28/09/2005
En el tajo / Errealitatean
En la entrada de la casa de Primitivo encima de la puerta destacaba una copia barata de las espigadoreas de Millet, con un marco de época de gran valor. Cada vez que cruzaba el umbral no podía menos que apartar la mirada. Imagen bucólica, que para nada tenía que ver con la realidad. La tranquilidad, el sosiego, la paz y las ropas recién planchadas en nada se correspondían con las horas de trabajo que nos esperaban. Contrato por un díaViernes, cinco y media de la mañana, allí estábamos todos en fila, delante de la fuente, esperando la llegada del amp. Aquel día también se quedaron sin trabajo los mismos, los de siempre. Los más necesitados. Me vinieron a la memoria las palabras del abuelo: algún día tendríamos que acabar con este atropello. - Tú, tú... y tú. - Igual que todos los días, los más viejos, débiles y necesitados descartados. La siega. -No te pares. Sigue la renque. - Le reprendió agriamente Benito al más joven del grupo. Todavía no habían dado ni las 10 de la mañana, el día no había hecho más que comenzar, aunque ya llevábamos 4 horas y media sin descanso. - No puedo más, tengo todas las articulaciones doloridas, me comentó el joven que iba delante de mí, aprovechando que el amo había llegado ya al final de la hilera. - Este ritmo es insoportable, comentó un tercero mientras agarraba con la mano izquierda, resguardada con la zoqueta, un manojo de trigo y con la hoz en la otra mano de un golpe cortaba la mies a ras de suelo. Todo ello a la máxima velocidad posible, una y otra vez, durante todo el día, y durante toda la temporada. - No dejes tanto espacio, y date más prisa, le reprendió de nuevo Benito. - ¿No te das cuenta que hace aire y es necesario dejar bien apelmazadas las manadas?, le respondió sin mirarle a la cara. - Sin hacerle caso siguió rodeando cada puñado de trigo con cuatro espigas para que el viento no esparciese la mies. Tal como lo había hecho hasta ahora en todos los lugares en que había estado contratado. - No cojas tanta anchura, sé un poco espabilado. Mira la renque que lleva el nuevo de Los Arcos, le comenté por lo bajo. De esta año no pasa, me voy para la ciudad. No aguanto más. El único momento de descanso eran los escasos segundo que teníamos para tomar un trago de agua, y de vez en cuando de vino, las menos. Todos los días es igual, me comentó aprovechando otra ausencia del amo. No sé que es peor si cuando va tirando del grupo Benito, o cuando van a la cabeza esos dos esbirros: Cirilo y Antonio. Dos gallegos que venían todos los años para la siega a casa de Primitivo. No te fies de ninguno de los dos, le comenté. Es difícil saber quiés es más zalamero y traicionero de los dos. Un día normal Ya estábamos todos en la plaza esperando a Primitivo, llegó primero Benito y comenzó a señalar con el dedo uno a uno los elegidos para el día. Fue de uno en uno señalando con el dedo. Este día contrató a todos los reunidos menos a uno. - ¿No me digas que no puedes contratar a uno más?. - Gabino, métete en tus asuntos, y sigue a los demás. - ¡Te arruinarás por pagar un jornal más! - Pero si hay trabajo para diez personas más. - Se oyó un murmullo. Pero si es el amo de medio Navarra. Será cabrón. ¿Para quién querrán el dinero que les sobra? Se oyó de nuevo. - Solo con la hacienda que ha aportado su mujer tienen para contratar a media Berrueza. Solo con las tierras que tienen en Andosilla a la orilla del Ebro tienen para dar de comer todo el año a toda la Merindad de Estella. - ¡Cuánto más tienen más quieren! - ¿Qué pasa aquí? Gritó Primitivo que llegaba al galope. - Nada, nada comentó Benito. Sin decir ni palabra nos dirigimos al tajo, mientras el padre de Félix tomó el camino de casa. No se sabe si la avaricia y la racanería surgió a raíz de la compra del primer tractor que se conoció en el valle, o como se decía en el pueblo, le venía de familia. Primitivo no tuvo suerte con la compra del tractor. Con lo que se gastó en este tractor podía haber comprado la otra mitad de Navarra. El primer día que lo usaron se dieron cuenta del fracaso. Nada más entrar en la finca las ruedas se metieron en la tierra y no había manera de andar. Tuvieron que sacarlo con la ayuda de dos parejas de bueyes, para dejarlo aparcado para siempre en el cobertizo de la era. La trilla Hacía un día caluroso el bochorno es de los que hace historia, el calor pegajoso se mezclaba con el abundante sudor. El polvo de la mies recien triturada invadía todos los rincones del pueblo, especialmente la era y los alrededores estaba cubierta de una canícula asfixiante. Los caballos habían acabado de dar las primeras vueltas sobre la parva. Era el momento de poner manos a la obra. Todos los presentes tomábamos parte para dar vuelta a la parva lo más rápido posible. Entonces comenzaba el ajetreo. La era se convertía en un hormiguero en que todas las manos eran pocas: el movimiento, la prisa, el correr, el ruido, el polvo, el calor, el sudor y en cierto modo también el nerviosismo se apoderaba del ambiente. Dada la vuelta a la mies, los caballos hasta este momento atados algún árbol a la sombra comenzaban de nuevo a dar vueltas y más vueltas sobre la mies esparcida por la era. Hacía la una y media llegaba el momento de dar la última vuelta a la mies. Mientras los demás comíamos, padre se quedaba dando las últimas vueltas con la caballería, hasta convertir la paja fuerte y rígida de las habas casi en polvo. Con la comida en la boca, bajo un sol sofocante recogíamos la parva en un extremo de la era. Los hombres con las horcas iban recogiendo la parte principal, detrás los niños con los rastros, detrás las mujeres con las escobas, hasta por fin recoger lo que quedaba con la plegadera. Llegaba el momento crucial, la espera del aire. No siempre movía el aire, y cuando andaba no siempre era el apropiado. Todavía recuerdo el día que entré a formar parte de los aventadores. No tendría más de 15 años. 6 hombres en hilera, encima de la parva, tirando las paladas de mies al