Pasé la noche en un pajar algo alejado de la casa.
-         No era la primera vez que algún alma caritativa se apiadaba de mi situación.
-         A las 6 de la mañana, cuando todavía faltaban varias horas para el amanecer se personó la pareja de la Guardia Civil. Me había metido en la boca del lobo sin darme cuenta. Bien aseado, bien dormido, rasurada la barba y el pelo arreglado no se me hizo fácil contestar a lo que parecía un inocente interrogatorio.
-         Sin duda, me han atrapado.
-         ¿Qué hacía un hombre de unos 25-30 años, con acento distinto,  pidiendo de puerta en puerta?
-         Me sentí atrapado en la ratonera.
Sin pensarlo dos veces, aprovechando el momento en que apareció el amo, me di de nuevo a la fuga.
Mientras ascendía la montaña me vino a la cabeza pasarme al maquis. Tras una semana recorriendo los pueblos de los Picos de Europa, las dudas se disiparon y decidí volver al pueblo.
 
Gerardo Luzuriaga

 


 

 

 
 
 
 
 
 
 

23/09/2005

Joaregileak - Artesano de cencerros

Argia 1120 zkian, 1985-10-12 Iturgoyengo Epifanio Lazkano Ezkurra eta bere semeak joareak nola egiten dituzten azaltzen digute. Hona hemen lanbide honi buruzko sekretuen sorburua eta iturria. Nazarreko batengandik ikasi zuten.

 

"Gure aitagandik dakidan guztia datorkit zuzen zuzenean. Dena den, aitortu behar dizuet gure aitari Nazar izeneko herriko bizilagun batek irakatsi ziola. Aintzinean, Nazar-tik kilometro gutxira dagoen Acedo herrian bazegoen honelako artesaurik; gaur egun semea eta biok gara Euskal Herriko benetako joaregile artisau bakarrak.

Joarkide.