aire con la altura y dirección apropiada. Zas, zas, zas, seguían las paladas sin interrupción. Pasada tras pasada, comenzaban a diferenciarse los dos montones el de la paja y el del grano. Una vez que se había formado el montón de grano las mujeres ibán detrás de nosotros escobeando por encima separando las gardajas, piedras, trozos de tierra, trozos de palos. Por último los niños cribaban las gardajas, hasta dejar el montón reluciente como el oro. Otro día de siegaSábado, las 6 de la mañana, ya estamos preparados con las hoces en el tajo. Nos encontramos ante otro día de bochorno infernal. Hoy hemos venido sin los amos, ni Primitivo, ni Benito han aparecido. Los gallegos marcan el ritmo, un ritmo irresistible. Para las 7:30 el muchacho que el día anterior resistió más mal que bien la jornada, está ya rendido. - Cuando traen el almuerzo, nos preguntaba una y otra vez. Hacía las 11 comenzaron a quedarse rezagados dos peones que rondaban los 50 años. - Por fin aparecieron dos niños con sendas cestas con el almuerzo. Lo tomamos en un santiamén y de nuevo a la faena. Dale que te pego. La cintura para arriba y para abajo. - A las 12, el Angelus. Un poco después llegó Benito montado a caballo. Ya casi nadie les podía seguir. Pero nadie se quedaba atrás. - Cuarenta grados, toda la mañana bajo el sol, doblando una y otra vez la cintura. - Dos horas para comer y echar la siesta. - A las 3 en punto arriba de nuevo. El calor después de la siesta se hacía inaguantable, cuando más calentaba de nuevo a la faena y toda la tarde sin descanso. Las horas no avanzaban, por más que mirábamos al sol siempre parecía estar en el mismo lugar. - ¿Ya es hora de que traigan la merienda no? Preguntaba insistentemente el joven, que no tenía mucha experiencia en la siega. - No te fíes hay días en que no se merienda. - Este día tenía pinta de ser uno de esos. Pasaban las horas y por mucho que mirábamos a la senda, no se acercaba nadie. - A las 7:30, Benito dio permiso para echar un trago de vino, y sentarnos un rato. La tarde iba hacia delante pero el calor no aflojaba. - ¿Hoy también seremos los últimos en marchar para casa? No lo pongas en duda. - Por fin se escondió el sol entre los montes, pero alli seguimos segando y segando. - ¿Es que no es hora de marchar para casa? Dijo completamente enfadado Marcelino. - Todavía se ve, le respondió Cirilo el gallego. Para Benito, y mucho menos todavía para Primitivo nunca era hora de dejar la tarea. Hoy también llegaremos a casa de noche ciega. No te quepa la menor duda, le contesté. La trilladora Domingo, las 5 de la mañana, en casa ya estábamos todos levantados. Los hombres nos dirigimos al campo con los bueyes para acarrear la mies. Para la hora de misa se trilló un carro de mies del Ceferino que había quedado del día anterior, se barrió hasta el último grano de la era, dejamos ya todo preparado para trillar lo que le correspondía al carbonero y acudimos todos a misa, bien nos vino el descanso de media hora . El ruido era insoportable. Se hacía imposible comunicarse hasta con el de alado. Todo era ruido. Una vez puesto en marcha el motor, el ruido era inaguantable. Pun, pun, pun, pun… El sonido que sacaba la trilladora también era ensordecedor. No había una sola pieza que no estuviese en movimiento. Aunque parecía que de un momento a otro iban a saltar por los aires todos los tornillos, las ruedas, las poleas… nunca ocurrió ninguna desgracia, todo estaba bajo control. A media mañana el estruendo, el calor, el sudor, el polvo, el picor comenzaba a hacer mella, más vale que de vez en cuando tenía la oportunidad de cruzar alguna mirada, y alguna palabra suelta con Francisca. El motor, para nosotros conocido como el “matakas” era el corazón. Las poleas eran las venas, la polea mayor era la aorta, de 12 metros de largo. La trilladora tenía unas 20 poleas más de distintos tamaños, como si fuesen las diferentes venas del cuerpo. De todos los tamaños, algunas pequeñas, de medio metro o menos, otras de 2, 3 ó 4 metros. Ruedas de metal que estaban unidas por maderas, que hacían funcionar a un gran número de piezas, algunas de suaves desplazamientos y otras de bruscas vibraciones. Dientes de hierro que trituraban las espigas, las cribas de ritmos suaves y horizontales. Se trataba de un maremágnum en movimiento anárquico. Hasta la tierra misma parecía moverse, como si estuviésemos encima de una masa flotante. Todo estaba en movimiento. En este hormiguero todos teníamos nuestro cometido. Los acarreadores, los alimentadores, los que recogían los sacos del grano, los niños que reunían los líos, los que amontonaban la paja, los que barrían la era… Bastante entrada la noche, llegaba la paz. Parado el motor de gasoil, poco a poco todos los demás aparatos se iban apagando tenuamente, con lo que la calma se adueñaba de nuevo del pueblo. 9. Errealitatea Primitiboren etxeko sarreran Millet margolariaren “las espigadoras” izeneko kuadroaren kopia handi bat zegoen eskegita, ondotik pasatzen nintzen bakoitzean zeharka begiratuz esaten nuen: zer demontre jakingo duzue zuek! Zelako irudi bukolikoa! Lasaia bezain gezurrezkoa. Langileen eta emakumeen arropa ondo zaindua, izerdiaren aztarnarik ez, aurpegietan ez zaie ikusten tentsiorik, ezta nekerik ere; poza eta osasuna baizik ez zaie igartzen. Hiritarrentzat, sasijauntxo hauentzat soroetan langile talde bat ikustea une bateko irudia da eta ez egun osoan eguzkipean aritzea. Morroi hauen aurpegiak hezurtsu, zahar, zaildu, beltzaran izan beharrean oso gazte, zurizka, zainduak agertzen dira. Iruzurra, gezurra. Aitoren seme-alabak edo hobeto esanda hirritarren seme-alabak ziren, masailak borobil eta gorriak zeuzkatelako. Nabarmentzen dena zelaia da, gari soroa mitxoletaz jantzita, errealitatetik at, zinez. Paisaje bukolikoa. Jauntxo baten etxean esekita egoteko modukoa. Herriko pasabide baten istorioa baina bidetik soilik ikusitakoa. Lana, izerdia, miseria egongo ez balitz bezala. 10. Atazan Udan lan nekosoa zetorren. Segan (I) Ilaran bederatzi gizonak bata bestearen atzetik, egun osoa gerria dantzan, gora eta behera, zutik eta makurturik ibili behar. Egunsentitik ilundu arte, siesta txiki bat egiteko denbora izan ezik egun osoan jarrera beran. Gorputza jarrera txarrean, zinez. - Ez gelditu, jarraitu, esan zion mespresuz Benitok gazteari. Gerria bihurtuta, belaunak etengabe lanean, giltzadura guztiak minduak. Kaiku batez babestu ezkerreko eskua gari sorta bati heldu eta eskuineko eskuko igitaiarekin, ipurdi-ipurditik, kolpe jarrai eta gogor batez gari guztia ebaki. Ebakitako garia sorta lau gariekin inguratuz haizeak soroan zehar sakabana ez dezan. Ahalik eta azkarren. Eta horrela behin eta berriz. Hau den-dena, idazten baino askoz denbora gutxiagoan; -hurrengo astean, hainbat sortarekin besartekada egin eta lau zekale landarekin ondo lotu, haizeak garia soroan zehar sakabana ez dezan; asaoak pilatan utzi batean bestean-. horrelaxe behin eta berriz. - Ezin dut gehiago. Hau jasanezina da komentatu zidan anaia zaharrenak. Geure artean tarte handia ez sortzeko aurrekoari erne eta arretaz begiratu behar genion, nahiz eta izerditan patsetan izan, udako eguzki gorripean. Hamar minutuetatik behin, gari lerroa bukatzean, ur-tragoa egin, eta noizean behin ardo-zurrutada bata dastatu, ugazaben arabera, baina normalena zen hiru tragotxo egun osoan hartzea. Giltzurrunei atseden eman eta zutik egoteko aukera bakarra beste lerro bati ekin baino lehen. Hamar minutuero, hamabost segundo beste ilara bat hartzeko unea, alegia. - Etxera noa, esan zidan gazteak. Oraindik hamaikak ez dira, bost ordu jarraian atsedenik gabe. Ezin dut gehiago. Lerroan lehena zebilena jauntxoaren seme indartsua, Benito. Jakina, lanean ari zenean, bada, edozein aitzakia zen ona, ilaratik irten eta potrojorrean ibiltzeko, baina gure artean ibilita tropela arnasarik gabe utzi arte ez zen konformatzen; denok ito beharrean; bigarren eta hirugarren ugazabarik ezean bere esklaboak: Antonio eta Cirilo, Galiziatik urtero etortzen zirenak. Zein baino zein sendoagoak, zein baino zein harroputzagoak. Egun osoan abiadura handiz ahalik eta azkarren. Ea jabeari zuria nork egiten zion hobeto, ea jabeari berea nok erakusten zion hobeto. Egun baterako kontratua. Egun hartan ere betikoak gelditu ziren lanik gabe, behartsuenak hain zuzen ere. Lanik denontzat ez zegoenez morroien arteko borrokak belaunaldiz belaunaldi irauten zuen, errepikatzen zuen behin eta berriro aitonak. Konpetentzia latz, gogor, anker honekin bukatu beharko dugu, errepikatzen zuen. Ez zen erraza onartzea herriko plazan hogeitamar gizon-mutil elkartu, ugazaba etorri eta betiko morroskoak kontratatu, zaharrak eta behartsuenak lanik gabe uztea. Egun horretan ere, ahulenak, behartsuenak jornalik gabe konformatu behar. Asteazken horretan gertatutakoa larrutik ordaindu behar izan nuen. Haraneko aberatsena hamar morroiren bila abiatu zen. Benitok, bere ilobak, hatz erakuslez seinalatuz, banan-banan ilaratik atera gintuen. Ez zuen bakarrik ere gehiago seinalatu. Pausoa aurrera emanez oihakatu nion: - Herri erdia daukanak ezin du kontratatu egun baterako behintzat behartuena. Primitiboren anaiak ez baitzekien non sartu zeukan diru guztia. - Sartu zure aferetan, hartu zure igitaia eta segi besteek hartu duten bidea, erantzun zidan zakar. Temati ekin nion, lurrik ederrenak, hurbilenak, emankorrenak dauzkan horrek ezin du ordaindu jornala ala? Herrian izateaz gain, Kabredon, Meanon, Agilarren eta beste leku batzuetako lurren jabea da. Emazteak ere Andosillan labore-lur ugari dauzka, Ebroko ondoko lur zati onenen jabea da. Zer axola zaizue soldata bat gehiago ordaintzea? Agian ez dago lanik? Baita halako hamar gehiagorentzako ere! Atzean marmara entzun zen, baina Nafarroa erdia berea da! Norendako nahi du poltsikoan daukan dirua! Izan ere, senar-emaztea bakar-bakarrik bizi ziren ondoko jauregi itzelean, haraneko jauregirik hoberenean, mutilzahar eta neskazahar izanik ezkondu zirelako. Bizitza tristea bezain laburra eduki zuten, urte gutxira bizi ziren moduan Heriok eraman zituen, gizona, hirurogei urte betetzear zegoenean, Iruñeko ospitalean gripeak jota hil zen, gorpua hilerrian lurperatzera ekarri zuten. Emazteak sei urte goibel iragan eta gero bide berbera eraman zuen. Gezurra irudi arren, pasadizo batzuengatik izango ez balitz, zaila izango litzateke familia horren aztarnak aurkitzea, bere izena, baita etxea eta azienda ere aspalditik ilobarentzat, Benitorentzat izan denez, egun ez dago arrastorik. Umore gabeko eta zuhurra zen. Zinez, zekena zen. Umeek, aldiz, ez zeukaten entretenimendu hoberik, ortuetako sagarrak eta madariak lapurtzea baino. Egun batean bai, eta hurrengoan ere bai, ehun kiloko kankarroa, kupel itxurakoa, buru handia, ipurdi itzela, tripaduna umeen atzetik zebilen bi sagar ez ziezaizkioten lapurtu. Behin entzun nion fidegarria ez zen herritar bati, hain zekena izatearen zergatia traktore bat erostetik zetorkiola, erosketa eskasa bezain garestia izan baitzen; porrot harengatik ote zuen bizitzaren aurrean zeukan jarrera piper hori eramatea. Gehienek, aitzitik, bestelako iritzia zeukaten. Baita nik ere, jarrera trakets hura berezkoa zen, familiatik zetorrena. Traktore harekin xahutu zuen diruarekin Nafarroa herena eros baitzitekeen, Nafarroa erdia berea zenez, ez dut uste zakarkeriaren zergatia traktorea erostean zetzanik. Gauza da, soroetara eraman orduko gurpilak lurrean sartu eta astoa balaztan bezala gelditu zela, ez aurrera, ez atzera, gurpilak lokatzetan trabaturik barru-barruraino sartuta. Behien laguntzaz lortu zuten ateratzea, betiko larrainekoko bazter batean uzteko. Eta horrela ezagutu dugu belaunaldiz belaunaldi, larrainean aparkatuta, hautsez gainezka. Ederra. Gurpilak handiak. Den-dena burdinazkoa, bolantea, argiak, kanbioen palanka, galgak, baita gurpilak ere. Urteak eta urteak pasatu arren, han zegoen oso-osorik, bazter batean, amaraunez eta lasto artean ia ezkutatuta. Denboraren joanaren lekuko. Animaliako gizona agertzearekin bat erabateko isiltasuna egin zen, zurrumurruak bukatu ziren, nik neuk alorrerako bidea hartu nuen, Felixen aita, burua makurturik, etxeko bidea hartu zuen bezala. Segan (II) Ohiko moduan, seietarako soroan ginen. Ezbairik gabe, egun sargoria zetorren, dagoeneko bero sapa baitzegoen. Hego-haize egun horietako bat baitzen. Erritmo ikaragarria jarri zuten galiziarrek. Goizeko sei eta erdietarako, hamabost urte bete berriak mutikoak, eginahalak eginda ere, ezin zion jarritako erritmoari jarraitzea. Hamarretako doi-doi ziren jarraitzeko berrogeitaka zeukaten beste biak. Hortik aurrera gehienentzat kalbario zetorren, batez ere Benito aurrean zegoenean. Ezinezkoa zen erritmoa eramatea, hura beroa. - Datorren irailean hirira joango naiz lan bila. Komentatu zidan gazteak serio-serio. Saskia ekartzen zuen umea ikustearekin batera poza igartzen zitzaigun, batez ere zaharrenei eta gazteenei, hauek batik bat zeramatelako batik bat ordubete bidera begira saskia eskuan umeak noiz agertuko zain. Angelusa errezatuta ere artean ordu erdi gehiago geneukan, jabearen etxeko bidea hartzeko. Berrogei gradu, goiz osoan gerriak bihurtuta. Egun osoan eguzkiaren izpi zuzenak jasaten. Izerditan blai. Jasanezina. Etxera heldu bezain pronto eskuak, besoak, besapeak, aurpegia, ilea putzuan garbitu, helduak itzalira, joaten ziren bitartean, guk gazteok animaliak ura edatera eraman behar genituen, maihara joan, ziztu bizian jan, lasto pilan lokaiku bat egin eta ohartu orduko hirurak jotzean prest geunden arratsalde luzeari aurre egiteko. Orain aldapatik behera, Berrogeita bi gradu, lehen baino bero handiago, sorora ailegatu orduko arratsalde osoko lanari ekiteko. Tenoreak ez zuen aurrean egiten. Bidezidorrera begiratu azkaria ailegatzeko zenbat denbora falta zen asmatu nahian. Zer merienda zer meriendaondo, egun hartan beste batzuetan bezala ez ziguten askaria ekarri. Bost minutuko atsedena hartu genuen ardo zurrutada eta txiza egiteko. Iluntzen hasita bazegoen ere, artean egun osoko sargori itogarria present zegoen. - Ezbairik gabe. Ez dut egingo herri honetan beste uzta bat, errepikatu zidan gazteenak. Herriko azkenak ginen, betiko moduan, etxeko bidea hartzeko, eguzkia mendi artean galdu arte lan eta lan. Benitorentzat inoiz ez zen garaila segak eta igitaiak uzteko ordurik iristen, herriko lehenengo etxeetara ailegatzerakoan gau itsu-itsua beti. Garijotzea Egun osoa hautsetan itota. Aurrean zaldia, atzean babak jotzeko makina, ehun, mila buelta uzta gainean, trostan. Orduero zaldiei atseden eman eta larraineko guztiok dantzan jarraitu behar genuen; uztari buelta eman behar geniolako ahalik eta azkarren. Hori zen giroa, mugimendua, korrika, presa, zarata, hautsa, beroa, izerdia, urduritasuna. Hura giroa hura! Uztari buelta emanda berriro zaldiarekin jira eta bira. Ordu bata eta erdiak inguruan heltzen zen uztaren azken buelta, bazkaltzen genuen bitartean zaldia eta baten bat gelditzen ziren larrainean jiraka, baba lastoa xehetu arte. Arratsaldeko eguzkitan, bero itogarriaren azpian uzta biltzeari ekin behar genion, lehengo eta behin gizonek gaineko lastoa sardeez, atzetik mutikoak eskuarez, emakumeok erratzarekin larraineko bazter batean bildu behar izaten genuen. Gero gerokoa, haizearen mende. Haize egokia ibiliz gero esku aditu guztiak abian jarrita bost orduan lanean jardunda bi tontor lortzen genituen, bata aleena, txikia baina polita bezain distiratsua eta bestea lastoarena. Baina hain gutxitan ibiltzen zen haize aproposa! Haize egokia ibiliz gero, sei edo zazpi pertsona batera zebiltzan uzta lerro gainean, metro erdi bateko distantzian, bere gainean jarrita sardeen bidez sardekada altura eta norabide zuzenera jaurtikiz, eta pasada bakoitzean aleak ezkerreko tontor batean eta lastoa gero eta urrutiago baztertzen saiatzen ziren. Hauen atzetik beste bi emakume zihoazen eskobatzen alearen tontorraren gainean zeuden harriak, lur zatiak, lasto kirten sendoak baztertzen. Hauen atzetik lau ume zakarreria hau galbahetzen gelditu barik. Haize egokirik gabe ezin zitekeen ezer egin, ez bazen Bargotako aztiaren pasadizoak gogoraraztea, baina horiek beste kontu batzuk dira. Gehienetan oso luzea zen haizearen zain itxaronaldia. Askotan, lo ere larrainean egin behar izaten genuen aita eta biok inork ostu ez zezan erdi garbituratko alerik. Kanpora lo egitea, berriz, helduentzat amorrazioa zena umeentzat zoria zen, ilargi azpian, udako gau sargori horietan, izar pila bat sabaian. Haize egokia ateraz gero hura zen abiadura, mugimendua, denok batera zas, zas, zas, zas uzta haizetara. berez ikasitakoa. Trebetasuna. Lerroaren muturraraino denok batera heldu eta segundo bat galdu gabe, buelta eman eta jo eta ke haizea gelditu arte. Ahalik eta azkarren bai, baina ale bat bera ere lasto pilara bota gabe. Garia jotzeko makina. Garia jotzeko garaian ez zegoen iganderik. Egia esateko negu partean izan ezik urte osoan ere apenas. Ordubete galdu mezatara joateko eta berriro denok larrainean Han geunden denok: helduak, emakumeak, zaharrak, umeak. Inor ez zegoen sobera, nagusiaren uzta izan arren gurea balitz bezala genbiltzan. Zarata jasanezina zen. Ondokoak ulertzeko belarri ondoan oihuka aritu behar zen. Dena zarata zen. Gehien ateratzen zuena Matakas motorea. Piztu ondoren jasanezina, burrunbatsua, manibela baten bidez gizonik indartsuena behin eta berriro saiatuz gero, pun, pun, pun, pun, pun... erritmikoa, motela, etengabeko hotsa ke beltzez nahasten zen. Une horretan hasten zen beroa, azkura, izerdia; gaitzerdi, aukera baineukan Frantziska ikusteko eta lantzean behin solasaldi motz-motzak edukitzeko. Garia jotzeko makina erraldoia zen. Ez zuen ematen tinkoa, dena mugimenduan zelako. Poleak, burdinazko eraztunak, galbaheak, helizeak, torlojuak, pieza guztiak une batetik bestera intengo zirela ematen bazuen ere, irmo zirauten. Poleen ondoan eta batik bat azpitik pasatzea beldurgarria zen. Bihotza Matakas motorea zen. Zainak poleak. Hamar metro luze eta berrogei zentimetro zabal, polea nagusia zen aorta. Zaratatsua, bizia, mugikorra, izugarria. Polea nagusiak eraztunen puntaren puntan zeuden irteteko moduan, zarata jasanezinarekin lotura zeukana. Hogei polea gehiago, bere zainak balira bezala, batzuk txiki-tkikiak, besteak erdikoak, beste batzuk handiak. Dena zen mugimendua, bai barrutik, bai kanpotik, anabasa begiratu batera, baina dena zegoen kontrolpean. Tramankulua abian jarriz gero lurra ere mugimenduan jartzen zen. Egurrezko makilatxoz lotuta zeuden burdinazko berrogei eraztunak, barruko piezak ere mugimenduan ziren, batzuk bizi-bizi, beste batzuk motelago, beste batzuk berriz, mantso-mantso. Zoramena. Mota askotako zaratak bereizten ziren. Burdinazko haginek garia txikitzean kirkilenena zirudien; galbaheena, erritmikoa, suabea, tza, tza, tza, tza... atsegina, leuna; helizeena erleen zumbidoren modukoa, fuuuuu, fuuuuu, fuuuuu...; aleena tutuetatik pasatzean euri suabeak egiten duen modukoa; lastoarena tutuetatik pasatzean neguko haize boertitzena zirudien, sukaldeko leihoko kristalen kontra euri tanta lotiek joko balute bezala. Inurritegi honetan bakoitzak bere eginbeharra geneu0kab. Mahaian garia bereizi, mahai gainean gabilak ipini, garraiolariak, alea zakuetan sartu, lioak batu, lastotegian eta larrainean lastoa pilatu behar genuenok, alegia. Denak dantzan. Denak beharrezkoak. Lana kateatuta zegoen. Denak ondo eginez gero, ondo zihoan, baten bat fin ez ibiltzeak arazo handia zekarren. Matakas geldituta, emeki-emeki gainontzeko tramankuluak baretzen joaten ziren. Paradisua zirudien. Isiltasuna. Gerardo Luzuriaga Sánchez |
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27/09/2005
Llegada a las Américas
Sin darme cuenta me encontré en mitad del Océano. Rodeado de extraños, de todo tipo de gentes. Sus miradas se clavaban en mi. No me atrevía a intercambiar con los viajeros más allá de las palabras imprescindibles. Medio mareado, sin poder olvidar la mirada triste de mis padres, entre los recuerdos familiares llegué a las Américas. Acurrucado en un rincón del barco pasaba las horas recordando las tardes invernales reunidos junto al fuego, rememorando los cuentos relatados por los mayores, o me imaginaba los aterdeceres rezando el rosario, a los niños alrededor del padre removiendo los pocos pelos de la cabeza mientras recitaba la inacabable letania: Kyrie eleison Kyrie eleison Christe, eleison Christe, eleison Kyrie eleison Kyrie eleison Christe, audi nos Christe, audi nos Christe, exaudi nos Christe, exaudi nos Pater de Coelis Deus Miserere nobis Fili Redemtor mundi Deus Miserere nobis... Sancta Maria Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix Ora pro nobis... Mater Creatoris Ora pro nobis Mater Salvatoris Ora pro nobis... Virgo clemens Ora pro nobis Virgo fidelis Ora pro nobis... Vas insigne devotionis Ora pro nobis... Turris eburnea Ora pro nobis... Stella matutina Ora pro nobis... Regina Sacramentissimi Rosarii Ora pro nobis Regina Pacis Ora pro nobis Agnus Dei, qui tollis peccata mundi Parce nobis Domini... Ora pro nobis Sancta Dei genitrix Ut digni officiamur promissionibus Christi. Los recuerdos de las noches desgranando maíz en la casa de Primitivo, familias enteras en amena conversación, a veces acompañados de una acordeón que tocaba un peón venido del norte de Navarra, hacían que los largos días en que no tenía ante mis ojos más que agua y más agua fuesen desgranándose poco a poco como las mazorcas en las invernales noches en la casa de Primitivo bajo la mirada agradable y sosegada de Francisca. No fueron de menos ayuda los recuerdos de los días pasados con el rebaño de vacas en en la vertiente que da a Campezo y Zúñiga. Días de invierno, con niebla que parecía imposible dar dos pasos; pero que con la inestimable ayuda de Beltza y Lur dejaba las vacas en una vaguada, para adentrarme con la escopeta y la cartuchera bien repleta de cartuchos en la Dormida, volviendo al atardecer con el zorrón lleno de palomas. No fueron pocas las veces que había anochecido de lleno y todavía las vacas no habían llegado al pueblo ante la sorpresa del vecindario, y especialmente de mi padre. Sin duda fueron días duros, de mojaduras, resfriados, pero llenos de libertad. Todo lo contrario que los días de hoy, bien comido, pero sin más aliciente que ver el agua, y más agua a nuestro alrededor. (Lehenengo atalaren azkena, itzuli ahala agertuko da, barkatu, conforme vaya traduciéndola iré añadiendo capítulos, sé que no es un betseller, pero...) Gerardo Luzuriaga 8. ItsasoanOhartu gabe, Itsas erdian aurkitu nintzen, era guztietako jendez inguraturik. Haien begiak nire gorputza iltzatuta sentitzen nituen egun osoan, non hitz egitera ere ez nintzen ausartzen. Itsasoko bide osoan egonezin ibili nintzen, leku batetik bestera burua makurturik. Egunak ez ziren oso gozoak, erdi zoriabiaturik egonda higuingarri egiteaz gain aitaren begien tristura burutik kendu ezinak eta etxekoez eta seme-alabez bereziki oroitzeak tristurak gainditu egin ninduen. Artera arte senperenak ikusita baneuzkan ere aurrerago zorte hobea izango nuelakoan abiatu nintzen iparraraldera, Amerikako kostaldera heltzeko asmoz. Gomutek gainezka egiten zuten neure baitan. Baita amesgaiztoek ere. Hala nola, udazkeneko eta neguko ilun ordu horiek denok sutondoaren inguruan, familia osoa aitona eta amamaren betiko pasadizoak kontu-kontari, aita arrosarioa esaten… Ume gazteenok aitaren ondoan buruko ileak mugitu eta hazka egiten genuen berak litania bukaezinari ekiten zion bitartean…: Kyrie eleison Kyrie eleison Christe, eleison Christe, eleison Kyrie eleison Kyrie eleison Christe, audi nos Christe, audi nos Christe, exaudi nos Christe, exaudi nos Pater de Coelis Deus Miserere nobis Fili Redemtor mundi Deus Miserere nobis... Sancta Maria Ora pro nobis Sancta Dei Genitrix Ora pro nobis... Mater Creatoris Ora pro nobis Mater Salvatoris Ora pro nobis... Virgo clemens Ora pro nobis Virgo fidelis Ora pro nobis... Vas insigne devotionis Ora pro nobis... Turris eburnea Ora pro nobis... Stella matutina Ora pro nobis... Regina Sacramentissimi Rosarii Ora pro nobis Regina Pacis Ora pro nobis Agnus Dei, qui tollis peccata mundi Parce nobis Domini... Ora pro nobis Sancta Dei genitrix Ut digni officiamur promissionibus Christi. Oroipenei esker bidaia aurrera zihoan. Izan ere, bidaia orduak, egunak, asteak eta hilabeteak txoko batean erretiraturik oroipenetan murgildurik egiten bainuen bidaia. Ilunabarretan artazuriketan han ginen aitoren etxean etxekoez gain hamabost lagun, giro aparta, soinu eta guzti, betiko pasadizoez solasean. Negu-neguan izanda, afaldu ostean, bederatzietan, familia osoa berokia aldean, txamarraren lepokoa alferrik altxatua, elur haizea zebilelako, ziztu batean familia guztiok abiatzen ginen jauntxoaren etxera artazuriketara. Aitak edo anaiak Goizeko zazpietan unai-adarra jo orduko etxe guztietako behiak “Pikotako” plazan biltzen ziren. Beheko auzotik hasita, etxez etxe, mendiko azkenengo etxeraino Lur eta Beltza txakurrak behiak biltzen zihoazen bitartean, gaiontzeko anaia-arrebek eta Frantziskak ahuntzekin egiten zuten gauza bera, bildu ondoren ahuntzak bazkatzera eramaten zituzten urte horretarako artzain izendatutako anaia zaharrenak. Errementariarengandik ikasitako joaregilearen sekretu guztiak semeari patzientziaz erakusten ari nintzenean itsasontziko kanpaiak esnatu ninduen. Begiak igurtzi eta errementeriaren irudia ezin nuen kendu, su ondoan zebilen errementaria, semearen eta bion ondoan. Han genbiltzan burdina malgutzen ingude eta mailuaren kolpeen bidez, lanbide honi buruzko sekretuen sorburuak iaiotasun eta ñabardura txikienekin semaeari erakusten. Bukatutako joaren soinua probatzeko geundenean, hots, unerik garrantzitsuenan, dagoeneko joareak mihia jarrita zeukan, joarearen ahoak bi mailukada besterik falta ez zituenean itsasontziko brankako mihiak gogor jotzen zuen kanpaia eta hotsa itsasontzi osoan entzunez errealitatera bueltatu ninduen. Esna izan arren, artean joarearen ahoa lodiegia iruditzen zitzaidanez, errementaria azken kolpeak ematen jarraitzen ikusi nuen. Segundoak aurrera joan ahala begiak ontzaren moduan ireki eta berriz aurre egin behar nion aurrean neukan ur-masa urdin mugikor beldurgarri. Horrekin tristatu egin nintzen. Txakurraren biolina! Amesgaiztoak begiztatzen nituen iratzarri nintzenean. Baina ez. Jendetza nonahi, eta ura eta ura demasa. Zergatia ez banekien ere etxean txikitan bizi izandakoa, entzundakoa burutik kendu ezinean nenbilen. Frantziskak umeentzako janaria lortzeko neketan ibili behar zuela pentsatzeak ez ninduen batere laguntzen. Gerardo Luzuriaga |
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6. Salida hacia las Américas
La soledad comenzó a hacerme mella. A veces los recuerdos no eran tan agradables como me hubiesen gustado. Se agolpaban uno tras otro en la cabeza. - Gabino no te metas en política. La política no trae nada bueno. - Tranquila Francisca. Le respondía en sueños. - Gabino no te mezcles en asuntos que no te incumben. - Tranquila mamá. Le respondía, despertándome sobresaltado sin saber donde me encontraba. Los carteles que colocaron en la pared del pozo de lavar la ropa crearon acaloradas discusiones en la taberna. Se calentó y enrareció el ambiente. Hasta los mayores tomaban parte en las discusiones. Esa misma semana 6 mozos acudieron a la fiesta que la Falange convocó en el Palacio de Cábrega para toda Navarra. A las 6 de la tarde volvieron completamente exaltados, con camisas azules, correajes de cuero negro y con las escopetas colgadas al hombro. Por la noche bien bebidos, insultaron a todo el pueblo por su falta de valentía y coraje. Una y otra vez repetían los cánticos y eslóganes aprendidos aquella misma mañana. Los cuatro hombres del pueblo que no mostramos el debido entusiasmo ante sus brabuconadas lo pagamos caro. El ambiente se fue enrareciendo cada vez más. Las noticias de las detenciones corría de pueblo en pueblo. Se comentaba que en otros pueblos, algunos fueron donde el alcalde en busca de refugio. En vano. La decisión ya estaba tomada, aunque en el momento de la verdad se arrepintieron de las decisiones tomadas de antemano. Tampoco para ellos fue fácil ver como se llevaban a los vecinos; pero el alcalde, el cura, y el secretario ya no podían hacer nada. Pues la decisión venía firmada por instancias superiores. Inocentes. ¡Mira que ir a pedir consuelo a los propios verdugos! La noticia de los fusilamientos de los pueblos de alrededor -Mués, Piedramillera, Los Arcos, Acedo, Asarta, Mendaza, Aguilar- se extendieron como la pólvora. Los primeros meses de la postguerra fueron de una represión atroz. El terror impuesto por los falangistas fue salvaje. Félix, el cabecilla de la revuelta en el pueblo, también fue el primero en dar su nombre para la Armada Nacional, pero todo fue en vano. Llegó el Coche de la Muerte, lo apresaron, y lo llevaron ante los gritos de sus hijos pequeños y su mujer. Le dieron dos dos tiros a bocajarro en la cuneta de Arquijas. -Se acabó -¿Hoy le ha tocado a Félix? -¿Mañana a quién? La soledad comenzó a hacérseme insoportable. Con el paso de los meses la moral se me iba desgastando. Lo único que rompía la monotonía del día a día eran los toques de las campanas. Para entonces ya distinguía el sonido de todas las campanas de los pueblos del valle: Mendaza, Asarta, Cábrega, Sorlada, Ubago, Mirafuentes, Otiñano... -¿Me estaré volviendo loco, me preguntaba una y otra vez? -No sé, pues. A veces, no soy capaz de distinguir entre los sueños y la realidad. -No puedo olvidar la familia, los hijos, la esposa. Tan cerca y a la vez tan lejos. -No puedo distinguir entre los pensamientos y lo verdaderamente vivido. ¿Como distinguirlos cuando se repiten en mi interior las mismas anécdotas una y mil veces? -Que va, estoy bien, de primera. Tengo todo bajo control, acababa animándome a mí mismo. Desde muy pequeño me corroía la curiosidad por saber qué tipo de animales podrían estar dentro del reloj de muñeca de mi padre. Todo el día tic-tac, tic-tac sin descanso alguno. ¿Qué tipo de animales serían? ¿Sería alguna especie de hormigas enanas? Aprovechando que el padre se quitaba el reloj para echar la siesta, entré de puntillas en la habitación, cogí el reloj y con un martillo y un destornillador intenté abrirlo. Imposible. Lo sacudí, esperando que los animales que estaban dentro se parasen. En vano. Por fin, dí un un martillazo seco, el cristal y las agujas saltaron por los aires, salieron todas las tripas. ¡Qué desilusión¡ No aparecieron más que ruedas dentadas y muelles. El final es mejor dejarlo para otro momento. Otras tardes me daba por recordar los momentos de apuro pasados ante la pareja de bueyes Giputxi y Txiki. Ya con 7 años más de una vez nos tocó a mi hermano y a mí permanecer delante de los bueyes para que no se moviesen. Recuerdo los momentos con cierta nostalgia, nerviosos ante la responsabilidad, con una mano apoyada en el yugo, y en la otra una pértiga de un metro más larga que nosotros permanecíamos nerviosos ante los movimientos de los bueyes. Cuando menos lo esperábamos sacudían el rabo contra la tripa, levantaban una pata para golpear fuertemente contra el suelo, o movían la cabeza de un lado para otro para espantarse las moscas de alrededor. Pasados los años nos dimos cuenta que no existían en el pueblo bueyes más leales, y que hasta que no hubiesen oído la voz de aida de nuestro padre, allí habrían permanecido sin moverse ni un solo centímetro. Siendo todavía un chaval una tarde de invierno acompañe a mi padre a Mendaza, fuimoa a llevar a Cenizosa al toro. Un toro enorme, negro, con grandes ojos, luego me enterñe que lo habían traído de la zona del Baztán.. Aunque para entonces ya estaba acostumbrado a ver los animales aparearse sentí una sensación no muy agradable al ver a nuestra novilla Cenizosa encajonada en un rectángulo estrecho de madera. Al instante llegó un enorme toro bufando. Se acercó pausadamente. Sentí pena por nuestra joven y débil novilla, tener que soportar semejante animal. No creo que aquel día Cenizosa gozase demasiado. No fue casualidad que los últimos recuerdos fuesen de los animales de casa y estuviesen relacionados con su libertad. Excepto los perros guardianes de las casas poderosas, que no conocían la luz natural, ni las calles, ni las caricias, ni tampoco el sexo. Tal como habían nacido, morían. Presos. Atados con cadenas cortas, recluidos en lo más profundo de los corrales, sin luz natural... el resto de los animales del pueblo correteaban por las calles y los campos como si de niños se tratasen: gallinas, perros, vacas, cerdos andaban a sus anchas por todo el pueblo. ¡Quién pudiese tener la libertad de Beltza! Libre. Pero siempre atento a la llamada de nuestro padre. Nada más silvarle allí estaba entre sus piernas. Pero sin embargo, no era extraño encontrarlo en cualquier pueblo intentando conseguir los favores de cualquier perra en celo. A veces llegaba exhausto, sin resuello, sucio, ensangrentado de sus correrías. Pero no siempre era así, otras veces, se le veía alegre, orgulloso como diciéndonos a los mocetes ¿a que no sabéis lo que he conseguido esta tarde en el pueblo de alado? Estuviese donde estuviese siempre oía la llamada del amo. El zumbido de las campanas retumbaban sin cesar, cada dia que pasaba se me hacían más insoportables. Especialmente los toques de la noche se hicieron insufribles. No podía conciliar el sueño. Hoy hace cinco años que decidí resguardarme en el techo falso de la iglesia. Estaba pensando en ello cuando comenzó a retumbar la campana grande. Aunque ya lo tenía decidido fue el momento en que resolví salir del escondite y buscar un nuevo modo de vida al otro lado del mar, en las Américas. No cogí más que una navaja, el resto todavía se encontrará allí, me deslicé por la pared hasta la torre y de allí baje hasta una ventana de la iglesia, salí a la calle; no había andado ni cinco metros cuando me salieron al encuentro dos perros semejantes a Lur y Beltza. Estuve una hora mirando al cielo, estaba precioso estrellado, con una luna llena grandiosa, en silencio tan solo interrumpido por el canto de los grillos. Como de costumbre la puerta de la calle estaba vuelta, la empuje con cuidado y pase a la cuadra, subí las escaleras, antes de pasar a la habitación de los hermanos bebí un gran trago de la lechera de la alacena, mis hermanos no podían creer lo que veían. Para no despertar a toda la familia bajamos de nuevo a la cuadra, en unos minutos me puesieron al día de todo lo ocurrido en estos últimos años. - ¿Pero no vendisteis a Lur y Beltza? - No los vamos a vender. - Al día siguiente los llevé al tío de Antoñana. Esos perros eran capaces de no haberse movido durante días de donde has estado, y aunque la Guardia Civil no es que tenga muchas luces, no se puede decir lo mismo de algunos vecinos. - Hace dos años, fui donde el tío y me traje dos cachorros de Lur. Nada más traerlos tus hijos le pusieron por nombre Lur y Beltza. - ¿Ha sucedido algo en la familia? - El abuelo se murió a los pocos meses de irte. - Ya, ya lo sé. Tú mismo me lo dijiste hace cinco años en Costalera. - No, no me contéis, seguro que acierto todo lo que ha pasado. - ¿Qué niño se ha muerto hace tres meses? - Sucedió una desgracia. Mari Jose, de cinco años, la hija del alcalde se ahogó en el pilón. - Ha habido cuatro muertos más. ¿No? -Generoso, Dionisio, Sebastiana y Romana. ¿No? No, no. Romana anda también o mejor que nosotros. Hace tres años trajeron el cadáver de Daniel del hospital de Zaragoza. Parece que cuando estaba a punto de acabar la guerra una bala perdida se le incrusto en la cabeza. Después de estar unos años en el hospital cuando parecía que se estaba recuperando se murió de repente. Bueno hermanos, no tengo mucho tiempo, voy a ver a Francisca, mañana a la mañana saldré para América, espero no tener muchas dificultades, ya no creo que nadie se acuerde de mí. Subí las escaleras de dos en dos, pronto reconocí el olor peculiar de nuestra casa. Tantos años sin haberlo sentido, abrí la puerta y me precipité a los brazos de Francisca. Nos acercamos a la habitación de los niños, no los despertamos, pero si estuve cinco minutos mirándolos de cerca-. Francisca preparó agua caliente, vertió la mitad del agua en la palangana. Bien jabonado con la navaja de afeitar bien afilada me corté la barba y Francisca hizo lo propio con el pelo. Por lo menos rejuvenecí 20 años. Nos fuimos juntos a la cama, sin darnos cuenta y sin haber dormido ni un solo momento amaneció. Oí los ladridos de los perros, padre apareció detrás de madre, lo encontré completamente envejecido, justo podía seguir el paso de madre. Fui consciente que esta era la última vez que nos veríamos. Hasta al padre le salieron las lágrimas al despedirse. Me puse una camisa de color oscuro, y con los primeros rayos del amanecer, sin despedirme de los hijos tomé de nuevo el camino del extranjero. En este caso el definitivo. Al salir de la casa leí en El Pensamiento Navarro que estaba encima de una silla del portal: Caen en una emboscada los maquis el tuerto y el Perico en las inmediaciones de Caín. De buena me he librado pense para mí. Animado y con la sensación de haberme salvado de nuevo inicié el camino en busca de la frontera. Me costó acostumbrarme a la claridad del día. El valle estaba precioso, los árboles en flor. A lo lejos divisé un grupo de gente, me dio tiempo justo para esconderme detrás de unos chaparros. Don Secundino llevaba en las manos la cabeza de plata de San Gregorio, a un lado iba un monaguillo con el hisopo, un poco más adelantados dos monaguillos con sendas cruces que justo las podían levantar, -Como ya me había tocado de pequeño cargar con aquellas cruces, ya sabía lo que era tener que llevarlas levantadas durante los 3 kilómetros largos de procesión- detrás unos 20 feligreses. Me dio una gran alegría verles las caras de mis vecinos. De repente al pasar por mi lado se pararon, el cura tomó el hisopo y esparció el agua bendita a los cuatro vientos: "Quisdam sanctus episcopus, Gregorius nomine..." líbranos de todas las plagas, especialmente de la langosta. Me quedé ensimismado durante varios minutos mirando los campos de cultivo. La infinidad de colores y parcelas, bien diferenciada cada una por los verdes ribazos de hierbas y matas. Mil colores productos de los diversos cultivos: avena, cebada, yero... mezclados con las mil especies de hierbas y plantas silvestres: avena mala, cardos, amapolas, girasoles... Infinidad de árboles frutales salteados entre los cultivos: pomales, cerezos, manzanos, nogales y también fresnos, olmos, olivos... Al entrar en el bosque me encontré con las enormes encinas de toda la vida, alguna que podían cobijar hasta rebaños de 500 cabezas, al seguir el camino hacia arriba tuve que evitar tres grupos de carboneros, y los pastores que estaban cuidando el ganado en la sierra de Codés. A pesar de haber estado durante bastante tiempo escondido, solo por los andares me hubiesen reconocido. Gerardo Luzuriaga Sánchez |
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25/09/2005
Noticias / Berriak
1. Trufas en Nazar 2. Pueblos de Tierra Estella estrenas páginas web. 3. A la espera de las palomas1. En el GARA del 9 de septiembre de 2005 pudimos leer Las investigadoras del departamento de Botánica de la Universidad de Navarra Ana María de Miguel y Miriam de Román que investigan en el carrascal de Nazar el valor de la trufa desde el punto de vista económico y medioambiental, consideran que la reforestación del suelo quemado podría acelerarse con el uso de plantas colonizadas con trufa, con el hongo Tuber melanosporum (Trufa negra de Perigord). Las investigadoras concluyen que las carrascas micorrizadas con Tuber melanosporum poseen mayor tasa de supervivencia que las plantadas sin micorrizar. 2005eko irailaren 9ko GARAn irrakurri genuen: Ana Maria de Miguel eta Miriam de Romanek Nazarreko artadian egindako ikerketak boilur beltzarekin (Tuber melanosporum, trufa negra de Perigord) kolonizatutako landareak besteak baino hobeto hazten direla ondorioztatu dute. Ea ahalik eta azkarren daukagun basoa lehen bezala eta boilurrez makuru. 2. Varios pueblos de Tierra Estella tienen páginas web. Se ofrece información de los municipios. Aparecen fotografías interesantes. Esta iniciativa cuenta con un presupuesto de 55.714 euros. Se accede con el nombre del pueblo y la terminación org: www.mendaza.org, ahora lo estoy intentando y no funciona. Bueno cosa de la técnica. Lizarraldeko herri batzuetan abian jarri da web orria. Buruz hitzegiten dut (Mendaza, Murieta, Arroniz, Torralba...) Udalen informazioaz gain, argazkiak ere agertzen dira. Aurrekontu borobila dauka. 55.714 euro, beste batzuentzat nahiko genuke. Herria izena jarriz gero, org partikularekin eskura dago informazioa. 3. Ya llegan las Palomas. Por lo menos en el bar del pueblo no se habla de otra cosa. Usoak ailegatzear daude, herriko tabernan beste kontuei buruz ez da hitzegiten. Garai ezin politagoa da, batzuentzat menditik bertatik ikusten dutelako; hamarretakoak eta bazkari erraldoiak egiten dutelako... Beste batzuentzat herritik ere usoak odeien artean ikusteko aukera daukagulako. Ondo pasa, eta disfrutau. Dena den usoekin batera perretxikoen garaia denez, oso gutxik dira pozik jartzen ez dituztenak.Herrikoia |
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6. La vuelta / Itzulera
Ayudado por los recuerdos, me encontré en frente de las mansas aguas del río Ega. Aunque no habían pasado más que unos pocos años, al ver las crestas de la Sierra de Codés tuve la impresión de haber estado fuera un montón de años. El reencuetro con las mismas fuentes, los mismos riachuelos, los mismos arboles, los mismos animales me dio ánimos para seguir adelante. Me sentí seguro al lado de mis viejos amigos los hayedos, los encinares y los bojarrales. Desde la cima de Costalera divisaba las montañas y los valles de alrededor. Joar, Gorbea, Montejurra, la Sierra de Lokiz, Urbasa, Aitzgorri, Monjardin, La Sierra de la Demanda y hasta los Pirineos se divisaba desde la punta de Costalera. |
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